Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. Una columna de fuego
  3. Capítulo 1
Next

Traducción de ANUVELA

Título original: A Column of Fire

Edición en formato digital: septiembre de 2017

© 2017, Ken Follett

© 2017, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.

© 2017, ANUVELA (Ana Alcaina Pérez, Verónica Canales Medina, Laura Manero Jiménez, Laura Martín de Dios y Laura Rins Calahorra), por la traducción

© 2017, Stephen Raw, por el mapa

Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial

Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-01-01831-2

Composición digital: M.I. Maquetación, S.L.

www.megustaleer.com

SEGUEIX-NOS A

@Ebooks

@megustaleer

@megustaleer

Para Emanuele:

49 años de alegría

Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche.

Éxodo, 13, 21

Personajes

Espero que la consulta de esta lista no sea necesaria. Cuando creo posible que el lector haya olvidado quién es un personaje determinado, he optado por añadir en el texto un pequeño recordatorio, aunque me consta que a veces los lectores dejamos un libro para leerlo más tarde y no tenemos tiempo de retomar la lectura hasta al cabo de una semana o más —me pasa a mí también— y entonces se nos olvidan ciertos detalles. Por eso, he aquí una lista de los personajes que aparecen en más de una ocasión, solo por si acaso…

INGLATERRA

Familia Willard

Ned Willard

Barney, su hermano

Alice, su madre

Malcolm Fife, mozo de cuadra

Janet Fife, ama de llaves

Eileen Fife, hija de Malcolm y Janet

Familia Fitzgerald

Margery Fitzgerald

Rollo, su hermano

Sir Reginald, su padre

Lady Jane, su madre

Naomi, criada

Hermana Joan, tía abuela de Margery

Familia Shiring

Bart, vizconde de Shiring

Swithin, su padre, conde de Shiring

Sal Brendon, ama de llaves

Los puritanos

Philbert Cobley, armador

Dan Cobley, su hijo

Ruth Cobley, hija de Philbert

Donal Gloster, secretario

Padre Jeremiah, párroco de St. John, en Loversfield

Viuda Pollard

Otros

Fray Murdo, fraile itinerante

Susannah, condesa de Brecknock, amiga de Margery y Ned

Jonas Bacon, capitán del Hawk

Jonathan Greenland, primer oficial del Hawk

Stephen Lincoln, sacerdote

Rodney Tilbury, juez de paz

Personajes históricos reales

María Tudor, reina de Inglaterra

Isabel Tudor, medio hermana de María, posteriormente reina

Sir William Cecil, consejero de Isabel

Robert Cecil, hijo de sir William

William Allen, abanderado de los católicos ingleses exiliados

Sir Francis Walsingham, cabecilla de una red de espionaje

FRANCIA

Familia Palot

Sylvie Palot

Isabelle Palot, su madre

Gilles Palot, su padre

Otros

Pierre Aumande

Vizconde de Villeneuve, compañero de estudios de Pierre

Padre Moineau, tutor de Pierre

Nath, criada de Pierre

Guillaume de Ginebra, pastor itinerante

Louise, marquesa de Nimes

Luc Mauriac, consignatario

Aphrodite Beaulieu, hija del conde de Beaulieu

René Duboeuf, sastre

Françoise Duboeuf, su joven esposa

Marqués de Lagny, aristócrata protestante

Bernard Housse, joven cortesano

Alison McKay, dama de honor de María, la reina de los escoceses

Miembros ficticios de la familia de Guisa

Gaston Le Pin, jefe de la guardia de la familia de Guisa

Brocard y Rasteau, dos de los hombres de Gaston

Véronique

Odette, doncella de Véronique

Georges Biron, espía

Personajes históricos reales: la familia de Guisa

Francisco, duque de Guisa

Enrique, hijo de Francisco

Carlos, cardenal de Lorena, hermano de Francisco

Personajes históricos reales: los Borbones y sus aliados

Antonio, rey de Navarra

Enrique, hijo de Antonio

Luis, príncipe de Condé

Gaspard de Coligny, almirante de Francia

Personajes históricos reales: otros

Enrique II, rey de Francia

Catalina de Médici, reina de Francia

Hijos de Enrique y Catalina:

Francisco II, rey de Francia

Carlos IX, rey de Francia

Enrique III, rey de Francia

Margarita, reina de Navarra

María Estuardo, la reina de los escoceses

Charles de Louviers, asesino

ESCOCIA

Personajes históricos reales

Jacobo Estuardo, medio hermano ilegítimo de María, la reina de los escoceses

Jacobo Estuardo, hijo de María, la reina de los escoceses, posteriormente rey Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra

ESPAÑA

Familia Cruz

Carlos Cruz

Tía Betsy

Familia Ruiz

Jerónima

Pedro, su padre

Otros

Arcediano Romero

Padre Alonso, inquisidor

Capitán Gómez, «Mano de Hierro»

PAÍSES BAJOS

Familia Wolman

Jan Wolman, primo de Edmund Willard

Imke, su hija

Familia Willemsen

Albert

Betje, esposa de Albert

Drike, su hija

Evi, hermana viuda de Albert

Matthus, hijo de Evi

OTROS PAÍSES

Ebrima Dabo, esclavo mandinga

Bella, fabricante de ron en La Española

Prólogo

Lo ahorcamos delante de la catedral de Kingsbridge, el emplazamiento habitual para todas las ejecuciones; porque si no se puede colgar a un hombre ante el rostro de Dios, tal vez eso signifique que no debería estar muerto.

El sheriff lo subió desde los calabozos de la cárcel —situada bajo la casa consistorial, la antigua sede del gremio— con las manos atadas a la espalda. Caminaba erguido, con una expresión desafiante en su cara macilenta, con el gesto impávido.

