Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. Encrucijada en el crepúsculo
  3. Capítulo 99
Prev
Next

imposible bastante a menudo para que la gente espere que actúe así. Eso es todo.

Ocultando una sonrisa, Egwene puso el papel que hablaba de lord Gareth en la llama y vio cómo se retorcía y se quemaba. Unos meses atrás, Siuan habría hecho un comentario agrio sobre el hombre en lugar de hacer una alabanza. Habría sido el «puñetero Gareth Bryne», no «Gareth». Siuan no podía eludir la tarea de hacerle la colada y limpiarle las botas, pero Egwene la había visto mirarlo las contadas veces que el hombre había ido al campamento de las Aes Sedai. Mirándolo fijamente para después salir corriendo con que él volviera la vista hacia ella. ¡Siuan escabulléndose! Llevaba siendo Aes Sedai más de veinte años, de los que había sido Amyrlin durante diez, pero tenía tan poca idea sobre cómo afrontar estar enamorada como la que tenía un pato sobre devorar una oveja.

Egwene aplastó las cenizas y se sacudió las manos, borrada la sonrisa. No podía hablar de Siuan. También ella estaba enamorada, pero ni siquiera sabía dónde demonios se hallaba Gawyn ni lo que haría si se enterara. Él se debía a Andor, y ella, a la Torre. Y el único camino para salvar ese precipicio, vincularlo, podría conducirlo a la muerte. Mejor era dejarlo marchar, olvidarlo. Lo que sería tan fácil como olvidar su propio nombre. Y lo vincularía. Lo sabía. Por supuesto, no podía vincularlo sin saber dónde se encontraba, sin tener las manos posadas en él, así que todo volvía al punto de partida. Los hombres eran… ¡un fastidio!

Se llevó los dedos a las sienes y presionó, aunque no alivió nada el punzante dolor, y apartó de su mente a Gawyn. Hasta donde le era posible. Pensó que probaba un anticipo de lo que era tener un Guardián, pues siempre había algo de Gawyn en un rincón de su mente. Y con propensión a abrirse paso bruscamente en su conciencia en el momento más inoportuno. Se concentró en lo que tenía entre manos y cogió la siguiente hoja.

En lo tocante a los informadores, era como si gran parte del mundo hubiese desaparecido. Llegaban contadas noticias de las tierras ocupadas por los seanchan, y las que llegaban se dividían entre fantasiosas descripciones de las bestias seanchan, transmitidas como prueba de que utilizaban Engendros de la Sombra, historias horribles de mujeres sometidas a pruebas para comprobar si se las debía reducir a damane, e historias deprimentes de… aceptación. Al parecer, los seanchan no eran peores gobernantes que cualesquiera otros y mejores que algunos —siempre y cuando uno no fuera una mujer que encauzaba—, y por lo visto demasiada gente había renunciado a la idea de resistirse al invasor una vez que resultó obvio que los seanchan dejaban que siguieran con sus vidas. Las de Arad Doman eran casi igual de malas y no constituían más que rumores, admitidos como tal por las hermanas que habían escrito los informes pero incluidos simplemente para reflejar el estado en el que estaba el país. El rey Alsalam había muerto. No, había empezado a encauzar y se había vuelto loco. Rodel Ituralde, el Gran Capitán, también había muerto, o había usurpado el trono, o invadía Saldaea. Asimismo, el Consejo de Mercaderes había muerto al completo, o había huido al campo o había empezado una guerra civil por quién sería el próximo rey. Cualquiera de tales rumores podría ser cierto. O ninguno. Los Ajahs estaban acostumbrados a verlo todo, pero ahora un tercio del mundo se encontraba envuelto en una espesa niebla en la que sólo se abrían minúsculas brechas. O, al menos, si había vistas más claras, ningún Ajah se había dignado a compartir lo que había visto.

