resultaba impensable.
—Vamos, tranquila. —El rey la tomó entre sus brazos enormes y la apretó con suavidad—. No te contengas. Si dejas de controlar los temblores, podrás respirar mejor, te lo aseguro.
Bella hizo lo que él decía y renunció a controlar sus músculos. Su cuerpo comenzó a temblar desde los hombros hasta las piernas, mientras se apoyaba en el cuerpo del rey para mantenerse erguida. Wrath tenía razón. A pesar de los temblores, así pudo respirar mejor.
Cuando se sintió mejor, se echó hacia atrás. Y en cuanto vio la camilla, frunció el ceño y tuvo que comenzar a pasearse otra vez.
—Wrath, ¿puedo preguntarte algo?
—Por supuesto.
Bella tuvo que pasear un poco más hasta que pudo formular su pregunta de manera adecuada.
—Si Beth tuviera un hijo, ¿querrías al niño tanto como la amas a ella?
El rey pareció sorprendido.
—Yo…
—Lo siento —dijo Bella y sacudió la cabeza—. Eso no es de mi incumbencia…
—No, no es eso. Es que estoy tratando de articular una respuesta. —Wrath se levantó las gafas ahumadas y dejó expuestos los ojos verde pálido que, aunque no podían enfocar muy bien, tenían una expresión absolutamente impactante—. Esto es lo que pienso… y creo que es cierto para todos los machos emparejados. Tu shellan es como el corazón que late en tu pecho. Incluso más que eso. Es tu cuerpo y tu piel y tu mente… todo lo que has sido y lo que serás. Así que un macho no puede sentir por nadie lo que siente por su pareja. Sencillamente, no es posible… y creo que ahí hay una evolución. Cuanto más profundo es tu amor, mayor es tu deseo de proteger y mantener a tu hembra viva y a salvo, cueste lo que cueste; eso significa protegerla incluso de sus hijos. Pero habiendo dicho esto, es evidente que también amas a tus hijos. Pienso en Darius con Beth… Me refiero a que él estaba desesperado por asegurarse de que ella estuviera bien. Y Tohr con John… y… sí, quiero decir que el amor por ellos también es muy profundo, claro.
Era una respuesta lógica, pero no representaba un gran alivio, considerando que Zsadist ni siquiera tomaba a Nalla entre sus brazos…
La puerta doble de la sala de terapia se abrió en ese momento y Z entró en una camilla. Llevaba puesta una bata de hospital, probablemente porque habían tenido que cortarle la ropa en la clínica de Havers, y estaba blanco como la leche. Tenía las dos manos vendadas y una escayola en la pierna.
Estaba helado.
Bella corrió a su lado y le agarró la mano.
—¡Zsadist! ¿Zsadist?
‡ ‡ ‡
Algunas veces, los sueros intravenosos y las píldoras no son el mejor tratamiento para las dolencias. En ciertas ocasiones lo único que necesitas es sentir el contacto de tu ser amado y oír el sonido de su voz y saber que estás en casa; eso es suficiente para traerte de regreso a la vida.
Z abrió los ojos y la mirada azul zafiro con que se encontró hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas. Bella estaba inclinada sobre él, con su melena de color caoba sobre un hombro y su rostro clásico surcado por las marcas de la preocupación.
—Hola —dijo él, porque era lo mejor que podía decir.
Había rechazado todos los calmantes que le habían ofrecido en la clínica, porque el desaliento que le producían siempre le recordaba la forma en que solían drogarlo cuando estaba en poder de su Ama, así que permaneció del todo consciente mientras la doctora Jane le abría la pierna y se la recomponía. Bueno, la verdad es que había estado consciente sólo parte del tiempo. Se había desmayado durante un rato. Pero la cuestión era que se sentía como muerto. Y, sin duda, también se veía así. Y ahora había tanto que decir.
