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  2. La guía secreta de la Hermandad de la Daga Negra
  3. Capítulo 9
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demostrando así que había un color más pálido que el blanco.

—Eso pensé. Ay… Dios, no puedo creer lo cerca que estuvimos.

La doctora Jane se acercó a la camilla en ese momento.

—Siento interrumpir. Sólo quería comprobar rápidamente sus signos vitales.

—Claro.

Mientras Bella observaba a la doctora, que estaba haciendo un examen rápido, pensó en la forma en que esas manos fantasmagóricas habían ayudado a su hija a venir al mundo.

—Bien —dijo la doctora Jane y se puso el estetoscopio alrededor del cuello—. Esto está muy bien. Se ha estabilizado y en una hora o poco más ya podrá levantarse y moverse.

—Gracias —murmuró Bella y Z hizo lo mismo.

—Es un placer. Ya lo creo. Ahora, ¿qué tal si los demás salimos de aquí y los dejamos tranquilos un rato?

Todos los presentes se dispersaron en medio de ofrecimientos de ayuda y comida y cualquier otra cosa que pudieran necesitar. Cuando Wrath llegó a la puerta, se detuvo y miró a Bella.

Bella apretó el hombro de Z cuando vio que el rey le hacía una pequeña inclinación con la cabeza y luego cerraba la puerta.

—¿Puedo traerte algo de…? —preguntó ella, carraspeando.

—Necesitamos hablar.

—Eso puede esperar…

—¿Hasta que te marches? —Z sacudió la cabeza—. No. Tiene que ser ahora.

Bella alcanzó una banqueta con ruedas y se sentó, mientras le acariciaba el antebrazo, porque no podía agarrarlo de las manos.

—Estoy asustada. Si no… podemos solucionar este problema…

—Yo también tengo miedo.

Mientras sus palabras flotaban en el silencio de la estancia embaldosada, Bella recordó el momento en que se despertó después de la cesárea, el día del nacimiento. Los ojos de Zsadist fueron la primera cosa que vio. Él estaba muy angustiado y en ese momento la miraba fijamente, pero luego su dolor pareció desvanecerse poco a poco y fue sustituido por una expresión de incredulidad y luego de esperanza.

—¡Mostradle el bebé! —gritó Z con voz aguda—. ¡Rápido!

Vishous había empujado la incubadora hasta el pie de la camilla y Bella pudo ver a su hija por primera vez. Dándole un tirón al catéter que tenía en el brazo, puso los dedos contra la cubierta de plexiglás. Y en cuanto tocó ese escudo transparente, la pequeña volvió la cabeza.

Entonces Bella se volteó a mirar a Zsadist.

—¿Podemos llamarla Nalla?

Los ojos de Z se llenaron de lágrimas.

—Sí. Claro. Lo que quieras.

Z la había besado y le había dado su sangre y había sido el compañero más atento y amoroso que se pudiera desear.

Mientras volvía al presente, Bella sacudió la cabeza.

—Parecías tan feliz después del nacimiento. Te regocijabas con los demás. Estuviste ahí durante la ceremonia de las cintas de la cuna… Fuiste a buscar a Phury y le cantaste…

—Porque tú estabas viva y no habías tenido que sufrir la pérdida de tu bebé. Mis peores temores se habían disipado. —Zsadist levantó una mano, como si quisiera frotarse los ojos, pero frunció el ceño, pues evidentemente no recordaba que tenía las manos vendadas—. Estaba feliz por ti.

—Pero cuando me diste de beber de tu vena, te sentaste junto a la incubadora y la tocaste. Incluso sonreíste cuando ella te miró. Había amor en tu rostro, no sólo alivio. ¿Qué fue lo que cambió? —Al ver que él vacilaba, Bella agregó—: Estoy dispuesta a darte más tiempo, si crees que eso quizá sea la solución, pero no me puedes aislar de este proceso. ¿Qué sucedió?

Z se quedó mirando las lámparas de cirugía que colgaban del techo por encima de él y hubo un largo silencio, tan largo que Bella pensó que tal vez se había estrellado contra un muro infranqueable.

Pero luego se fue formando una gran lágrima que anegó su ojo izquierdo.

—Ella está en la pesadilla conmigo.

Z habló en voz tan baja que Bella tuvo que asegurarse de que lo había oído bien.

