cambiarte? Después mira a ver qué más puedes descubrir sobre Talentos perdidos. Nynaeve, lo mismo te digo.
Las dos nuevas Aes Sedai intercambiaron una mirada y después volvieron los ojos hacia Siuan. A continuación se levantaron de las sillas e hicieron unas reverencias impecables.
—Como ordenes, madre —musitaron respetuosamente al mismo tiempo.
No hubo señales de que tal cosa causara alguna impresión en Siuan, quien permaneció observando a Egwene con una expresión irónica mientras las otras dos mujeres se marchaban.
Egwene abrazó el Saidar de nuevo, brevemente, para desplazar su silla a su lugar detrás de la mesa; acto seguido se ajustó el chal y tomó asiento.
—Os necesito —dijo al cabo—. Sabéis lo que es ser Amyrlin, lo que se puede hacer y lo que no. Conocéis a las Asentadas, lo que piensan, lo que quieren. Os necesito y estoy decidida a obtener esa ayuda. Sheriam, Romanda y Lelaine pueden pensar que todavía llevo el blanco de una novicia debajo de esta estola, puede que lo piensen todas, pero vos vais a ayudarme a demostrarles que están equivocadas. No os lo estoy pidiendo, Siuan. Tendré vuestra ayuda. Punto. —Ahora sólo le quedaba esperar.
Siuan la observó unos instantes; después sacudió levemente la cabeza y rió bajito.
—Han cometido un gran error, ¿verdad? Claro que yo fui la primera que cayó en él. El pequeño y gordito bagre para la cena resulta que es un cazón vivo y tan largo como mi pierna. —Extendió los vuelos de la falda e hizo una profunda reverencia al tiempo que inclinaba la cabeza—. Madre, por favor permitidme servir y aconsejar.
—Siempre y cuando comprendáis que sólo es aconsejar, Siuan. Ya tengo a mi alrededor a demasiada gente convencida de que puede atarme cordeles a los brazos y las piernas y tirar de ellos como si fuera una marioneta. No pienso aguantar eso de vos.
—Antes me ataría esos cordeles a mí misma —respondió secamente Siuan—. Nunca me gustasteis realmente, ¿sabéis? Tal vez porque veía mucho de mí misma en vos.
—En ese caso —replicó Egwene en un tono igualmente seco—, podéis llamarme Egwene. Y nos tutearemos. Cuando estemos solas. Y ahora siéntate y dime por qué la Antecámara sigue parada aquí y cómo puedo hacer que se ponga en movimiento.
Siuan empezó a arrimar una de las sillas antes de recordar que podía moverla con el Saidar ahora.
—Siguen aquí sin dar un paso porque en el momento en que lo hagan la Torre Blanca estará definitivamente dividida. En cuanto a cómo empujarlas para que se muevan, mi consejo es…
Tardó un buen rato en exponer sus ideas. Algunas coincidían con las que Egwene había pensado ya y todas parecían buenas.
En su cuarto de la Torre Chica, Romanda sirvió té de menta para las otras tres Asentadas que la acompañaban, de las cuales sólo una era Amarilla. La habitación estaba en la parte trasera del edificio, pero los sonidos de la celebración llegaban hasta allí; Romanda hizo caso omiso de ellos con estudiada indiferencia. Estas tres mujeres habían estado dispuestas a apoyarla para ser ascendida a Sede Amyrlin; votar por la muchacha había tenido por fin evitar que Lelaine fuera nombrada tanto o más que por cualquier otra razón. Lelaine montaría en cólera si lo supiera. Ahora que Sheriam tenía a su niña Amyrlin instalada, estas tres mujeres seguían bien dispuestas a escucharla a ella. Sobre todo después del asunto de ascender Aceptadas al chal por decreto. Eso tenía que ser obra de Sheriam; ella y su pequeña camarilla habían mimado a las cuatro; suya había sido la idea de situar a Theodrin y a Faolain por encima de las otras Aceptadas y también habían sugerido lo mismo para Elayne y Nynaeve en cierto momento. Romanda frunció el entrecejo, preguntándose dónde se habría metido Delana, pero de todos modos empezó sin ella, después de proteger la habitación con un escudo de Saidar que impedía que las escucharan a escondidas. Delana tendría que ponerse al corriente cuando se incorporase a la reunión. Lo importante era que Sheriam iba a descubrir que no había conseguido tanto poder como pensaba al apropiarse del puesto de Guardiana.
