Nynaeve y la besó en ambas mejillas. Un lágrima se deslizó por su rostro, después otra y de repente Siuan prorrumpió en sollozos, ciñéndose a sí misma y tiritando; el halo reluciente que la envolvía se apagó. Sheriam se apresuró a abrazarla con gesto reconfortante; también ella parecía a punto de llorar.
Todas las demás miraban de hito en hito a Nynaeve. La conmoción que trascendía a la serenidad de todas las Aes Sedai resultaba muy satisfactoria; y también la contrariedad. Los ojos de Shanelle, de un color azul claro que contrastaba con el moreno y bonito rostro, parecían que iban a salirse de las órbitas. Nisao estaba boquiabierta, hasta que advirtió que Nynaeve la miraba y entonces la cerró de golpe.
—¿Qué te hizo pensar en utilizar Fuego? —preguntó Dagdara con una voz estrangulada y que sonaba demasiado aguda para una mujer tan grande—. ¿Y Tierra? Utilizaste Tierra. La Curación es Energía, Agua y Aire.
Aquello fue como abrir una esclusa por la que salió un torrente de preguntas de todas las gargantas, si bien eran en realidad la misma aunque planteada de manera diferente.
—No sé por qué —contestó Nynaeve cuando por fin pudo hablar—. Me pareció lo adecuado, simplemente. Casi siempre he utilizado todo.
Aquello provocó una andanada de admoniciones. La Curación era Energía, Agua y Aire. Era peligroso experimentar con la Curación; un error no sólo podía matar a la sanadora sino también a su paciente. Nynaeve no respondió nada, pero las advertencias cesaron enseguida dando paso a miradas pesarosas y manos que alisaban los vuelos de las faldas; no había matado a nadie y sí había curado lo que según ellas no podía curarse.
Leane sonreía con una expresión tan esperanzada que casi resultaba dolorosa. Nynaeve se acercó a ella sonriendo a su vez para disimular la ardiente rabia que tenía dentro. El Ajah Amarillo y su cacareado conocimiento de la Curación que ella había estado dispuesta a suplicar de rodillas que lo compartieran. ¡Sabía más de Curación que cualquiera de ellas!
—Observad atentamente, porque no tendréis pronto otra oportunidad de ver cómo se hace.
Notó claramente cómo se unía la rotura mientras encauzaba, aunque todavía no habría sabido decir qué era lo que había unido. La sensación era distinta de la experimentada con Logain —había ocurrido igual con Siuan— pero, como no dejaba de repetirse, los nombres y las mujeres eran diferentes. «¡Luz, tengo suerte de que esto funcione con ellas tan bien como lo hizo con él!» Aquello dio pie a un incómodo planteamiento especulativo. ¿Y si algunas cosas tenían que curarse de manera distinta en hombres y en mujeres? A lo mejor no sabía mucho más que las Amarillas, después de todo.
La reacción de Leane fue diferente de la de Siuan. Nada de lágrimas. Abrazó el Saidar y sonrió beatíficamente; después lo soltó, bien que la sonrisa permaneció, y rodeó a Nynaeve entre sus brazos y la estrechó hasta que las costillas de la antigua Zahorí crujieron.
—Gracias, gracias, gracias —susurró una y otra vez.
Entre las Amarillas se había alzado un murmullo, y Nynaeve se preparó para regodearse con sus felicitaciones. Aceptaría sus disculpas con elegancia. Entonces oyó lo que estaban hablando.
—… utilizar Fuego y Tierra como si estuviese intentando abrir un agujero a través de la piedra. —Ésa era Dagdara.
—Un toque más suave sería mejor —se mostró de acuerdo Shanelle.
—… ver si el Fuego puede ser útil en problemas con el corazón —decía Therva mientras se daba golpecitos en su larga nariz. Baldemaine, una arafelina regordeta con campanillas de plata tejidas en el cabello, asintió pensativamente.
—… si la Tierra se combinase con el Aire así, ¿comprendes?
—… el Fuego tejido con el Agua…
Nynaeve se quedó boquiabierta. Se habían olvidado completamente de ella. ¡Creían que podían hacer lo que acababa de enseñarles mejor que ella! Myrelle le dio unas palmaditas en el brazo.
