el calor que salía de Z. Y cuando él le puso las manos encima, ella no se sobresaltó. Cuando las palmas de las manos de Z se cerraron sobre su garganta y le echaron la cabeza hacia atrás, Bella abrió la boca porque tenía que hacerlo.
O, al menos, eso fue lo que ella se dijo para sus adentros.
La lengua de Z se abrió camino en su boca, al tiempo que le hacía presión con las caderas sobre el vientre. Cuando se besaron, se escuchó un chasquido: era la camisa de Bella, que Z acababa de rasgar por la mitad.
—Zsadist —dijo ella con voz ronca cuando él dirigió las manos hacia el botón de los vaqueros—. Detente.
—No.
La boca de Z bajó hasta los senos y los pantalones de Bella cayeron al suelo; luego él la levantó y la llevó hasta la encimera. Ahora Z estaba ronroneando con fuerza, mientras le abría las rodillas con la cabeza y se arrodillaba frente a ella, con los ojos fijos en su sexo.
Así que él sabía con precisión cuán excitada estaba.
Bella puso las manos entre él y el lugar al que se dirigía.
—Zsadist, si haces esto, nunca te perdonaré.
—Puedo vivir con eso. —Z le apartó los brazos con facilidad y le agarró las muñecas—. Si eso significa que puedo estar contigo esta última vez.
—¿Por qué diablos te importa tanto?
Z le estiró las manos hacia el frente y se las volvió hasta que quedaron con las palmas hacia arriba. Cuando bajó la mirada, sacudió la cabeza.
—Phury no se alimentó de ti, ¿verdad? No tienes marcas en el cuello. Ni en las muñecas.
—Todavía hay tiempo.
—Él dijo que no podías soportarlo.
Genial, eso era lo último que ella necesitaba que Z supiera.
—¿Y éste es mi castigo? —dijo ella con amargura—. Vas a obligarme a…
Z se hundió en ella y su boca se dirigió directamente al centro de su vagina. Con esa actitud tan dominante, Bella pensó que Z la iba a devorar, pero en lugar de eso las suaves caricias de sus labios eran tan tiernas que a ella se le llenaron los ojos de lágrimas. Cuando él le soltó las manos, Bella sintió las mejillas mojadas y se aferró a la cabeza de Z, acercándolo todavía más a ella.
Z levantó la mirada mientras ella llegaba al orgasmo contra su lengua y siguió observándola como si quisiera atesorar recuerdos preciosos.
—Déjame llevarte a la cama.
Ella asintió con la cabeza, mientras él se levantaba y hundía sus labios brillantes en su cuello. El roce de sus colmillos encendió por un instante las esperanzas de Bella. Tal vez Z por fin decidiría alimentarse de ella…
Pero entonces la levantó y abrió la puerta con el pensamiento… y la pasión la abandonó por completo. Ella se estaba marchando. Y él no iba a detenerla.
Y tampoco iba a beber de su vena.
Z percibió enseguida el cambio en ella.
—¿Adónde vas?
—A ninguna parte —susurró Bella, mientras él la acostaba en la cama—. No voy a ninguna parte.
Z se detuvo, mientras se cernía sobre ella, al borde del precipicio. Pero luego se abrió la bragueta y liberó esa enorme erección. Mientras se subía sobre ella, con los pantalones alrededor de los muslos, Bella volvió la cara.
Las manos de Z acariciaron su pelo.
—¿Bella?
—Hazlo y déjame ir. —Abrió más las piernas para que él se acomodara y cuando su erección tocó su vagina, Z rugió y su peso se sacudió con un estremecimiento. Al ver que él no la penetraba, ella cerró los ojos.
—Bella…
—Yo te metería dentro de mí, pero los dos sabemos que no soportas que te toque. ¿O quieres que me ponga a cuatro patas? Así sería más anónimo. Apenas si sabrías qué es lo que estás follando.
—No hables así.
