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  2. El rey
  3. Capítulo 96
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mano en el bolsillo del abrigo, agarró el espray, caminó con cuidado alrededor del árbol e inspeccionó la pradera cubierta de nieve.

Estaba sola.

Querida Virgen Escribana, ¿de verdad iba a…?

Una figura apareció de repente al pie de la colina y, cuando la brisa cambió de dirección, Layla percibió el olor.

Era él. Y… ¿algo más? Una especie de fragancia que era al mismo tiempo masculina… y deliciosa.

Xcor tardó un rato en acercarse, con pasos lentos y constantes. Llevaba algo bajo el brazo. Layla sintió cómo su cuerpo respondió al instante a la presencia de Xcor y el corazón se le aceleró, las manos le empezaron a sudar y la respiración se le volvió irregular.

Layla se dijo que era miedo. Lo que en gran parte era cierto… Pero también había algo más…

Cuando Xcor llegó frente a ella, Layla se dio cuenta de que su ropa era distinta. Más refinada. Atractiva.

Como si tal vez se hubiese vestido para ella.

Para tratar de aliviar el ardor de los pulmones, Layla inhaló profundamente y frunció el ceño.

—Hueles… distinto.

—¿Mal?

Layla negó con la cabeza.

—No. No. En absoluto. Y tu ropa…, estás muy bien.

Xcor no respondió nada y tampoco demostró ninguna emoción, para que ella no pudiera sacar ninguna conclusión.

El silencio volvió a imponerse. Hasta que ella no aguantó más.

—¿Y bien?

Al menos él no fingió no entenderla.

—He pensado en todo lo que me has ofrecido.

Ahora a Layla el corazón le latía tan fuerte que apenas podía oír la voz profunda de Xcor.

—¿Y qué dices? —le preguntó ella con voz ronca.

—Acepto tus condiciones.

Era lo que ella esperaba. Y, sin embargo, empezó a temblar de manera incontrolable.

—A cambio de que me permitas usarte, pondré fin a mi lucha por el trono.

Al menos, Layla se tranquilizó un poco con esa declaración. Pero luego recordó que tendría que cumplir con su parte del trato.

—No te preocupes —dijo él bruscamente—. No será esta noche.

Layla respiró aliviada, lo cual hizo que el rostro de Xcor se ensombreciera.

—Pero el aplazamiento no será indefinido. —Xcor tomó lo que llevaba debajo del brazo—. Tarde o temprano, me darás lo que deseo.

Con un movimiento rápido, sacudió lo que resultó ser una manta y la puso sobre el suelo.

Al mirar la manta sobre el suelo, Layla no supo qué hacer.

—Siéntate —le ordenó él—. Y cúbrete con esto.

Cuando ella obedeció y recibió otra manta, se preguntó qué iba a hacer…

Xcor se sentó junto a ella y se abrazó las rodillas. Mientras observaba el paisaje, tenía una expresión inescrutable.

Layla siguió el ejemplo de Xcor e incluso adoptó la misma posición.

Al menos había salvado a Wrath. Y siempre y cuando su hijo no corriera peligro, seguiría haciendo lo que fuera necesario por el rey.

Sin que le importara el coste.

67

La noche siguiente, Beth estaba en su cama matrimonial, con una extraordinaria pieza de tela en las manos.

—¿De verdad esto fue hecho por alguien?

—Sí, por la shellan del jefe de los obreros.

Entrecerrando los ojos, Beth trató de imaginarse cómo se podía tejer una trama tan increíblemente fina y perfecta sin contar con la ayuda de una máquina.

—Es totalmente increíble.

—Les dije que la usaríamos para nuestro hijo, cuando nazca.

Beth trató de pasar por alto la punzada de temor puro que la atravesó. Wrath, al que le aterraba todo el asunto del alumbramiento antes de que ella se quedara embarazada, parecía olvidar ahora esa parte. Pero ella no dejaba de pensar en eso.

—Sí, claro —murmuró Beth—. Me encanta el color.

—Tenía que hacer algo por esos dos. Él es un buen tío. Pero, la verdad, no esperaba nada a cambio…

Al salir del baño, Wrath iba vestido con su uniforme y Beth tuvo que tomarse un segundo para admirar la vista. El pelo le caía, suelto, casi hasta el trasero. Sus magníficos brazos mostraban todos los músculos que tenían gracias a la camiseta sin mangas. Y esos pantalones de cuero…

—Me dijeron que ella trabajó en esa tela durante un año…

—¿Algún día vas a volver a hacerme el amor? ¿O tendré que esperar cinco meses?

