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  2. La guía secreta de la Hermandad de la Daga Negra
  3. Capítulo 58
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y no puedo convertirme en la clase de hellren que tú vas a necesitar. Con el tiempo mi naturaleza terminaría por estallarnos en la cara.

Bella se restregó los ojos.

—Si nos atenemos a esa lógica, entonces ¿por qué crees que puedo estar con Phury?

—Porque mi gemelo se está cansando. Está llegando al límite de sus fuerzas. Yo soy parte de la razón, pero creo que de todas maneras habría ocurrido. A él le gusta entrenar a los reclutas. Me lo puedo imaginar dedicado a la enseñanza todo el tiempo y en el futuro vamos a necesitar sus servicios. Ésa sería una buena vida para ti.

Bella dejó caer las manos con rabia y lo miró con odio.

—Me gustaría que dejaras de decirme lo que crees que es mejor para mí. Me importan un pito tus teorías sobre mi futuro.

—Entiendo.

Bella se quedó mirándolo y se concentró en la cicatriz que le deformaba la cara.

No, no se la deformaba, pensó Bella. Para ella, él siempre sería hermoso. Un hermoso horror de macho…

Olvidarse de él iba a ser tan difícil como olvidar su cautiverio.

—Nunca va a haber nadie como tú —murmuró ella—. Para mí… siempre serás el único.

Y ésa era su despedida, pensó Bella.

Z se le acercó y se arrodilló al lado de la cama, y aunque sus ojos amarillos estaban resplandeciendo, mantuvo la mirada baja. Después de un momento la tomó de la mano y ella oyó un sonido metálico… luego él le puso una de sus dagas sobre la palma de la mano. El arma pesaba tanto que pensó que tendría que sostenerla con las dos manos. Bella miró la daga negra. El metal reflejaba la luz como una piscina en la noche.

—Márcame. —Z señaló su pectoral, justo encima de la cicatriz en forma de estrella de la Hermandad de la Daga Negra—. Aquí.

Con un movimiento ágil, se estiró hasta la mesilla de noche y agarró el platito con sal que había en la bandeja en la que le habían llevado la comida a Bella.

—Y que sea permanente.

Bella vaciló un segundo. Sí, pensó… quería dejar algo duradero en él, una pequeña señal para que la recordara mientras viviera.

Cambió de posición y apoyó la mano que tenía libre contra el hombro contrario de Z. La daga se volvió más ligera en su mano cuando enterró la punta afilada en la piel. Él se retorció cuando ella hundió la daga y la sangre comenzó a brotar y a escurrirse por sus costillas.

Cuando Bella terminó, dejó la daga a un lado, se lamió la palma de la mano y se la cubrió de sal. Luego presionó la mano abierta sobre los cortes que le había hecho encima del corazón.

Sus ojos se encontraron, mientras que la letra B en escritura antigua que ella le había dibujado se grababa de manera permanente en el cuerpo de Z.

‡ ‡ ‡

Esta escena fue editada del material sobre Butch y Marissa que pasó de Amante eterno a Amante confeso. La razón para sacarla fue mi constante preocupación por la extensión y el ritmo del libro. Pensé que esta visita de Butch a su familia que había visto en mi cabeza era sencillamente demasiado. A esas alturas, ya estaban pasando muchas cosas en el libro de Butch y dejar esto (y llevarlo más lejos) era una distracción básicamente innecesaria, dada la manera en que se cierra la dinámica O’Neal al final de la historia.

Una vez dicho esto, es una escena genial. Recuerden, esto fue escrito al comienzo de la historia de Rhage, cuando Butch todavía está empezando a aclimatarse al mundo y las restricciones de la Hermandad:

B

utch agarró el control remoto que llegó volando hasta sus manos, sin tener que moverse de su posición en el sofá. Su cuerpo estaba increíblemente cómodo: la cabeza sobre el brazo acolchado; las piernas estiradas; una manta de los Red Sox cubriéndole los pies. Como eran cerca de las siete de la mañana, las persianas estaban cerradas, así que la Guarida estaba negra como la noche.

