contenerte.
Desarrolla la historia que imaginas sin cortarte y ejecútala plenamente, empleando el máximo de tus capacidades. Siempre es más fácil retroceder que ir más lejos cuando se está revisando el manuscrito, y creo que cuanto más osado eres en el primer borrador, más honesto serás con tu idea inicial.
Así que, sí, ése era el plan y me sentí bastante bien con mi resolución. Sólo que desde el comienzo mismo tenía un problema.
¿Cómo iba a llevar a cabo ese plan?
Con todo lo que estaba viendo y la cantidad de puntos de vista y de historias secundarias, estaba totalmente perdida cuando llegué al momento de hacer el borrador de la historia. Después de pasearme muerta de miedo durante un buen rato, terminé apoyándome en mi experiencia como estudiante de derecho. En la facultad, el método de estudio consiste en organizar todo el material de que uno dispone y después ordenarlo y pulirlo.
Hacer un esbozo exhaustivo fue, y continúa siendo, la estrategia más importante que empleo en el proceso de escritura.
Antes de comenzar con los hermanos no tenía más que un bosquejo bastante amplio de mi historia, cuyo único objetivo era darle a mi editor una idea de hacia dónde me dirigía. La mayor parte de las ideas se me fueron ocurriendo cuando estaba haciendo el borrador, lo cual fue totalmente ineficiente y un poco peligroso. Por ejemplo, llevaba al héroe y a la heroína a lugares emocionales que no funcionaban, o confundía sus motivaciones y conflictos, o perdía la noción del suspense del libro… o algunas veces cometía todos esos errores a la vez. Claro, con el tiempo encontraba el camino, pero terminé escribiendo millones de páginas y siendo una verdadera carga para mi editor durante el proceso de revisión. Además, debido a todo ese esfuerzo, las decisiones que tomaba no siempre eran las mejores porque estaba saturada con tanta confusión y falta de claridad.
Mi tercera regla fundamental es un corolario de la regla número dos y el lema primordial de todo lo que hago como escritora:
Sé la dueña de tu propia mierda (u obra, si queremos que suene más sofisticado).
No confíes en que tu editor o tu agente o tu socio identifiquen y resuelvan tu argumento, ni tus personajes, ni el ritmo, ni el contexto, ni la paginación, ni ninguno de los miles de problemas que tienes que solucionar cuando escribes un libro. Aprende el oficio criticando los libros que lees, tanto los buenos como los malos. Pregúntate: ¿qué funciona aquí? Y ¿qué no funciona? Estudia los manuales sobre escritura, como El Guión, de Robert McKee[4], y Writing the Breakout Novel, de Donald Maass, y El viaje del escritor[5], de Christopher Vogler. Habla con otros escritores sobre sus libros y cómo los escribieron.
Luego, cuando revises tu propio trabajo, aproxímate a él como si fueras un sargento frente a un grupo de vagos indisciplinados y perezosos. Para mí, ser amable con mi artista interior y regocijarme en la leche materna del elogio es una manera segura de estancarme en la imbecilidad. La disciplina y una valoración clara de mis fortalezas y debilidades como escritora son las únicas cosas que funcionan para mí. El ego no es muy amigo mío y nunca lo ha sido.
Pero volvamos a Amante oscuro y a la propuesta. Las imágenes que tenía en la cabeza eran tan claras y exigentes que sólo tardé dos semanas en redactar el bosquejo y las reglas del universo de la Hermandad (así como las primeras sesenta y nueve páginas del libro). Por supuesto, apenas dormí en ese tiempo y casi nunca descansaba. Estaba totalmente absorta en ese frenesí innegable y no tenía interés alguno en disminuir el ritmo.
Y sigue sin interesarme.
Cuando terminé de sacar todo lo que veía en mi cabeza… el esbozo tenía cuarenta y cuatro páginas. Estaba asombrada. ¿Antes? Apenas había logrado completar diez páginas.
Mi gran preocupación era que cuando mi agente ofreciera la propuesta en el mercado, los editores no leyeran todo el paquete. Cuando uno ya ha publicado, por lo general vende los proyectos a partir de la opinión sacada de tres capítulos de muestra y una propuesta; pero yo sentía como si estuviera entregando… bueno, el libro entero. Desde luego, eso también era bueno. De verdad sabía para dónde iba y cómo iba a ser la evolución de cada personaje. A lo largo del camino había reunido todas mis ideas y había reorganizado el material… y también había aprendido que mover un párrafo o dos en una propuesta es mucho más fácil que borrar capítulos enteros e incluir nuevos capítulos durante la redacción.
Por fortuna, la propuesta para la serie fue comprada (por el editor más espectacular con el que he trabajado) y yo sabía que iba a tener la oportunidad de escribir al menos tres libros. Joder, estaba excitada, pero también aterrorizada, pues no estaba segura de poder seguir adelante. Desde luego, me tranquilicé diciéndome que mi salvación era esa voluminosa y fantástica propuesta que había hecho. Me imaginé que mientras me apoyara en la propuesta, todo estaría bien y estaba lista para comenzar a trabajar sobre el teclado.
Bueeeeno.
La realización resultó ser mucho más difícil de lo que habría podido imaginarme, por una cantidad de razones.
Para mí, uno de los grandes desafíos de Amante oscuro era aprender a manejar múltiples historias y múltiples puntos de vista. Tal como lo veo, hay tres historias principales en el libro: la de Wrath y Beth; la del señor X y Billy Riddle, y la de Butch. En cada una de ellas se introducen diferentes aspectos del universo de la serie, dándole al lector una visión sobre la raza vampira, su guerra secreta contra la Sociedad Restrictiva y su existencia clandestina al lado de los humanos. Lo cual es bastante. Y para complicar las cosas todavía más, estas líneas narrativas eran presentadas al lector en las voces de por lo menos ocho personas.
