ya no hacía falta pedir a Ino que les consiguiera caballos—. A Caemlyn no, si no quieres. A Ebou Dar. Merilille jamás encontrará ese cuenco, y Sheriam nunca nos permitirá que vayamos a buscarlo. ¿Qué dices? ¿Esta noche?
—No, Nynaeve. ¿De qué le sirve a Rand que nos declaren fugitivas? Es lo que seríamos. Lo prometiste, Nynaeve. Prometiste quedarte si encontrábamos algo.
—Si encontrábamos algo que pudiéramos utilizar. ¡Y esto es lo único que hemos sacado en limpio! —Alargó las manos y las puso casi debajo de la nariz de la joven.
La expresión de firmeza desapareció del semblante de Elayne; y de su voz. La heredera del trono frunció los labios en un mohín y bajó la vista al suelo.
—Nynaeve, sabes que le conté a Birgitte que nos quedábamos. Bien, pues, al parecer, le dijo a Ino que por ningún motivo te proporcionara un caballo a menos que ella estuviese de acuerdo. Le contó que estabas pensando en escaparte. No lo supe hasta que ya no tenía remedio. —Sacudió la cabeza con irritación—. Si esto es lo que significa tener un Guardián, no entiendo por qué hay alguien que quiera uno.
Nynaeve estaba tan indignada que pensó que echaría fuego por los ojos. De modo que ésa era la razón de que el shienariano la mirara así. La sensación de euforia se desvaneció, consumida por una abrasadora oleada de… En fin, en parte ira y en parte humillación. Ese hombre lo sabía, pensaba que ella… Un momento. Miró pensativa a Elayne unos segundos y después decidió no dar voz a la pregunta que se le había ocurrido. ¿Birgitte le había mencionado sólo su nombre a Ino o también había incluido el de Elayne? La muchacha se había buscado toda una familia adoptiva. En Thom encontraba al padre indulgente que deseaba enseñarle todo lo que sabía, y en Birgitte a una hermana mayor que creía que su deber era evitar que la menor se rompiera el cuello por montar caballos que todavía no dominaba.
—En ese caso —manifestó, tajante—, veamos qué consigo descubrir con Logain.
Era una casa pequeña con sólo dos cuartos, pero las gruesas paredes de piedra conservaban relativamente fresco el interior. Logain estaba en mangas de camisa, fumando una pipa y leyendo junto a una ventana. Las Aes Sedai le estaban dando un buen trato. Las mesas y sillas eran como todos los muebles que había en Salidar —nada primoroso pero bien construido, aunque ninguna pieza hacía juego con otra— y una alfombra con dibujos de volutas en rojo y dorado cubría gran parte del suelo, que estaba tan limpio que Nynaeve dudó que el hombre se encargara de barrerlo.
Logain dejó el libro cuando las dos mujeres entraron, sin que aparentemente le molestara que no hubiesen llamado a la puerta. Se levantó sin prisas, vació la pipa y se puso la chaqueta. Sólo entonces hizo una suave chanza:
—Qué agradable veros después de tanto tiempo. Creí que os habíais olvidado de mí. ¿Os apetece a alguna un poco de vino? Las Aes Sedai me lo tienen racionado, pero el que me dan no está nada mal.
La oferta del vino habría bastado —Nynaeve reprimió a duras penas un respingo— si no hubiese estado ya muy irritada. Recordando a Ino, el hecho de que fuese un varón era más que suficiente. No necesitó remover lo de la Torre Chica para enfurecerse, aunque pensar en ello contribuyó a aumentar su mal humor. La Fuente Verdadera surgió de pronto, como una calidez al borde de su radio visual. Se abrió a ella, y el Saidar la inundó; si lo que había experimentado antes era euforia, esto sólo podía describirse como éxtasis. ¡Se estaba rindiendo al Poder, condenada Theodrin!
—Siéntate —le dijo fríamente—. No quiero oír tu cháchara, de modo que guarda silencio salvo para responder cuando te pregunte.
