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  2. Encrucijada en el crepúsculo
  3. Capítulo 91
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en el Juego de las Casas. Si Delana hubiese buscado simplemente impedir las negociaciones con Elaida al tiempo que mantenía su nombre fuera del asunto, sólo tendría que haber hablado con Egwene en privado en cualquier momento. Las Asentadas no necesitaban una disculpa para acudir al estudio de la Amyrlin. O podría haberse servido de Halima, que dormía en un catre en la tienda de Egwene casi todas las noches a pesar de ser la secretaria de la Gris. Egwene tenía problemas con las jaquecas y algunas noches sólo los masajes de Halima le calmaban el dolor para que pudiera dormir. En realidad, una nota anónima habría bastado para que presentara ante la Antecámara un edicto que prohibiera las negociaciones. Hasta la Asentada más quisquillosa habría admitido que conversaciones para poner fin al conflicto entraban en el ámbito del asunto de la guerra. Pero obviamente Delana quería que Sheriam y las demás se enteraran también. Su chismorreo malintencionado era una flecha apuntando a otro blanco.

—Provocar conflictos entre las cabezas de los Ajahs y las Asentadas —opinó Carlinya, fría como la nieve—. O tal vez entre los propios Ajahs. —Se ajustó la capa de profusos bordados blancos sobre blanco pero forrada con una espesa piel negra, con el aire indiferente de quien habla sobre el precio de un carrete de hilo—. El porqué querría tal cosa es algo que no alcanzo a entender, pero ésos serán los resultados a menos que actuemos con mucho cuidado, y ella no podía saber que llevaríamos cuidado ni que tuviésemos motivos para ello, de modo que, lógicamente, uno de esos motivos o ambos deben de ser su objetivo.

—La primera respuesta que se discurre no siempre es la correcta, Carlinya —argumentó Morvrin—. No sabemos si Delana planeó su actuación tan cuidadosamente como tú has expuesto, ni si su razonamiento ha seguido esa misma línea. —La robusta Marrón creía más en el sentido común que en la lógica, o eso afirmaba, pero en realidad parecía entremezclar ambas, una combinación que la hacía ser muy realista y desconfiada con las respuestas rápidas o fáciles. Lo que tampoco estaba nada mal—. Delana quizás intente influir en algunas de las Asentadas en algún tema que es importante para ella. Quizás espera conseguir que se declare a Elaida perteneciente al Ajah Negro, después de todo. Aparte de los resultados, su objetivo podría ser algo que ni siquiera sospechamos. Las Asentadas pueden mostrarse tan mezquinas como cualquiera. Por lo que sabemos, podría tenerle rencor a alguna de las que nombró desde que era novicia y recibió sus clases. Más vale que nos centremos en lo que saldrá de esto en vez de darle vueltas a la razón hasta que no sepamos más. —Su tono era tan plácido como su ancho semblante, pero la fría compostura de Carlinya pasó a frío desdén durante un instante. Su racionalismo hacía pocas concesiones a las flaquezas humanas. O a cualquiera que se mostrase en desacuerdo con ella.

Anaiya se echó a reír, un sonido casi de regocijo maternal que hizo que su montura se desmandara unos cuantos pasos antes de que la controlara con las riendas obligándola a volver al paso. Un ama de casa campesina y maternal, divertida por las payasadas de otros del pueblo: ésa era la impresión que daba. Incluso algunas hermanas eran tan necias como para verla de ese modo; y desestimarla.

—No te enfurruñes, Carlinya. Seguramente tengas razón. No, Morvrin, probablemente está en lo cierto. De todos modos, creo que estamos en disposición de aplastar cualquier esperanza que tenga de sembrar discordia. —En esta ocasión su tono no sonó divertido en absoluto. Ninguna Azul se tomaba a broma algo que pudiera obstaculizar la destitución de Elaida.

