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  2. La guía secreta de la Hermandad de la Daga Negra
  3. Capítulo 65
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cuando estés por ahí.

—¡Menos mal que no eres un puto hincha de los Yankees!

—No digas palabrotas. Hay mujeres delante.

CAPÍTULO 18

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«¡Dame una E! ¡Una S! ¡Una T! ¡Una O! ¡Seguidas de C-O-L-M-O! ¿Qué dice? ¡LOCA!».

El paciente se agachó para hablarle al oído.

—No tienes pinta de animadora. Pero tienes razón, los dos estamos dispuestos a matar a cualquiera que te cause el más mínimo sobresalto. —El paciente se volvió a enderezar, un paquete gigante de testosterona, metido entre un par de pantuflas.

Jane le dio un golpecito en el brazo y dobló el índice y lo movió, para que él volviera a agacharse. Cuando lo hizo, ella susurró:

—Les tengo miedo a los ratones y a las arañas. Pero usted no necesita usar esa pistola que lleva en el cinturón para hacerle un hueco a la pared, si me encuentro con alguno, ¿vale? Una trampa y un periódico enrollado funcionan igual de bien. Además, después no se necesita cemento para tapar el hueco. ¿De acuerdo?

Jane le dio otro golpecito en el hombro, en señal de que ya podía irse, y se volvió a concentrar en el túnel.

CAPÍTULO 18

‡ ‡ ‡

Butch asintió, como si supiera exactamente lo que estaba sucediendo.

—Como te dije, hermano, a mí me da igual. ¿Tú y yo? Siempre amigos, independientemente de con quién te acuestes. Aunque… si te gustan los animales, eso sí sería difícil. No sé si podría asumirlo.

V esbozó una sonrisa.

—No, no tengo sexo con animales.

—¿No te gusta la paja entre los pantalones?

—Ni la lana entre los dientes.

CAPÍTULO 18

‡ ‡ ‡

—Cierto. —Butch se dirigió a la puerta, pero luego se detuvo y le miró por encima del hombro—. ¿V?

Vishous levantó la mirada.

—¿Sí?

—Creo que después de esta conversación tan profunda, debes saber que —dijo, sacudiendo la cabeza negativamente de manera solemne— todavía no somos pareja.

CAPÍTULO 18

‡ ‡ ‡

Tres horas más tarde, cuando se encontraba delante de su taquilla, lo único que deseaba John era que Qhuinn cerrara la bocaza. Aunque en los vestuarios había bastante ruido por las puertas metálicas que se cerraban y la ropa y los zapatos que caían al suelo, John sentía como si su amigo tuviera un cuerno pegado a la boca.

—Eres enorme, hermano. De veras. Como… giganumental.

Esa palabra no existe. —John metió su mochila en la taquilla, como hacía siempre, y luego se dio cuenta de que ninguna de la ropa que tenía allí le iba a servir.

—¿No te parece, Blay? Vamos, ayúdame.

Blay asintió, mientras tomaba su ji.

—Sí si engordas un poco, vas a tener el tamaño de un hermano.

—Giganstruoso.

—Muy bien, esa palabra tampoco existe, idiota.

—Bien, entonces muy, muy, muy grande. ¿Así está bien?

CAPÍTULO 27

‡ ‡ ‡

Qhuinn sonrió y enseñó los colmillos.

—¿Alguna vez te han mostrado la diferencia entre una mano suave y una mano dura? Porque a mí me encantaría mostrártelo. Y podríamos empezar ahora mismo.

CAPÍTULO 27

‡ ‡ ‡

—He venido a ver si te habías muerto.

Jane sonrió.

—Por Dios, Manello, no seas tan romántico.

—Tienes un aspecto horrible.

—Y ahora vas a empezar con los cumplidos. Basta, por favor. Me estás haciendo sonrojar.

CAPÍTULO 35

‡ ‡ ‡

V parpadeó un par de veces, horrorizado de pensar en lo que estaba a punto de decir.

—Dios, vas camino de la santidad, ¿lo sabías? Siempre has estado ahí cuando te he necesitado. Siempre. Incluso cuando yo…

—Incluso cuando tú ¿qué?

—Ya sabes.

—¿Qué?

—Mierda. Incluso cuando estaba enamorado de ti. O algo así.

Butch se llevó las manos al pecho.

—Cuando ¿estabas? ¿Estabas? No puedo creer que hayas perdido el interés por mí. —Luego se puso un brazo sobre los ojos, al mejor estilo Sarah Bernhardt—. Acabas de destruir mis sueños de futuro.

—Cierra la bocaza, policía.

Butch miró por debajo del hombro.

—¿Estás bromeando? El reality show que había planeado era fantástico. Lo iba a presentar en VH1. Dos mordidas son mejor que una. Íbamos a ganar millones.