—¿Qué quieres decir?

—La pesadilla en la que todavía soy un esclavo. Nalla… está en el calabozo conmigo. Puedo oírla llorando, mientras esa mujer se acerca a mí. Lucho por zafarme de los grilletes… para poder protegerla… para poder sacarla de allí… para que no pase lo que está a punto de ocurrir. Pero no me puedo mover. Esa mujer va a encontrar a la pequeña. —Z desvió sus ojos aterrorizados—. Esa mujer la va a encontrar y es mi culpa que Nalla esté en ese calabozo.

—Ay… mi amor… Ay, Z. —Bella se puso de pie y lo abrazó con cuidado—. Ay… Dios… y ¿tú temes que esa mujer la mate?

—No. —Z se aclaró la garganta una vez. Y otra. Y otra. Y su pecho comenzó a palpitar—. Esa mujer va a… hacer que Nalla vea… lo que me hacen. Nalla tendrá que ver…

Zsadist estaba haciendo un enorme esfuerzo para dominarse, pero llegó un momento en que no pudo más y comenzó a sollozar con el llanto fuerte y espasmódico de los machos.

—Ella va a tener… que ver a su… padre cuando…

Lo único que Bella pudo hacer fue abrazarlo con fuerza, mientras empapaba con sus propias lágrimas la bata de hospital que Z llevaba puesta. Se había imaginado que lo que estaba pasando debía de ser espantoso. Pero no tenía idea de lo terrible que era.

—Ay, mi amor —dijo Bella, mientras él la abrazaba y levantaba la cabeza hasta hundirla entre el pelo de ella—. Ay, mi corazón…

Siete

E

ran cerca de las cinco de la tarde del día siguiente cuando Zsadist por fin se despertó completamente. Era bueno estar en su propia cama. Pero no era tan bueno tener escayolada la pierna.

Después de darse la vuelta, abrió los ojos y miró a Bella. Estaba despierta y le devolvió la mirada.

—¿Cómo te sientes? —preguntó ella.

—Bien. —Al menos, desde el punto de vista físico. El resto de su ser, su mente y sus emociones, estaban todavía en crisis.

—¿Quieres algo de comer?

—Sí. Dentro de un rato. —Lo que de verdad quería era quedarse allí y mirar durante un rato a los ojos de su shellan.

Bella se echó a su lado, de espaldas, y clavó la mirada en el techo.

—Me alegra que hayamos hablado. —A pesar de lo mucho que odiaba el pasado, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para evitar que ella se fuera y, si eso requería hablar mucho, no le importaría conversar hasta quedarse sin voz.

—A mí también —dijo la hembra.

Z frunció el ceño, pues la sintió lejana.

—¿En qué estás pensando?

Al cabo de un instante, ella respondió con voz suave.

—¿Todavía me deseas?

Z tuvo que sacudirse para cerciorarse de que había oído bien. No era posible que ella estuviese preguntando…

—Por Dios, claro que te deseo como mi shellan. La idea de que me dejaras era simplemente…

—Me refiero a si me deseas sexualmente.

Z parpadeó, mientras pensaba en la erección que había tenido justamente la noche anterior, sólo por verla secándose.

—¿Cómo podría no desearte?

Bella volvió la cabeza para mirarlo.

—Ya no te alimentas de mi vena y no has tratado de buscarme… Bueno, yo tampoco lo he hecho, pero quiero decir que…

—En este momento Nalla te necesita más.

—Pero tú también… Al menos para alimentarte —dijo Bella y luego hizo un gesto hacia abajo con la cabeza—. ¿Crees que te habrías roto la pierna si hubieses estado alimentándote debidamente? Es probable que no.

—No lo sé. Me caí porque se rompió el suelo… se hundió y caí sobre unos cristales.

—¿Cristales?

—Una araña de cristal.

—Por Dios…

Hubo un largo silencio y el vampiro se preguntó qué querría Bella de él. ¿Acaso le estaba abriendo la puerta a…?

Sólo de pensar en el sexo, su cuerpo se puso alerta, como si respondiera a un gong que alguien hubiese golpeado con todas sus fuerzas.

Pero Bella se quedó donde estaba. Y él hizo lo propio.