Otro problema era que los Ajahs consideraban cosas distintas como dignas de importancia capital y pasaban por alto cualesquiera otras. Por ejemplo, a las Verdes les preocupaban principalmente las historias sobre ejércitos de las Tierras Fronterizas cerca de Nueva Braem, a cientos de leguas de la Llaga que se suponía deberían guardar. Su informe hablaba de gente de las naciones fronterizas y sólo de ellas, como si hubiese que hacer algo al respecto y hacerlo ya. Tampoco es que sugirieran nada o lo insinuaran siquiera, pero aun así la frustración se hacía patente en la escritura apretada y precipitada que se extendía urgentemente por la página.

Egwene sabía la verdad de esa situación a través de Elayne, pero estaba satisfecha con dejar que las Verdes se mordieran los puños de momento, ya que Siuan había descubierto por qué no se apresuraban a poner las cosas en su sitio. Según su agente en Nueva Braem, la gente de las Tierras Fronterizas iba acompañada por un grupo de entre cincuenta a cien hermanas, quizá doscientas. El número de Aes Sedai no era seguro y debía de estar hinchado, desde luego, pero su presencia era un hecho del que las Verdes tenían que estar al tanto, aunque los informes que enviaban a Egwene nunca lo mencionaban. Ningún Ajah había mencionado a esas hermanas en sus informes. Sin embargo, al final tanto daba si eran doscientas o dos. Nadie podía saber con seguridad quiénes eran esas hermanas ni por qué se encontraban allí, pero meter la nariz se interpretaría sin duda como una interferencia. Parecía extraño que estuvieran enzarzadas en una guerra entre Aes Sedai y que todavía se guardaran de interferir en lo que hacía otra hermana por costumbre, pero por suerte era así.

—Al menos no sugieren que enviemos a nadie a Caemlyn. —Egwene parpadeó; el pinchazo detrás de los ojos se aguzaba al seguir la apretada letra. Siuan resopló con desdén.

—¿Y por qué iban a sugerirlo? Que ellas sepan, Elayne está dejándose guiar por Merilille y Vandene, de modo que están convencidas de que tendrán su reina Aes Sedai, y, por si fuera poco, una Verde. Además, mientras los presuntos Asha’man se mantengan alejados de Caemlyn nadie quiere correr el riesgo de provocarlos. Tal como están las cosas, sería tanto como intentar sacar avispas de mar con las manos, y eso lo saben incluso las Verdes. Sea como sea, eso no impedirá que alguna hermana, sea Verde o no, se deje caer por Caemlyn. Sólo una visita discreta para ver a alguno de sus informadores. O para hacerse un vestido o comprar una silla de montar o sólo la Luz sabe por qué otro motivo.

—¿Incluso las Verdes? —inquirió de manera cortante Egwene.

Todo el mundo pensaba que las Marrones eran así y las Blancas, asá, aun cuando se demostrara lo contrario, pero a veces se encrespaba un poco al oír que a todas las Verdes se las consideraba cortadas por el mismo patrón. Quizás es que se veía como una Verde, o como si lo hubiese sido, lo que era una estupidez. La Amyrlin pertenecía a todos los Ajahs y a ninguno —se ajustó la estola sobre los hombros para recordarse lo que representaban aquellas siete franjas—, y ella, para empezar, nunca había formado parte de ninguno. Con todo, sentía… No apego, porque eso era excesivo, pero sí se sentía identificada con las mujeres del Ajah Verde.

—¿Cuántas hermanas faltan, Siuan? Hasta las más débiles pueden Viajar a cualquier lugar que deseen si se vinculan, y me gustaría saber dónde estuvieron.

Siuan se quedó pensativa unos segundos.

—Unas veinte, creo —dijo finalmente—. Quizás algunas menos. El número cambia de un día para otro. En realidad, nadie lleva la cuenta. Ninguna hermana lo toleraría. —Se echó hacia adelante, con cuidado de guardar el equilibrio esta vez cuando las patas desiguales hicieron que la banqueta se ladeara—. Hasta ahora, habéis hecho verdaderos juegos malabares, madre, pero eso no puede durar. Al final la Antecámara descubrirá todo lo que pasa en Caemlyn. Puede que aceptaran que se haya mantenido en secreto lo de las prisioneras seanchan, porque pensarían que es obra de Vandene o de Merilille, pero ya saben que hay mujeres de los Marinos en Caemlyn y se enterarán del acuerdo con ellas antes o después. Y de la presencia de las Allegadas, si no de vuestros planes para ellas. —Siuan volvió a resoplar, aunque débilmente. Ni siquiera ella estaba segura de lo que pensaba sobre la idea de que las Aes Sedai se retiraran como Allegadas, cuanto menos de cómo la acogerían otras hermanas—. Mis informadores todavía no han captado el menor atisbo, pero alguien lo hará, indudablemente. No podéis demoraros más o nos encontraremos nadando entre un banco de fieros cazones.

