al observar el paisaje que tenía detrás, solo encontró arbustos, otro bloque de apartamentos, un jardín, una piscina… y nada se movía. Tampoco fue un sonido.
—¿Assail? —preguntó en voz alta al viento.
Sola caminó hacia la fila de arbustos. Luego comenzó a trotar.
Pero cuando llegó, Assail no estaba ahí.
—¡Assail! —gritó—. ¡Sé que estás ahí!
Su voz no llegó muy lejos debido al viento. Así que Sola retrocedió y se fue corriendo a casa.
—¿Assail?
Sentía los latidos del corazón en el pecho mientras una esperanza traicionera vibraba en su cuerpo hasta hacerla sentir como si flotara sobre la arena.
Sin embargo, aquel optimismo era como gasolina en un tanque. Cuanto más tiempo tardaba en obtener una respuesta, más bajaba el nivel de la gasolina, hasta que Sola se detuvo por completo.
—¿Assail?
Sola miró a su alrededor, implorando verlo, aunque sabía que era lo último que necesitaba.
Pero el hombre de pelo negro que estaba buscando no respondió a su llamada…, y después de un rato la sensación de que alguien la miraba desapareció.
Como si el viento se la hubiese llevado.
Como si nunca hubiese existido.
Al regresar a su piso, Sola dejó que las lágrimas resbalaran desde sus ojos sin molestarse en secarlas. Era de noche. Nadie lo notaría.
Y no tenía que esconderse de nada.
Estaba… totalmente sola.
70
Y así fueron pasando las semanas y los meses, y las estaciones fueron cambiando del frío helado del invierno a la humedad y el viento de primavera, y a las noches de olor dulce que prometían la llegada temprana del verano.
En mayo Wrath ya se había acostumbrado a medir el tiempo no con el calendario, o la ceremonia diaria de las persianas que subían y bajaban, o las comidas.
Medía el tiempo por las noches que pasaba oyendo las historias de su pueblo.
Las historias de verdad. Historias sobre la vida y la muerte. Y sobre apareamientos y divorcios. Y enfermedades y buena salud. Era curioso: a pesar de lo importante que había sido para él la ceremonia de apareamiento vampira, la boda humana que había celebrado con Beth era la que captaba mejor el metrónomo de la existencia.
Sus audiencias con la gente común eran organizadas por el callado y confiable Abe, más conocido como Abalone, pero las respuestas de Wrath eran de su propia cosecha. Y había tanto por hacer: mediar en discusiones familiares, bendecir a los niños y las niñas que nacían, compartir el dolor de aquellos que habían sufrido pérdidas y la alegría de los que habían tenido un golpe de buena fortuna.
Como siempre, Beth permanecía a su lado, sentada con Abe durante las audiencias, revisando papeles con Saxton cuando era necesario… mientras su barriga creía a cada momento.
—Ya hemos llegado, Excelencia —dijo Fritz desde la parte delantera del Mercedes—. Es la casa de Su Excelencia Darius.
—Gracias, amigo.
Cuando se bajó con George de la parte trasera, Wrath se detuvo un momento y se inclinó.
—Oye, ¿podrías ir a comprar más de esas fresas? Y otra vez tiene antojo de zanahorias. Y de pepinillos. Será mejor que traigas un par de frascos de esos también.
—Regreso enseguida, Excelencia. Y creo que también le voy a comprar un poco de yogur helado. ¿Lo toma con chips de chocolate?
—Ah, mierda. Sí. Y no olvides las remolachas. Ni la carne.
—No las olvidaré.
—Y date prisa, ¿vale? iAm ya la está trayendo del Pottery Barn.
Wrath cerró la puerta.
—Vamos —le dijo a George.
Y el perro sabía exactamente a dónde ir y lo llevó hasta la entrada, la cual abrió con el pensamiento.
—Hola, querida, ya he llegado —gritó.
—¿Has traído flores? —le respondió Lassiter.
—Pero no a ti.
—Joder. Bueno, esta noche estoy de guardia con Tohr, así que ¿podemos empezar? Hay una larga lista de citas, pero quiero regresar a tiempo para ver Hell’s Kitchen.
—¿Acaso no la dejas grabando? —preguntó Wrath, mientras él y George entraban al antiguo comedor.
