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  2. La guía secreta de la Hermandad de la Daga Negra
  3. Capítulo 61
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él le había escrito.

—La del guerrero.

—Vaya, ¡qué sorpresa! —dijo Phury y le hizo un guiño a Cormia—. ¿Te refieres a la del guerrero y la doncella?

—No, tío. La otra.

—El guerrero y el barco.

Nalla se rió.

—¡No, tío!

Phury asintió con gran seriedad.

—Correcto. El guerrero y el juego de naipes.

Nalla parecía confundida.

—¿Qué juego?

Cormia se rió y su hermosa mirada verde era tan adorable que Phury no podía quitarle los ojos de encima. Por un momento, se sintió agradecido otra vez por el hecho de que su hijo tuviera los ojos de su madre, ese increíble tono de hojas en primavera.

Al ver que Nalla se retorcía, Cormia dijo:

—Phury, no la hagas rabiar.

Phury sentó a su sobrina en sus piernas, besó a su shellan y acarició la suave mejilla de su hijo. Luego abrió el libro y comenzó a leer en Lengua Antigua:

«Había una vez un guerrero, fuerte de cuerpo y firme de corazón, que aguardaba entre los bosques un día en que hacía mucho viento…».

Aggie abrió los ojos y dejó escapar el sonido que emiten los bebés cuando todo está bien a su alrededor, una especie de suspiro de felicidad. Phury lo reconocía bien, pues lo había oído muchas veces cuando estaba con Nalla y ahora con Aggie. El sonido era algo que hacían cuando tenían la panza llena, sus padres se encontraban con ellos y una voz que les gustaba oír estaba empezando una historia.

Al ver que Phury perdía el ritmo de las palabras, Cormia le estrechó la mano.

Ella siempre sabía, pensó Phury. Siempre sabía… Sabía que él estaba pensando en sus padres y en su hermano, en el pasado y el futuro, en las esperanzas, los sueños y los temores.

Ella sabía todo lo que pasaba por su cabeza y todo lo que pasaba en su corazón; y nada de eso la asustaba. Ella sabía que él se preocupaba por mantenerse sobrio, aun después de tantos años. Y sabía que le alegraba que su hijo se pareciera a ella, porque lo interpretaba como una señal de que tal vez su hijo no tuviera que cargar con esa tendencia biológica a la adicción que él parecía arrastrar. Y sabía que él todavía luchaba contra la sensación de no estar haciendo lo suficiente por todos los que lo rodeaban.

Ella sabía todo eso y lo amaba de todas maneras.

Phury le besó la parte interior de la muñeca y miró a la nueva generación. Esperaba que la vida sólo les trajera cosas buenas, que la noche siempre estuviera estrellada para ellos, que el viento siempre fuera ligero y que el profundo amor de su corazón fuese compartido por un compañero digno de ellos.

Pero él sabía que no iba a ser fácil, que ellos tendrían que afrontar muchos desafíos, desafíos que él no alcanzaba a imaginar.

Pero Phury tenía fe en lo que veía en los ojos de esos chicos. Porque ellos descendían de verdaderos supervivientes. Y eso iba a ayudarlos a salir adelante más que la promesa de una vida fácil.

Phury se aclaró la garganta.

Y siguió leyéndoles.

‡ ‡ ‡

Así que esos son sólo unos ejemplos de lo que he eliminado. Notarán que no hay nada de Amante oscuro, porque el manuscrito de Wrath quedó perfecto desde el comienzo y sólo suprimimos una escena que colgué en mi sitio web (www.jrward.com). Tampoco hay mucho de Amante eterno porque, de nuevo, puse en Amante confeso casi todo el material sobre Butch y Marissa. Amante desatado también quedó perfecto.

Hay otro par de escenas en archivos viejos. Fue tan divertido volver a leer éstas que tal vez algún día regrese y vea qué más puedo encontrar.

Divertimentos

Divertimentos

U

na de las mejores cosas de escribir las historias de la Hermandad es la manera como me hacen reír. Con mucha frecuencia, estoy en el ordenador del segundo piso muerta de la risa por una cosa o la otra. Butch siempre dice cosas divertidas, Rhage y Vishous siempre son rápidos para responder de manera ingeniosa y Qhuinn hace que la siguiente generación se enorgullezca cuando se trata de portarse como un payaso.

A continuación, he extractado de los libros algunos de mis intercambios favoritos, aquellos que me hicieron soltar carcajadas e hicieron que el perro me mirara con curiosidad.

Amante oscuro

—Gracias por venir, Z. ¿Has estado muy ocupado con las hembras?

—¿Qué tal si me dejaras en paz?