Wrath se detuvo en seco.

Pero al menos Beth se dio cuenta de que su esposo le estaba prestando atención.

—Vamos, Wrath. Como te dije ayer, estoy embarazada, no enferma.

—Ah…

Beth se quedó mirando las caderas de Wrath, observando cómo su erección tomaba forma y deseando aquella larga polla suya.

—Bueno, al menos sé que me deseas —murmuró Beth.

—Nunca lo dudes.

—Entonces, ¿qué te parece si lo hacemos ahora? Porque estás… muy bien. —Beth volvió a hacer una inspección general—. ¿Has crecido de un momento para otro? Me refiero a ese bate de béisbol que llevas en el bolsillo. ¿O es que te alegras de verme? Ven aquí y déjame probar tus atributos, grandullón.

Wrath dejó caer la cabeza hacia atrás.

—Beth…

—¿Quéeeeeee? ¿Cuál es el problema? Mira, tenemos que hablar de esto. Porque esta abstinencia no es buena para ti ni para mí.

—Mi hijo está ahí dentro, ¿no? Así que, sencillamente, no me parece… apropiado.

Beth no tenía la intención de reírse, pero no pudo evitarlo.

—Lo siento. —Beth levantó las manos al ver que Wrath parecía molesto—. De verdad, no me estoy burlando de ti.

—Ah, ¿de veras?

—Ven aquí. —Beth extendió los brazos—. Y no, no voy a seducirte. Palabra de scout.

Wrath caminó descalzo hasta la cama, con los calcetines negros en la mano. Parecía absurdo sentar al rey de los vampiros para echarle un discurso, en especial viendo su envergadura. Pero Beth se volvería loca si no podía tener la conexión sexual. Y él también la echaba de menos.

—Quiero estar contigo —dijo ella—, pero solo si tú te sientes cómodo. Eso no le va a hacer daño al bebé, puedes llamar a la doctora y preguntárselo tú mismo. O hablar con Z. Él y Bella tuvieron relaciones mientras ella estaba embarazada. Ella me lo dijo. Habla con quien tengas que hablar, pero por favor piensa de nuevo qué es lo que quieres. No podemos dejar de estar juntos.

Cuando Wrath hizo chasquear los dedos, como si estuviera pensando de nuevo las cosas, ella se quedó mirando los tatuajes que cubrían la parte interna de sus antebrazos.

Beth trató de imaginar a su hijo con esos tatuajes y giró la mano de Wrath para poder pasar las yemas de los dedos por aquellos símbolos.

—¿Él también tendrá estos? —Tantos nombres, pensó Beth—. O como yo soy su madre, no estará autorizado para…

—A la mierda con eso. Claro que podrá tenerlos. Le pediré a V que se los haga. Pero solo si él quiere tenerlos.

—Estoy sorprendida.

—¿Por?

—Porque quiero que los tenga. Quiero que sea idéntico a ti.

Hubo una larga pausa y Wrath tuvo que aclararse la garganta.

—Ese es el mejor cumplido que me han hecho en la vida.

—No lo sé… Sencillamente siento que eres perfecto.

—Ahora me estás poniendo colorado.

Beth soltó una carcajada.

—Es cierto.

—Pero yo digo groserías. Constantemente. Y tengo mal humor. Y soy mandón. Incluso a ti te doy órdenes.

—Pero también eres un gran guerrero. Y un gran amante… Aunque mi hijo nunca jamás practicará sexo, no, nada de nada en ese campo…, y si tenemos nietos, habrán sido concebidos milagrosamente. Espera, ¿dónde estaba? Ah, sí, también eres muy fiel. Nunca has mirado a otra mujer.

Wrath levantó su índice y comentó:

—Y eso seguiría siendo cierto aunque pudiera ver.

—Y eres inteligente. Y guapo…

Wrath se inclinó sobre Beth.

—¿Estás tratando de halagarme para que me acueste contigo?

—¿Está funcionando?

—Quizás. —Wrath la besó en los labios—. Solo dame un poco de tiempo. No hace ni un día que tuviste que ir al médico porque estabas vomitando sin parar.

Beth le acarició la mejilla y el mentón.

—Te esperaré. Siempre.