—Hola. —Bella le acarició la cabeza—. Hola…
—Hola… —Antes de perder el control y quedarse como un imbécil, Z miró a su alrededor para ver quién más había en la sala de terapia. En ese momento Wrath hablaba con Rhage en la esquina que estaba al lado del jacuzzi, y Qhuinn, John y Blay se encontraban frente a las taquillas y los armarios de acero y vidrio.
Testigos. Mierda. Tenía que sobreponerse un poco.
Mientras pestañeaba, los detalles de la habitación se fueron volviendo más nítidos, al igual que el recuerdo de la última vez que había estado allí.
El nacimiento.
—Tranquilo, no hables, no te esfuerces… —murmuró Bella, que evidentemente había malinterpretado la razón de la mueca que Z acababa de hacer—. Sólo cierra los ojos y relájate.
Z hizo lo que le decían, porque se sentía otra vez al borde de la muerte, pero no por lo mucho que le dolían la pierna y las manos.
Dios, aquella noche, cuando Nalla nació… cuando casi perdió a su shellan…
Z cerró los ojos con fuerza porque no quería revivir el pasado… ni mirar muy de cerca el presente. Estaba a punto de perder a Bella. Otra vez.
—Te amo… —susurró él—. Por favor, no te vayas.
—Aquí estoy.
Sí, pero ¿por cuánto tiempo?
El pánico que sentía en ese momento lo transportó de nuevo a la noche del nacimiento… Él estaba en el centro de la ciudad con Vishous, investigando el secuestro de un civil. Cuando entró la llamada de la doctora Jane, abandonó a V como si fuera un mal hábito y se desmaterializó hasta el patio de la mansión. Luego entró a la casa como una tromba y se dirigió de inmediato al túnel. Todo el mundo, las shellans y los doggens de la casa, al igual que Wrath, se quitaron de su camino para no ser aplastados a su paso.
Al llegar al centro de entrenamiento, en esa misma sala, había encontrado a Bella acostada en la misma camilla en la que él se hallaba ahora. Había entrado en medio de una contracción y había visto el cuerpo de Bella doblándose como si la mano de un gigante la estuviese apretando por la mitad. Cuando el dolor cedió, ella tomó aire profundamente, lo miró y le ofreció una débil sonrisa. Luego tendió los brazos hacia él y Z se despojó de sus armas y las dejó caer sobre el suelo de linóleo.
—¡Las manos! —gritó la doctora Jane—. ¡Lávate las manos antes de acercarte aquí!
Z había asentido con la cabeza y se había dirigido a los lavabos. Se había lavado las manos y los brazos hasta que la piel se le quedó de un rosa brillante, como si fuera una Barbie. Luego se había secado con una tela quirúrgica azul y había corrido otra vez al lado de Bella.
Justo cuando se agarraron de las manos, llegó la siguiente contracción, con su rugido. Bella le apretó la mano hasta estrujársela, pero a él no le importó. Mientras él le sostenía la mirada y ella pujaba, Z pensaba que quisiera hacer cualquier cosa para ahorrarle aquel dolor… y en ese momento se habría cortado con gusto los testículos, si eso hubiese servido de algo. No podía creer que Bella estuviera sufriendo esa clase de dolor.
Y la cosa se fue poniendo peor. El trabajo de parto era como una locomotora que fuese ganando velocidad… y los raíles se extendían por todo el cuerpo de su amada. Las contracciones eran cada vez más fuertes, más largas y más seguidas. Z no entendía cómo Bella era capaz de soportarlo. Hasta que de repente ya no pudo más.
La hembra perdió el conocimiento y sus signos vitales comenzaron a caer dramáticamente: el ritmo cardíaco, la presión sanguínea, todo se estaba yendo por el desagüe. Z se dio cuenta de lo grave que era la situación cuando vio la rapidez con la que se movió la doctora Jane. Recordaba la manera en que empezó a inyectarle medicamentos a través del catéter del brazo, y cómo Vishous se acercó con… Mierda, instrumentos quirúrgicos y una incubadora.
