le indicó que se había atrevido a hacer otra pregunta—. Ah, lo siento…
Una suave risita femenina emergió de las vestiduras negras.
—Eres muy valiente, humano.
—Más bien estúpido —exclamó Wrath.
Butch se frotó la cara.
—Tú sabes que lo estoy intentando. Realmente estoy intentando con todas mis fuerzas ser respetuoso.
—Tu mano, humano —exclamó la Virgen Escribana.
Él ofreció la izquierda, la única que tenía libre.
—La palma hacia arriba —ladró Wrath.
Él volvió la mano.
—Dime, humano —dijo la Virgen Escribana—: si te preguntara por el macho de esta hembra, ¿me lo presentarías?
—Por supuesto. Precisamente acabo de encontrarla con él. —La Virgen Escribana volvió a reírse, a lo que Butch dijo—: Sabe, parece un pájaro cuando se ríe así. Es muy agradable.
A su izquierda, Vishous se llevó las manos a la cabeza.
Otro largo silencio.
Butch respiró profundamente.
—Supongo que no me estaba permitido decir eso.
La Virgen Escribana se irguió y, lentamente, apartó el velo de su rostro.
Butch apretó la mano de Marissa ante aquella revelación.
—Eres un ángel —susurró, sin poderse contener.
Unos labios perfectos se movieron en una pequeña sonrisa.
—No. Soy la que Soy.
—Eres hermosa.
—Lo sé. —La voz volvió a ser autoritaria otra vez—. Tu palma derecha, Butch O’Neal, descendiente de Wrath, hijo de Wrath.
Butch soltó a Marissa, la agarró con la mano izquierda y avanzó. Cuando la Virgen Escribana lo tocó, se estremeció. La extraordinaria fuerza de ella lo dejó prácticamente sin respiración.
Y aunque no llegó a romperle los huesos, sintió que ella podría hacerlo sin darse cuenta siquiera.
La Virgen Escribana se volvió hacia Marissa.
—Niña, dame tu mano.
En el instante en que se hizo la conexión, una cálida corriente fluyó por el cuerpo de Butch. Al principio se imaginó que el sistema de calefacción de la sala era un horno pero luego comprendió que el bochorno estaba bajo su piel.
—Ah, sí. Éste es un apareamiento muy bueno —pronunció la Virgen Escribana—. Tenéis mi permiso para continuar unidos por el tiempo que deseéis estar juntos —dijo, y miró a Wrath—. La presentación ha sido satisfactoria para mí. Si el humano sobrevive, deberás concluir la ceremonia tan pronto como se reponga.
El Rey inclinó la cabeza.
—Así sea.
—Un momento —los interrumpió Butch, pensando en la glymera—. Marissa está apareada ya, ¿verdad? Quiero decir, aunque yo muera ella ya podrá ser independiente, mi viuda, sin depender de ningún otro macho, ¿es así?
La Virgen Escribana pareció realmente asombrada.
—Has vuelto a hacerme una pregunta, y con exigencias implícitas. Debería matarte ahora mismo.
—Lo siento, pero esto es muy importante. No quiero que ella caiga bajo la sehclusion. Quiero que sea mi viuda para que no tenga que soportar que alguien pretenda gobernar su vida.
—Humano, eres asombrosamente arrogante —dijo la Virgen Escribana. Pero luego sonrió—. Y totalmente impertinente, además.
CAPÍTULO 37
‡ ‡ ‡
V ya había salido al vestíbulo cuando oyó un alarido. Retrocedió a toda prisa y se asomó a través de la puerta.
—¿Qué? ¿Qué pasa ahora?
—¡Estoy calvo!
V descorrió la cortina y arrugó la frente.
—¿De qué estás hablando, hombre? Todavía tienes tu pelo…
—¡Pero no en mi cabeza! ¡Mi cuerpo, idiota! ¡Estoy calvo!
Vishous bajó su mirada. El torso y las piernas de Butch soltaban un alud de pelusa color café, que flotaba alrededor del sumidero.
V empezó a reírse.
—¡Vamos, no es tan grave! Por lo menos, ya no tendrás que preocuparte por afeitarte la espalda cuando seas viejo…
Vishous no se sorprendió cuando Butch le arrojó la pastilla de jabón.
CAPÍTULO 40
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Cuando su hermano se levantó de la silla, Marissa golpeó la mesa con los nudillos. Todos se volvieron hacia ella.
—Nombre equivocado —dijo Marissa.
Los ojos del leahdyre se abrieron desmesuradamente, tan espantado por la interrupción de ella, que, además, se quedó sin palabras mientras reía un poco y miraba a Havers.
