todo un detalle que me llamaran.
V: [Suelta una carcajada]. Estás completamente loco.
Wrath: ¿Comida, challa?
J. R.: En realidad no soy fanática de la comida.
V: No me digas.
Rhage: A mí me gusta casi todo.
V: Otra vez, no me digas.
Rhage: Excepto las aceitunas. Yo… no. No me gustan las aceitunas. Aunque el aceite de oliva es bueno para cocinar.
V: ¡Qué alivio! Italia entera estaba preocupada por su economía nacional.
Butch: A mí no me gusta el marisco.
Wrath: Dios, a mí tampoco.
Phury: Yo no tolero nada que tenga pescado.
Z: De ninguna manera.
V: A mí ni siquiera me gusta el olor del pescado.
Rhage: Si lo pienso con más cuidado… sí, a mí tampoco me gusta nada que tenga escamas o que venga en una concha. Bueno, salvo las nueces. Me gustan las nueces.
V: No me digas.
Butch: A mí me gusta una buena carne.
Wrath: El cordero.
Phury: El cordero es maravilloso.
Butch: Ah, sí. Con romero y preparado a la parrilla. [Se frota el estómago]. ¿Alguien tiene hambre?
Rhage: Sí, me estoy muriendo del hambre. [Todo el mundo entorna los ojos]. Bueno, estoy en etapa de crecimiento.
Butch: Lo cual, considerando el tamaño que tiene tu cabeza…
V: Desafía los límites de la credibilidad.
Rhage: A mí me gusta toda la carne.
V: [Se ríe]. Muy bien, no voy a decir nada sobre eso.
Rhage: Pues es toda una sorpresa [se ríe].
Wrath: ¿Podríamos volver al tema original, por favor? ¿Challa? ¿Comida?
La verdad es que no tengo ganas de decir nada y me siento decepcionada al ver que la conversación gira otra vez en torno a mí. Me encanta observar a los hermanos picándose unos a otros. En realidad, así es como suelen ser mis días. Yo vivo entre ellos, pero no con ellos, si entienden lo que quiero decir, y siempre estoy fascinada, preguntándome qué van a decir o hacer después.
J. R.: Eso depende.
Rhage: Muy bien, entonces prepárate un helado. ¿Qué le vas a poner? Ah… y no te dé vergüenza. Ya sé que te vas a imaginar que yo te lo estoy sirviendo, vestido solamente con un taparrabos.
V: Y tus zapatos de duende. Porque estás divino con tus campanitas.
Rhage: ¿Ves? Me adoras. [Se vuelve hacia mí]. ¿Challa?
J. R.: Yo… no como helado. Quiero decir que me gusta, pero no lo puedo comer.
Rhage: [Me mira como si me estuviera saliendo un cuerno de la frente]. ¿Por qué?
J. R.: Problemas con los dientes. Es demasiado frío.
Rhage: Ay, Dios. Eso es terrible… Me refiero a que me muero por un helado de café con chocolate caliente por encima.
V: En eso estamos de acuerdo. Nada de crema ni cerezas para mí.
Rhage: Sí. Yo también soy un purista.
Phury: A mí me gusta un buen sorbete de frambuesa. En una calurosa noche de verano.
Wrath: Para mí, un Rocky Road[10]. [Sacude la cabeza]. Aunque probablemente sólo estoy pensando en lo que implica ser rey.
Butch: ¿Yo? El helado de chocolate y menta de Ben & Jerry.
Rhage: Sí, ése es muy bueno. Cualquier cosa preparada con galletas Oreo también es muy buena.
Z: El otro día le dimos a probar a Nalla la vainilla [se ríe en voz baja] y le encantó.
Ante un comentario así, los hermanos… literalmente sueltan un «Aaaaaay». Pero luego lo ocultan poniendo mala cara, como si tuvieran que recuperar su masculinidad.
Rhage: [Mirándome]. ¿La verdad? ¿Has visto a esa pequeñita? Es… bueno… despampanante.
V: Sí, porque así es como se dice en el idioma de Rhage, «Por Dios, esa niñita es preciosa».
Rhage: Vamos, V, tú estás totalmente conmigo en esto.