—¿Por qué no? Demonios, ni siquiera estás desnudo. Lo cual me hace pensar por qué necesitas que esto ocurra. Ahora que sabes cómo hacerte cargo de tus necesidades, no necesitas una hembra. —La voz se le quebró—. Y ciertamente no me necesitas a mí.
Hubo un largo silencio.
Luego ella oyó un siseo y él la mordió.
Zsadist hundió sus colmillos hasta el fondo y se estremeció al sentir el primer golpe de la sangre de Bella. La riqueza de esa textura espesa y celestial se agolpó en su boca y, cuando tragó, cubrió todo el fondo de su garganta.
No podía detenerse.
Cuando decidió beber de la vena de Bella, se dijo a sí mismo que sólo se permitiría un único sorbo grande, pero después de comenzar ya no pudo suspender la conexión. En lugar de eso la envolvió entre sus brazos y la acostó de lado para poder agazaparse mejor contra ella.
Bella se aferró a él; Z estaba seguro de que estaba llorando otra vez mientras lo abrazaba, porque respiraba de manera entrecortada.
Mientras acariciaba la espalda desnuda de Bella, Z acercó sus caderas a las de ella, con deseos de consolarla mientras bebía su sangre, y ella pareció relajarse. Aunque él no sintió lo mismo. Tenía el pene en llamas y a punto de estallar.
—Tómame —gimió ella—. Por favor.
Sí, pensó Z. ¡Sí!
Sólo que, ay, Dios, Z no era capaz de soltarla ni un minuto para poder introducirse en su interior: la fuerza que estaba entrando a su cuerpo era demasiado adictiva y la respuesta de su cuerpo, increíble. Mientras se alimentaba, Z sintió que sus músculos formaban una red de acero sobre la dura jaula de sus huesos cada vez más sólidos. Sus células estaban absorbiendo los nutrientes esenciales de los que se había privado durante un siglo y los estaban poniendo a trabajar.
Temeroso de abusar de ella y terminar por matarla, después de un rato Z se obligó a soltar la garganta de Bella, pero ella se aferró a la parte posterior de su cabeza y lo empujó hacia abajo. Z combatió sus impulsos por un momento, pero luego rugió con un sonido potente y ronco como el de un mastín. Con un movimiento brusco, volvió a acomodarla y la mordió con fuerza en el otro lado del cuello. Ahora estaba sobre ella, aprisionándola con su cuerpo y el aroma a macho enamorado brotaba de él en oleadas. Z era el carnívoro sobre su presa mientras se alimentaba y sus brazos se estiraban y se flexionaban mientras se sostenía sobre ellos, con los muslos atravesados sobre la parte inferior del cuerpo de Bella.
Cuando terminó, echó la cabeza hacia atrás, respiró profundo y rugió tan fuerte que las ventanas se sacudieron y su cuerpo se retorció con esa potencia que había conocido hacía mucho tiempo, pero sólo cuando lo obligaban a alimentarse de su Ama.
Zsadist bajó la vista. Bella estaba sangrando en los dos sitios donde la había mordido, pero sus ojos resplandecían y el inconfundible aroma del sexo femenino brotó de su cuerpo. Z le lamió los dos lados de la garganta y la besó, irrumpiendo en su boca, dominando, tomando lo que era suyo… marcándola ahora no sólo con su aroma sino con su voluntad.
Z estaba ebrio de ella y quería más. Él era el agujero negro que había que llenar. Era el pozo seco y ella era el agua.
Z se echó hacia atrás y se quitó la camisa. Luego bajó la vista hacia sus pezones, metió los meñiques en los aros que tenía allí y les dio un tirón.
—Chúpame —dijo él—. Como hiciste antes. Ahora.
Bella se sentó y apoyó las manos en el vientre de Z, mientras él se dejaba caer sobre la cama. Cuando se acostó completamente, ella se subió a su pecho y puso la boca justo donde él la quería. Al tomar uno de los aros entre su boca, Z volvió a rugir; parecía no importarle quién pudiera oírlo en la casa.
Tenía planeado rugir todo lo que quisiera. A la mierda, quería gritar hasta echar la puerta abajo.