—Puede sentarse, médico —continuó Marissa mientras se ponía en pie—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hicimos una votación como ésta… desde la muerte del padre de Wrath. —Se apoyó en las manos y atormentó al leahdyre con una breve mirada—. Y entonces, hace siglos, mi padre vivía y decidía el voto de nuestra familia. Por eso, obviamente, ustedes están confundidos.
El leahdyre miró a Havers con pánico.
—Quizá debería informar a su hermana que no tiene la palabra…
Marissa lo interrumpió.
—Ya no soy su hermana, o al menos eso me dijo él a mí. Todos estamos de acuerdo en que un linaje de sangre es inmutable. Igual que el orden de nacimiento de los herederos. —Sonrió fríamente—. Sucede que yo nací once años antes que Havers. Lo que me hace a mí más vieja que él. Lo que, a su vez, significa que él puede sentarse, pues como miembro sobreviviente más viejo de mi familia, el voto de nuestro linaje lo decido yo. Y en este caso, sin ninguna duda, el voto es… no.
Se produjo el caos, un absoluto pandemonio.
Rehv rió y juntó sus palmas con simpatía.
—Maldita sea, muchacha. ¿Siempre eres así?
CAPÍTULO 45
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Y el Omega desapareció en un destello blanco. Igual la Virgen Escribana.
Un amargo viento frío barrió las nubes del cielo, como cortinas descorridas abruptamente por una mano salvaje.
Rhage carraspeó.
—Esto, bien… creo que no voy a dormir durante una semana y media. ¿Y vosotros?
CAPÍTULO 46
‡ ‡ ‡
—Ése es el tuyo —dijo Wrath—. Serás Dhestroyer, guerrero de la Daga Negra, descendiente de Wrath, hijo de Wrath.
—Pero para nosotros siempre serás Butch —lo interrumpió Rhage—. Y también Pijocagado. Y Pijolisto. Pijojodido. Ya sabes, dependerá de las situaciones. Pienso que mientras tu nombre incluya la palabra pijo, será certero.
—¿Qué tal Pijo de puta? —sugirió Z.
—¿Hijo de puta?
—No, Pijo de puta.
—Ah, suena muy bien.
CAPÍTULO 48
Amante desatado
—Este cuero no me convence para nada.
Vishous levantó la mirada desde su centro de informática. Butch O’Neal estaba de pie en la sala de la Guarida, con un par de pantalones de cuero y una cara de esto-no-va-a-funcionar.
—¿Acaso no te quedan bien? —le preguntó V a su compañero de casa.
—No es eso. No te ofendas, pero esto parece ropa de macarra. —Butch levantó sus pesados brazos y dio una vuelta, mientras su pecho desnudo reflejaba la luz de las lámparas—. Me refiero a que, vamos…
—Son para luchar, no para que vayas a la moda.
—Lo mismo sucede con las faldas de los escoceses, pero nunca me verás con una de ellas puesta.
—Afortunadamente. Tienes unas piernas demasiado feas para que esa mierda te siente bien.
Butch puso cara de aburrimiento.
—Si quieres, muérdeme.
CAPÍTULO 1
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Cuando llegó otro Martini, Phury trató de recordar si era el quinto, ¿o el sexto? No estaba seguro.
—Caramba, menos mal que no vamos a pelear hoy —dijo Butch—. Te estás tomando esa mierda como si fuera agua.
—Tengo sed.
—Eso imagino. —El policía estiró los músculos mientras seguía sentado en el sofá—. ¿Y cuánto tiempo más piensas quedarte ahí a rehidratarte, Lawrence de Arabia?
CAPÍTULO 4
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Momentos después, un tío inmenso con tupé salió por la puerta. Rehvenge iba vestido con un traje negro de corte perfecto y llevaba un bastón negro en la mano derecha. Mientras avanzaba lentamente hacia la mesa de la Hermandad, sus clientes se apartaban para abrirle paso, en parte por respeto a su tamaño y en parte porque su reputación le precedía y le tenían miedo. Todo el mundo sabía quién era y de lo que era capaz: Rehv era el tipo de traficante de drogas que se ocupaba personalmente de su negocio. Si uno lo hacía enfadar, terminaba en trocitos, como la comida del canal de cocina.
CAPÍTULO 4
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—Bueno, suéltalo —dijo Blay—. ¿Cómo fue tu transición?
—Olvídate del cambio, me acosté con una hembra. —Al ver que Blay y John lo miraban con ojos desorbitados, Qhuinn soltó una risita—. Sí. Tuve sexo. Perdí mi virginidad, por decirlo así.
CAPÍTULO 4
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—Tienes que olvidar ese incidente de la patata explosiva —dijo Butch.