Zsadist se dirigió a un rincón y permaneció alejado del resto.

CAPÍTULO 4

‡ ‡ ‡

Wrath estaba mudo de asombro.

Y no era del tipo de vampiros que se quedan estupefactos a menudo.

Cielos.

Aquella mestiza humana era la cosa más sensual que había tenido cerca en su vida. Y había apagado una o dos hogueras en algún tiempo.

CAPÍTULO 8

‡ ‡ ‡

Si el sexo fuera comida, Rhage habría sido enfermizamente obeso.

CAPÍTULO 10

‡ ‡ ‡

Wrath palmoteó a su hermano en el hombro. En términos generales, aquel hijo de perra era todo un camarada.

—Perdonado y olvidado.

—Siéntete libre de golpearme cuando quieras.

—Lo haré, créeme.

CAPÍTULO 10

‡ ‡ ‡

El Omega siempre recibía con satisfacción las iniciativas y las orientaciones novedosas. Y tratándose de lealtad, no la tenía con nadie.

CAPÍTULO 10

‡ ‡ ‡

El humano registró los bolsillos de la chaqueta de Wrath y empezó a sacar armas. Tres estrellas arrojadizas, una navaja automática, una pistola, un trozo de cadena.

—Válgame el cielo —murmuró el policía mientras dejaba caer los eslabones de acero al suelo con el resto del cargamento—. ¿Tienes alguna identificación? ¿O no has dejado suficiente espacio para meter una cartera, considerando que llevas encima quince kilos de armas ilegales?

CAPÍTULO 14

‡ ‡ ‡

Butch se dirigía a su vehículo como si llevara una carga inestable, y ella se apresuró a alcanzarlos.

—Espera. Tengo que hacerle una pregunta.

—¿Quieres saber qué número calza o algo así? —espetó el policía.

—El cuarenta y seis —dijo Wrath con voz cansina.

—Lo recordaré para Navidad, cabrón.

CAPÍTULO 14

‡ ‡ ‡

—No, gracias —rió Rhage—. Coso bastante bien, como sabes por experiencia. ¿Y quién es tu amiga?

—Beth Randall, éste es Rhage. Socio mío. Rhage, ella es Beth, y no sale con estrellas de cine, ¿entendido?

—Alto y claro. —Rhage se inclinó hacia un lado, tratando de ver por detrás de Wrath—. Encantado de conocerte, Beth.

—¿Estás seguro de que no quieres ir a un hospital? —dijo ella débilmente.

—No. Parece peor de lo que es. Cuando uno puede usar el intestino grueso como cinturón, entonces sí debe acudir a un profesional.

CAPÍTULO 17

‡ ‡ ‡

—¿Tienes televisión por cable? —dijo señalando con la cabeza el televisor.

Ella le arrojó el mando.

—Claro que sí. Y si mal no recuerdo, esta noche hay una maratón de Godzila por la TBS.

—Estupendo —dijo el vampiro, estirando las piernas—. Siempre me pongo del lado del monstruo.

CAPÍTULO 21

‡ ‡ ‡

—Te he dejado aspirinas junto al teléfono con un buen vaso de agua. Pensé que no ibas a poder llegar hasta la cafetera. Toma tres, desconecta el teléfono, y duerme. Si sucede algo emocionante, iré a buscarte.

—Te amo, dulzura.

—Entonces cómprame un abrigo de visón y unos bonitos pendientes para nuestro aniversario.

—Te los has ganado.

CAPÍTULO 22

‡ ‡ ‡

Una mano aterrizó en su hombro como un yunque.

—¿Te gustaría quedarte a cenar?

Butch alzó la vista. El sujeto llevaba puesta una gorra de béisbol y tenía la cara surcada por un tatuaje.

—¿Te gustaría ser la cena? —dijo otro que parecía una especie de modelo.

CAPÍTULO 32

‡ ‡ ‡

Con un movimiento intencionado, se liberó de la sujeción en el hombro.

—Decidme algo, chicos —pronunció lentamente las palabras—. ¿Usáis todo ese cuero para excitaros mutuamente? Quiero decir, ¿a todos os gustan los penes?

Butch fue lanzado contra la puerta con tanta fuerza que sus muelas crujieron.

El modelo acercó su cara perfecta a la del detective.

—Si fuera tú, yo tendría cuidado con mi boca.

—¿Para qué molestarme si tú ya te preocupas por ella? ¿Ahora vas a besarme?

CAPÍTULO 32

‡ ‡ ‡

Un gruñido extraño salió de la garganta de aquel sujeto.

