Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El señor del caos
  3. Capítulo 184
Prev
Next

tenía la cara llena de granos y bultos, tan deprisa que la coleta se levantaba a su espalda. Mat distinguía a las Aes Sedai por sus rostros —o a casi todas— pero era imposible saber cuál de ellas había intentado… lo que quiera que fuera.

Se encaminó calle abajo hasta la siguiente hoguera, más que nada para alejarse de aquella canción antes de que continuara en su mente con «el gran rey» y «el lord y la lady» y «el amor de tu vida». En aquel antiguo recuerdo se acordaba de escribir la canción a causa del amor de su vida. La confianza es el sabor de la muerte. En la esquina próxima, un violinista y una mujer con una flauta interpretaban lo que parecía Ahuecar las plumas, una buena canción folclórica.

¿Hasta qué punto podía confiar en Egwene? Ahora era Aes Sedai; tenía que serlo, si era la Amyrlin, aunque fuera una Amyrlin de tres al cuarto en un pueblo de tres al cuarto. En fin, en cualquier caso, era Egwene; no podía creer que ella lo atacara desde las sombras de ese modo. Claro que Nynaeve sí era capaz de ello, aunque no para hacerle verdadero daño. Todavía le dolía la cadera, no obstante; aparte del moretón tenía un tirón muscular. Y la Luz sabía que una mujer como Elayne podría hacerlo. Llegó a la conclusión de que todavía trataban de acosarlo para que se marchara, de modo que probablemente debería esperar más tentativas. Lo mejor era no hacerles caso; casi deseó que volvieran a intentarlo. No podían tocarlo con el Poder y cuantas más veces fracasaran en sus intentos más se convencerían de que no iban a mangonearlo.

Myrelle se acercó y se quedó a su lado observando a los bailarines. Mat la recordaba vagamente. No creía que supiese nada peligroso sobre él. Esperaba que no. No era tan hermosa como Halima, desde luego, pero sí muy guapa. Con el juego de luces y sombras de la hoguera sobre su rostro casi podía olvidar que era Aes Sedai.

—Una noche calurosa —dijo ella, sonriente, y continuó hablando en un tono tan intrascendente mientras él disfrutaba contemplándola, que Mat tardó un poco en darse cuenta de hacia dónde apuntaban sus palabras.

—Creo que no —repuso amablemente en cuanto tuvo oportunidad de hablar. A esto llevaba olvidarse de ciertas cosas; las Aes Sedai no dejaban de ser Aes Sedai.

Ella se limitó a sonreír.

—Tendrías muchas ventajas y yo no trataría de tenerte prendido a mis faldas. Muchas ventajas. Has elegido una vida peligrosa o ella te ha elegido a ti. Un Guardián tiene más posibilidades de sobrevivir.

—Lo lamento, pero no. Gracias por la oferta, de todos modos.

—Piénsalo, Mat. A no ser que… ¿Te ha vinculado la Amyrlin?

—No. —Egwene no haría eso. ¿O sí? No podría mientras llevase puesto el medallón, pero ¿y si no lo hubiese llevado?—. Ahora, si me disculpáis.

Se despidió con una leve inclinación de cabeza y se encaminó con premura hacia una bonita joven de ojos azules que llevaba el ritmo de la música con el pie. Tenía una boca llena, de aspecto dulce, como hecha para los besos, y a buen seguro que él quería divertirse.

—Vi tus ojos y no pude menos de acercarme. ¿Quieres bailar?

Demasiado tarde reparó en el anillo de la Gran Serpiente que lucía en la mano derecha; y entonces la boca de aspecto dulce se abrió y una voz que reconoció le dijo secamente:

—Te pregunté una vez si seguirías dentro de la casa cuando ésta estuviera siendo pasto de un incendio, muchacho, pero por lo visto has cogido por costumbre saltar a las llamas. Anda, márchate y busca a alguien que quiera bailar contigo.