—Un día de éstos —murmuró Egwene— tendré que ver esos cazones de los que siempre hablas. —Alzó la mano cuando la otra mujer abrió la boca—. Algún día. El acuerdo con las mujeres de los Marinos causará problemas —confesó—, pero cuando los Ajahs empiecen a tener alguna noción del asunto no se darán cuenta de inmediato de lo que se trata. ¿Hermanas enseñando a mujeres de los Marinos en Caemlyn? Eso es algo que nunca se ha oído, pero ¿quién va a hacer preguntas o a interferir en contra de toda costumbre? Estoy segura de que habrá todo tipo de rezongos, quizás algunas preguntas presentadas en la Antecámara, pero antes de que salga a la luz que es un acuerdo, ya habré introducido mi plan para las Allegadas.

—¿Y pensáis que eso no les afilará los dientes? —Siuan casi ni se molestó en disimular su incredulidad. De hecho, frunció el ceño.

—Causará polémica —admitió diplomáticamente Egwene. Todo un eufemismo. Lo que ocasionaría sería un tumulto. Lo más próximo a un disturbio nunca visto entre Aes Sedai. Pero la Torre había ido menguando durante el último milenio, si no más, y se proponía poner fin a ese declive—. Pero mi intención es ir despacio. Las Aes Sedai serán reacias a hablar de la edad, Siuan, pero no tardarán en darse cuenta de que jurar sobre la Vara Juratoria acorta nuestra vida a la mitad como poco. Nadie quiere morir antes de tiempo.

—Eso si se convencen de que existe realmente una Allegada que tiene seiscientos años —comentó Siuan, a regañadientes, y Egwene soltó un suspiro de impaciencia. La longevidad declarada por las Allegadas era otra de las cosas de las que Siuan no estaba convencida. Egwene valoraba el consejo de Siuan y que no se limitara a decirle lo que ella quería oír, pero a veces se mostraba tan remisa como Romanda o Lelaine.

—Si es preciso, Siuan, dejaré que las hermanas hablen con unas cuantas mujeres con cien años o más que cualquiera de ellas —manifestó, irritada—. Tal vez intenten tacharlas de espontáneas o mentirosas, pero Reanne Corly puede probar que estuvo en la Torre y cuándo. Y también otras. Con suerte, convenceré a las hermanas de que acepten ser liberadas de los Tres Juramentos para que puedan retirarse entrando en las Allegadas, antes de que se enteren del acuerdo con las Atha’an Miere. Y, una vez que acepten que cualquier hermana se puede liberar de los Juramentos, no resultará tan difícil convencerlas para que dejen marcharse a las hermanas de los Marinos. Aparte de esto, las otras condiciones del trato son menudencias. Como no dejas de repetir, se necesita habilidad y mano izquierda para lograr que se saque adelante cualquier cosa en la Antecámara, pero la suerte es un factor imprescindible. Bien, pues seré tan hábil y astuta como me sea posible, y en cuanto a la suerte, por una vez parece que la tengo a mi favor.

Siuan torció el gesto, carraspeó y titubeó, pero al final tuvo que mostrarse de acuerdo. Incluso admitió que Egwene podría conseguirlo, con

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

El corazón del invierno
El corazón del invierno
August 3, 2020
El Despertar de los Heroes
El Despertar de los Heroes
August 3, 2020
El Dragón Renacido
El Dragón Renacido
August 3, 2020
El ojo del mundo
El ojo del mundo
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.