Logain se limitó a encogerse de hombros y obedeció, tan sumiso como un cachorrillo. No, de sumiso nada; aquella sonrisa era pura insolencia. En parte se debía a los sentimientos que albergaba hacia las Aes Sedai, de eso no le cabía duda a Nynaeve, y en parte… El hombre seguía con la mirada a Elayne, que se sentó en otra silla y se arregló los vuelos de la falda con estudiada calma; aunque Nynaeve no hubiese visto lo que estaba mirando habría sabido que era a una mujer. No había sonrisa de satisfacción ni lujuria, sólo… Nynaeve no sabía qué, pero cuando le dirigió la misma clase de mirada a ella de repente fue muy consciente de que ella era una mujer y él un hombre. Tal vez se debía a que era apuesto y tenía los hombros anchos, pero prefería tener mejor opinión de sí misma. No, pues claro que no podía ser por eso.
Se aclaró la garganta y tejió filamentos del Saidar en el hombre, de Aire y de Agua, de Fuego y de Tierra, de Energía. Todos los elementos de la Curación, pero utilizados ahora para sondear. Habría sido una ayuda poner sus manos en él, pero Nynaeve no se sentía capaz de hacer eso. Ya era bastante malo tocarlo con el Poder. Estaba tan sano y casi tan fuerte como un toro; no le pasaba nada… salvo por el agujero.
No era realmente un agujero, más bien la sensación de que lo que parecía continuo no lo era, de que lo que parecía suave y parejo en realidad bordeaba una ausencia. Conocía bien esa sensación, de los primeros días, cuando creía que realmente podría descubrir algo. Todavía le ponía la carne de gallina.
Logain alzó la vista hacia ella y la miró con intensidad. Nynaeve no recordaba haberse acercado. El hombre había adoptado un gesto que convertía su rostro en una máscara de descarado desprecio; no sería una Aes Sedai, pero sí algo que se le parecía mucho.
—¿Cómo puedes hacer todo eso a la vez? —preguntó Elayne—. No he podido seguir el rastro de la mitad siquiera.
—Chist —susurró Nynaeve. Disimulando el esfuerzo que requería, tomó la cabeza de Logain entre sus manos. Sí. Era mejor con el contacto físico, las sensaciones más intensas.
Dirigió todo el flujo del Saidar allí donde debería estar el agujero; y casi se sorprendió al hallar un vacío. A decir verdad, no esperaba descubrir nada todavía. Los hombres eran tan diferentes de las mujeres en el Poder como lo eran físicamente; puede que incluso más. Era como si examinara una roca para saber algo sobre peces. Le costaba mucho trabajo concentrarse en lo que estaba haciendo, consciente de que sólo estaba cumpliendo con las formalidades; en realidad, matando el tiempo.
«¿Qué ha estado a punto de decir Myrelle? ¿Sería capaz de no darme un mensaje de Egwene?» Aquel vacío, tan pequeño que podría pasarlo por alto, era vasto una vez que deslizó los flujos dentro, lo bastante inmenso para tragárselos todos. «Si pudiese hablar con Egwene. Apostaría a que en el momento en que supiera que la Torre ha enviado una embajada a Rand y que las Aes Sedai de aquí están de brazos cruzados conseguiría convencer a Elayne de que hemos hecho todo lo que podíamos en este sitio.» Un vasto vacío; la nada. ¿Y qué pasaba con lo que había encontrado en Siuan y Leane, esa sensación de algo cortado? Estaba segura de que era real por muy débil que se notara. Los hombres y las mujeres podían ser diferentes, pero quizá… «Lo único que necesito es hablar con ella de algún modo. Enseguida verá que Rand estaría mejor con nosotras allí. Elayne le hará caso, porque cree que Egwene conoce a Rand mejor que nadie.» Ahí estaba. Algo cortado. Sólo la sensación, pero igual que en Siuan y Leane. «Bueno ¿y cómo la encuentro? Si se colara en nuestros sueños otra vez… Apuesto a que soy capaz de convencerla para que se reúna con nosotras. Las tres seríamos mucho más útiles al lado de Rand. Juntas podríamos explicarle lo que descubrimos en el Tel’aran’rhiod, impedir que, por su testarudez, cometiera algún error estúpido con las Aes Sedai. Ella lo entendería.» Algo respecto a ese corte… Si estuviese conectado con Fuego y Energía, así…
Fue el gesto de Logain, cuyos ojos se desorbitaron ligeramente, lo que le hizo entender lo que había hecho. Se le cortó la respiración. Se apartó de él, reculando, tan deprisa que se tropezó con la falda.
