Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. Encrucijada en el crepúsculo
  3. Capítulo 138
Prev
Next

se movió un poco para tener mejor luz. No, claro que no. Se refería a las guijas. Si llegara a sospechar su verdadero juego, lo pondría de patitas en la calle. Cualquier mujer lo haría. Tenía que referirse a las guijas.

Ésa fue la noche que hicieron tablas, cada uno de ellos controlando la mitad del tablero en grupos irregulares y separados. A decir verdad, esa noche la joven se alzó con una victoria.

—He mantenido mi palabra, Juguete —dijo con ese modo de hablar que arrastraba las palabras mientras él guardaba las guijas en las bolsas—. Ningún intento de escapar ni de incumplir lo prometido. Esto es restrictivo. —Gesticuló señalando el interior del carromato—. Quiero dar paseos. Lo haré después de que anochezca. Puedes acompañarme. —Sus ojos pasaron fugazmente sobre el ramillete y después se alzaron hacia el rostro de Mat—. Para que estés seguro de que no escaparé.

Setalle marcó la página del libro poniendo un esbelto dedo y lo miró. Selucia, de pie detrás de Tuon, lo miró. Por absurdo que pudiera parecer, la joven había cumplido su palabra. Por pasear de noche, cuando la mayoría de la gente del espectáculo estaría durmiendo ya, no iba a pasar nada, sobre todo estando él para asegurarse de que fuera así. De modo que ¿por qué tenía la sensación de estar perdiendo el control de la situación?

Tuon accedió a ir con capa y la capucha echada, lo que fue un alivio. El negro cabello estaba creciendo en su cráneo afeitado, pero hasta ese momento era poco más que una corta capa de vello, y, a diferencia de Selucia, quien seguramente dormía sin quitarse el pañuelo de la cabeza, Tuon no había mostrado inclinación alguna a tapar la suya. Una mujer del tamaño de una niña, con el cabello más corto que cualquier hombre que no estuviera quedándose calvo, habría llamado la atención incluso de noche. Setalle y Selucia los seguían siempre a corta distancia en la oscuridad, la doncella para no perder de vista a su señora, con aire protector, y Setalle para no perder de vista a la doncella. Al menos eso era lo que pensaba Mat que hacía. A veces daba la impresión de que las dos lo vigilaban a él. Ambas sostenían un trato muy amistoso considerando que eran guardiana y prisionera. Mat había oído a Setalle advertir a Selucia que era un granuja con las mujeres; ¡pues vaya forma de hablar de él! Y Selucia había respondido tranquilamente que su señora le rompería los brazos si le faltaba al respeto lo más mínimo; como si no estuvieran prisioneras.

Pensó aprovechar esos paseos para saber algo más sobre Tuon —no hablaba mucho mientras jugaban a las guijas—, pero a la joven se le daba muy bien hacer caso omiso de sus preguntas o cambiar de tema, desviándolo hacia él por lo general.

—Dos Ríos es una región de bosques y granjas —dijo mientras paseaban por la calle principal del recinto. Las nubes ocultaban la luna y los carromatos de colores chillones no eran más que formas oscuras e indistinguibles y las plataformas donde trabajaban los artistas, simples sombras que flanqueaban la calle—. Todo el mundo cultiva tabaco y cría ovejas. Mi padre también tiene vacas y comercia con caballos, pero principalmente son el tabaco y las ovejas de punta a punta de la región.

—Tu padre comercia con caballos —murmuró Tuon—. ¿Y tú qué haces, Juguete?

Mat echó una ojeada a las dos mujeres que caminaban diez pasos detrás. Puede que Setalle no estuviera lo bastante cerca para escuchar si él mantenía un tono bajo, pero decidió ser sincero. Además, un profundo silencio envolvía el recinto del espectáculo. A lo mejor lo oía, y ella sabía lo que había hecho en Ebou Dar.

—Soy jugador —contestó.

—Mi padre decía que era un jugador —musitó Tuon—. Murió por una mala apuesta.