Myrelle asintió con un brusco cabeceo y después parpadeó, sorprendida, cuando Nisao dijo:

—¿Podéis arriesgaros a frenar esto, madre? —La menuda Amarilla hablaba pocas veces—. No me refiero a lo que quiera que intenta Delana. Si es que podemos decidir de qué se trata —se apresuró a añadir a la par que hacía un gesto a Morvrin, que había vuelto a abrir la boca. Nisao parecía una chiquilla al lado de las otras mujeres, pero su ademán fue perentorio. Después de todo, era una Amarilla, con toda la seguridad en sí misma que ello implicaba, y reacia a echarse atrás ante nadie en casi ninguna circunstancia—. A lo que me refiero es a lo de conferenciar con las Asentadas en la Torre.

Durante un breve instante, todas la miraron boquiabiertas, incluso Beonin.

—¿Y por qué íbamos a querer permitir tal cosa? —replicó finalmente Anaiya en un tono peligroso—. No hemos venido hasta aquí para «hablar» con Elaida. —Ahora era un ama de casa campesina con un cuchillo de carnicero escondido a la espalda; y con intención de utilizarlo.

Nisao la miró y aspiró el aire por la nariz de manera despectiva.

—No dije que quisiéramos hacerlo. Pregunté si podíamos arriesgarnos a impedirlo.

—No veo la diferencia. —La voz de Sheriam era gélida, y su semblante estaba pálido. Por la ira, le parecía a Egwene, aunque también podía deberse al miedo.

—Entonces piénsalo un poco y quizá la veas —repuso secamente Nisao. Con la dureza de una cuchilla e igualmente cortante—. En este momento los comentarios sobre negociaciones están limitados a cinco Asentadas y de un modo muy discreto, mas ¿seguirá siendo así? Una vez que se corra la voz de que se propusieron conversaciones y se rechazaron, ¿cuánto tardará en imponerse el desaliento? ¡No, escúchame hasta el final! Todas nosotras clamamos justicia con justificada cólera, y sin embargo aquí estamos, contemplando las murallas de Tar Valon mientras que Elaida ocupa la Torre. Llevamos aquí casi dos semanas y por lo que cualquiera puede ver podríamos seguir igual dos años o veinte. Cuanto más tiempo continuemos igual, sin que ocurra nada, más hermanas empezarán a intentar justificar los delitos de Elaida, más empezarán a pensar que tenemos que unir la Torre cueste lo que cueste. ¿Queréis esperar hasta que las hermanas empiecen a volver a hurtadillas, una a una, con Elaida? Lo que es a mí, no me apetece quedarme plantada a la orilla del río desafiando a esa mujer con el Ajah Azul y vosotras por toda compañía. Al menos, las negociaciones harán ver a todas que se está haciendo algo.

—Nadie va a volver con Elaida —protestó Anaiya mientras rebullía en la silla, aunque un ceño preocupado había aparecido en su rostro y habló como si fuera a ocuparse de que ocurriera así. La Torre atraía a todas las Aes Sedai. Seguramente hasta las hermanas Negras añoraban una Torre que volviera a estar indivisa. Y allí se alzaba, a unos cuantos kilómetros de distancia, pero aparentemente fuera del alcance.

—Con las conversaciones podríamos ganar tiempo, madre —dijo a regañadientes Morvrin, y nadie habría dado a su voz un timbre más reacio. Su ceño era pensativo y en absoluto complacido—. Unas cuantas semanas más, y entre tanto lord Gareth podría encontrar los barcos que necesitamos para bloquear los puertos. Eso lo cambiaría todo, a nuestro favor. Sin medios para conseguir que entren víveres ni salgan bocas, la ciudad estará pasando hambre dentro de un mes.