En una casa al otro lado de Salidar, Lelaine servía vino frío a cuatro Asentadas, de las que sólo una pertenecía, como ella, al Ajah Azul. El Saidar se tejía alrededor del cuarto para evitar que se oyera su conversación. Los ruidos de la celebración la hicieron sonreír. Las cuatro mujeres que la acompañaban le habían sugerido que intentara acceder al puesto de Amyrlin y a ella no le desagradaba la idea, pero un fracaso habría significado que Romanda fuera ascendida, algo que le habría dolido tanto como estar exiliada. Romanda rechinaría los dientes si alguna vez se enteraba de que todo este grupo había votado a favor de la pequeña con tal de impedir que la estola fuera a parar a sus hombros. Sin embargo, el motivo de la reunión era discutir cómo menguar la influencia de Sheriam ahora que se las había ingeniado para apoderarse de la estola de Guardiana. ¡Como lo de esa farsa de ascender Aceptadas a Aes Sedai por decreto de la chica! Sheriam debía de haberse vuelto loca. A medida que la conversación avanzó, Lelaine empezó a preguntarse dónde se habría metido Delana. Ya tendría que estar allí.
Delana estaba sentada en su cuarto, mirando fijamente a Halima, que se había acomodado al borde de la cama. El nombre de Aran’gar no debía utilizarse nunca; a veces a Delana le daba miedo incluso que Halima se enterara de que lo pensaba siquiera. La salvaguarda contra oídos indiscretos era pequeña y protegía únicamente a las dos mujeres.
—Esto es una locura —logró decir al fin—. ¿Es que no lo entiendes? ¡Si sigo dando mi apoyo a todas las facciones acabarán por pillarme antes o después!
—Todos debemos correr algún riesgo. —La firmeza de la voz de la otra mujer desmentía la sonrisa de aquella boca exuberante—. Y seguirás presionando para que se amanse de nuevo a Logain. O eso o matarlo. —Una leve mueca hizo que, curiosamente, la mujer pareciese más bella de algún modo—. Si alguna vez lo sacan de esa casa, me ocuparé personalmente de él.
Delana no imaginaba cómo podría hacerlo, pero no pondría en duda la capacidad de esta mujer hasta que fracasara.
—Lo que no entiendo es por qué te da tanto miedo un hombre al que seis hermanas tienen aislado con un escudo de sol a sol.
Los verdes ojos de Halima ardían de furia cuando la mujer se incorporó bruscamente.
—¡No le tengo ningún miedo! ¡Y más te vale no sugerirlo siquiera! Quiero a Logain amansado o muerto y no tengo que darte más explicaciones. ¿Hablo con suficiente claridad?
No por primera vez, Delana consideró la opción de matar a la otra mujer, pero, como siempre, tenía la completa seguridad de que sería ella la que acabaría muerta. De algún modo, Halima sabía cuándo abrazaba el Saidar aunque ella no pudiera encauzar. Lo peor de todo era la posibilidad de que, puesto que la necesitaba, Halima no la mataría. Delana no sabía qué haría con ella en cambio, pero la mera vaguedad de la amenaza la hacía estremecerse. Tendría que ser capaz de matar a esa mujer allí, en ese mismo momento.
—Sí, Halima —contestó sumisamente, y se odió por ello.
—Muy amable, gracias —murmuró Siuan mientras sostenía su taza para que Lelaine añadiera un chorrito de brandy en el té. El sol empezaba a meterse por el horizonte, otorgando a la luz una tonalidad rojiza, pero en las calles continuaba la algarabía—. No os imagináis lo agotador que es tratar de enseñar etiqueta a esa chica. Parece pensar que mientras actúe como una «Zahorí» de su tierra todo irá bien. Supone que la Antecámara es algo así como el Círculo de Mujeres, sea lo que sea eso.