—Lo hiciste muy bien —musitó—. No te preocupes; se desharán en elogios más tarde. Ahora mismo están todavía un poco sorprendidas.
Nynaeve aspiró sonoramente el aire por la nariz, pero ninguna de la Amarillas pareció advertirlo.
—Espero que esto signifique al menos que no tendré que fregar más ollas.
La cabeza de Sheriam se giró bruscamente hacia ella; tenía una expresión sobresaltada.
—Vaya, pequeña, ¿y qué te hace pensar eso? —Todavía rodeaba con un brazo a Siuan, que se enjugaba los ojos con un pañuelo de encaje, bastante turbada—. Si cualquiera pudiese quebrantar las reglas que quisiera, hacer lo que deseara y escapara del castigo simplemente por hacer algo bueno en contrapartida, el mundo sería el caos.
Nynaeve suspiró. Debería haberlo imaginado.
Apartándose del resto de las Amarillas, Nisao carraspeó y, al pasar junto a Nynaeve, le lanzó una mirada que sólo podía describirse como de acusación.
—Supongo que esto significa que tendremos que amansar de nuevo a Logain. —Hablaba como si quisiera negar la evidencia de lo ocurrido.
Varias cabezas empezaron a asentir, y entonces Carlinya habló; sus palabras se hincaron en la sala cual un carámbano de hielo:
—¿Podemos? —Todos los ojos se volvieron hacia ella, pero la mujer continuó sosegada, fríamente—: Desde un punto de vista ético, ¿podemos considerar la posibilidad de apoyar a un hombre que encauza, un hombre que intenta reunir a otros hombres que pueden hacerlo, y al mismo tiempo seguimos como antes, amansando a los que encontramos? Desde un punto de vista práctico, ¿qué efecto tendrá en ese hombre cuando se entere? Por muy penoso que sea, tal y como van las cosas, nos verá separadas de la Torre y, lo que es más importante, separadas de Elaida y del Ajah Rojo. Si amansamos aunque sólo sea a un varón, podríamos perder esa diferenciación y con ella nuestra oportunidad de tener algún poder sobre él antes de que lo tenga Elaida.
El silencio se adueñó de la sala cuando Carlinya terminó de hablar. Las Aes Sedai intercambiaron miradas preocupadas y las que dirigieron a Nynaeve hicieron parecer elogiosa la anterior de Nisao. Habían muerto hermanas para capturar a Logain y, aunque de nuevo estuviese convenientemente aislado con un escudo, ella las había puesto de nuevo en la situación de antes, teniendo que enfrentarse al mismo problema desde el principio, agravado por el rencor de Logain.
—Creo que deberías marcharte —le dijo suavemente Sheriam.
Nynaeve no tenía la más mínima intención de discutir. Hizo las reverencias tan deprisa y cuidadosamente como le fue posible y se esforzó para no salir corriendo de allí.
Fuera, Elayne se levantó del peldaño de piedra en el que estaba sentada.
—Lo siento, Nynaeve —dijo mientras se sacudía la falda—. Estaba tan nerviosa que le solté todo a Sheriam antes de darme cuenta de que Romanda y Delana estaban allí.
—No importa —respondió amargamente mientras echaba a andar calle abajo—. Se habría sabido antes o después. —Pero no era justo. «Hice algo que según ellas no podía hacerse ¡y aun así tengo que fregar ollas!»—. Elayne, no me importa lo que digas, pero tenemos que irnos. Carlinya estaba hablando de tener «poder» sobre Rand. Esta pandilla no será mucho mejor que Elaida. Thom y Juilin nos conseguirán caballos, y Birgitte puede irse al cuerno.
—Me temo que es demasiado tarde —comentó Elayne, desolada—. Ya se está corriendo la voz.
Larissa Lyndel y Zenare Ghodar cayeron sobre Nynaeve como halcones, una por cada lado. Larissa era una mujer huesuda cuya fealdad casi superaba la intemporalidad Aes Sedai, y Zenare era algo gruesa y tan altanera como dos reinas juntas, pero los rostros de ambas mujeres traslucían una gran ansiedad. Eran del Ajah Amarillo, aunque no estaban en la sala cuando Nynaeve había curado a Siuan y a Leane.
