Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El señor del caos
  3. Capítulo 123
Prev
Next

está. Su demostración de confianza en la palabra de él, el servirle en bandeja su libertad. Gawyn tomó sus manos entre las suyas y se las giró hacia arriba para besarle suavemente las palmas.

—Me has confiado algo muy preciado. Si voy a la puerta del Muro del Dragón todas las mañanas, sin duda alguien se dará cuenta y también es posible que no pueda acudir a diario, pero no te sorprendas si aparezco a tu lado poco después de que hayas entrado en la ciudad la mayoría de los días.

Cuando Egwene salió de la posada finalmente, el sol había recorrido un buen trecho en el cielo, entrando en las horas más calurosas de la tarde, de manera que no había tanta gente en la calle. Habían tardado en despedirse más de lo que habría imaginado; besar a Gawyn no sería la clase de ejercicio que las Sabias esperaban que hiciese, pero el corazón todavía le latía desbocado, como si hubiese estado corriendo.

Lo apartó de su mente con firmeza —bueno, lo dejó en un rinconcito, no sin un gran esfuerzo; apartarlo por completo parecía fuera de su alcance— y regresó a su puesto de observación junto al establo. Alguien seguía encauzando dentro de la mansión; seguramente más de una mujer, a no ser que estuviese tejiendo algo grande; la sensación era menos intensa que antes, pero aun así resultaba fuerte. En ese momento, una mujer de cabello oscuro entraba en la casa y, a pesar de que Egwene no la conocía, la intemporalidad de su rostro la delataba. La joven no intentó de nuevo escuchar a través del Poder y tampoco se quedó mucho —si estaban entrando y saliendo había muchas posibilidades de que la vieran y la reconocieran a pesar de sus ropas— pero mientras se encaminaba a las afueras de la ciudad a paso vivo una pregunta no dejaba de martillear en su mente: ¿qué se proponían?

—Nos proponemos ofrecerle escolta hasta Tar Valon —dijo Katerine Alruddin al tiempo que rebullía ligeramente. Nunca había sido capaz de concretar si las sillas cairhieninas eran realmente incómodas como aparentaban o es que uno creía que lo eran precisamente por tener un aspecto tan incómodo—. Una vez que parta de Cairhien hacia Tar Valon, se producirá un… vacío aquí.

Sin sonreír lo más mínimo, sentada en otra silla dorada frente a ella, lady Colavaere se inclinó ligeramente hacia adelante.

—Habéis despertado mi interés, Katerine Sedai. Salid —ordenó bruscamente a los sirvientes.

Katerine sonrió.

—Nos proponemos ofrecerle escolta hasta Tar Valon —dijo Nesune con tono preciso, bien que sintió un fugaz destello de irritación. A despecho de su semblante impasible, el teariano no dejaba de mover los pies, nervioso en presencia de una Aes Sedai, tal vez por la aprensión de que fuera a encauzar. Sólo un amadiciense habría sido peor interlocutor—. Cuando parta hacia Tar Valon, va a hacer falta una mano fuerte en Cairhien.

El Gran Señor Meilan se lamió los labios.

—¿Por qué me contáis esto?

La sonrisa de Nesune podría significar cualquier cosa.

Cuando Sarene entró en la sala de estar sólo encontró en ella a Coiren y a Erian, tomando té. Y a un criado para servir las tazas, claro está. Sarene le hizo un ademán indicándole que se marchara.

—Berelain puede plantear dificultades —dijo una vez que la puerta se hubo cerrado tras el sirviente—. Ignoro qué funcionaría mejor con ella, si la manzana o la fusta. Se supone que mañana he de reunirme con Aracome, ¿no es así? Pero creo que hará falta más tiempo con Berelain.

—Manzana o fusta —repitió Erian con timbre tenso—. Lo que sea preciso. —Su semblante podría haber sido una pálida talla de mármol enmarcada con las alas de un cuervo.

La afición secreta de Sarene era la poesía, aunque jamás habría permitido que nadie supiera su debilidad por algo tan… emotivo. Se moriría de vergüenza si Vitalien, su Guardián, descubriese alguna vez que había escrito unos versos en los que lo comparaba con un leopardo, entre otros animales gráciles, fuertes y peligrosos.

