empapado en sudor o esforzándose para que los dientes no le castañetearan. Una Aes Sedai que prestara atención a la temperatura es que estaba ganando tiempo para pensar, por lo general el modo de ocultar lo que pensaba. Tras lanzar una mirada algo ceñuda a Marline, llegó por fin a una decisión y el leve frunce del entrecejo desapareció.
—La negociación siempre es mejor que luchar —manifestó fríamente con su acento tarabonés—, y en una negociación la confianza siempre es cuestión de medidas de precaución, ¿verdad? Tenemos que considerar con cuidado qué precauciones hemos de tomar. También está el tema de quién se pondría en contacto con ellos. Es posible que las Sabias ya no sean sacrosantas, puesto que tomaron parte en la batalla de los pozos de Dumai. Una hermana, o un grupo de hermanas, podría ser mejor, pero aun así habría que planearlo con cuidado. Yo estoy dispuesta a…
—Nada de rescate —la interrumpió Perrin, y cuando todo el mundo lo miró, casi con consternación, y con semblante indescifrable Annoura, repitió con más dureza—. Nada de rescate. —No pagaría a esos Shaido por haber hecho sufrir a Faile. Estaría asustada, y tendrían que pagar por eso, no sacar beneficio de ello. Además, Gallenne tenía razón. Nada de lo que había visto en Altara o Amadicia o antes incluso, en Cairhien, apuntaba siquiera que pudiera confiarse en que los Shaido cumplieran cualquier trato. Sería tanto como fiarse de unas ratas en graneros o de las larvas de orugas en los cultivos—. Elyas, quiero ver su campamento. —Siendo niño había conocido a un hombre ciego, Nar Torfinn, con su rostro arrugado y su ralo cabello blanco, que era capaz de desmontar cualquier rompecabezas de herrero al tacto. Durante años Perrin había intentado repetir semejante hazaña, sin éxito. Él tenía que ver cómo encajaban las piezas antes de encontrarle sentido—. Aram, ve a buscar a Grady y dile que se reúna conmigo lo antes posible, en la zona de Viaje. —Así era como llamaban al lugar donde llegaban al final de cada salto y partían para el siguiente. Era más fácil para los Asha’man crear un acceso en un sitio que el tejido del anterior había tocado ya.
Aram asintió con un enérgico cabeceo, hizo volver grupas a su caballo gris y partió veloz hacia el campamento, pero Perrin vio reflejarse argumentos, preguntas y cuestiones en los rostros que lo rodeaban. Marline seguía observándolo, como si de pronto no estuviera muy segura de qué era, y Gallenne contemplaba ceñudo las riendas que sostenía en las manos, sin duda viendo que las cosas saldrían mal hiciera lo que hiciera, pero en el rostro de Berelain había una expresión perturbada y en sus ojos se reflejaban objeciones; por su parte, Annoura había apretado la boca de modo que sus labios formaban una fina línea. A las Aes Sedai no les gustaba que las interrumpieran y, por tímida que fuera tratándose de una hermana, parecía dispuesta a dar rienda suelta a su desagrado. Arganda, que tenía congestionada la cara, abrió la boca con la clara intención de gritar; lo había hecho a menudo desde que habían raptado a su reina. No tenía sentido quedarse para oírlo.
Perrin clavó tacones e hizo que Brioso se lanzara a través de la línea de la Guardia Alada en dirección a la zona de los árboles rotos. No a galope, pero tampoco con parsimonia, a un trote rápido entre los altísimos troncos, las manos asiendo prietamente las riendas y los ojos escudriñando la penumbra moteada, buscando a Grady. Elyas lo siguió en su castrado sin pronunciar palabra. Hasta el momento creía con firmeza Perrin que ya no había hueco en su ser para un gramo más de temor, pero el silencio de Elyas incrementó el peso. El otro hombre nunca había visto un obstáculo sin ver también un modo de eludirlo, y su silencio hablaba de montañas infranqueables. Tenía que haber un modo, sin embargo. Cuando llegaron al saliente rocoso que parecía pulido, Perrin llevó a Brioso de un lado a otro bajo los oblicuos haces de luz, alrededor de los árboles caídos y entre los que se mantenían en pie, incapaz de quedarse quieto. Tenía que moverse. Tenía que haber una forma. Su mente era como un felino enjaulado.
Elyas desmontó y se puso en cuclillas, fruncido el ceño, junto a la roca cortada, sin hacer caso a los tirones que su castrado daba de las riendas y sus intentos de recular. Al lado de la piedra, el grueso tronco de un pino que había alcanzado cuarenta y cinco metros largos de altura estaba apuntalado en un extremo por los astillados restos de su tocón, lo bastante alto para que Elyas hubiera podido caminar por debajo sin agacharse. Los brillantes rayos del sol que atravesaban el dosel del bosque en otras partes parecían acentuar las sombras hasta casi la negrura alrededor de la afloración marcada con huellas, pero eso no era impedimento para él como no lo era para Perrin. Encogió la nariz al captar el olor a azufre quemado que todavía quedaba en el aire.
—Me pareció percibir este hedor cuando veníamos hacia aquí. Espero que se lo hayas mencionado, si no tenías otras cosas en la cabeza. Una manada grande. Mayor que cualquier otra que haya visto o de la que haya oído hablar.
—Es lo que dijo Masuri —respondió distraídamente Perrin. ¿Por qué tardaba Grady? ¿Cuántos habitantes tenía Ebou Dar? Ése era el tamaño del campamento de los Shaido—. Contó que se había topado con el rastro de siete manadas, y que ésta no la había visto antes.
