una historia. En julio de 2006 asistí a una convención nacional de Romance Writers of America en Atlanta, Georgia. Amante oscuro había salido al mercado en septiembre de 2005 y, contra todas las expectativas, había llegado a la lista de bestsellers del New York Times, tres semanas después de la publicación. Lo cual era una enorme sorpresa en muchos aspectos. Luego fue publicado Amante eterno en marzo de 2006 y a ese libro le fue todavía mejor, pues estuvo en la extensa lista del New York Times durante un tiempo todavía mayor y se vendió espectacularmente bien. Los lectores se estaban entusiasmando con los hermanos; mi editorial se sentía realmente feliz y mi agente, absolutamente encantada; y Amante oscuro estaba compitiendo por el premio a la mejor novela de romance paranormal de Romance Writers of America…
Y yo estaba… a punto de tener una crisis nerviosa.
Verán, un año antes de todo eso, yo había pensado que nunca más volvería a publicar un libro.
Cuando viajé a Atlanta, estaba a punto de desmoronarme. No tenía idea de la razón por la cual los hermanos estaban funcionando tan bien en el mercado, no sabía si eso iba a continuar así y era increíblemente difícil pasar de ser yo (una pobre escritora de andar por casa) a ser J. R. Ward (esa especie de mujer estrella).
Ahora bien, un par de años atrás había tenido la fortuna de conocer a Suz Brockmann a través del grupo de Nueva Inglaterra de Romance Writers of America y yo vivía, como la mayor parte de la gente que conozco, fascinada con ella y su éxito. También era una fiel seguidora de su obra y llevaba años leyéndola.
Además, ella era (y sigue siendo) perversamente amable, como dicen.
Por un golpe de suerte, Suz aceptó hablar un rato conmigo en esa reunión en Atlanta y mi madre y yo nos encontramos con ella en un reservado de la gigantesca recepción del hotel. Cuando nos sentamos, tenía la intención de causar una buena impresión y tratar de no mostrar lo aterrorizada y perdida que me encontraba. Porque estaba aterrorizada. En cierto sentido me cuesta más trabajo asimilar las buenas noticias que las malas, porque no me las creo totalmente… y en ese momento me veía casi al borde del abismo, acosada por las dudas, el miedo y la sensación de desorientación.
Así que Suz y yo estamos hablando y ella me está dando todos esos maravillosos consejos sobre el oficio y todas esas cosas… y en el fondo de mi cabeza yo estoy pensando: «Mantén el control, no vayas a montar un espectáculo».
Y casi lo logro. Hasta que ella me conmovió con su amabilidad.
Hacia el final de la charla, Suz metió la mano en la bolsa de tela que llevaba y sacó su libro. Se inclinó hacia delante y me dijo con un tono totalmente casual: «Oye, te he traído un ejemplar de mi nuevo libro».
Yo bajé la vista hacia lo que me estaba ofreciendo. A día de hoy, sigo recordando con precisión cómo era la cubierta: de un blanco brillante, con un dibujo rojo y el título en negritas, con su nombre debajo.
Yo estiré el brazo y agarré el libro con cuidado.
Llevaba años leyendo a Suz. Ella es como Elizabeth Lowell para mí. Es la escritora con la que me acuesto por las noches y que leo hasta que empiezo a ver doble por el cansancio… pero que no quiero soltar. Ella es la escritora que recuerdo haber visto una vez frente a una fila de cien personas que sólo querían conocerla. Es la persona que los lectores más respetan por su amabilidad. Y es la persona que escribió aquel libro que, cuando terminé de leerlo, me hizo salir a caminar durante horas, con los ojos anegados en lágrimas, porque estaba convencida de que nunca llegaría a ser tan buena como ella en su peor día.
Así que perdí el control. Agarré el libro y lo apreté contra mi pecho y comencé a llorar sin parar.
En. Frente. De. Suz. Brockmann.
Y de mi madre.
En el tercer piso de la recepción de aquel hotel en Atlanta… un lugar completamente público.
Todavía me estremezco al recordarlo.
Suz, por supuesto, manejó el asunto con gran elegancia y me escuchó mientras yo balbuceaba acerca del hecho de que estaba asustada y no sabía si podría mantener la calidad de mi escritura y no estaba segura de si sería capaz de cumplir los plazos de entrega y estaba preocupada por no estar aprovechando al máximo las oportunidades que tenía.
Suz me dejó hablar y hablar y cuando quedé extenuada, como un hámster en una rueda giratoria, me miró y dijo que ella sabía exactamente lo que yo estaba sintiendo. Sabía con exactitud lo que era querer ser perfecta y hacer un trabajo perfecto y ganarse así el éxito que te había concedido la vida. La cosa era que, dijo Suz, a medida que pasaba el tiempo, ella había aprendido que si buscas la perfección absoluta, siempre terminas fracasando por definición y que esa «perfección» sencillamente no puede ser la norma porque terminarás por agotarte.
Lo que importa es esforzarte al máximo contando con las capacidades que tienes en cada momento.
Cuando era joven, particularmente cuando trabajaba como abogada en una empresa, casi me mato tratando de ser perfecta y ahora, con la escritura, estaba intentando hacer lo mismo. Pero Suz me abrió los ojos y yo supuse que lo que a ella le funcionaba también podía ser bueno para mí.