¡Siuan Sanche! ¡Pero si la habían neutralizado y ajusticiado! ¡Lo miraba con expresión iracunda desde el rostro de una mujer joven que había robado, pero seguía siendo la misma y llevaba el anillo de Aes Sedai! ¡Y él le había pedido a Siuan Sanche un baile!

Cuando todavía la contemplaba de hito en hito, una joven y esbelta domani dio unas vueltas ante la hoguera; el verde vestido que llevaba era lo bastante fino para permitir ver su silueta al trasluz. Tras lanzar a Siuan una heladora mirada que le fue devuelta con creces, la domani sacó casi a rastras a Mat para reunirse con los bailarines. Era alta como una Aiel; de hecho, sus oscuros ojos quedaban un poco más arriba que los suyos.

—Soy Leane, por cierto —anunció con una voz que era una dulce caricia—, en caso de que no me hayas reconocido. —Su risa queda era también acariciante.

Mat dio tal respingo que por poco no pierde el primer compás. También llevaba un anillo. Mat bailó automáticamente. A pesar de ser alta, era como una pluma en sus manos, un cisne deslizándose por el agua, pero no era suficiente para hacerle olvidar la pregunta. ¿Cómo? ¿Cómo era posible? Para acabar de rematarlo, cuando el baile terminó ella le dijo con aquella voz acariciante:

—Eres un excelente bailarín.

Y después lo besó tan a fondo como jamás lo habían besado en su vida. Estaba tan estupefacto que ni siquiera intentó retirarse. La mujer suspiró y le dio unos cachetitos en la mejilla.

—Un excelente bailarín —repitió—. Recuérdalo cuando bailes la próxima vez y lo harás aun mejor. —Y se marchó riendo, para volver al baile con un tipo al que sacó entre los espectadores.

Mat decidió que había tenido de sobra para una sola noche. Regresó al establo y se fue a dormir, con la silla de montar como almohada. Sus sueños habrían sido agradables salvo por que todos estaban relacionados con Myrelle, Siuan, Leane y Halima. En lo tocante a los sueños, un hombre simplemente no tenía sentido común para quitarse la bota y vaciar el agua que le había entrado en ella.

El día siguiente tenía que ser mejor, pensó, sobre todo cuando al despertar vio a Vanin en el sobrado, dormido con la cabeza apoyada en su silla de montar. Talmanes lo entendía y se quedaría donde estaba; se habían visto Guardianes observando los preparativos de la Compañía, sin duda dejándose ver a propósito, pero nadie se había acercado al ejército acampado. Recibió una sorpresa menos agradable al encontrar la montura gris de Olver en el patio que había detrás del establo y al chico acurrucado en un rincón, envuelto en sus mantas.

—Necesitas que alguien te guarde la espalda —le dijo sombríamente a Mat—. No hay que fiarse de ella.

Mat no tuvo que preguntar para saber que se refería a Aviendha. Olver no mostró el menor interés en jugar con los niños, así que Mat tuvo que aguantar las miradas y las sonrisas que le dirigieron cuando lo vieron por todo Salidar con el chico pegado a los talones, el cual hacía todo lo posible por imitar el paso ágil de un Guardián y vigilaba en diez direcciones diferentes a la vez por si aparecía Aviendha. Quien por cierto seguía sin dar señales de vida; y menos aun Elayne o Nynaeve. Y «la Amyrlin» todavía estaba ocupada. También estaban «ocupados» Thom y Juilin. Vanin se las ingenió para enterarse de unas cuantas cosas, pero nada que hiciera feliz a Mat. Si Nynaeve había curado realmente a Siuan y a Leane, entonces estaría más insoportable que nunca. Siempre había tenido una gran opinión de sí misma; de modo que, después de haber logrado lo que no podía hacerse, los humos se le habrían subido a la cabeza y estaría más envanecida que un pavo real. Aun así, eso era lo más digerible de todo. Lo de Logain y el Ajah Rojo lo hizo encogerse; aquélla era la clase de cosa que las Aes Sedai no perdonarían. Si Gareth Bryne tenía el mando de su ejército, entonces éste no estaba formado por una chusma de granjeros ni escoria de las calles con unos pocos Guardianes para darle un poco de enjundia. Si a eso se añadían las vituallas que Vanin había visto empaquetar y guardar en barriles para un viaje, todo apuntaba un problema. El peor tipo de problema que podría imaginar, aparte de encontrar a uno de los Renegados frente a él al otro lado de una mesa y una docena de trollocs entrando por la puerta. En resumen, nada de esto los hacía menos estúpidos; sólo unos estúpidos peligrosos. El maldito Thom y su «ayudarlas a que su plan funcione». Si el juglar salía alguna vez de su escondrijo, ya le ajustaría las cuentas.