—Nynaeve ¿qué te pa…? —empezó Elayne al tiempo que se sentaba derecha.
En un abrir y cerrar de ojos la antigua Zahorí había absorbido todo el Saidar que era capaz y lo había reconducido para crear un escudo.
—Ve a buscar a Sheriam —barbotó—. A nadie más, sólo a ella. Dile… —Hizo una inhalación que parecía la primera después de horas; su corazón parecía un caballo desbocado—. Dile que he curado a Logain.
30. Curar otra vez
Algo empujaba contra el escudo que Nynaeve había puesto entre Logain y la Fuente Verdadera, creciendo en fuerza hasta que el escudo empezó a doblarse y a temblar, a punto de desgarrarse. Dejó que el Saidar fluyera a través de ella, encauzando cada hilo en Energía en el escudo, hasta que la dulzura llegó al punto crítico del dolor.
—¡Ve, Elayne! —No le importó en absoluto que su orden sonara como un chillido destemplado.
Elayne, que la Luz la bendijera, no perdió tiempo en hacer preguntas. Saltó de la silla y se marchó a todo correr.
Logain no había movido un solo músculo. Sus ojos estaban prendidos en los de ella; parecían brillar. Luz, qué grande era. Nynaeve tanteó torpemente el cinturón para coger su puñal y comprendió lo ridículo de su gesto —seguramente el hombre se lo arrebataría sin el menor esfuerzo; sus hombros le parecieron de repente anchísimos— y dirigió parte de su tejido hacia Aire, creando unas ataduras que lo inmovilizaron en la silla, de brazos y piernas. Seguía siendo un tipo muy grande, pero de pronto parecía más normal, totalmente dócil. Sólo que entonces a Nynaeve se le ocurrió que había reducido la fuerza del escudo. Empero, era incapaz de encauzar una pizca más; de hecho ya… el puro gozo de vivir que era el Saidar se había vuelto tan intenso dentro de ella que casi quería llorar. Logain le sonrió.
Uno de los Guardianes asomó la cabeza por la puerta; era un hombre de cabello oscuro, nariz aguileña y con una blanquecina cicatriz recorriéndole toda la angulosa mandíbula.
—¿Va todo bien? La otra Aceptada salió corriendo como si se hubiese sentado en un rodal de ortigas.
—Todo está bajo control —contestó fríamente Nynaeve. Tan fríamente como fue capaz. Nadie debía saberlo, ¡nadie!, hasta que hubiese hablado con Sheriam y la hubiese puesto de su parte—. Elayne recordó de repente algo que había olvidado. —Eso sonaba estúpido—. Podéis dejarnos. Estoy muy ocupada.
Tervail —así se llamaba, Tervail Dura, y estaba vinculado a Beonin; ¿y qué demonios importaba su nombre?— le dedicó una irónica sonrisa e hizo una burlona reverencia antes de retirarse. Los Guardianes rara vez consentían que una Aceptada jugara a ser Aes Sedai.
Nynaeve tuvo que hacer un ímprobo esfuerzo para no lamerse los labios. Observó atentamente a Logain. El hombre estaba aparentemente tranquilo, como si nada hubiese cambiado.
—No hay necesidad de esto, Nynaeve. ¿Crees que me lanzaría a atacar un pueblo en el que hay cientos de Aes Sedai? Me cortarían en pedacitos antes de que hubiese dado dos pasos.
—Cállate —repuso de manera automática. Tanteando a su espalda encontró una silla y se sentó sin quitar un instante los ojos de él. Luz, ¿por qué tardaba tanto Sheriam? Tenía que entender que había sido