—Quiero verte repetirlo paso a paso, Nynaeve —dijo Larissa al tiempo que la agarraba de un brazo.
—Nynaeve —manifestó Zenare cogiéndola del otro brazo—, apuesto a que puedo encontrar un centenar de cosas que ni siquiera has pensado si repites el tejido tantas veces como sea necesario.
Salima Toranes, teariana y de piel casi tan oscura como un Marino, pareció materializarse de la nada.
—Vaya, así que otras se me han adelantado. Bien, pues que me aspen si voy a esperar el turno.
—Yo estaba antes, Salima —protestó firmemente Zenare, que apretó más los dedos en torno al brazo de Nynaeve.
—No, yo estaba antes —la contradijo Larissa, aumentando también la presión de los suyos.
Nynaeve lanzó una mirada de puro terror a Elayne, y recibió otra de conmiseración mientras la heredera se encogía de hombros. A esto era a lo que Elayne se refería al decir que era demasiado tarde: a partir de ahora no tendría ni un minuto libre para sí misma.
—¿… furiosa? —estaba diciendo Zenare—. Se me ocurren cincuenta formas distintas para enfurecerla lo bastante para que mastique rocas.
—Y a mí se me ocurre un centenar —replicó Larissa—. Estoy dispuesta a romper su bloqueo aunque sea lo último que haga.
Magla Daronos se abrió paso en el grupo a empellones, y tenía unos hombros muy apropiados para hacerlo. Por su aspecto parecía que practicase esgrima o que trabajara con el martillo de un herrero.
—¿Que lo romperás, Larissa? ¡Ja! Tengo varias ideas en mente para arrancárselo.
Nynaeve tenía unas ganas horribles de chillar.
Siuan apenas pudo contener el deseo de abrazar el Saidar y retenerlo, pero temió que rompería a llorar otra vez. Eso no serviría de nada. Además, para las mujeres que se apiñaban a su alrededor en la sala de espera sería como la exhibición de una estúpida novicia. Todas aquellas expresiones de maravilla y complacencia, todas las palabras de bienvenida como si hubiese estado ausente durante años, tenían el efecto de un bálsamo en ella, en especial las de quienes habían sido amigas antes de que se convirtiese en Amyrlin, antes de que el tiempo y las obligaciones las separaran. Lelaine y Delana la rodeaban con un brazo como no lo habían hecho hacía muchos años. Moraine había sido la única con quien había mantenido una relación más íntima, la única aparte de Leane que había conseguido conservar después de ponerse la estola, y el deber había contribuido a mantenerlas unidas.
—Es estupendo tenerte de vuelta —rió Lelaine.
—Es fantástico —abundó Delana afectuosamente.
Siuan rió y tuvo que limpiar con el dorso de la mano las lágrimas que le humedecían las mejillas. Luz, ¿qué demonios le pasaba? ¡No había llorado con tanta facilidad desde que era una niña!
Tal vez era sólo alegría por recuperar el Saidar, por todo el afecto que la rodeaba. La Luz sabía que había más que motivos suficientes para desestabilizar a cualquiera. No había osado soñar con que este día llegaría, y ahora que había llegado no guardaba ningún resentimiento contra estas mujeres por su frío distanciamiento anterior ni por su insistencia en que recordara cuál era su sitio. La línea entre Aes Sedai y no Aes Sedai era clara —ella misma había repetido esto antes de que la neutralizaran y no era menester decir que volvería a hacerlo—, y sabía cómo había que tratar a las mujeres neutralizadas por su propio bien y el de quienes todavía podían encauzar. Sabía cómo había que tratarlas… Qué extraño resultaba pensar que las cosas no volverían a ser así.
Por el rabillo del ojo vio a Gareth Bryne subiendo a paso rápido la escalera que había a un lado de la habitación.
—Disculpadme un momento —dijo Siuan y se apresuró a ir tras él.
En realidad ir deprisa significó tener que pararse cada dos pasos para recibir otra felicitación todo el trecho que la separaba de la escalera, así que no alcanzó al hombre hasta llegar al pasillo del segundo piso, por el que Gareth avanzaba a zancadas. Se adelantó y se plantó frente a él. El canoso