Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. Encrucijada en el crepúsculo
  3. Capítulo 142
Prev
Next

gorro rojo. El rostro del husmeador semejaba una talla de viejo roble. Con la mirada prendida en la gente que pasaba a su lado, habló con un tono bajo. Bajo y urgente.

—Iba a buscaros. Se trata de Egeanin; está… herida. Apresuraos.

El timbre de voz del hombre lo decía todo y más, y Mat cayó en la cuenta de que los dados resonaban como tambores ahora. Echó el paquete de telas a los mozos con la advertencia de que lo guardaran con tanto empeño como la caja del dinero o les echaría encima a las mujeres, pero no esperó a ver si lo tomaban en serio. Juilin volvió corriendo sobre sus pasos y Mat corrió tras él a lo largo de la ancha calle principal del espectáculo donde la ruidosa y admirada multitud presenciaba el número de los cuatro Hermanos Chavana, los cuales, desnudos de cintura para arriba, se encaramaban uno sobre los hombros de otro; y a las contorsionistas de pantalones transparentes y chalecos relucientes sentadas en sus propias cabezas; y a una funámbula con polainas de lentejuelas azules que trepaba por una alta escala de madera para dar comienzo a su número. Poco antes de llegar a la plataforma de la funámbula, Juilin giró en una de las calles laterales donde varias coladas estaban tendidas en cuerdas sujetas de tienda a tienda y entre carromatos; los artistas esperaban su turno de actuación sentados en banquetas o en las escaleras de los carromatos y los niños corrían jugando con pelotas y aros. Mat sabía ahora dónde se dirigían, pero el husmeador corría demasiado deprisa para superarlo.

Más adelante, vio el carromato verde. Latelle estaba agachada para mirar debajo, y Luca, con una de sus chillonas capas rojas, agitaba las manos para alejar a un par de malabaristas. Las dos mujeres, con pantalones amplios y las caras pintadas de blanco como los bufones de los nobles, echaron un vistazo debajo del carromato antes de obedecer. Al acercarse, Mat vio lo que había llamado la atención de las mujeres. Sentado debajo del carromato en mangas de camisa, Domon acunaba el cuerpo inerte de Egeanin entre sus brazos. La mujer tenía los ojos cerrados y un hilillo de sangre le resbalaba por la comisura de los labios. Tenía torcida la peluca. Por alguna razón, eso resaltaba. Egeanin siempre se preocupaba de que estuviera bien puesta. Los dados retumbaban en su cabeza.

—Esto puede ser una catástrofe —gruñó Luca, dividiendo su mirada ceñuda entre Mat y Juilin. Pero era un ceño furioso, no preocupado—. ¡Podéis haberme llevado al desastre! —Ahuyentó a una cuadrilla de niños que miraban asombrados y le gruñó a una fornida mujer que vestía una falda de relucientes lentejuelas plateadas. Miyora obligaba a realizar trucos a sus leopardos que ni siquiera Latelle habría intentado, pero se limitó a sacudir la cabeza antes de seguir su camino. Nadie tomaba a Luca tan en serio como el propio Luca.

Éste dio un respingo cuando Tuon y Selucia llegaron corriendo y pareció a punto de decirles que se marcharan, pero lo pensó mejor. De hecho, empezó a fruncir el entrecejo pensativamente. Y con preocupación. Por lo visto su mujer no le había contado que Mat y las dos mujeres habían salido del recinto, y era obvio que habían estado en alguna parte. La mujer de ojos azules llevaba el paquete de telas cargado a la espalda, con los brazos echados hacia atrás, aunque se mantenía muy erguida a pesar del fardo. Cualquiera habría pensado que como doncella de una dama estaría acostumbrada a acarrear cosas, pero su semblante reflejaba una irritación frustrada. Latelle la miró de arriba abajo y después dirigió otra mirada desdeñosa a Mat como si él fuera el culpable de que la seanchan estuviera sacando su voluminoso pecho. A la esposa de Luca se le daba muy bien mirar con desdén, pero la expresión severa de Tuon hacía que la de Latelle pareciera casi afable. Un juez observando bajo la capucha; un juez listo para dictar sentencia.

