Traducción de ANUVELA
Título original: A Column of Fire
Edición en formato digital: septiembre de 2017
© 2017, Ken Follett
© 2017, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
© 2017, ANUVELA (Ana Alcaina Pérez, Verónica Canales Medina, Laura Manero Jiménez, Laura Martín de Dios y Laura Rins Calahorra), por la traducción
© 2017, Stephen Raw, por el mapa
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial
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ISBN: 978-84-01-01831-2
Composición digital: M.I. Maquetación, S.L.
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Para Emanuele:
49 años de alegría
Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche.
Éxodo, 13, 21
Personajes
Espero que la consulta de esta lista no sea necesaria. Cuando creo posible que el lector haya olvidado quién es un personaje determinado, he optado por añadir en el texto un pequeño recordatorio, aunque me consta que a veces los lectores dejamos un libro para leerlo más tarde y no tenemos tiempo de retomar la lectura hasta al cabo de una semana o más —me pasa a mí también— y entonces se nos olvidan ciertos detalles. Por eso, he aquí una lista de los personajes que aparecen en más de una ocasión, solo por si acaso…
INGLATERRA
Familia Willard
Ned Willard
Barney, su hermano
Alice, su madre
Malcolm Fife, mozo de cuadra
Janet Fife, ama de llaves
Eileen Fife, hija de Malcolm y Janet
Familia Fitzgerald
Margery Fitzgerald
Rollo, su hermano
Sir Reginald, su padre
Lady Jane, su madre
Naomi, criada
Hermana Joan, tía abuela de Margery
Familia Shiring
Bart, vizconde de Shiring
Swithin, su padre, conde de Shiring
Sal Brendon, ama de llaves
Los puritanos
Philbert Cobley, armador
Dan Cobley, su hijo
Ruth Cobley, hija de Philbert
Donal Gloster, secretario
Padre Jeremiah, párroco de St. John, en Loversfield
Viuda Pollard
Otros
Fray Murdo, fraile itinerante
Susannah, condesa de Brecknock, amiga de Margery y Ned
Jonas Bacon, capitán del Hawk
Jonathan Greenland, primer oficial del Hawk
Stephen Lincoln, sacerdote
Rodney Tilbury, juez de paz
Personajes históricos reales
María Tudor, reina de Inglaterra
Isabel Tudor, medio hermana de María, posteriormente reina
Sir William Cecil, consejero de Isabel
Robert Cecil, hijo de sir William
William Allen, abanderado de los católicos ingleses exiliados
Sir Francis Walsingham, cabecilla de una red de espionaje
FRANCIA
Familia Palot
Sylvie Palot
Isabelle Palot, su madre
Gilles Palot, su padre
Otros
Pierre Aumande
Vizconde de Villeneuve, compañero de estudios de Pierre
Padre Moineau, tutor de Pierre
Nath, criada de Pierre
Guillaume de Ginebra, pastor itinerante
Louise, marquesa de Nimes
Luc Mauriac, consignatario
Aphrodite Beaulieu, hija del conde de Beaulieu
René Duboeuf, sastre
Françoise Duboeuf, su joven esposa
Marqués de Lagny, aristócrata protestante
Bernard Housse, joven cortesano
Alison McKay, dama de honor de María, la reina de los escoceses
Miembros ficticios de la familia de Guisa
Gaston Le Pin, jefe de la guardia de la familia de Guisa
Brocard y Rasteau, dos de los hombres de Gaston
Véronique
Odette, doncella de Véronique
Georges Biron, espía
Personajes históricos reales: la familia de Guisa
Francisco, duque de Guisa
Enrique, hijo de Francisco
Carlos, cardenal de Lorena, hermano de Francisco
Personajes históricos reales: los Borbones y sus aliados
Antonio, rey de Navarra
Enrique, hijo de Antonio
Luis, príncipe de Condé
Gaspard de Coligny, almirante de Francia
Personajes históricos reales: otros
Enrique II, rey de Francia
Catalina de Médici, reina de Francia
Hijos de Enrique y Catalina:
Francisco II, rey de Francia
Carlos IX, rey de Francia
Enrique III, rey de Francia
Margarita, reina de Navarra
María Estuardo, la reina de los escoceses
Charles de Louviers, asesino
ESCOCIA
Personajes históricos reales
Jacobo Estuardo, medio hermano ilegítimo de María, la reina de los escoceses
Jacobo Estuardo, hijo de María, la reina de los escoceses, posteriormente rey Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra
ESPAÑA
Familia Cruz
Carlos Cruz
Tía Betsy
Familia Ruiz
Jerónima
Pedro, su padre
Otros
Arcediano Romero
Padre Alonso, inquisidor
Capitán Gómez, «Mano de Hierro»
PAÍSES BAJOS
Familia Wolman
Jan Wolman, primo de Edmund Willard
Imke, su hija
Familia Willemsen
Albert
Betje, esposa de Albert
Drike, su hija
Evi, hermana viuda de Albert
Matthus, hijo de Evi
OTROS PAÍSES
Ebrima Dabo, esclavo mandinga
Bella, fabricante de ron en La Española
Prólogo
Lo ahorcamos delante de la catedral de Kingsbridge, el emplazamiento habitual para todas las ejecuciones; porque si no se puede colgar a un hombre ante el rostro de Dios, tal vez eso signifique que no debería estar muerto.