—Siete —exclamó sorprendido Elyas—. Hasta una Aes Sedai tiene que haberse movido mucho para conseguir eso. Casi todo lo que se cuenta de los Sabuesos del Oscuro es resultado de los miedos de la gente a la oscuridad. —Observó con el entrecejo fruncido las huellas que cruzaban la roca suavizada, sacudió la cabeza y en su voz sonó un timbre entristecido cuando habló—. Hubo un tiempo en que eran lobos. Las almas de lobos, en cualquier caso, atrapadas y pervertidas por la Sombra. Ésa fue la materia utilizada para crear los Sabuesos del Oscuro, los Hermanos de la Sombra. Creo que ésa es la razón por la que los lobos tendrán que estar en la Última Batalla. O quizá se crearon los Sabuesos del Oscuro porque los lobos estarán allí, para luchar contra ellos. A veces el Entramado hila tan fino que, en comparación, un encaje de Sovarra parece un trozo de cuerda. Sea como sea, ocurrió hace mucho tiempo, durante la Guerra de los Trollocs por lo que he llegado a entender, y la Guerra de la Sombra antes de eso. Los lobos tienen recuerdos que se remontan a un pasado remoto. Lo que sabe un lobo nunca se olvida realmente mientras haya lobos vivos. Pero evitan hablar de los Sabuesos del Oscuro y también los evitan a ellos. Podrían perecer cien lobos tratando de matar a un Hermano de la Sombra. Lo que es peor, si fracasan en el empeño, el Sabueso del Oscuro puede devorar las almas de los que aún no están muertos del todo, y en un año más o menos habría una nueva jauría de Hermanos de la Sombra que ni siquiera recordaría que hubo un tiempo en que fueron lobos. En fin, ojalá sea así y no lo recuerden.
Perrin se paró aunque rabiaba por seguir moviéndose. Hermanos de la Sombra. El nombre que los lobos daban a los Sabuesos del Oscuro cobró un sentido más siniestro.
—¿Pueden devorar el alma de un hombre, Elyas? De un hombre capaz de hablar con los lobos, digamos.
Elyas se encogió de hombros. Por lo que cualquiera de los dos sabía, sólo un puñado de personas podía hacer lo que hacían ellos. La respuesta a esa pregunta quizá sólo se tenía en el momento de la muerte. Lo realmente importante ahora era que si antaño habían sido lobos entonces debían de ser lo bastante inteligentes para informar sobre lo que habían descubierto. Masuri había insinuado eso mismo. Era absurdo esperar lo contrario. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que informaran? ¿De cuánto tiempo disponía para liberar a Faile?
El crujido de nieve aplastada por unos cascos anunció la llegada de jinetes, y Perrin se apresuró a contar a Elyas que los Sabuesos del Oscuro habían circunvalado el campamento, que llevarían noticias sobre él a quienquiera que tuvieran que informar.
—Yo no me preocuparía demasiado, chico —contestó el hombre mayor, que observaba atento la aparición de los caballos que se acercaban. Se apartó de la piedra y empezó a estirarse para desentumecer los músculos agarrotados por estar tanto tiempo en una silla de montar. Elyas tenía mucho cuidado para que no lo sorprendieran examinando lo que para los ojos de otros estaría envuelto en sombras—. Da la impresión de que andaban a la caza de algo más importante que tú. Seguirán en ello hasta que lo encuentren aunque tarden un año. No te preocupes. Rescataremos a tu mujer antes de que esos Sabuesos del Oscuro informen que te encontrabas aquí. —En su voz había resolución, y también en su efluvio, pero no mucha esperanza. De hecho, casi nada.
Luchando contra la desesperación, negándose a que se apoderase de él otra vez, Perrin volvió a hacer que Brioso se moviera de aquí para allí en el momento en que Berelain y su escolta aparecieron entre los árboles, con Marline montada a horcajadas detrás de Annoura. Tan pronto como la Aes Sedai frenó, la Sabia de ojos color azul crepuscular se deslizó al suelo, y se sacudió la voluminosa falda para cubrir las medias oscuras. Otra mujer quizá se habría sentido nerviosa por estar enseñando las piernas, pero no Marline. Ella se limitaba a colocar sus ropas. Annoura era la que parecía incómoda; su gesto agrio y contrariado daba a su nariz la apariencia de un pico. Guardó silencio, pero daba la impresión de estar dispuesta a morder. Sin duda debía de haber estado convencida de que se aceptaría su propuesta de negociar con los Shaido, sobre todo con el apoyo de Berelain y con la aparente postura neutral de Marline en el peor de los casos. Las Grises eran mediadoras y negociadoras, árbitros y promotoras de tratos. Ése podría haber sido su móvil. ¿Qué otra cosa, si no? Un problema que debía dejar a un lado y al tiempo tenerlo presente. Debía tener presente cualquier cosa que pudiese interferir en la liberación de Faile, pero el problema que era imperioso resolver se encontraba a sesenta kilómetros al nordeste.
Mientras la Guardia Alada formaba su círculo protector entre los inmensos árboles que había alrededor de la zona de Viaje, Berelain condujo su montura junto a Brioso y lo acompañó en su ir y venir tratando de entablar conversación con Perrin, de convencerlo para que se comiera el resto de la becada. Olía a insegura, dudosa de la decisión tomada por él. Quizás esperaba convencerlo de intentar lo del rescate. Perrin no frenó a Brioso y se negó a prestar atención a la mujer. Llevar a cabo ese intento era jugarse todo a una tirada de dados. No podía jugar con Faile como apuesta. Metódico como con el trabajo en una forja, ésa era la forma. Luz, pero qué cansado estaba. Se dobló más ceñidamente en torno a su ira, sumergiéndose en su fuego para obtener energía.
Gallenne y Arganda llegaron poco después que Berelain al frente de una doble columna de lanceros ghealdanos