Mientras el silencio se instalaba entre ellos, Z pensó en lo cerca del abismo que estaban. Si no hacían algo para volver a establecer contacto…

Entonces extendió los brazos por debajo de las sábanas, le agarró la mano y la acercó a su cuerpo.

—Te deseo —dijo, mientras ponía la mano de Bella sobre su erección. Al sentir la mano de ella, dejó escapar un gruñido y sacudió las caderas, para hacer presión contra la palma de Bella—. Ay, Dios… cuánto te he echado de menos.

El hecho de que Bella pareciera sorprendida lo avergonzó y le hizo recordar la imagen de su shellan en el baño, con la toalla. Ahora se daba cuenta de que cuando ella dejó caer la toalla y se miró al espejo, estaba inspeccionando su cuerpo en busca de defectos inexistentes. Y se había cubierto rápidamente con la toalla cuando lo vio, no porque no quisiera atraer su atención, sino porque estaba segura de que ya la había perdido por completo.

Z movió la mano de Bella sobre su pene.

—Estoy desesperado por tocarte otra vez. Por todas partes.

Ella se acercó por debajo de las sábanas.

—¿De verdad?

—¿Cómo podría no estarlo? Tú eres la hembra más perfecta que he visto en la vida.

—Incluso después de…

Z se abalanzó sobre ella y le estampó un beso.

—Especialmente después de. —Luego se echó hacia atrás para que ella pudiera mirarlo a los ojos—. Eres tan hermosa como la primera vez que te vi en el gimnasio, hace tanto tiempo. En ese momento mi corazón se detuvo… simplemente dejó de latir dentro del pecho. Y eso me sigue sucediendo.

Bella parpadeó rápidamente para ahuyentar las lágrimas y él le besó los ojos.

—Bella… si hubiese sabido que… habría dicho algo… habría hecho algo. Sólo que supuse que sabías que para mí todo seguía igual.

—Desde que llegó Nalla, todo es diferente. El ritmo de mis noches y de mis días. Mi cuerpo. Tú y yo. Así que supuse que…

—Tócame —gruñó Z, al tiempo que arqueaba la espalda—. Tócame y lo sabrás… Ay, Dios.

Entonces Bella lo tocó y luego puso sus dos manos alrededor del miembro del macho y comenzó a acariciarlo hacia arriba y hacia abajo.

—¿Esto te gusta? —Ahora la hembra susurraba.

Pero Z no podía hablar, sólo pudo asentir con la cabeza y gemir. Con ella acariciándolo de esa manera, su cerebro prácticamente se había apagado.

—Bella… —Z extendió sus manos para hacer lo mismo y luego se detuvo—. Malditas vendas…

—Yo te las quitaré. —Bella le dio un beso en la boca—. Y luego podrás poner tus manos donde quieras…

—Mierda.

Justo en ese momento, Z eyaculó. Pero en lugar de sentirse decepcionada, Bella sólo soltó una de esas carcajadas guturales típicas de las hembras cuando saben que están a punto de aparearse con sus machos.

Z reconoció el sonido. Y le encantó. Lo extrañaba. Necesitaba oír…

Desde el otro extremo de la habitación, Nalla hizo un ruidito que rápidamente fue creciendo hasta convertirse en un desconsolado llanto que decía «necesito-a-mi-mamá-YA».

‡ ‡ ‡

Bella sintió que la erección de Z desaparecía y fue muy consciente de que la única causa no era que acababa de eyacular. Z era capaz de tener cuatro o cinco orgasmos seguidos, y eso en una noche normal, no después de un periodo de abstinencia de meses y meses.

—Lo siento —dijo ella, mientras miraba hacia la cuna por encima del hombro y se sentía angustiosamente indecisa entre las dos personas que reclamaban su atención.

Zsadist le agarró la cara con sus manos vendadas y la forzó a mirarlo.

—Ve a atenderla. Yo estaré bien.

No había ningún rastro de censura en su tono. Pero, claro, nunca lo había habido. Él nunca había rechazado la presencia de Nalla. Por el contrario, se había sacrificado por ella.

—Sólo tardaré un momento.

—Tómate tu tiempo.

Bella se levantó de la cama y fue hasta la cuna. Nalla le extendió sus manitas y se calmó un poco, en especial cuando ella la sacó y la abrazó.

Bien. Tenía el pañal mojado y hambre.

—No tardaré.

—No te preocupes. —Z se

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