—Está bien, está bien. —El que parecía más normal avanzó unos pasos—. Retrocede, Rhage. Vamos a relajarnos un poco. —Pasó un minuto antes de que el figurín lo soltara—. Eso es. Tranquilicémonos —murmuró el señor Normal, dándole unas palmaditas en la espalda a su amigo antes de mirar a Butch—: Hazte un favor y cierra la boca.

Butch se encogió de hombros.

—El Rubito se muere por ponerme las manos encima. No puedo evitarlo.

Rhage se dirigió a Butch de nuevo, mientras el señor Normal ponía los ojos en blanco, dejando libre a su amigo para actuar.

El puñetazo que le llegó a la altura de la mandíbula lanzó la cabeza de Butch hacia un lado. Al sentir el dolor, el detective dejó volar su propia ira. El temor por Beth, el odio reprimido por aquellos malvados, la frustración por su trabajo, todo eso encontró salida. Se abalanzó sobre el hombre, más grande que él, y lo derribó.

El sujeto se sorprendió momentáneamente, como si no hubiera esperado la velocidad y fuerza de Butch, y éste aprovechó la vacilación. Golpeó al Rubito en la boca, y luego lo sujetó por el cuello.

Un segundo después, Butch se encontró acostado sobre su espalda con aquel hombre sentado sobre su pecho.

El tipo agarró la cara de Butch entre sus manos y apretó.

Era casi imposible respirar, y Butch resollaba buscando aire.

—Tal vez encuentre a tu esposa —dijo el tipo— y la folle un par de veces. ¿Qué te parece?

—No tengo esposa.

—Entonces voy a follarme a tu novia.

Butch trató de tomar un poco de aire.

—Tampoco tengo novia.

—Así que si las hembras no quieren saber nada de ti, ¿qué te hace pensar que yo sí?

—Esperaba que te enfadaras.

Los enormes ojos azul eléctrico se entrecerraron.

Tienen que ser lentes de contacto —pensó Butch—. Nadie tiene los ojos de ese color.

—¿Y por qué querías que me enfadara? —preguntó el Rubito.

—Si yo atacaba primero —Butch trató de meter más aire en sus pulmones—… tus muchachos no nos habrían dejado pelear.

Me habrían matado primero, antes de poder tener una oportunidad contigo.

Rhage aflojó un poco la opresión y se rió mientras despojaba a Butch de su cartera, las llaves y el teléfono.

—¿Sabéis? Me agrada un poco este grandullón —dijo el tipo.

Alguien se aclaró la garganta.

El Rubito se puso de pie, y Butch rodó sobre sí mismo, jadeando.

Cuando levantó la vista, le pareció que sufría alucinaciones.

De pie en el vestíbulo había un pequeño anciano vestido de librea, sosteniendo una bandeja de plata.

—Disculpen, caballeros. La cena estará lista en unos quince minutos.

—Oye, ¿son ésas las crepes de espinaca que me gustan tanto? —preguntó el Rubito, señalando la bandeja.

—Sí, señor.

—Una delicia.

Los demás hombres se agruparon alrededor del mayordomo, cogiendo lo que les ofrecía, junto a unas servilletas, como si no quisieran que cayera nada al suelo.

¿Qué diablos era eso?

—¿Puedo pedirles un favor? —preguntó el mayordomo.

El señor Normal asintió vigorosamente.

—Trae otra bandeja de estas delicias y mataremos a quien tú quieras.

Sí, imagino que el tipo en realidad no era normal. Sólo relativamente.

El mayordomo sonrió como si se sintiera conmovido.

—Si van a desangrar al humano, ¿tendrían la amabilidad de hacerlo en el patio trasero?

—No hay problema. —El señor Normal se introdujo otra crepe en la boca—. Maldición, Rhage, tienes razón: son deliciosas.

CAPÍTULO 32

‡ ‡ ‡

—¿Qué le hiciste al restrictor? —preguntó una de las voces.

—Encendí su cigarrillo con una escopeta recortada —respondió otro—. No bajó a desayunar, ¿me entendéis?

CAPÍTULO 37

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—Tohr, relájate. Soy una hembra. Lloro en las bodas. Forma parte de nuestras obligaciones.

CAPÍTULO 45

‡ ‡ ‡

—Espero que no tengas que hacerlo. Ahora dime una cosa. ¿Cuál es la palabra que utilizáis para esposo?

—Hellren, supongo. La versión corta es hell, como infierno en inglés.

Ella se rió alegremente.

—A saber por qué.

CAPÍTULO 47

‡ ‡ ‡

Rhage asintió.

—Además el lugar es bastante grande. Todos podríamos vivir allí sin matarnos entre nosotros.

—Eso depende más de tu boca que

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