Lelaine chasqueó la lengua comprensivamente y tomó un poco de té.
—¿Y decís que se quejaba de Romanda?
—Sí. —Siuan se encogió de hombros—. Algo sobre la insistencia de Romanda en que sigamos paradas aquí en lugar de marchar hacia Tar Valon, por lo que pude entender. Luz, esa chica tiene un temperamento peor que el de una gaviota en la estación de apareamiento. Estuve tentada de cogerla por los hombros y sacudirla, pero, naturalmente, ahora lleva la estola. En fin, una vez que termine mis lecciones, he acabado con ella. ¿Recordáis cuando…?
Sonriendo para sus adentros, Siuan observó cómo Lelaine se tragaba todo junto con el té. Sólo la primera frase era realmente importante. Lo del temperamento había sido un añadido de su cosecha, pero con ello quizás algunas de las Asentadas se andarían con más cuidado al tratar con Egwene. Además, sospechaba que seguramente era verdad. Nunca volvería a ser Amyrlin y estaba bastante segura de que tratar de manipular a la joven sería tan fútil como lo había sido intentarlo con ella misma, e igualmente doloroso. Sin embargo, enseñar a una Amyrlin a ser una Amyrlin… Estaba ansiosa por ponerse a la tarea, más de lo que lo había estado por ninguna otra cosa desde hacía mucho tiempo. Egwene al’Vere sería una Amyrlin que haría temblar a los tronos.
—Pero ¿y mi bloqueo? —preguntó Nynaeve
Romanda la miró ceñuda. Estaban en el cuarto que ocupaba Romanda en la Torre Chica y allí era donde se suponía que tenía que tratarla de acuerdo con el programa fijado por las Amarillas. La música y las risas del exterior parecían irritar a la mujer.
—No estabas tan ansiosa antes. He sabido que le dijiste a Dagdara que también eras Aes Sedai y que podía buscar un lago y meter la cabeza en él.
Nynaeve se puso roja como la grana. Debía controlar su genio, que no interfiriese.
—Quizá me he dado cuenta de que ser Aes Sedai no significa que pueda encauzar con más facilidad que antes.
—Aes Sedai —resopló Romanda con desdén—. Te queda mucho trecho que recorrer para llegar a eso, aunque te… Vale, de acuerdo. Haremos algo que no hemos intentado nunca. Brinca en un solo pie. Y habla al mismo tiempo. —Tomó asiento en un sillón tallado que había cerca de la cama, sin que se suavizara su ceño—. Algún chismorreo, digamos. Habla de cosas sin importancia. Por ejemplo, ¿de qué dijo la Amyrlin que Lelaine quería hablar con ella?
Por un instante Nynaeve la miró indignada. ¿Saltar sobre un pie? ¡Eso era ridículo! Claro que no estaba allí realmente por lo de su bloqueo. Se remangó la falda y empezó a brincar.
—Egwene… la Amyrlin… no dijo mucho. Algo sobre… tener que quedarnos… en Salidar… —Más valía que esto funcionara o Egwene iba a escuchar unas cuantas palabras muy bien escogidas, ni que fuera Amyrlin ni que no.
—Creo que éste funcionará mejor, Sheriam —dijo Elayne al tiempo que tendía un anillo retorcido y con motitas hecho de lo que esa misma mañana era simple piedra. A decir verdad, no difería de los otros que había hecho. Las dos mujeres estaban apartadas de la muchedumbre, a la entrada de un angosto callejón iluminado por el rojizo sol. A sus espaldas sonaban las notas de violines y flautas.
—Gracias, Elayne. —Sheriam guardó el ter’angreal en la bolsita del bolsillo sin mirarlo siquiera. Elayne había pillado a Sheriam en una pausa entre baile y baile; tenía el rostro un poco encendido bajo toda su fría calma de Aes Sedai, pero los ojos color verde claro, que habían hecho temblar las rodillas de Elayne cuando era novicia, estaban clavados en los suyos—. ¿Por qué tengo la sensación de que esto no es la única razón de