Eran muchos los hilos a manejar. Muchas las tramas de las que estar pendiente.
Muchas las cosas que tenían que pasar en cada capítulo.
¿Cuál es la regla número cuatro para mí como escritora? Las líneas narrativas son como tiburones: o se están moviendo continuamente o se mueren.
Con tantas cosas moviéndose al mismo tiempo, el ritmo iba a ser crítico: para tener éxito debía asegurarme de que todo estuviera avanzando todo el tiempo, de modo que mi nueva realidad como escritora era que mientras pretendía mostrar a Wrath y a Beth acercándose gradualmente tanto a nivel emocional como físico, tenía que estar pendiente de la investigación por homicidio que adelantaban Butch y José de la Cruz, lo cual llevaba simultáneamente a Butch a la realidad de la Hermandad, y asimismo tenía que mantener informado al lector sobre las terribles intenciones del señor X. Entretanto, había que presentar a los otros hermanos, tenía que dar una visión general sobre la guerra y también había que preparar el terreno para presentar a la Virgen Escribana y a ese mundo no temporal que conlleva.
Y tenía que hacer todo eso sin perder la cohesión entre las escenas y mantener las emociones realistas y vívidas, sin caer en el melodrama.
Por ejemplo, Butch iba a terminar en la Hermandad y su camino de entrada era la conexión de Beth con Wrath. A su vez, Butch también iba a terminar con Marissa. Perfecto. Fantástico. La cosa era cómo intercalar sus escenas con las del romance de Beth y Wrath, y asimismo con todo el tema del señor X y la Sociedad Restrictiva… sin que el libro terminara siendo una suma de fragmentos incomprensible.
Al mismo tiempo, las historias tenían que tener un clímax emocional que progresara en el orden correcto. Beth y Wrath tenían que tener el final más dinámico, y según las imágenes que había en mi cabeza así era. Pero las historias de Butch, y la del señor X y Billy Riddle, tenían que resolverse… pero de una manera que no menoscabara el drama de Beth y Wrath.
Maldición.
¿La solución? Regla número cinco, que es el corolario de la regla número tres (Sé la dueña de tu propia obra): Esfuérzate por alcanzar el equilibrio.
Cuando terminé el primer borrador, revisé el libro una y otra vez, y otra y otra más. Y luego me tomé una semana de descanso y volví sobre él nuevamente. Pasé horas y horas repasando las pausas y los capítulos, recortando cosas, afinando el diálogo y asegurándome de que se decían muchas cosas sin necesidad de expresarlas.
Incluso cuando revisé las galeradas, que es la última fase de producción, todavía quería hacer cambios. El libro tiene cosas buenas y cosas malas, como todos, pero aprendí mucho escribiendo Amante oscuro. Y necesitaba esas lecciones para lo que venía en la serie tal como la conocen.
Pero basta ya de hablar sobre el proceso de escritura, hablemos sobre el Rey y Beth…
Wrath fue el primero de los hermanos que apareció en mi cabeza y fue el que me mostró el universo de la Hermandad de la Daga Negra. Lo que más me gusta de él está resumido al comienzo de Amante oscuro:
Con un rostro tan aristocrático como brutal, parecía el rey que en realidad era por derecho propio y el guerrero en que el destino lo había convertido.
Amante oscuro, p. 18
Adoro esa combinación: un personaje de sangre azul que también es un guerrero, y creo que Wrath es el líder perfecto para los vampiros: fuerte, brutal cuando es necesario, dueño de una gran lógica y una gran pasión. Wrath sólo necesitaba tomar conciencia de que podía ser líder.
Y Beth fue la que lo ayudó a llegar a hacerlo.
Beth era y es la compañera perfecta para Wrath. Ella tiene mucho carácter, es tierna y está dispuesta a defenderlo. La dinámica de su relación está perfectamente descrita en una de mis escenas favoritas de los dos. Están hablando sobre lo que sintió Wrath cuando sus padres fueron asesinados delante de él. Se culpa por no haberlos salvado, pero en ese momento era un pretrans debilucho, así que en realidad no habría podido hacer nada. Beth pierde el control y lo censura por ser demasiado duro consigo mismo, lo cual es algo que él necesitaba oír, aunque evidentemente no era muy receptivo a lo que ella estaba diciendo. Lo que me gusta es que ella no se sintió intimidada para decir lo que pensaba, a pesar de la imponente presencia de Wrath. Y él, aunque no está de acuerdo con lo que le dice, se siente todavía más atraído hacia ella. Cuando Beth termina de expresar su irritación, hay un momento de tensión:
Ah, diablos. Ahora sí lo había arruinado. Aquel hombre le había abierto su corazón, y ella había despreciado su vergüenza. Qué manera de lograr intimidad.
—Wrath, lo lamento, no he debido…
Él la interrumpió. Su voz y su rostro parecían de piedra.
—Nadie me había hablado como acabas de hacerlo.
Mierda.
—Lo lamento mucho. Es sólo que no puedo entender por qué…
Wrath la atrajo hacia sus brazos y la abrazó fuertemente, hablando en su idioma otra vez. Cuando aflojó el abrazo, terminó su monólogo con la palabra leelan.
—¿Eso quiere decir «perra» en vampiro? —preguntó.
Amante oscuro, CAPÍTULO 31
La cuestión es que Wrath es todo fuerza y el hecho de que Beth pueda defenderse sola y reivindicar sus convicciones los pone en igualdad de condiciones. El hecho de que él la respete es tan significativo como el que le brinde su amor; y ella es digna de los dos.
Otra de mis escenas favoritas del libro es cuando Beth sube desde la habitación de Wrath en el sótano