¿Y cómo se suponía que uno podía descubrir qué significaba eso?

—¿Qué hacéis para divertiros, Tuon? —preguntó Mat otra noche, mientras caminaban a lo largo de una hilera de jaulas, todas construidas para ocupar una carretera entera—. Simplemente porque os gusta. Aparte de jugar a las guijas. —A pesar de estar nueve metros por detrás, casi pudo sentir encresparse a Selucia al oírle usar el nombre de la joven, pero a Tuon no parecía importarle. O eso creía él.

—Entreno caballos y damane —contestó mientras escudriñaba una jaula en la que dormía un león. El animal sólo era una sombra grande tendida en la paja detrás de las barras—. ¿De verdad tiene una melena negra? No hay leones con melenas negras en Seanchan.

¿Que entrenaba damane? ¿Por diversión? ¡Luz!

—¿Caballos? ¿Qué clase de caballos? —Podrían ser de batalla, si también entrenaba damane. Por diversión.

—La señora Anan me ha dicho que eres un sinvergüenza, Juguete. —Su voz era impasible, no fría. Serena. Su rostro oculto en las sombras de la capucha se volvió hacia él—. ¿A cuántas mujeres has besado? —El león se despertó y soltó una especie de tos, un sonido profundo que habría puesto de punta el pelo a cualquiera. Tuon ni se inmutó.

—Parece que va a volver a llover —dijo Mat con un hilo de voz—. Selucia me desollará si volvéis empapada. —La oyó reír quedamente. ¿Qué había dicho para que le hiciera gracia?

Por supuesto, siempre había que pagar un precio. Quizá las cosas iban como él quería o quizá no, pero cuando uno pensaba que sí, siempre se pagaba un precio.

—Pandilla de cotorras —se quejó a Egeanin.

El sol vespertino, una bola rojiza medio oculta tras las nubes, rozaba el horizonte y proyectaba largas sombras en el recinto. Para variar no llovía y a despecho del frío se encontraban sentados debajo del carromato verde que compartían, encorvados, jugando a las guijas, a la vista de cualquiera que pasara por allí. Pasaron muchos; hombres que se dirigían presurosos a realizar alguna tarea de última hora; niños que aprovechaban hasta el último momento para hacer rodar los aros por los charcos de barro y lanzar pelotas antes de que cayera la noche; mujeres con las faldas recogidas, que echaban ojeadas hacia el carromato mientras pasaban delante, y Mat sabía cuál era su expresión aun cuando llevaran echada la capucha. Rara era la mujer del espectáculo que le dirigía la palabra a Mat Cauthon. Irritado, sacudió las guijas negras que sujetaba en la mano izquierda.

—Tendrán su oro cuando lleguemos a Lugard —añadió—. Eso es lo único que debe importarles, no meter la nariz en mis asuntos.

—No puedes culparlos —respondió Egeanin sin apartar la vista del tablero—. Se supone que somos una pareja de amantes que huimos, pero pasas más tiempo con… ella que conmigo. —Todavía le costaba trabajo no llamar Augusta Señora a Tuon—. Te comportas como un hombre cortejando. —Alargó la mano para colocar la guija y entonces se quedó parada, sin soltarla—. No creerás que ella va a completar la ceremonia, ¿verdad? No puedes ser tan redomadamente necio.

—¿Qué ceremonia? ¿De qué habláis?

—La llamaste tu esposa tres veces esa noche en Ebou Dar —contestó lentamente—. ¿De verdad no lo sabes? Una mujer dice tres veces que un hombre es su esposo y él dice tres veces que ella es su esposa, y están casados. Por lo general hay también bendiciones, pero es decir eso delante de testigos lo que hace que sea un matrimonio. ¿De verdad no lo sabías?

Mat se echó a reír y se encogió de hombros, de forma que sintió el cuchillo que llevaba colgado detrás del cuello. Un buen cuchillo le daba a un hombre una sensación de comodidad. Pero su risa sonó ronca.

