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  2. La guía secreta de la Hermandad de la Daga Negra
  3. Capítulo 25
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para salvar la vida de Mary, él y su shellan están acabados. Para siempre. Y, sin embargo, su amada regresa a él (gracias a una jugada espléndida de Fritz, pues ¿quién iba a saber que el doggen había recibido una inyección Jeff Gordon?), curada de su enfermedad y con todos sus recuerdos intactos, tanto de él como de lo que compartieron en el pasado. ¡Genial! ¡Fabuloso! Sólo que, según el acuerdo al que llegó Rhage con la Virgen Escribana, eso no es posible.

Sorpresa verosímil, ¿recuerdan? Resulta que el sacrificio por la salvación de Mary ya ha tenido lugar. Cuando la Virgen Escribana visita a Mary para rescatarla de su destino, descubre que la mujer se ha vuelto estéril debido a los tratamientos contra la leucemia. En opinión de la Virgen Escribana, eso es suficiente pérdida para equilibrar el regalo de la vida eterna. Tal como lo afirma en este pasaje:

La dicha de mi facultad de creación me sustenta siempre, y siento gran pena de que nunca llegues a sostener carne de tu carne en los brazos, de que nunca veas tus propios ojos en la cara de otro ser, de que nunca mezcles tu naturaleza esencial con el macho que amas. Lo que has perdido es suficiente sacrificio.

Amante eterno, CAPÍTULO 51

¿Quién habría adivinado que la infertilidad de Mary sería la clave para que el héroe y la heroína quedaran juntos al final? Yo no… pero, bueno, ¡sorpresa! Y ésta es la razón por la cual es verosímil. La infertilidad de Mary había sido mencionada antes (ver capítulo 24) y la Virgen Escribana siempre ha hablado de equilibrio. Sus regalos no pueden tener lugar si no hay un precio (piensen, por ejemplo, en el intercambio de Darius al final de Amante oscuro), así que el lector entiende que siempre debe haber un pago, porque hay precedentes de eso.

Como dije, la solución me sorprendió… y fue un gran alivio. Cuando estaba haciendo el esbozo del libro y llegué a la escena entre Rhage y la Virgen Escribana, cuando todo parecía perdido, me quería romper la cabeza contra la pantalla. Me refiero a que estaba escribiendo un ROMANCE paranormal. Y un romance sólo puede acabar con una separación si uno de los dos mata a su horrible suegra. Estaba aterrorizada, porque no sabía qué podía hacer para que esos dos tuvieran un final feliz.

Al final lo lograron, gracias a la sorpresa verosímil.

Lo fundamental es que haya un conflicto fuerte y que las soluciones sean satisfactorias. El problema, al menos para mí, es que hasta que termino de esbozar las escenas que tengo en la cabeza, nunca estoy segura de poder tener las dos mitades. Para ser sincera, no tengo idea de dónde salen mis ideas y siento como si completara cada historia en el último minuto. Para mí, los finales siempre son una sorpresa de última hora, porque nunca estoy segura de que se vaya a dar el milagro. Me siento afortunada y agradecida cuando sucede, pero no creo que eso se pueda repetir indefinidamente.

Un par de cosas más sobre el libro de Rhage. Cuando terminé el bosquejo y comencé a escribir, sentía como si algo no funcionara. El tono me parecía distinto del de la historia de Wrath. La energía era… bueno, se parecía más a Rhage que a Wrath.

Para mí eso fue un poco alarmante. Supongo que pensé que todos los libros producirían la misma sensación cuando los fuera escribiendo, pero no fue así, y a lo largo del camino he aprendido que una serie no debe ser idéntica. Debe tener un contexto similar, claro. Los mismos personajes, desde luego. Pero cada historia debe tener su propio ritmo y su propio tiempo y espíritu. La historia de Wrath tenía un suspense real, con un ritmo rápido y ágil, y poco diálogo. La de Rhage me parecía más suave y romántica, también más divertida, y con más sexo. El libro de Z resultaba totalmente sombrío. El tono del libro de Butch era más parecido al de Wrath, con su propio suspense, e incluía muchas cosas del mundo. La energía de V era elegante y austera, y un poco peligrosa. La de Phury, romántica, evocativa y cálida.

Lo cual me lleva a la regla número ocho: Escucha tus propias ideas.

No sé de dónde salen mis ideas. Las imágenes que tengo en la cabeza siempre han estado ahí y son las que mandan. No quería que Rhage fuera el segundo libro, pero así fue. Quería que el tono de Rhage quedara como el de Wrath. Y no fue así. No sabía cómo Rhage y Mary iban a terminar juntos para siempre, considerando que él era un vampiro y ella no. Pero lo hicieron. (Y, postdata, quería que el proceso de Amante eterno fuera más fácil, porque acababa de pasar nueve meses ordenándolo todo. Pero fue igual de difícil, sólo que de otra manera. Después hablaremos más sobre eso).

No obstante, todo salió bien y sigue saliendo bien porque dejo el volante en manos de lo que tengo en la cabeza. Incluso cuando me pierdo, confío en las historias… principalmente porque no tengo elección. Lo que veo mentalmente siempre es infinitamente mejor que lo que trato de construir de manera deliberada.

He aquí un ejemplo menor de cómo me animé a seguir los consejos de mis ideas cuando estaba escribiendo el libro de Rhage. Cuando comencé a escribir Amante eterno, Vishous, el hermano capaz de ver el futuro, apareció un día y le dijo a Rhage que iba a terminar con una virgen. Cuando vi eso, pensé: «Mmm… eso va a ser un poco difícil, teniendo en cuenta que Mary había estado con alguien antes de conocer a Hollywood». Sin embargo, dije: «Bueno, si V lo ha dicho, tendré que ponerlo». Y luego, a lo largo del libro, V siguió haciendo comentarios sobre cómo el nombre de Mary tenía un significado especial. Yo no tenía idea de qué estaba hablando V, pero seguía viéndolo en mi cabeza, siempre pensando en el nombre. Entonces pensé: «Bueno… escribámoslo y, si al final veo que eso no conduce a ninguna parte, lo quito».