—Ay, por Dios.

CAPÍTULO 36

‡ ‡ ‡

—Tú sabes que es así.

—Púdrete, doctor Phil.

—Bien, me alegra que estemos de acuerdo. —Luego Butch frunció el ceño—. Oye, tal vez podría crear un programa de entrevistas, ahora que ya no vas a ser mi June Cleaver. Podría bautizarlo La hora de O’Neal. Suena bien, ¿no crees?

—En primer lugar, tú eras el que iba a ser June Cleaver…

—Olvídalo. No hay forma de que yo me colocara debajo.

—Es igual. Y, en segundo lugar, no creo que tus consejos psicológicos tuvieran mucho público.

—No es cierto.

—Butch, nos acabamos de golpear hasta que no pudimos más.

—Tú empezaste. Y, de hecho, sería perfecto para Spike TV. Una combinación de artes marciales y Oprah. ¡Dios, soy brillante!

—Sigue pensando eso.

CAPÍTULO 36

‡ ‡ ‡

—Diez minutos —le susurró Butch a Marissa en el oído—. ¿Puedes concederme diez minutos antes de que te vayas? Por favor, nena…

V entornó los ojos y sintió una sensación de alivio por la risa que le causó el meloso tono de Butch. Al menos a él todavía no se le había acabado toda la testosterona.

—Mi amor… ¿Por favor?

V le dio un sorbo a su café.

—Marissa, préstale atención un segundo a ese idiota, ¿quieres? El gimoteo me está volviendo loco.

—Y no queremos eso, ¿verdad? —Marissa recogió sus papeles, soltando una carcajada, y le lanzó una mirada a Butch—. Diez minutos. Y será mejor que los aproveches bien.

Butch se levantó de la silla como si alguien le hubiese prendido fuego a la madera.

—¿Acaso no lo hago siempre?

—Hummmm… sí.

Mientras se besaban, V resopló.

—Divertíos, chicos. Pero en otra parte.

CAPÍTULO 46

Amante consagrado

Debería. Tendría. Podría.

¡Qué bonito sonsonete! La realidad era que uno de los sirvientes de Sauron, del Señor de los Anillos, lo arrastraba hacia el humo rojo con tanta efectividad como si lo tuviera atado como a un animal y lo metiera en el maletero de un coche.

«En realidad, socio, tú serías el parachoques».

Exacto.

CAPÍTULO 1

‡ ‡ ‡

… Como siempre, esa maldita cosa lo había despertado; era un despertador más confiable y rígido que el maldito Big Ben.

CAPÍTULO 2

‡ ‡ ‡

La voz del hermano Rhage retumbó.

—Ese puñado de egocéntricos, elitistas, maricones de mocasines…

—Cuidado con las referencias a los mocasines —intervino el hermano Butch—. Llevo puestos unos.

—… parásitos, hijos de puta cortos de miras…

—Vamos, dinos todo lo que sientes, no te reprimas —dijo alguien.

—… pueden coger su baile de mierda y metérselo por el culo.

El rey se rió en voz baja.

—Suerte que no eres diplomático, Hollywood.

—Ah, tienes que dejarme enviar un mensaje. Mejor aún, dejemos que el emisario sea mi bestia. Haré que destroce el lugar. Les vendría muy bien a esos bastardos, merecen una lección por cómo han tratado a Marissa.

—¿Sabes una cosa? —dijo Butch—. Siempre he pensado que tienes dos dedos de frente. A pesar de lo que dicen todos los demás.

CAPÍTULO 4

‡ ‡ ‡

A no más de cinco calles hacia el este, en su oficina privada de ZeroSum, Rehvenge, alias el Reverendo, maldecía. Detestaba a los incontinentes. Los odiaba.

El humano que colgaba frente a su escritorio acababa de orinarse en los pantalones y la mancha formaba una especie de círculo oscuro precisamente a la altura de la entrepierna de sus Z-Brand.

Parecía como si alguien le hubiera clavado una esponja mojada en sus partes íntimas.

CAPÍTULO 5

‡ ‡ ‡

—Tienes el pelo como una mujer —dijo el señor D.

—Y tú hueles a baño de burbujas. Al menos yo puedo cortarme el pelo.

CAPÍTULO 6

‡ ‡ ‡

La voz del rey resonó a través de la pared contra la que ella estaba apoyada.

—¿No te estás divirtiendo esta noche, Z? Parece como si alguien acabara de cagarse en tu jardín.

CAPÍTULO 7

‡ ‡ ‡

—Estás loco. Pero, de verdad, no puedo aceptarlas…

—¿Acaso fuiste criado en la selva? No seas grosero, amigo mío. Te las estoy regalando.

Blay sacudió la cabeza.

—Acéptalas, John. De todas maneras vas a perder esta discusión y así nos ahorraremos todo el teatro habitual.