—Me alegro. —Wrath se enderezó—. Y ¿cómo está tu estómago? ¿Quieres comer algo? La doctora dijo que tenías que subir de peso, ¿no?

—No me apetece nada. Pero voy a intentar tomar unas galletitas saladas y un poco de ginger ale. Layla dice que eso es lo máximo.

—Perfecto. ¿Cuándo tienes que volver a ver a la doctora?

—Bueno, esa fue la otra parte de la cita. iAm tuvo que hacer su magia con la pobre mujer. Naturalmente, mis resultados eran totalmente extravagantes, aunque los niveles de la hormona del embarazo salieron bien. Ella quiere que regrese en un mes, a menos que se presente algún cambio. La doctora Jane dice que va a tratar de conseguir un ecógrafo para la clínica. Ellos tienen equipos para ortopedia, pero no hay uno específicamente para el embarazo que permita hacer imágenes en tres dimensiones. Desgraciadamente, el equipo puede ser horriblemente caro…

—Tendrán lo que sea que necesiten.

Beth asintió y guardó silencio.

Después de un momento, tomó la mano de su marido y pasó su pulgar por el diamante negro.

—¿Qué vas a hacer esta noche? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

—Voy a trabajar un rato.

Beth sonrió.

—Me encanta cuando dices eso ahora.

—¿Sabes? A mí también. —Wrath se encogió de hombros—. Es curioso, antes me sentía totalmente inadecuado para ese trabajo. Ya sabes, cuando me comparaba con mi padre, y bla, bla, bla. Pero el que no estaba contento consigo mismo era yo, no él. Y, no sé, creo que ya me olvidé de toda esa mierda.

—Me alegro.

—Sí, es bueno. —Wrath frunció el ceño—. Solo quisiera que hubiese alguna manera de… No sé, me gustó ayudar a ese obrero. Y hay mucha más gente como él ahí fuera…, tiene que haberla. Pero no sé cómo llegar hasta ellos. Mi padre solía ser muy juicioso con toda esa mierda, siempre hablaba con la gente, pero con gente de verdad, no con esos gilipollas de la glymera…

Beth se sentó de un salto.

—Tengo una idea. Ya sé exactamente qué podemos hacer.

Wrath la miró de reojo, y la sonrisa lenta que esbozó fue de lo más sexy.

—¿Sabes qué? —dijo—. Me encanta tu inteligencia. De verdad.

‡ ‡ ‡

Wrath lanzó una patada voladora que trazó un círculo completo. Y pegó justo donde quería que lo hiciera: arriba, en la cara.

Tohrture soportó el impacto girando sobre los talones y blandiendo la espada al mismo tiempo, de modo que la hoja brillara justo cuando se acercara al pecho de Wrath. Solo que no logró cubrir toda la distancia. Y no hubo sangre, ni ropa cortada.

Pero Wrath sabía que era muy pronto para celebrar esa pequeña victoria. Así que se puso de pie dando una voltereta en medio del aire y aterrizó con firmeza, adoptando la posición de combate y levantando las dos dagas…

—¡Suelta las dagas! —gritó Ahgony.

Sin perder ni un instante, Wrath arrojó las dagas y enfrentó a su oponente con las manos desnudas.

Tohrture se abalanzó sobre él con todas sus fuerzas y Wrath se quedó muy quieto. Pero en el último segundo, cuando el grito de guerra del Hermano resonaba ya contra las paredes de la caverna iluminada con antorchas, Wrath se agachó y agarró al guerrero de los tobillos con una embestida por sorpresa.

Tohrture se fue hacia delante… y, tal como Wrath había aprendido, lo último que quieres en la vida es un Hermano con una espada en la mano y encima de ti. Así que se apresuró a quitarse del camino y volvió a ponerse de pie. Era el momento crítico. Siempre había que volver a ponerse de pie.

Tohrture hizo lo mismo: se levantó un segundo después, con la espada en alto, al nivel de los ojos. Los dos respiraban con dificultad, pero por fin, después de muchas semanas de entrenamiento, Wrath no era el único que tenía magulladuras.

La espada silbó en el aire cuando Tohrture empezó a darle vueltas alrededor de su inmenso tronco.

Wrath ni siquiera se daba cuenta de la cantidad de cosas en las que se estaba fijando: dónde se apoyaba el peso de su oponente, adónde apuntaban sus ojos, cómo se

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