Pero al final del libro todo se aclaró. Mary y Rhage están abrazados en su habitación, después de haberse reencontrado:

Ella levantó la cabeza.

—Mi madre siempre me dijo que me salvaría, creyera en Dios o no. Estaba convencida de que yo no podría escapar de la Gracia Divina a causa del nombre que me puso. Solía decir que cada vez que alguien me llamara, o escribiera mi nombre, o pensara en mí, yo estaría protegida.

—¿Tu nombre?

—Mary. Me llamó así en honor de la Virgen María.

Amante eterno, CAPÍTULO 51

Recuerdo que cuando terminé de escribir eso, solté una carcajada. ¡Vishous nunca se equivoca!

Ahora, sin embargo, voy a ponerles un ejemplo de una ocasión en que no me fue tan fácil mantenerme fiel a lo que tenía en la cabeza.

Mientras escribía el esbozo de Rhage, que alcanzó las cincuenta y ocho páginas, vi una escena que contradecía una de las grandes reglas tácitas de la novela romántica. En la gran mayoría de los romances, el héroe nunca está con otra mujer después de que conoce a la heroína y se involucra físicamente con ella. Eso tiene sentido. Después de todo, ¿quién en su sano juicio podría enamorarse de alguien que está saltando de cama en cama?

Sólo que Rhage estuvo con otra mujer después de que él y Mary ya hubieran estado juntos. Todavía no habían hecho el amor, pero la atracción ya era evidente y ya se había creado el vínculo entre los dos, al menos por parte de Rhage. El problema era su bestia. Con el fin de mantener su maldición bajo control, Rhage se veía obligado a quemar su exceso de energía mediante el combate y el sexo, y usaba esas dos cosas como válvulas reguladoras. La noche del «adulterio», Rhage estaba en un momento difícil. Estar cerca de Mary lo dejaba exhausto debido a la atracción que sentía por ella y había tratado de buscar una pelea pero no había podido, así que estaba llegando a un punto crítico y peligroso. Pero luego desprecia lo que hace y se odia por su maldición, y es obvio que lo que sucedió fue forzado por las circunstancias y no algo que había elegido hacer. Lo que sucedió definitivamente no fue un ejemplo del desliz de un jugador con una moral flexible.

Escribir la escena en que Rhage regresa a su habitación fue muy conmovedor. Todavía puedo verlo después de ducharse sentado en el borde de la cama. Tiene una toalla envuelta alrededor de la cintura y la cabeza gacha, y se siente absolutamente derrotado, atrapado por la realidad de su maldición y su amor por Mary. La situación era angustiosa y creaba un conflicto increíblemente difícil entre los dos. Yo sabía que juntos iban a poder superarla, pero también sabía que ese momento de la historia no era algo que les fuera a gustar a todos los lectores. Y podía entender por qué. En consecuencia, cuando escribí el libro procuré manejar el asunto con el mayor tacto posible.

Cuando comencé a trabajar en la saga de la Hermandad, no me propuse hacer innovaciones ni romper convenciones, ése no es mi objetivo en absoluto. Sin embargo, como ya he dicho, sí me juré ser fiel a lo que veía en mi mente, y ése sigue siendo mi principio operativo. La dificultad, para mí, siempre es: ¿qué puedo hacer para plasmar en el papel lo que tengo en mi cabeza sin transgredir las reglas de un género al que respeto tanto? Siempre es un problema equilibrar las cargas, y es a eso a lo que más tiempo le dedicamos mi editora y yo en el proceso de revisión. Algunas veces, con Rhage, creo que logro mantenerme dentro del límite. En otras ocasiones… quisiera haberlo hecho mejor. Pero después hablaremos más sobre eso.

Hablando de la revisión… quisiera hablar un poco sobre Butch. Originalmente se suponía que la historia del policía y Marissa sería parte de Amante eterno. Los dos se iban a enamorar y él se convertiría en hermano después de que su transición comenzara intempestivamente; y eso era todo. Cuando empecé a hacer el borrador de Rhage, me entusiasmaba escribir sobre Butch y Marissa porque pensaba que había mucha química y tenía en la cabeza muchas escenas buenas entre los dos.

Pero después de escribir doscientas páginas del manuscrito, me di cuenta de que tenía un problema. Butch y Marissa estaban compitiendo por el espacio contra Rhage y Mary, hasta el punto de que, básicamente, estaba escribiendo dos libros distintos.

El policía no era un argumento secundario.

Sin embargo, me aterrorizaba sacar del manuscrito esas ideas, porque temía que eso fuera a comprometer la profundidad del universo del libro. También me preocupaba perder esas escenas para siempre porque eran geniales; en ese momento yo no sabía cuántos libros de la Hermandad iba a poder hacer y deseaba contar la historia de Marissa y Butch. Finalmente me gustaba lo que había escrito. Y me gustaba de verdad. Así que sacar esas páginas me parecía como firmar la partida de defunción del material.

Pero el libro no estaba funcionando. Independientemente de lo mucho que yo dudara y tratara de inventar excusas, sencillamente el asunto no estaba bien.

Recordemos la regla número tres: Sé la dueña de tu propio trabajo.

Si sabes que algo no está funcionando, independientemente de lo mucho que te guste, deshazte de ese material. No esperes a que tu editor te

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