—Sí, pero no se me da bien controlar mis impulsos. Lo ponían a las nueve, ¿no? Y no me gusta esperar. Dejé agua fresca para George junto a tu silla.
—Al menos te gustan los perros. Es lo único que te salva.
—¡Ja! Tengo alas y un halo, maldito hijo de puta. Y yo ya estoy salvado para siempre.
—Sí, para fortuna nuestra.
—Hola, Hermano —dijo V, al entrar a través del arco y encender uno de sus cigarrillos liados a mano—. ¿Dónde está tu mujer?
Lassiter metió baza.
—Se supone que debe regresar pronto, ¿no?
Wrath sonrió al tomar asiento. Los únicos momentos en que ese maldito ángel se ponía serio era cuando hablaba de Beth… Y Wrath tenía que admitir que eso le parecía muy conmovedor.
—¿Beth todavía no ha llegado? —preguntó Rhage, que acababa de entrar.
—¿Cuánto tiempo puede tardar uno en comprar muebles de bebé? —preguntó Butch, que también acababa de aparecer.
—Semanas —respondió Z—. No os lo imagináis.
Y así siguieron, todos haciendo la misma pregunta a medida que iban llegando, desde Blay y Qhuinn, hasta Phury y Rehvenge.
El único que no preguntaba era John, pero él no tenía que hacerlo. El hermano de Beth se había convertido en una presencia silenciosa y preocupada desde que ellos habían hecho el anuncio del embarazo sorpresa. Y Wrath lo quería más por eso. John nunca interfería, pero siempre estaba ahí, escuchando a Beth, apoyándola, hablando con ella, llevándole películas.
Era curioso, la seriedad con que John trataba la situación hacía que Wrath recordara a Darius.
Dios, cómo le gustaría que su Hermano hubiera sobrevivido para ver lo que estaba por llegar… ¿en solo cuatro semanas?
Por Dios…
Cada vez que Wrath pensaba en el acontecimiento inminente, sentía que no podía respirar. Pero luego se forzaba a recordar todos los controles médicos a los que iAm había estado llevando a su esposa. Beth estaba teniendo un embarazo perfecto. Estaba bien de salud, feliz, comiendo y bebiendo bien, y alimentándose bien de la vena, aunque la doctora Sam, la médica humana que la veía, no sabía de eso. Pero el ritmo cardiaco era perfecto. Y su hijo se encontraba de maravilla.
Era casi demasiado fácil.
Solo faltaban cuatro semanas…
—Leelan —gritó Wrath, al tiempo que se levantaba de la silla.
En ese momento se oyeron toda clase de saludos masculinos, pero los Hermanos se apresuraron a quitarse del medio para que ella tuviera acceso directo a los brazos de Wrath. Y cuando él la alzó, tuvo cuidado de no hacerle presión sobre el vientre.
—¿Cómo estás? —le susurró Wrath al oído, sabiendo que uno de estos días ella iba a responder que tenía contracciones.
—Perfectamente. Ay, por Dios, ¡conseguí comprar lo más bonito! Tuve que decidirme por el azul, en fin, después de todo es un niño. La cuna y el cambiador son perfectos, ¿no crees, iAm?
—Perfectos —respondió la Sombra.
No cabía duda de que ese pobre diablo no tenía ningún interés en el asunto, pero no importaba. Él también se había comprometido a fondo con Beth y era su protector en el mundo humano. Y el rey sabía por qué lo hacía, claro. Era su forma de agradecerle el hecho de que Wrath les hubiese permitido, a él y a su complicado hermano, irse a vivir a la mansión, después de que su piso en el Commodore dejara de ser seguro para ellos. Además, era bastante obvio que a iAm le gustaba Beth, aunque no en un plano romántico.
—Perfecto. —Beth se abrazó al cuello de Wrath con tanta fuerza que le costaba trabajo respirar—. ¡Estoy tan feliz! ¡Ya quiero conocer a nuestro hijo!
—¿A esto es a lo que llaman construir el nido? —preguntó Wrath en dirección a donde había oído la voz de Z.
—Sí. Y espera un poco. Todavía tienes que resolver el tema de los pañales y los biberones.
—Vamos a usar Born Free —le dijo Beth, como si él supiera de qué le estaba hablando—. En caso de que mi leche no baje bien.