—¿Ya te vas a acostar? —preguntó Butch al ver que V se ponía de pie—. ¿En la mitad de Zombies party? ¿Cómo soportas no saber qué va a pasar?

Vishous arqueó la espalda mientras estiraba sus pesados brazos.

—¿Sabes? Tú duermes menos que yo.

—Eso se debe a que roncas y yo te oigo desde el otro lado de la pared.

V entornó los ojos.

—Hablando de ruidos, has estado más bien callado estos dos últimos días. ¿Quieres decirme qué sucede?

Butch tomó el vaso de escocés que tenía en el suelo, lo apoyó sobre su abdomen y estiró la mano para agarrar la botella de Lagavulin que estaba sobre la mesilla. Mientras se servía más alcohol, observó cómo el líquido marrón brillaba con el reflejo azulado del televisor.

Maldición, últimamente estaba bebiendo mucho.

—Habla, policía.

—Recibí una llamada de mi antigua vida.

Vishous se rascó la cabeza.

—¿A qué te refieres?

—Mi hermana me dejó un mensaje de voz ayer, en mi antiguo número. Van a bautizar a su nuevo bebé. Toda la familia irá al bautizo.

—¿Y quieres ir?

Butch levantó la cabeza y le dio un sorbo largo a su vaso. El escocés debió haber quemado sus entrañas hasta llegar al estómago, pero en lugar de eso sólo se deslizó por ese camino que conocía tan bien.

—Tal vez.

Aunque no tenía idea de cómo explicar lo que le había ocurrido.

«Sí, veréis, me despidieron del departamento de homicidios. Y luego conocí a estos vampiros. Y ahora más o menos vivo con ellos. También estoy enamorado de una vampiresa, pero eso es una especie de amor imposible. ¿Que si soy feliz? Bueno, son las primeras vacaciones que he tenido en la vida. Eso es lo que te puedo decir. Además, la ropa es mejor».

—V, hermano, ¿por qué yo? ¿Por qué me dejáis quedarme aquí con vosotros?

V se inclinó y sacó un cigarro de una bolsita que tenía preparada junto a su sofá. Su encendedor de oro siseó antes de producir una llamita.

El hermano miró hacia el frente y exhaló, mientras su perfil quedaba escondido por el humo.

Que era del mismo color del televisor, pensó Butch por casualidad. Gris azulado.

—¿Quieres abandonarnos, policía?

Bueno, ¿acaso ésa no era una pregunta endiabladamente buena? La llamada de su hermana le había recordado que eso no podía durar para siempre; ese extraño interludio con la Hermandad no podía ser toda su vida.

Pero ¿dónde lo dejaba eso? ¿Y dónde dejaba a los hermanos? Butch sabía todo acerca de los hermanos. Dónde vivían, cómo era el ritmo de sus noches y sus días. Quiénes eran sus hembras, cuando tenían una.

El hecho mismo de que existían.

—No has respondido a mi pregunta, V. ¿Por qué estoy yo aquí?

—Se supone que estás con nosotros.

—¿Quién lo dice?

V se encogió de hombros y le dio otra calada al cigarro.

—Yo lo digo.

—Eso fue lo que me dijo Rhage. ¿Me vas a contar el porqué?

—Estás en mis sueños, policía. Eso es todo lo que te voy a decir.

Muy bien, eso no era precisamente muy tranquilizador. Butch había oído los gemidos que acompañaban lo que fuera que V veía cuando estaba dormido. Y no era exactamente el tipo de cosa que hiciera que uno se sintiera muy optimista sobre su futuro.

Butch le dio otro sorbo largo a su vaso.

—¿Y si me quiero ir? ¿Qué pasaría? Me refiero a que mis recuerdos ya son de largo plazo, así que no podéis borrármelos. ¿Cierto?

El reflejo intermitente de la luz de la televisión jugueteaba con los rasgos duros de Vishous.

—¿Me harías el favor de mirarme, V? —Al ver que ese perfil no se volvía hacia él, Butch agarró el vaso entre las manos y se sentó—. Dime algo, si me marcho, ¿cuál de vosotros tendrá que matarme?

V se llevó los dedos al puente de la nariz. Cerró los ojos.

—Maldición, Butch.