—Pero ella no dijo nada. —¡Para entonces le había metido una condenada mordaza en la boca!—. De modo que, dijera yo lo que dijera, no significa nada. —Pero sabía lo que Egeanin iba a contestar. Lo sabía, tan seguro como que el agua mojaba. Le habían anunciado con quién iba a casarse.

—Con la Sangre eso da igual. A veces un noble de una punta del imperio se casa con una noble que vive en la otra. Un matrimonio convenido. En la familia imperial siempre son así. Si no quieren esperar hasta que puedan estar juntos, cada cual reconoce el matrimonio con esa fórmula allí donde esté. Siempre y cuando lo hagan delante de testigos, antes de que se cumpla un año y un día el matrimonio es legal. ¿De verdad no lo sabías?

¡Y tanto! Pero aun así las guijas se le cayeron de la mano y se desparramaron por el tablero, rebotando por todas partes. La maldita chica lo sabía. A lo mejor pensaba que todo aquello era una aventura o un juego. ¡A lo mejor pensaba que ser raptada era tan jodidamente divertido como entrenar caballos o damane! Lo cierto es que era una trucha esperando a que ella tirara del anzuelo.

No se acercó al carromato púrpura en dos días. No tenía sentido huir —llevaba el maldito anzuelo en la boca y se lo había puesto él mismo—, pero no tenía por qué tragarse el puñetero gancho. Aunque, mal que le pesara, sólo era cuestión de cuándo iba a tirar ella del sedal.

A despecho de la lentitud con la que avanzaba el espectáculo, finalmente llegaron al transbordador que cruzaba el Eldar y que pasaba desde Alkindar, en la ribera occidental, a Coramen, en la oriental, unas villas limpias y amuralladas de edificios de piedra con cubiertas de tejas, y media docena de muelles de piedra a cada lado. El sol estaba alto y apenas se veían nubes en el cielo, y las pocas que había eran blancas como lana recién lavada. Quizá no llovería ese día. Era un cruce importante, con barcos comerciales procedentes de río arriba amarrados a algunos muelles y grandes transbordadores con aspecto de gabarras yendo de una ciudad a otra impulsados por remos largos y pesados. Por lo visto los seanchan pensaban igual. Tenían campamentos militares instalados a las afueras de ambas ciudades, y a juzgar por los muros de piedra que empezaban a levantarse alrededor de los campamentos y las estructuras de piedra que se construían en el interior, no tenían intención de marcharse pronto.

Mat cruzó con los primeros carromatos, montado en Puntos. El castrado castaño tenía un aspecto bastante corriente para el ojo de alguien no entendido; no parecería extraño que lo montara un tipo con una tosca chaqueta de paño y un gorro de lana calado por encima de las orejas para protegerse del frío. En realidad no se planteaba salir a galope tendido hacia el terreno accidentado de colinas boscosas que había pasada Coramen. Lo pensaba, pero no se lo planteaba en serio. La chica iba a tirar del anzuelo, tanto si huía como si no. Así que se quedó montado en Puntos al final de uno de los muelles del transbordador, observando cómo cruzaba el espectáculo y después avanzaba traqueteando a través de la villa. En los embarcaderos había seanchan, un pelotón de hombres fornidos con armaduras segmentadas en azul y dorado oscuro, al mando de un joven oficial que lucía una fina pluma azul en el yelmo de aspecto raro. Parecían encontrarse allí para mantener el orden, pero el oficial comprobó la cédula de exención de caballos de Luca y éste preguntó si el noble señor sabía de algún lugar fuera de la ciudad conveniente para instalar su espectáculo. Mat se habría echado a llorar. Se veían soldados llevando la armadura de rayas en la calle que había a su espalda, entrando y saliendo de tiendas y tabernas. Un raken descendió planeando con

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Conan el destructor
Conan el destructor
August 3, 2020
El corazón del invierno
El corazón del invierno
August 3, 2020
Conan el defensor
Conan el defensor
August 3, 2020
El ojo del mundo
El ojo del mundo
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.