La doctora Jane se puso un par de guantes de látex nuevos y miró primero a Bella y después lo miró a él.
—Voy a tener que entrar y sacar al bebé, ¿de acuerdo? El bebé también está sufriendo.
Una señal de asentimiento. Z recordaba haber asentido tanto por él como en representación de Bella. El Betadine iba cubriendo el abdomen inflado de Bella con un color naranja oxidado, mientras V lo aplicaba con diligencia.
—¿El bebé nacerá bien? —preguntó Bella con tono de desesperación—. ¿Nuestro bebé va a estar…?
La doctora Jane se inclinó hacia delante.
—Mírame.
Las dos hembras se miraron a los ojos.
—Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para que las dos salgáis bien de esto. Quiero que te calmes, eso es lo que tienes que hacer ahora. Tranquilízate y déjame hacer lo que sé hacer mejor. Ahora, respira hondo.
Zsadist había respirado al alimón con su shellan… y luego había visto cómo los párpados de Bella se abrían de repente y su mirada se clavaba en el techo con una extraña fijación. Antes de que pudiera preguntarle qué estaba mirando, ella cerró los ojos.
Y Z experimentó un momento de terror, mientras pensaba que nunca más volvería a verlos abiertos.
Pero luego Bella había hablado.
—Sólo asegúrate de que el bebé esté bien.
En ese momento Z se quedó paralizado, totalmente inmóvil, porque era evidente que Bella no pensaba que iba a salir viva de allí. Y lo único que le importaba era el bebé.
—Por favor, no te vayas —había susurrado Z, en el mismo instante en que comenzaban a hacer la incisión.
Pero Bella no alcanzó a oírlo. Había entrado en un estado de inconsciencia, como quien va en un barco que suelta las amarras y comienza a flotar en un mar tranquilo.
Nalla había nacido a las seis y veinticuatro de la mañana.
—¿El bebé está vivo? —preguntó Z.
Aunque ahora le avergonzaba admitirlo, la única razón por la cual quería saberlo era porque no quería que Bella se despertara y descubriera que su hija había nacido muerta.
Mientras que la doctora Jane suturaba la incisión, Vishous se había apresurado a succionar los pulmones del bebé a través de la boca y la nariz y luego le había puesto un catéter diminuto y había hecho algo con sus manos y sus pies. Todo rápidamente. Se había movido con la misma rapidez de su shellan en ese momento.
—¿Está vivo?
—¿Zsadist?
Z abrió los ojos y volvió al presente.
—¿Necesitas más analgésicos? —preguntó Bella—. Parece que tuvieras mucho dolor.
—No puedo creer que haya sobrevivido. Era tan pequeña.
‡ ‡ ‡
Al oír las palabras que salían de la boca de Zsadist, Bella se sintió confundida, pero sólo durante una fracción de segundo. El nacimiento… Z debía de estar pensando en el nacimiento.
Bella acarició la fina pelusa que cubría la cabeza de Z, tratando de consolarlo de alguna manera.
—Sí… sí, era muy pequeña.
Z miró de reojo a los que estaban en la habitación y dijo en voz baja:
—¿Puedo ser sincero contigo?
«Ay, mierda», pensó Bella.
—Sí, por favor.
—La única razón por la cual me importaba que ella estuviera viva era porque no quería que te dijeran que había nacido muerta. Ella era lo único que te importaba… y yo no podía soportar la idea de que tú la perdieras.
Bella frunció el ceño.
—¿Te refieres al final?
—Sí… dijiste que sólo querías asegurarte de que ella estuviera bien. Ésas fueron tus últimas palabras.
Bella alargó la mano y puso la palma sobre la mejilla de Z.
—Pensé que me estaba muriendo y no quería que te quedaras solo. Yo… vi la luz del Ocaso. Estaba a mi alrededor y me bañaba por completo. Y estaba preocupada por ti… por lo que sucedería si me moría.
El rostro de Z palideció todavía más,