Wrath se sentó de nuevo y acomodó a Beth sobre sus piernas, feliz de relajarse y dejar que ella disfrutara de su historia. Y los Hermanos y los guerreros, todos formaron un círculo para oírla, y hacían preguntas, como hacen los hermanos mayores.
Cualquiera de ellos habría arriesgado su vida por ella o el niño que crecía en su vientre.
Y eso era suficiente para hacer que un macho tuviera que parpadear un poco más rápido.
Mientras abrazaba a su hembra, Wrath se sorprendió trazando un círculo sobre su vientre duro y su cerebro se transportó a lo que había sucedido antes del atardecer. Después de superar sus preocupaciones acerca del sexo, las cosas habían vuelto a ser como eran justo después de conocerse.
Las necesidades hormonales eran lo que eran y punto.
A estas alturas, sin embargo, tenían que follar con ella encima, pero eso a él no le importaba. A Wrath le encantaba agarrarle los senos ahora hinchados y sentir cómo su vagina tomaba posesión de él de una nueva forma, porque su cuerpo había cambiado.
De hecho, tal vez tuvieran tiempo de echar un polvo rápido ahora…
—Qué tal, Abes.
—Hola, Ab.
—¿Cómo va todo, Albacore?
Naturalmente, Lassiter era el único que se negaba a decir el nombre como era.
Al oír cómo Abalone tartamudeaba cuando lo saludaban, era imposible no sonreír. El tío todavía no se acostumbraba a los Hermanos, pero ellos sí se habían habituado a él. Al igual que Wrath.
—Majestades, buenas noches.
—Abalone, ¿cómo está tu hija? —preguntó Beth.
—Sí, Abe, ¿cómo salió esa cita de anoche?
Silencio absoluto. La Hermandad había adoptado al macho y a su única hija, y el problema era el joven Turk, con quien la hija había salido anoche, pero que al parecer no la había tratado bien.
—Bueno, no creo que hicieran buena pareja. Pero ella regresó treinta minutos antes de lo establecido.
—Bien. —Wrath asintió—. Eso significa que el chico puede conservar las piernas. ¿Y qué tenemos para hoy?
—Muchas cosas —informó el aristócrata—. La primera pareja que veremos acaba de tener un nieto y quieren preguntaros si pueden traer a la madre con el pequeño. Su hija no está casada con el padre y a ellos les preocupa que eso os ofenda, Excelencia.
—Desde luego que no.
Abalone siguió hablando con tono sereno.
—Pero es importante para ellos pedir permiso y solicitaros esto en persona.
—Bien, claro. ¿Y cuándo conoceré al bebé?
Abalone se rio.
—¿Mañana por la noche?
—Aquí estaré. ¿Y quién viene después?
—Un primo mío. Quiere pedir permiso para…
Mientras el macho seguía y seguía, detallando las relaciones de cada familia, Wrath volvió a sentirse maravillado. Abe era muy respetuoso y le gustaba mantener un perfil bajo, nunca se extralimitaba y, sin embargo, cada noche demostraba ser una fuente inagotable de conocimiento y compasión.
Era muy impresionante.
Y mientras Wrath escuchaba todo el preámbulo, pensó en lo increíble que le pareció sentir que podría hacer eso durante toda la vida. De verdad.
En especial con su shellan junto a él, y su perro y sus Hermanos rodeándolo.
‡ ‡ ‡
Mientras experimentaba una horrible sensación de pánico, Anha se puso la mano en el vientre y observó a su compañero preparándose para la noche.
Bajo la luz titilante del hogar y las velas, todo parecía diferente en él. Anha había notado el cambio que se había operado durante los últimos meses, pero esta noche, todo lo que hasta ahora había sido una modificación sutil parecía haberse fundido, como si hubiera llegado un momento culminante.
El cuerpo de Wrath era diferente ahora, más duro, más definido. Más grande.
Y su expresión tampoco era la misma. Al menos, no cuando adoptaba este nuevo estado de ánimo.
Como si hubiese percibido la mirada de su compañera, Wrath se giró para mirarla.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —preguntó ella—. Y no mientas. Ya sé cuál es tu propósito.
Wrath le dio la espalda y se volvió a concentrar en la mesa de roble sobre la que había