Por un instante, a Mat no le importó lo que la mujer pensara. Esos jodidos dados. Se echó la capa hacia atrás y puso una rodilla en tierra para tocar con los dedos la garganta de Egeanin. El pulso era débil e irregular.

—¿Qué ha pasado? —preguntó—. ¿Has mandado llamar a una de las hermanas?

Mover a Egeanin podría bastar para causarle la muerte, pero aún se podía estar a tiempo para la Curación si las Aes Sedai se daban prisa. Sin embargo, no estaba dispuesto a pronunciar ese nombre habiendo gente que pasaba por allí y se paraba para echar ojeadas curiosas antes de que Luca o Latelle la ahuyentara. Todo el mundo la obedecía a ella con más prontitud que a él. Latelle era la única que realmente le obedecía con presteza.

—¡Renna! —Domon barbotó el nombre. A despecho de la sombra del corto cabello y esa barba illiana que dejaba sin cubrir el labio superior ahora no tenía aspecto ridículo, sino asustado y mortífero; una mezcla peligrosa—. La vi apuñalando a Egeanin por la espalda y salir corriendo. Si hubiera podido pillarla le habría roto el cuello, pero mi mano era lo único que paraba la sangre que le manaba a Egeanin. ¿Dónde están esas malditas Aes Sedai? —bramó. Adiós a llevar cuidado con lo que se decía.

—Aquí mismo, Bayle Domon —anunció fríamente Teslyn, que se acercaba presurosa junto a Thera, que miró aterrada a Tuon y a Selucia y se aferró al brazo de Juilin al tiempo que soltaba un chillido, la mirada gacha. Por el modo en que se puso a temblar, podría acabar en el suelo en cualquier momento.

La Aes Sedai de mirada dura puso un gesto como si hubiera masticado un puñado de escaramujos al ver lo que tenía delante, pero se agachó rápidamente debajo del carromato, al lado de Domon, y asió la cabeza de Egeanin con sus huesudas manos.

—A Joline se le da esto mejor que a mí —murmuró entre dientes—, pero quizá pueda…

La cabeza de zorro plateada se puso helada contra el pecho de Mat, y Egeanin abrió los ojos de par en par y se sacudió de forma tan violenta que la peluca se le cayó y faltó poco para que a Domon se le escapara de los brazos. Las convulsiones duraron sólo lo suficiente para que se incorporara medio sentada, crispadas las manos; después se desplomó contra el pecho de Domon, jadeando, y el medallón volvió a ser una simple pieza de plata labrada. Mat casi se había acostumbrado a esa sensación. Detestaba acostumbrarse a eso.

Teslyn también se quedó laxa y casi se desplomó de no ser porque Domon alargó una mano para sujetarla.

—Gracias —dijo ella al cabo de un momento, dando la impresión de que le arrancaban las palabras—, pero no necesito ayuda. —Se valió del costado del carromato para apoyarse y levantarse, mientras la fría mirada Aes Sedai retaba a que cualquiera osara hacer un comentario—. La hoja se desvió al chocar con una costilla y por eso no alcanzó el corazón. Ahora sólo necesita descansar y alimentarse.

No se había parado siquiera para coger una capa, cayó Mat en la cuenta. A un extremo de la estrecha calle, un grupo de mujeres con capas de lentejuelas observaban paradas delante de una tienda de rayas verdes, las miradas atentas. Al otro extremo, media docena de hombres y mujeres con chaquetas de rayas blancas y polainas ajustadas, acróbatas que actuaban sobre caballos, dirigían miradas a Teslyn y hablaban en susurros juntando las cabezas. Demasiado tarde para preocuparse de que alguien supiera reconocer un rostro Aes Sedai. Demasiado tarde para preocuparse de que uno de ellos reconociera la Curación al verla llevar a cabo. Los dados repicaban en la cabeza de Mat. No se habían parado; el juego aún no había terminado.

—¿Quién la está buscando, Juilin? —preguntó—. ¡Juilin!