V: [De mala gana]. Sí, así es. Joder… mi sobrina es la bebita más perfecta que hay sobre el planeta. [Choca el puño con Rhage y luego se vuelve hacia Butch]. ¿No es así?
Butch: Está más allá de la perfección. Entra en una categoría totalmente nueva. Ella es…
Wrath: Mágica.
Phury: Totalmente mágica.
J. R.: Y os tiene a todos embobados, ¿no?
Rhage: Totalmente…
Phury: Por completo…
Butch: Nos maneja…
V: … con el meñique.
Wrath: Cierto.
Z: [Me mira y parece engordar por el sentimiento de orgullo]. ¿Ves? No está mal para un grupo de psicópatas antisociales y violentos.
Wrath: Oíd… ¿Ha respondido Challa la puta pregunta sobre la comida? [Se oyen muchas negativas que resuenan en el salón].
Butch: Ella pasa del helado. [Me mira de reojo]. Entonces, ¿por qué no te preparas un emparedado? Puedes usarme, por cierto, de cualquier manera. [Se ríe]. No tengo ningún problema con eso.
Phury: [Se apresura a matizar el comentario de Butch]. O prepárate una comida. ¿Qué clase de cena te gustaría?
J. R.: No lo sé. Bueno, cualquier cosa cocinada por mi madre. Pollo al horno. Lasaña…
Rhage: Adoro la lasaña.
Phury: Yo también.
V: A mí me gusta con salchicha.
Rhage: Por supuesto.
Wrath: [Silbando entre dientes]. Callaos, señoritas. ¿Challa?
J. R.: Pollo al horno relleno de pan de maíz hecho por mi madre.
Wrath: Excelente elección… y muy sabia. Estaba preparándome para hacer otra votación.
Rhage: [Se inclina con aire misterioso]. Tranquila, no te habríamos dado nada de pescado. Así que no tienes de qué preocuparte.
J. R.: Gracias.
Los hermanos siguen hablando y en realidad no me preguntan muchas más cosas, lo cual es perfecto. Mientras bromean entre ellos, me sorprende lo mucho que se quieren. Las bromas nunca van a más; hasta V, que es perfectamente capaz de cortar a alguien en dos con sus palabras, contiene su afilada lengua. Mientras sus voces rebotan contra las paredes de la habitación vacía, cierro los ojos y pienso en que no quiero que se vayan nunca.
Cuando vuelvo a abrir los párpados, los hermanos ya no están. Estoy sola en la nueva casa vieja, sentada con las piernas cruzadas, mirando la pared en la que hace sólo unos segundos estaba viendo a Wrath. El silencio marca un pronunciado contraste.
Me pongo de pie y siento las piernas rígidas mientras camino hasta las escaleras y me apoyo en la barandilla. No tengo idea de cuánto tiempo llevo ahí arriba y, cuando miro hacia donde todos estábamos sentados, no veo más que una alfombra que se extiende de pared a pared, debajo de una fila de luces encastradas en el techo.
Apago esas luces y bajo las escaleras, me detengo en el rellano del segundo piso. Todavía no sé dónde voy a escribir cuando nos mudemos, y eso tiene a todo el mundo muy nervioso. Hay una habitación con una vista estupenda, pero es pequeña…
Al llegar al primer piso, apago más luces y paso por todas las habitaciones. Antes de salir de la casa en penumbra, me detengo en el estudio y miro a través del vestíbulo y el salón hacia el solario, que es el otro candidato para instalar mi lugar de trabajo.
Estoy mirando hacia allí cuando un coche dobla la esquina; la luz de los faros atraviesa las ventanas del solario y veo a Zsadist de pie, en el suelo de baldosa. Entonces apunta hacia abajo con el dedo un par de veces.
Correcto. Voy a escribir ahí. Levanto la mano y hago un gesto de asentimiento con la cabeza para que él sepa que he recibido el mensaje. Con un relámpago de sus ojos amarillos desaparece… pero ya no me siento tan sola, a pesar de que la casa está vacía.
La soleada terraza cubierta va a ser un estupendo lugar para escribir, pienso para mis adentros, mientras camino hacia el coche. Sencillamente perfecto.