—¿El teatro? —Quhinn se levantó de un salto y adoptó la pose de un orador romano—. ¿Acaso sabéis diferenciar vuestro culo de vuestro codo, joven escribano?

Blay se ruborizó.

—Vamos…

Qhuinn se lanzó sobre Blay y lo agarró de los hombros, mientras apoyaba todo su peso sobre él.

—Sujétame. Tus insultos me han dejado sin aliento. Estoy boquituerto.

Blay gruñó y se agachó para evitar que Qhuinn cayera al suelo.

—Se dice boquiabierto.

—Pero boquituerto suena mejor.

Blay estaba tratando de no reírse, de no ceder a su encanto, pero sus ojos brillaban como zafiros y sus mejillas comenzaban a ponerse coloradas.

Con una carcajada silenciosa, John se sentó en uno de los bancos, sacudió su par de medias blancas y se las puso debajo de los vaqueros envejecidos recién estrenados.

—¿Estás seguro, Qhuinn? Porque tengo el presentimiento de que me van a quedar perfectas y tal vez después cambies de opinión —dijo por señas, aprovechando que en ese momento el otro lo estaba mirando.

Qhuinn se retiró bruscamente de encima de Blay y se alisó la ropa con firmeza.

—Y ahora ofendes mi honor. —Luego se paró frente a John, adoptó una postura de ataque y gritó—: Touché.

Blay soltó una carcajada.

—Se dice en garde, imbécil.

Qhuinn lanzó una mirada por encima del hombro.

—¿También tú, Brutus?

—¿Yo?

—Sí, y métete la pedantería donde te quepa, pervertido. —Qhuinn sonrió de oreja a oreja y todos sus dientes brillaron—. Ahora, ponte las malditas zapatillas, John, y acabemos con esto.

CAPÍTULO 12

‡ ‡ ‡

Xhex le ofreció el brazo sin mirarlo, porque sabía que era un desgraciado demasiado orgulloso para apoyarse en ella si ella lo estaba mirando. Y él necesitaba su apoyo, pues estaba demasiado débil.

—No puedo soportar que tengas razón —dijo él.

—Lo cual explica por qué vives de perpetuo mal humor.

CAPÍTULO 16

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A pesar de la sensación de fatiga que se estaba apoderando de él, sacudió la cabeza.

—Dime.

—No tienes que…

—Me lo dices… o me levanto de la cama y me pongo a hacer pilates ahora mismo.

—Como quieras. Siempre has dicho que el pilates es cosa de nenazas.

—Bien. Entonces judo.

CAPÍTULO 21

‡ ‡ ‡

—Entendido. Y, escucha, quiero echarle una mano a Havers. Es demasiado trabajo para él instalar una nueva clínica y ocuparse además de los pacientes. Lo cierto es que eso va a implicar que estaré varios días fuera.

—¿Vishous está de acuerdo con asumir ese riesgo?

—No es decisión de él y a ti te estoy avisando sólo por cortesía. —La mujer se rió con sorna—. Y no me mires así. Ya estoy muerta. No es posible que los restrictores me puedan volver a matar.

—Eso no es nada gracioso.

—El humor negro es uno de los inconvenientes de tener un médico en casa. Acostúmbrate.

Wrath soltó una carcajada.

—Eres una maldita insolente. No me sorprende que V esté loco por ti.

CAPÍTULO 22

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La entrada secreta al túnel de escape estaba en la esquina derecha del fondo y estaba oculta por unas estanterías de libros que se deslizaban hacia un lado. Sólo tenías que sacar el ejemplar de Sir Gawain y el Caballero Verde, movimiento que quitaba el cerrojo y hacía que las puertas se abrieran para revelar…

—Eres un completo idiota.

Qhuinn saltó como si fuera un atleta olímpico. Allí, en el túnel, sentado en una silla del jardín como si estuviera bronceándose, estaba Blay. Tenía un libro sobre el regazo, una lámpara que funcionaba con pilas encima de una mesa y una manta sobre las piernas.

El tipo alzó tranquilamente un vaso de zumo de naranja y brindó, luego le dio un sorbo.

—¿Qué taaaalllll, Lucy?

—¿Qué diablos estás haciendo? ¿Acaso me estabas esperando?

—Sí.

—¿Y qué es lo que hay sobre tu cama?

—Almohadas y la manta con que me tapo la cabeza. Me estaba congelando de frío aquí sentado. Pero al menos tenía un buen libro. —Levantó la cubierta de Una temporada en el purgatorio—. Me gusta Dominick Dunne. Es buen escritor. Me encantaban sus gafas.

CAPÍTULO 26

‡ ‡ ‡

Dios, Qhuinn se imaginaba que en cualquier momento iba a aparecer una jauría de perros de presa

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