La multitud vociferaba mofándose de él, maldiciéndolo entre abucheos, y aunque él parecía no verlos, sí me vio a mí: nos miramos a los ojos, y en ese efímero intercambio de miradas había una vida entera.

Yo era responsable de su muerte, y él lo sabía.

Había estado persiguiéndolo durante decenios; era un asesino que, en un acto de salvaje brutalidad, habría acabado con la vida de la mitad de los gobernantes de nuestro país, incluida la práctica totalidad de la familia real, si yo no se lo hubiera impedido.

Me he pasado la existencia yendo tras esos asesinos en potencia, y muchos de ellos han sido ejecutados, no solo en la horca, sino, además, destripados y descuartizados, la muerte más terrible, la que se reserva para los peores criminales.

Sí, he hecho esto mismo innumerables veces: ver morir a un hombre sabiendo que yo, más que ningún otro, lo había llevado ante su castigo, un castigo justo pero atroz. Lo hice por mi país, que tengo en gran estima; por Su Majestad, a quien sirvo, y por algo más, por un principio: la convicción de que una persona tiene derecho a decidir cuáles son sus creencias con respecto a Dios.

Aquel fue el último de los muchos hombres a quienes envié al infierno, pero me hizo pensar en el primero…

PRIMERA PARTE

1558

1

I

Ned Willard regresó a casa, a Kingsbridge, en plena ventisca.

Navegó río arriba desde la ciudad portuaria de Combe Harbour a bordo de una lenta barcaza cargada con telas de Amberes y vino de Burdeos. Cuando advirtió que la embarcación se aproximaba al fin a Kingsbridge, se arrebujó la capa sobre los hombros, se subió la capucha para protegerse las orejas, salió a cubierta y miró al frente.

Al principio se llevó una gran decepción, pues lo único que acertaba a vislumbrar era nieve y más nieve. Sin embargo, su ansia por ver al fin la ciudad, aunque solo fuese un pequeño atisbo de ella, era insoportable, de modo que aguzó la vista a través del vendaval, con la esperanza dibujada en el semblante. Al poco, sus deseos se hicieron realidad, y la tormenta empezó a amainar. Un retazo de cielo azul asomó por sorpresa entre las nubes y, mirando por encima de las copas de los árboles, Ned vio la torre de la catedral, de ciento veintitrés metros de altura, un dato que sabía cualquier alumno de la Escuela de Gramática de Kingsbridge. Un manto de nieve ribeteaba ese día las alas del ángel de piedra que vigilaba la ciudad desde lo alto de la aguja, y teñía las puntas grisáceas de sus alas de un blanco brillante. Mientras Ned la contemplaba, un fugaz rayo de sol iluminó la estatua e hizo refulgir la nieve, como bendiciéndola. Entonces la tormenta arreció de nuevo y la estatua desapareció de su vista.

Ned no vio nada más que árboles durante largo rato, pero su imaginación trabajaba con desbordante frenesí. Estaba a punto de reencontrarse con su madre, tras una ausencia de un año. Había decidido que no le diría cuánto la había echado de menos, pues a los dieciocho años un hombre debía ser independiente y autosuficiente.

Sin embargo, por encima de todo lo demás, había echado de menos a Margery. Se había enamorado de ella, con un pésimo sentido de la oportunidad, unas pocas semanas antes de abandonar Kingsbridge para realizar una estancia de un año en Calais, el puerto de dominio inglés en la costa norte de Francia. Conocía a la traviesa e inteligente hija de sir Reginald Fitzgerald desde la infancia, y también le había gustado desde entonces. Con el tiempo, la niña se había convertido en toda una mujer, y su picardía y vitalidad habían ejercido un nuevo atractivo sobre él, de manera que en ocasiones llegaba incluso a sorprenderse mirándola embobado en la iglesia, con la boca reseca y la respiración agitada. Él había tenido sus dudas respecto a hacer algo más que limitarse a observarla, pues la muchacha era tres años menor que él, pero ella no había mostrado semejantes reservas. Se habían besado en el camposanto de Kingsbridge, tras el voluminoso montículo que formaba la tumba del prior Philip, el monje encargado de la construcción de la catedral, cuatro siglos antes. No había habido nada de infantil en aquel largo y apasionado beso; luego, ella se había reído y había echado a correr.

Pero al día siguiente, ella lo besó otra vez, y la noche antes de su partida hacia Francia, ambos se habían confesado que se amaban.

Las primeras semanas se habían intercambiado cartas de amor. No habían dicho nada a sus padres acerca de sus sentimientos —les parecía demasiado pronto—, de modo que no podían escribirse abiertamente, pero Ned había confiado su secreto a su hermano mayor, Barney, quien se convirtió en el intermediario de ambos. Luego Barney se había marchado de Kingsbridge para ir a Sevilla. Margery también tenía un hermano mayor, Rollo, pero no confiaba en él del modo en que Ned confiaba en Barney, así que la correspondencia entre ellos cesó.

La falta de comunicación no hizo mella en los sentimientos de Ned; era consciente de lo que solía decirse sobre los primeros amoríos, y se cuestionaba a sí mismo de forma constante, esperando que lo que sentía por Margery cambiase en cualquier momento; sin embargo, nada cambió. Tras unas pocas semanas en Calais, su prima Thérèse le dejó bien claro que se había quedado prendada de él y

Next

YOU MAY ALSO LIKE

Una fortuna peligrosa
Una fortuna peligrosa
June 16, 2020
El invierno del mundo
El invierno del mundo
June 16, 2020
Triple
Triple
June 16, 2020
Alto riesgo
Alto riesgo
June 16, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.