In memóriam
In memóriam
Lo que sigue a continuación es la última entrevista de Tohr y Wellsie juntos, realizada durante el corto período comprendido entre Amante eterno y Amante despierto. La reproduzco en memoria de Wellsie y su hijo nonato.
E
l mes de diciembre en Caldwell, Nueva York, es una época para resguardarse. Se hace de noche a las cuatro de la tarde, la nieve comienza a amontonarse como si se estuviera entrenando para las tormentas de enero y el frío penetra hasta los cimientos mismos de las casas.
Los días posteriores al Día de Acción de Gracias, regreso a la ciudad para tener otras entrevistas con los hermanos. Como siempre, Fritz me recoge en Albany y me da vueltas durante dos horas antes de llegar a la mansión de la Hermandad. El viaje de esta noche es todavía más largo, pero no porque él quiera darme más rodeos para que yo no reconozca el camino: para mi desgracia, llego el día en que cae la primera tormenta de la temporada. Mientras el mayordomo y yo avanzamos, la nieve golpea el parabrisas del Mercedes, pero el doggen no está preocupado ni yo tampoco. Para empezar, el coche tiene la fuerza de un tanque. Por otra parte, según me cuenta Fritz, Vishous ha instalado cadenas en las cuatro ruedas. Avanzamos a través del grueso manto de nieve que cubre la carretera y somos el único coche sedán en medio de los tractores del municipio, los camiones y las furgonetas de doble tracción.
Después de un rato entramos en el complejo de la Hermandad y nos detenemos frente al inmenso castillo de piedra en el que viven. Cuando me bajo del coche, los copos de nieve me hacen cosquillas en la nariz y aterrizan en mis pestañas; me encanta esa sensación, aunque siento un frío horrible. Pero eso no dura mucho: Fritz y yo entramos juntos al vestíbulo y el hermoso salón que se abre a mi vista me calienta enseguida con su magnificencia. Un grupo de doggen se apresuran a atenderme de inmediato como si estuviera a punto de sufrir hipotermia y me alcanzan pantuflas para reemplazar mis botas, té para calentar mi estómago y una manta de cachemir. Me quitan la ropa de calle como si fuera una chiquilla, me envuelven, y me atiborran de Earl Grey y me conducen a las escaleras.
Wrath me está esperando en su estudio…
(parte suprimida)
… En este momento salgo del estudio de Wrath y bajo hacia el vestíbulo, donde Fritz me está esperando con mi abrigo y mis botas de nieve. Mi siguiente entrevista es con Tohr, y el mayordomo me va a llevar a la casa del hermano, que seguramente debe de tener hoy la noche libre.
Vuelvo a envolverme en mi ropa de invierno y a subirme al Mercedes. El panel divisorio está echado y Fritz y yo conversamos a través del intercomunicador que comunica la parte delantera y la parte trasera del coche. El viaje dura unos veinte minutos y, caramba, el Mercedes se mantiene firme en medio de la tormenta.
Cuando nos detenemos, me imagino que hemos llegado a la casa de Tohr y me quito el cinturón de seguridad. Fritz me abre la puerta y veo la moderna casa de una planta en la que viven Tohr, Wellsie y John Matthew. El lugar parece increíblemente acogedor en medio de la nieve. Del tejado sobresalen dos chimeneas que están humeando y al frente de cada ventana hay un foco de luz amarilla que se proyecta sobre el suelo cubierto de nieve. A lo largo de su viaje entre las nubes y la tierra, los copos de nieve atraviesan esos parches de luz y brillan durante un instante, antes de reunirse con las legiones de copos hermanos que se acumulan en el suelo.
Wellsie abre la puerta trasera de la casa y me indica que entre y Fritz me acompaña hasta la puerta. Después de hacerle una venia a Wellsie, el mayordomo regresa al Mercedes y, cuando el coche comienza a dar la vuelta, mi anfitriona cierra la puerta para evitar que entre viento a la casa.
J. R.: Vaya tormenta, ¿no?
Wellsie: Dios, sí. Vamos, quítate el abrigo. Adelante.
Me vuelvo a desvestir, pero esta vez estoy tan distraída por el apetitoso olor que sale de la cocina que apenas me doy cuenta cuando desaparece mi abrigo.
J.