A última hora de la tarde, Myrelle volvió a hablarle de convertirse en Guardián y hubo cierta tensión alrededor de sus ojos cuando Mat le dijo que la suya era la quinta oferta que había rechazado desde la salida del sol. No estaba seguro de si lo creyó; la mujer se marchó con un aire indignado y enfurruñada como Mat nunca había visto a una Aes Sedai. Sin embargo, era verdad. La primera propuesta le vino cuando todavía intentaba tomar su desayuno, y la hizo la mismísima Delana para quien trabajaba Halima, una mujer fornida de cabello muy claro y lagrimosos ojos azules y que casi llegó a amenazarlo para que aceptara. Esa noche no se acercó al baile y se quedó dormido con el sonido de la música y las risas; pero esta vez era un sonido amargo.

La tarde estaba mediada durante su segundo día completo en Salidar cuando una chica con vestido blanco, bonita y pecosa, que se esforzaba a más no poder para adoptar un aire de fría dignidad, le llevó una citación, porque eso era exactamente.

—Os presentaréis de inmediato ante la Amyrlin.

Punto. Ni una palabra más. Mat le hizo un gesto para que lo precediera; le pareció lo más apropiado, y a ella pareció que le gustaba que lo hiciera.

Estaban todas en aquella sala de la Torre Chica: Egwene, Nynaeve, Elayne y Aviendha. Aunque Mat tuvo que mirarla dos veces para reconocer a la Aiel, con un vestido de fina lana azul y puntillas en el cuello y los puños. Por lo menos Aviendha y Elayne no intentaban estrangularse la una a la otra, pero los rostros de ambas semejaban máscaras pétreas. Lo que las igualaba a Egwene y a Nynaeve. Ni el menor atisbo de expresión en ninguna de las cuatro, y todos los ojos clavados en él. Se las arregló para contener la lengua mientras Egwene enumeraba sus opciones, según las veía ella, sentada detrás de la mesa y con esa estola de rayas rodeándole los hombros.

—Si crees que no tienes por qué elegir ninguna —finalizó—, recuerda que puedo hacer que te aten a tu caballo y mandarte de regreso con tu Compañía de la Mano. No hay sitio en Salidar para vagos ni maulas. No lo permitiré. Para ti, Mat, sólo queda Ebou Dar con Elayne y Nynaeve o largarte de aquí y ver a quién impresionas con tus banderas y estandartes.

Lo que, en verdad, no le dejaba ninguna opción, por supuesto. Cuando lo dijo así, no hubo cambio de expresión en ninguna de ellas. Si acaso, la de Nynaeve se tornó más impertérrita. Y Egwene se limitó a comentar:

—Me alegra que lo hayas comprendido, Mat. Y ahora he de ocuparme de un millar de cosas. Intentaré verte antes de que te marches.

Así, despedido como un mozo de establo; la Amyrlin estaba muy ocupada. Sólo le había faltado lanzarle una moneda de cobre, de propina.

Tal fue la razón de que el tercer amanecer en Salidar encontrara a Mat en el terreno despejado que había entre el

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Conan el defensor
Conan el defensor
August 3, 2020
El Dragón Renacido
El Dragón Renacido
August 3, 2020
Conan el invencible
Conan el invencible
August 3, 2020
Encrucijada en el crepúsculo
Encrucijada en el crepúsculo
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.