—Recobra la compostura, Erian. —Como era habitual en ella, Coiren habló como si estuviese haciendo un discurso—. Lo que le preocupa, Sarene, es un rumor que Galina ha oído. Un rumor respecto a que una hermana Verde estuvo en Tear con el joven Rand al’Thor y que ahora está aquí, en Cairhien. —Siempre lo llamaba «el joven Rand al’Thor», como queriendo recordar a quienes la escuchaban que era un hombre joven y, por ende, inexperto.

—Así que Moraine y una Verde —musitó Sarene. Eso, desde luego, podía apuntar problemas. Elaida insistía en que Moraine y Siuan habían actuado solas en dejar que al’Thor actuara sin guía, pero si había otra Aes Sedai involucrada podía significar que había más, y ése era un hilo que tal vez conducía hasta algunas, tal vez muchas, de las que habían huido de la Torre cuando habían depuesto a Siuan—. Sin embargo, es sólo un rumor.

—Quizá no lo sea —intervino Galina, que entró en ese momento en la sala—. ¿Es que no lo sabéis? Alguien ha estado encauzando hacia nosotras esta misma mañana. Ignoro con qué propósito lo hizo, pero no creo que sea difícil imaginarlo.

Las cuentas entretejidas en las menudas y oscuras trenzas de Sarene tintinearon cuando la mujer sacudió la cabeza.

—Eso no prueba la existencia de una Verde, Galina. Ni siquiera es prueba de que se trate de una Aes Sedai. He oído comentar que algunas mujeres Aiel pueden encauzar, las que llaman Sabias. O podría tratarse de alguna infeliz expulsada de la Torre por fallar la prueba de Aceptada.

Galina sonrió enseñando los dientes; una mueca chocante en contraste con la severidad de sus negros ojos.

—Pues yo creo que es la prueba de que Moraine está aquí. Me contaron que conoce un truco para escuchar a escondidas y no doy crédito a esa historia respecto a su muerte, una coincidencia por demás conveniente, sin que se viera su cadáver y sin que nadie pueda dar detalles.

Eso también inquietaba a Sarene. En parte porque Moraine le caía bien —habían sido amigas en su época de novicias y de Aceptadas a pesar de que la hermana Azul iba un año por delante, y esa amistad continuó durante los escasos encuentros que tuvieron en los años posteriores— y en parte porque ciertamente era una historia demasiado vaga y demasiado conveniente el que Moraine muriera, más bien que desapareciera, cuando una orden de arresto pendía sobre ella. Moraine era muy capaz de fingir su propia muerte en tales circunstancias.

—De modo que crees que tenemos que vérnoslas con Moraine y una hermana Verde cuyo nombre ignoramos, ¿no es eso? Sigue siendo simple especulación, Galina.

La sonrisa de la hermana Roja no se alteró, pero en sus ojos hubo un destello. Era demasiado rígida para la lógica —creía lo que creía a pesar de las evidencias—, pero Sarene siempre había sido de la opinión que dentro de Galina, en algún recóndito rincón de su ser, ardía un fuego abrasador.

—Lo que creo —dijo la hermana Roja— es que Moraine es la tal hermana Verde. ¿Qué mejor modo de escapar a un arresto que morir y reaparecer como una persona distinta o de otro Ajah? Incluso he oído que esa Verde es baja, y todas sabemos lo lejos que está Moraine de ser una mujer alta. —Erian se había sentado muy tiesa y la ira hacía que sus castaños ojos reluciesen como ascuas—. Cuando le pongamos las manos encima a esa «hermana Verde» —le dijo Galina—, propongo que la dejemos a tu cargo en el viaje de regreso a la Torre.

Erian se limitó a hacer un brusco gesto de asentimiento, pero el brillo enardecido de sus ojos no menguó.