El sheriff lo subió desde los calabozos de la cárcel —situada bajo la casa consistorial, la antigua sede del gremio— con las manos atadas a la espalda. Caminaba erguido, con una expresión desafiante en su cara macilenta, con el gesto impávido.
La multitud vociferaba mofándose de él, maldiciéndolo entre abucheos, y aunque él parecía no verlos, sí me vio a mí: nos miramos a los ojos, y en ese efímero intercambio de miradas había una vida entera.
Yo era responsable de su muerte, y él lo sabía.
Había estado persiguiéndolo durante decenios; era un asesino que, en un acto de salvaje brutalidad, habría acabado con la vida de la mitad de los gobernantes de nuestro país, incluida la práctica totalidad de la familia real, si yo no se lo hubiera impedido.
Me he pasado la existencia yendo tras esos asesinos en potencia, y muchos de ellos han sido ejecutados, no solo en la horca, sino, además, destripados y descuartizados, la muerte más terrible, la que se reserva para los peores criminales.
Sí, he hecho esto mismo innumerables veces: ver morir a un hombre sabiendo que yo, más que ningún otro, lo había llevado ante su castigo, un castigo justo pero atroz. Lo hice por mi país, que tengo en gran estima; por Su Majestad, a quien sirvo, y por algo más, por un principio: la convicción de que una persona tiene derecho a decidir cuáles son sus creencias con respecto a Dios.
Aquel fue el último de los muchos hombres a quienes envié al infierno, pero me hizo pensar en el primero…
PRIMERA PARTE
1558
1
I
Ned Willard regresó a casa, a Kingsbridge, en plena ventisca.
Navegó río arriba desde la ciudad portuaria de Combe Harbour a bordo de una lenta barcaza cargada con telas de Amberes y vino de Burdeos. Cuando advirtió que la embarcación se aproximaba al fin a Kingsbridge, se arrebujó la capa sobre los hombros, se subió la capucha para protegerse las orejas, salió a cubierta y miró al frente.
Al principio se llevó una gran decepción, pues lo único que acertaba a vislumbrar era nieve y más nieve. Sin embargo, su ansia por ver al fin la ciudad, aunque solo fuese un pequeño atisbo de ella, era insoportable, de modo que aguzó la vista a través del vendaval, con la esperanza dibujada en el semblante. Al poco, sus deseos se hicieron realidad, y la tormenta empezó a amainar. Un retazo de cielo azul asomó por sorpresa entre las nubes y, mirando por encima de las copas de los árboles, Ned vio la torre de la catedral, de ciento veintitrés metros de altura, un dato que sabía cualquier alumno de la Escuela de Gramática de Kingsbridge. Un manto de nieve ribeteaba ese día las alas del ángel de piedra que vigilaba la ciudad desde lo alto de la aguja, y teñía las puntas grisáceas de sus alas de un blanco brillante. Mientras Ned la contemplaba, un fugaz rayo de sol iluminó la estatua e hizo refulgir la nieve, como bendiciéndola. Entonces la tormenta arreció de nuevo y la estatua desapareció de su vista.
Ned no vio nada más que árboles durante largo rato, pero su imaginación trabajaba con desbordante frenesí. Estaba a punto de reencontrarse con su madre, tras una ausencia de un año. Había decidido que no le diría cuánto la había echado de menos, pues a los dieciocho años un hombre debía ser independiente y autosuficiente.
Sin embargo, por encima de todo lo demás, había echado de menos a Margery. Se había enamorado de ella, con un pésimo sentido de la oportunidad, unas pocas semanas antes de abandonar Kingsbridge para realizar una estancia de un año en Calais, el puerto de dominio inglés en la costa norte de Francia. Conocía a la traviesa e inteligente hija de sir Reginald Fitzgerald desde la infancia, y también le había gustado desde entonces. Con el tiempo, la niña se había convertido en toda una mujer, y su picardía y vitalidad habían ejercido un nuevo atractivo sobre él, de manera que en ocasiones llegaba incluso a sorprenderse mirándola embobado en la iglesia, con la boca reseca y la respiración agitada. Él había tenido sus dudas respecto a hacer algo más que limitarse a observarla, pues la muchacha era tres años menor que él, pero ella no había mostrado semejantes reservas. Se habían besado en el camposanto de Kingsbridge, tras el voluminoso montículo que formaba la tumba del prior Philip, el monje encargado de la construcción de la catedral, cuatro siglos antes. No había habido nada de infantil en aquel largo y apasionado beso; luego, ella se había reído y había echado a correr.
Pero al día siguiente, ella lo besó otra vez, y la noche antes de su partida hacia Francia, ambos se habían confesado que se amaban.
Las primeras semanas se habían intercambiado cartas de amor. No habían dicho nada a sus padres acerca de sus sentimientos —les parecía demasiado pronto—, de modo que no podían escribirse abiertamente, pero Ned había confiado su secreto a su hermano mayor, Barney, quien se convirtió en el intermediario de ambos. Luego Barney se había marchado de Kingsbridge para ir a Sevilla. Margery también tenía un hermano mayor, Rollo, pero no confiaba en él del modo en que Ned confiaba en Barney, así que la correspondencia entre ellos cesó.
La falta de comunicación no hizo mella en los sentimientos de Ned; era consciente de lo que solía decirse sobre los primeros amoríos, y se cuestionaba a sí mismo de forma constante, esperando que lo que sentía por Margery cambiase en cualquier momento; sin embargo, nada cambió. Tras unas pocas semanas en Calais, su prima Thérèse le dejó bien claro que se había quedado prendada de él y