El husmeador lanzó otra mirada fulminante a Tuon y a Selucia y le susurró algo a Thera sin dejar de dar palmaditas a la temblorosa mujer.

—Vanin y los Brazos Rojos, y Lopin y Nerim. Olver también. Salió disparado antes de que pudiera cogerlo. Pero en medio de esto… —Dejó de tranquilizar a Thera un momento para hacer un gesto hacia la calle principal. El rumoroso parloteo de voces era audible incluso allí—. Sólo tiene que pillar una de esas capas y podrá escabullirse entre las primeras personas que se marchen. Si intentamos parar a todas las mujeres que lleven echada la capucha o incluso si intentamos mirar dentro, tendremos un tumulto en las manos. Esas personas son susceptibles.

—Una catástrofe —gimió Luca a la par que se arrebujaba en su capa. Latelle lo rodeó con el brazo. Debía de ser como si a uno lo consolara un leopardo, pero, de todos modos, Luca no pareció muy reconfortado.

—¡Luz! ¿Por qué? —gruñó Mat—. ¡Renna, siempre dispuesta a lamerme la maldita muñeca! ¡Pensé que si alguien podría desmoronarse sería…! —Ni siquiera miró a Thera, pero Juilin le dirigió una mirada sombría.

Domon se había puesto de pie, con Egeanin en sus brazos. La mujer se debatió débilmente al principio —la seanchan no era la clase de mujer que se dejara llevar en brazos como una muñeca—, pero al fin pareció darse cuenta de que si se ponía de pie se iría de bruces al suelo. Se recostó en el pecho del illiano con una expresión resentida. Domon se iba a enterar; incluso cuando una mujer necesitaba ayuda, si ella no la quería, te hacía pagar por prestársela.

—Soy la única que conozco su secreto —dijo, arrastrando las palabras, exánime—. La única que podía descubrirla, al menos. Debió de pensar que no corría peligro de volver a casa estando yo muerta.

—¿Qué secreto? —inquirió Mat.

La mujer vaciló por alguna razón y frunció el entrecejo con los ojos puestos en el pecho de Domon. Por último suspiró.

—Renna estuvo atada a la cadena en una ocasión. Y también Bethamin y Seta. Pueden encauzar. O quizás aprender a hacerlo, no lo sé. Pero el a’dam funcionó en esas tres. Tal vez funcione con todas las sul’dam.

Mat silbó entre dientes. Vaya, eso sí que sería una patada en la cabeza para los seanchan. Luca y su esposa intercambiaron una mirada desconcertada. Teslyn estaba boquiabierta, la serenidad Aes Sedai barrida de un plumazo por la conmoción. Selucia, sin embargo, emitió un sonido furioso, los azules ojos relampagueantes, y tiró el paquete de telas antes de dar un paso hacia Domon. Un rápido movimiento de dedos de Tuon la frenó en seco, aunque su cuerpo temblaba. La cara de Tuon era una oscura máscara inescrutable; pero no le gustaba lo que había oído. Lógico, si se pensaba que había dicho que entrenaba damane. ¡Oh, así lo partiera un rayo! Por si lo demás fuera poco, ¿la mujer con la que iba a casarse también podía encauzar?

El sonido de cascos de caballos anunció la llegada de Harnan y los otros Brazos Rojos avanzando a trote vivo por los estrechos pasos que había entre tiendas y carromatos. Llevaban las espadas envainadas debajo de las capas, y Metwyn una daga casi tan larga como una espada corta; Gorderan portaba su pesada ballesta colgada de la silla, ya tensada y dispuesta. La manivela metida en su cinturón tardaba un minuto en tensar el grueso cable, pero de ese modo sólo tenía que encajar la saeta. Harnan llevaba un arco de caballería de doble curva, con una aljaba repleta de flechas en la cadera. Fergin conducía a Puntos por las riendas.

Harnan, con

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Conan el invicto
Conan el invicto
August 3, 2020
Conan el defensor
Conan el defensor
August 3, 2020
El ojo del mundo
El ojo del mundo
August 3, 2020
Conan el invencible
Conan el invencible
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.