Egwene mantuvo sereno el gesto merced a un gran esfuerzo. No había posibilidades de conseguir barcos para bloquear los puertos, aunque ninguna de ellas lo sabía. Pero a ella Gareth se lo había dejado bien claro mucho antes de salir de Murandy. Al principio, él había confiado en comprar embarcaciones mientras marchaban hacia el norte a lo largo del Erinin y utilizarlas para transportar suministros mientras llegaban a Tar Valon y después hundirlas en las bocanas de los puertos. Utilizar accesos para llegar a Tar Valon les había pasado factura en más de un sentido. La noticia del asedio había partido de la ciudad con los primeros barcos que zarparon después de la llegada del ejército, y ahora, hasta donde Egwene había enviado jinetes hacia el norte y hacia el sur, los capitanes de barco solucionaban cualquier cosa que tuviesen que hacer en tierra trasladándose en botes desde fondeaderos del río bastante apartados de la orilla. Ningún capitán estaba dispuesto a que le arrebataran su barco. Gareth le presentó el informe a ella únicamente, y sus oficiales lo hicieron sólo a él, pero aun así cualquier hermana podría haberse enterado si había hablado con algunos soldados.

Por suerte, ni siquiera las hermanas que buscaban Guardianes hablaban alguna vez con soldados. Por lo general se los tenía por una pandilla de ladrones e incultos que sólo se bañaban por casualidad si tenían que vadear una corriente. No eran la clase de hombres con los que cualquier hermana pasaría un rato a menos que no tuviera más remedio. Ello hacía más fácil guardar los secretos, y algunos de éstos eran esenciales. Incluidos, a veces, secretos guardados para quienes aparentemente estaban de parte de una. Egwene recordaba que antes no pensaba así, pero ésa era una parte de lo que la hija de un posadero se había visto obligaba a dejar atrás. Éste era otro mundo, con reglas distintas de las de Campo de Emond. Un paso en falso allí significaba ser llamada a presencia del Círculo de Mujeres. Aquí, significaba la muerte o algo peor, y no sólo para ella.

—Las Asentadas que quedan en la Torre deberían estar dispuestas a hablar —intervino Carlinya con un suspiro—. Tienen que saber que cuanto más se prolongue el asedio, más posibilidades tendrá lord Gareth de encontrar los barcos. Empero, no sé cuánto tiempo mantendrán las conversaciones cuando se den cuenta de que nuestra intención no es rendirnos.

—Elaida insistirá en ese punto —murmuró Myrelle, si bien no parecía argumentar, sino estar hablando consigo misma, y Sheriam se estremeció y se arrebujó en la capa como si hubiese dejado que el frío la afectara.

Sólo Beonin parecía satisfecha, sentada con aire expectante en la silla y el cabello dorado como miel enmarcando una ancha sonrisa bajo la capucha. Sin embargo, no hizo hincapié en su postura. Era buena negociadora, a decir de todas, y sabía cuándo tenía que esperar.

—Dije que podías empezar —manifestó Egwene. No es que lo hubiese dicho con otra intención que ganar tiempo, pero si se quería vivir de acuerdo con los Tres Juramentos, entonces había que atenerse a lo que se decía. Egwene no veía el momento de sostener la Vara Juratoria. Entonces sería mucho más fácil—. Sólo asegúrate de tener mucho cuidado con lo que dices. A menos que piensen que nos han crecido alas para ir volando hasta allí, deben de suponer que hemos descubierto el Viaje, pero no podrán estar seguras hasta que alguien se lo confirme. Nos conviene que sigan con esa incertidumbre. Éste ha de ser un secreto que has de guardar tan celosamente como el de nuestros topos en la Torre.

Myrelle y Anaiya reaccionaron con un sobresalto al oír aquello y Carlinya miró en derredor con aire atemorizado, aunque ninguno de los Guardianes ni los soldados se encontraban lo bastante cerca para escuchar a menos que alguna gritara. Morvrin simplemente mostró una expresión aún más avinagrada. Incluso a Nisao se le puso mala cara, si bien no había tenido nada que ver con la decisión de enviar hermanas a la Torre en secreto, supuestamente en respuesta a la llamada de Elaida. A la Antecámara le encantaría enterarse de que había diez hermanas en la Torre intentando socavar la posición de Elaida de la forma que pudieran, aun cuando aparentemente el esfuerzo no había dado fruto hasta el momento, pero ni que decir

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