—Tú, ¿verdad? Tú lo harás. —Butch vació su vaso y se quedó mirando el fondo. Luego volvió a clavar la mirada en su compañero de piso—. ¿Sabes? Ayudaría mucho si me miraras.

Los gélidos ojos blancos de V brillaron desde el otro lado de la habitación. Y brillaron con una chispa de arrepentimiento.

—Eso te mataría, ¿cierto? —murmuró Butch—. Borrarme del mapa.

—Me mataría, sí. —Vishous carraspeó—. Tú eres mi amigo.

—Entonces, ¿qué me va a costar?

V frunció el ceño.

—Qué te va a costar ¿qué?

—Ir al bautizo del hijo de mi hermana. —Butch sonrió—. ¿Un pie? No, un brazo. ¿Un brazo y una pierna?

Vishous sacudió la cabeza.

—Mierda, policía. No tiene gracia.

—Ay, vamos. Sí es un poco gracioso.

V soltó una carcajada.

—Estás enfermo, ¿lo sabías?

—Sí, lo sé. —Butch volvió a poner su vaso en el suelo—. Mira, V, no voy a ir a ninguna parte. No voy a desaparecer. Ahora no. No hay nada esperándome y, de todas maneras, nunca encajé muy bien en todo ese mundo. Sin embargo, el domingo por la mañana, cuando amanezca, voy a ir a Boston. Estaré de regreso por la noche. Y si tienes algún problema con eso, lo siento mucho.

V soltó el humo.

—Te echaré de menos.

—No seas melodramático. Sólo estaré ausente doce horas. —Cuando V bajó la mirada, Butch se puso serio—. A menos que… tengamos algún problema.

Después de un largo rato, V se dirigió a la mesa donde estaban sus ordenadores. Tomó algo de encima del escritorio.

Butch atrapó lo que le arrojaron.

Llaves. Las llaves del Escalade.

—Conduce con cuidado, policía. —V esbozó una sonrisa—. No saludes a tu familia por mí.

Butch se rió.

—Eso no va a ser difícil.

Ahora era el turno de V de ponerse serio y solemne.

—Si no estás de regreso el domingo por la noche, iré a buscarte. Y no será para traerte de regreso, ¿entendido?

En medio del silencio que siguió, Butch se dio cuenta de que ése era un momento decisivo. Estaba en el mundo de la Hermandad para siempre. O se convertiría en fertilizante para plantas.

Butch asintió una vez.

—Regresaré. No te preocupes por eso.

‡ ‡ ‡

Esto fue suprimido de Amante consagrado. Originalmente era la escena en la que Phury y Cormia se encuentran, después de haber regresado él de evacuar a los sobrevivientes del ataque a la clínica de Havers. Sin embargo, al final se convirtió en aquel paseo por el corredor de las estatuas y luego en la escena en la que él se ducha y ella termina alimentándose de él… todo lo cual llega mucho más lejos que esta escena en términos del desarrollo de su relación. Ése es el problema con lo que veo en mi cabeza: vi cómo sucedía lo que sigue a continuación… pero también vi todas las escenas que aparecen en el libro. Encajar todo lo que sucede y decidir qué es más esencial para la historia para proteger el ritmo siempre es una decisión difícil.

P

hury dejó que Fritz siguiera ordenando el estudio de Wrath. No importaba que el rey no estuviera allí. Después de todo, la cabeza de la Hermandad debería recibir el informe de lo que había sucedido de labios de un hermano.

Antes de llegar a su habitación, vio a Cormia, de pie en el corredor, con la mano en la garganta; parecía que lo estuviera esperando. O tal vez él sólo deseaba que así fuera.

—Su Excelencia —dijo ella, e hizo una venia.

Estaba demasiado cansado para corregirla por su formalidad.

—Hola.

Cuando entró a su habitación, Phury dejó la puerta abierta pues no quería que ella sintiera que no podía hablar con él, independientemente de lo exhausto que estuviera. Se imaginó que, si ella tenía algo que decir, lo seguiría y, si no, se iría a su propia habitación.

Phury avanzó hasta la cama y, antes de apoyar el trasero sobre el colchón, se estiró

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