(Nota: Le pedí a Suz que leyera esta parte antes de que el libro llegara a imprenta, para asegurarme de que estaba de acuerdo con que la mencionara y entonces me dijo que ese consejo que me había ofrecido era una especie de «cadena de favores», pues a ella se lo había dado una maravillosa escritora de Harlequin, Pat White, quien a su vez lo había tomado de un libro titulado Los cuatro acuerdos, escrito por Don Miguel Ruiz. Ahora yo se lo paso a ustedes. Genial, ¿no?).
Así que, miren, en el oficio de publicar… no hay que exigirse lo imposible. Hay que hacer lo mejor que puedes. Inevitablemente la vida real se va a interponer en el camino de la calidad o la cantidad de tus escritos… o en el entusiasmo o la fe que tienes en tu sueño… o en tu éxito. Tienes que saberlo desde el principio y buscarte una buena red de apoyo, ya sean amigos u otros escritores, o tu familia o tu perro. Y recuerda que en cualquier cosa, ya sea un oficio o un negocio, sólo existen algunos parámetros, pero no reglas inamovibles. Siempre matizo cualquier consejo que doy con la advertencia de que lo que a mí me ha funcionado puede no funcionarles a otras personas y que todo es sólo una especulación. Y eso está bien.
Porque los milagros sí ocurren.
Todos los días.
La cosa es que, si no te expones, es mucho más difícil que ellos te encuentren. Así que, por favor, arriésgate y espera a ver qué pasa. Y cuídate a lo largo del camino. Al final del día, lo único que podemos hacer es mantener la fe en nosotros mismos y trabajar duro… lo demás está en manos del destino.
Ah, y da gracias.
Yo me siento muy agradecida.
Propuesta para la serie de la Hermandad de la Daga Negra
Propuesta para la serie de la Hermandad de la Daga Negra
M
uchos escritores que están empezando me preguntan sobre las cartas de presentación (que es el nombre que recibe la correspondencia que sueles enviarles a los agentes y/o editores para presentarte tú y presentar tu proyecto) y las propuestas. Writer’s Market tiene buenos ejemplos de cartas de presentación. Lo esencial es que no pasen de una página, detallar el proyecto de manera sucinta pero con entusiasmo y enumerar tus credenciales como escritor (tales como cualquier publicación que tengas, los concursos que hayas ganado y si eres miembro de organizaciones profesionales como, por ejemplo, Romance Writers of America). Incluye también cualquier información personal que pueda ser relevante para el material en el que estás trabajando (por ejemplo, si eres una enfermera pediátrica que está escribiendo sobre una heroína que también es enfermera pediátrica).
Por lo general, la propuesta se compone del esbozo del libro, que debe ser lo más explícito posible —éste no es el lugar para hacer sugerencias—, y los primeros tres capítulos del manuscrito. Lo que sigue a continuación es la propuesta de la Hermandad que envié a las editoriales a través de mi agente (si lo desean, pueden leer los tres primeros capítulos en el libro). Para comenzar, voy a confesarles que es demasiado larga, así que, si siguen este ejemplo, les sugiero hacer una versión completa para ustedes y reducirla luego para los agentes/editores. El formato fue invención mía, en ese momento no había visto propuestas de nadie más y sencillamente me concentré en lo que me gustaría saber sobre la saga si yo fuera editora. Quisiera decir que creo que la estructura funciona especialmente bien para las novelas de temas paranormales, pues comprobarán que incluyo las reglas del universo así como una visión general de todos los personajes principales y su papel no sólo en el libro sino en la sociedad vampira.
Para mí, es genial volver sobre ella y leerla de nuevo y ver los cambios que han tenido lugar en el contenido. La inmensa mayoría de las discrepancias tienen que ver con el hecho de que yo había malinterpretado lo que había visto, o que después vi más cosas que cambiaron las implicaciones de estas escenas originales. En algunos casos, sin embargo, las diferencias resultan del hecho de que había vacíos en lo que yo había imaginado y los llené con cosas inventadas por mí. Por ejemplo, la primera vez que vi a Phury y a Z, no sabía que eran gemelos. En realidad no sabía mucho sobre ellos y, en lugar de dejar el vacío, les inventé un pasado que pensé que podía ser suficientemente dramático. Sin embargo, la verdad salió a flote mientras estaba escribiendo el manuscrito.
Y lo mismo sucedió con el final de Amante oscuro. Mientras estaba haciendo el bosquejo, las escenas dejaron de aparecer en mi mente cuando Wrath está en la clínica, después de que le disparan. Sin embargo, ésa no parecía la manera correcta de terminar el libro, aunque era lo único que tenía. Traté de ver más cosas, e inventé algunas, pero sentía que eso no era lo que ocurría de verdad. Afortunadamente, el resto de las escenas fueron apareciendo en mi cabeza mientras escribía y la Hermandad terminó reunida, todavía en Caldwell, en el complejo de Darius.
Verán que no hago ninguna mención al Omega; eso se debe a que en ese momento no lo tenía claro. Y sólo se hizo más explícito cuando comencé a hacer el borrador. Luego tuve información más que suficiente.
También notarán, particularmente en la introducción, que digo que le «atribuí» a Wrath una debilidad importante, o que «construí» una situación para introducir una mujer en su vida. Por supuesto, no fue así como ocurrieron las cosas, pero, como se imaginarán, no estaba muy convencida de contarles a los editores que esos vampiros vivían en mi cabeza y me decían qué hacer. Así que supuse que sería buena idea presentar la historia como si yo tuviera control sobre el material, al menos nominalmente. Aunque la verdad fuera completamente distinta.
Y nunca usé en la saga eso de «uta-shellan». Me decidí solamente por «shellan».
Ah, ¿y la estimación del