Mientras ella chupaba, él se quitó los pantalones de cuero, bajó las manos hacia su pene y comenzó a acariciarse. Quería que ella pusiera su boca allí, pero a pesar de lo enloquecido que estaba, no iba a obligarla.
Pero ella sabía lo que él quería. Así que la mano de Bella reemplazó a la de Z sobre su pene y comenzó a acariciarlo con un ritmo que casi lo mata. Bella subía y bajaba la mano sobre el mástil de Z, deslizándose por encima de la cabeza, mientras que le seguía chupando y mordiendo el pezón. Ella tenía el control absoluto y lo trataba con brusquedad, y a él le encantaba, adoraba la sensación de asfixia, la agonía que le producía el deseo de correrse pero no querer que ella se detuviera, nunca.
—Ay, sí, nalla… —Z le metió las manos entre el pelo, resoplando—. Tómame.
Y luego ella bajó por su pecho hasta el vientre. Movido por la ansiedad, Z se mordió el labio inferior con tanta fuerza que saboreó su propia sangre.
—¿Esto te gusta? —preguntó Bella.
—Si no te molesta… —Bella le cubrió el pene con los labios—. Bella.
La boca de Bella era gloriosa. Húmeda y caliente. Pero Z no iba a durar más de treinta segundos así. Así que se sentó y trató de levantar la cabeza de Bella de su entrepierna, pero ella no se dejó.
—Me voy a correr… —gimió él—. Ay, Dios… Bella, detente, me voy a…
Pero ella no se detuvo y él…
La primera convulsión lo golpeó con tanta fuerza que Z cayó de espaldas contra el colchón. La segunda le levantó las caderas, adentrándose todavía más en la boca de Bella. Y la tercera lo llevó al cielo.
Tan pronto pudo recuperarse un poco, estiró los brazos y atrajo a Bella hacia su boca. Z sintió su propio olor en los labios y la lengua de ella y le gustó.
Se sintió feliz de que estuviera ahí.
Entonces se dio la vuelta.
—Ahora es tu turno. Otra vez.
—¿Estás bien? —dijo Zsadist después de un rato.
Bella abrió los ojos. Z estaba acostado junto a ella, con la cabeza apoyada sobre el brazo flexionado.
Dios, tenía la garganta lastimada, al igual que sus partes íntimas. Pero la gloria hedonística que él había desatado justificaba de sobra todos los achaques. Zsadist la había follado sin compasión, tal como ella siempre había querido que lo hiciera.
—¿Bella?
—Sí. Sí, estoy bien.
—Dijiste que no querías que te vengaran. ¿Todavía piensas eso?
Ella se cubrió los senos con las manos y pensó que le habría gustado que la vida real se hubiese mantenido al margen un rato más.
—No soporto la idea de que salgas ahí fuera y te hagan daño por mi culpa.
Al ver que él no decía nada, ella estiró el brazo y tocó la mano de Z.
—¿Zsadist? ¿En qué estás pensando? —El silencio se extendió durante varios minutos, hasta que ella ya no pudo soportarlo—. Háblame…
—Te amo.
—¿Qué…? —exclamó ella.
—Ya me has oído. Y no voy a repetirlo.
Z se levantó, agarró sus pantalones de cuero y se los puso. Luego se dirigió al baño. Regresó un momento después, completamente armado, con sus dagas en el pecho y la pistolera alrededor de las caderas.
—Éste es el problema, Bella. No puedo dejar de perseguir al restrictor que te hizo eso. O a los desgraciados con los que trabaja. No puedo. Así que aunque fuera tan apuesto y perfecto como Phury, aunque pudiera portarme con la misma suavidad y galantería, aunque no hiciera que tu familia se avergüence, no puedo estar contigo.
—Pero si tú…
—Llevo la guerra en mi sangre, nalla, así que aunque no me hubieran hecho mierda en el pasado, todavía necesitaría estar en el campo de batalla, peleando. Si me quedo contigo, vas a querer que sea un hombre diferente