Sarene estaba estupefacta. ¿Moraine? ¿Hacerse pasar por hermana de un Ajah que no era el suyo? Imposible. Sarene nunca se había casado —era ilógico creer que dos personas podían ser compatibles durante toda la vida— pero con lo único que podía comparar eso era con acostarse con el marido de otra mujer. Sin embargo, lo que la tenía asombrada era el cargo, no la posibilidad de que fuese verdad. Estaba a punto de decir que había muchas mujeres bajas en el mundo y que una apreciación así era muy relativa, cuando Coiren habló con aquella voz engreída:

—Sarene, debes hacer tu turno otra vez. Hay que estar preparadas, ocurra lo que ocurra.

—No me gusta —adujo firmemente Erian—. Es como prepararse para el fracaso.

—Sólo es una medida lógica —le respondió Sarene—. Si se divide el tiempo en los menores incrementos posibles, hace imposible afirmar con alguna certeza qué ocurrirá entre uno y el siguiente. Puesto que seguir a al’Thor hasta Caemlyn podría significar que al llegar nos encontráramos con que ha vuelto a Cairhien, nos quedaremos aquí con la certeza de que finalmente acabará regresando, aunque tal cosa podría suceder mañana o dentro de un mes. Cualquier suceso ocurrido durante una hora de esa espera o cualquier combinación de acontecimientos podría dejarnos sin alternativas. En consecuencia, estar preparadas es lógico.

—Muy bien expuesto —repuso secamente Erian.

No, no tenía cabeza para la lógica; a veces Sarene pensaba que las mujeres bellas no la tenían, bien que tampoco veía lógica en tal conexión.

—Tenemos todo el tiempo que necesitamos —manifestó Coiren. Cuando no estaba dando un discurso, hacía declaraciones—. Beldeine llegó hoy y ha tomado una habitación cerca del río, pero Mayam tardará otros dos días. Debemos tener cuidado, y eso nos da tiempo.

—Sigue sin gustarme el que nos preparemos para un fracaso —rezongó Erian, que se llevó la taza a los labios.

—Yo daré por bien empleado el tiempo y el esfuerzo —dijo Galina— si dedicamos una parte a prender a Moraine y llevarla a juicio. Hemos esperado largo tiempo, y no hay necesidad de apresurarse con al’Thor.

Sarene suspiró. Eran buenas en lo que hacían, pero ella no lo entendía; ninguna de ellas tenía pizca de lógica.

Subió la escalera y se retiró a su cuarto; una vez allí, tomó asiento delante de la apagada chimenea y empezó a encauzar. ¿Habría redescubierto el tal al’Thor el Talento del Viaje? Resultaba increíble, pero era la única explicación. ¿Qué clase de hombre era? Eso lo descubriría cuando lo conociera, no antes. Henchida con el Saidar hasta el punto en que la dulzura se tornaba dolor, empezó a repasar ejercicios de novicia. Era un método tan bueno como cualquier otro. Estar preparadas era lógico, ni más ni menos.

26. Linajes que se entroncan

Una especie de trueno interminable resonó sobre las bajas colinas de hierba marchita, a pesar de un cielo completamente despejado y un sol de justicia que todavía no había alcanzado el cenit. En lo alto de un cerro, Rand sujetaba las riendas y el Cetro del Dragón sobre la perilla de la silla de montar, esperando. El atronador retumbo se recrudeció. Resultaba difícil no mirar hacia atrás constantemente, al sur, a Alanna. La mujer estaba de muy mal humor; se había golpeado un talón esa mañana y se había arañado una mano. Rand no tenía ni idea de cómo y porqué, e ignoraba por completo cómo podía estar tan seguro. El fragor alcanzó su apogeo y se volvió ensordecedor.

Los jinetes saldaeninos aparecieron en la cumbre de la colina vecina, de tres en fondo, a galope tendido, formando una interminable columna sinuosa que avanzaba cual una serpiente ladera abajo, hacia la ancha cañada que trazaba una curva entre las dos elevaciones. Nueve mil jinetes conformaban una serpiente muy larga. Al pie de la colina se dividieron, y la columna central continuó hacia adelante mientras las otras

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

El Despertar de los Heroes
El Despertar de los Heroes
August 3, 2020
Conan el victorioso
Conan el victorioso
August 3, 2020
Conan el invencible
Conan el invencible
August 3, 2020
El camino de dagas
El camino de dagas
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.