Phury entornó los ojos y se recostó contra el sofá.
—Rompieron mi ventana.
—Claro que sí. V y yo le estábamos apuntando.
—Dos veces.
—Eso prueba que los dos somos muy buenos tiradores.
CAPÍTULO 7
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—¿Cómo era el herido?
—¿La víctima? —El chico se inclinó hacia Phury—. Ésa es la palabra que usan los policías. Yo los he oído.
—Gracias por la aclaración —susurró Phury—. Entonces, ¿qué aspecto tenía?
CAPÍTULO 8
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Maldición. Jane no tenía ningún interés en jugar a ser médico. Ya era suficiente con representar el papel de una víctima de secuestro, muchas gracias.
CAPÍTULO 12
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—¿Acaso no hicimos esto mismo hace poco? —le dijo Red Sox al paciente en voz baja—. Sólo que era yo el que estaba en la cama. ¿Qué tal si quedamos en paz y no volvemos a jugar a esto de salir heridos? Los gélidos ojos brillantes dejaron de mirarla a ella y se clavaron ahora en su amigo. Pero el paciente no dejó de fruncir el ceño.
—Tienes un aspecto horrible.
—Y tú pareces Miss América.
CAPÍTULO 12
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Mientras se maldecía a sí misma y los maldecía a ellos, Jane sacó la mano del bolsillo, se agachó y tomó un frasco de Demerol del maletín más grande.
—No hay jeringas.
—Yo tengo. —Red Sox se acercó y le alcanzó una jeringuilla dentro de su paquete hermético. Cuando Jane iba a cogerla, él agarró el paquete con más fuerza en lugar de soltarlo—. Confío en que usará esto con cuidado.
—¿Con cuidado? —Jane le sacó la jeringa—. No, voy a sacarle un ojo con esto. Porque eso fue lo que me enseñaron en la facultad de Medicina.
CAPÍTULO 13
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—Está bromeando, ¿verdad? ¿O acaso se supone que debo olvidarme del secuestro y de la amenaza de muerte y pedir algo de comer como si esto fuera un restaurante?
CAPÍTULO 13
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V volvió a recostarse contra las almohadas y estudió el gesto adusto de la barbilla de su doctora.
—Quítese la bata.
—¿Perdón?
—Quítesela.
—No.
—Quiero que se la quite.
—Entonces sugiero que contenga la respiración. A mí no me afectará en lo más mínimo, pero al menos a usted la sensación de asfixia le ayudará a pasar el tiempo de la espera.
CAPÍTULO 15
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—¿Cuál es exactamente el trabajo que tiene que hacer al final? —«Por favor que no sea comprar bolsas de basura para meter los trozos de mi cuerpo», pensó Jane.
—¿Acaso no está interesada en lo que soy?
—Le diré algo, déjeme marchar y le haré miles de preguntas acerca de su raza. Hasta entonces, estoy un poco preocupada acerca de cómo van a terminar estas felices vacaciones en el crucero de mierda.
CAPÍTULO 16
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Cuando deslizó la toalla hacia abajo, él se alejó.
—No la quiero cerca de esa mano. Aunque esté enguantada.
—¿Por qué…?
—No voy a hablar de eso. Así que ni siquiera pregunte.
Bueeeeno.
—Casi mata a una de mis enfermeras, ¿sabe?
—No me sorprende. —El hombre se quedó mirando el guante con rabia—. Me la cortaría, si pudiera.
—Yo no lo aconsejaría.
—Por supuesto que no. Usted no sabe lo que es vivir con esta pesadilla al final de su brazo…
—No, me refiero a que, si fuera usted, yo le pediría a alguien más que me la cortara. Así es más probable que lograra completar el trabajo.
Hubo un minuto de silencio; luego el paciente soltó una carcajada.
—Muy ingeniosa.
Jane ocultó la sonrisa que se asomó a su cara, mientras volvía a mojar la toalla.
—Sólo estaba dando una opinión médica.
CAPÍTULO 16
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—Parece que quieres compañía, Lash —vociferó Qhuinn—. ¡Estupendo, porque si sigues con esta mierda, vas a terminar jodido, amigo!
CAPÍTULO 17
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Red Sox se giró a mirar a Jane y al paciente.
—¿Puedes leer la mente otra vez?
—¿Con ella? A veces.
—Ja. ¿Y ves algo de alguien más?
—No.
Red Sox se ajustó la gorra.
—Bueno, eh… cuéntame si captas algo mío, ¿vale? Hay algunas cosas que preferiría mantener en privado, ¿de acuerdo?
—Entendido. Aunque a veces no puedo evitarlo.
—Razón por la cual voy a proponerme pensar sólo en béisbol