sobre todo, por mi esposa.
Cuando Wrath se volvió a mirarla, el amor que sentía hizo que sus ojos brillaran con tal ferocidad que Beth podía ver aquellos iris verde claro aun a través de las gafas de sol.
La casa entera gritó también con alegría… y todo el mundo bebió champán.
Excepto Beth, claro.
Porque estaba embarazada, pensó con una gran sonrisa que competía con la de Wrath.
‡ ‡ ‡
Wrath disfrutó al máximo de ese momento de felicidad. Rodeado de sus Hermanos y con un nuevo propósito empujándolo, sabía que esta era una de las mejores noches de su vida. O…, joder, todavía era de día, ¿no?
¿A quién le importaba?
Era difícil explicar, incluso ante sí mismo, qué era exactamente lo que había cambiado. Pero de repente todo parecía diferente, desde la manera en que estrechaba las manos de sus Hermanos, pasando por la forma en que les sonreía a sus compañeras, hasta la intensidad con la que abrazaba a Beth.
Y ella era lo mejor de todo.
Mientras corría el champán y las carcajadas resonaban en el vestíbulo, Wrath no podía creer que hubiese alcanzado este momento en su vida. Justo una noche antes lo habían privado del trono y era posible que también perdiera a su compañera. Pero ahora estaba ahí, con la corona todavía sobre las sienes y su esposa embarazada y esperando un bebé.
Desde hacía cuatro meses…
Wrath hizo un esfuerzo por recordar, filtrando las imágenes a través de las semanas y los meses. Hubo una noche, cuatro meses atrás, en la que Beth bajó a buscarlo al estudio durante el día. Llevaban un tiempo sin estar juntos, lo cual era lógico debido a todo lo que había pasado recientemente. Pero Wrath recordaba que le había llamado mucho la atención, en el buen sentido, la forma tan agresiva como ella lo había buscado. Después de aquello…, ahora que lo pensaba, su aroma había cambiado: se había vuelto más profundo, aunque no de la forma en que cambia el olor de una vampira cuando está embarazada.
Todo este tiempo, Beth había estado esperando un hijo.
El destino había cumplido con los dos: a ella le había dado lo que quería pero temía que nunca tendría, y a él le había dado lo que no sabía que necesitaba.
Al oír que su compañera bostezaba, Wrath se puso alerta.
—Muy bien, hora de subir.
El grupo se calmó de inmediato y Wrath pudo sentir que todos estaban pendientes de Beth. De ahora en adelante iba a ocurrir siempre eso, y no solo por parte de él, sino de los Hermanos. Ellos tenían el instinto de protegerla. Y si estaba embarazada, aquel instinto se multiplicaría por veinte.
—Y creo que tengo que alimentarme de nuevo —dijo su Beth cuando comenzaron a subir las escaleras, con George guiándolo mediante una presión sutil contra la pierna.
—De acuerdo. —Wrath frunció el ceño—. ¿Y qué ha dicho la doctora sobre las náuseas?
—En realidad piensa que tengo un malestar estomacal. Pero, claro, ella no sabe nada sobre el periodo de fertilidad y quizás esa sea la razón.
—Hablaré con Havers; pero no es necesario que vayas a verlo.
—Eso estaría muy bien, de hecho. Porque estoy bastante nerviosa.
—No te preocupes. Lo tengo todo bajo control.
Y era cierto. Wrath se sentía en control del universo, mientras una parte de él volvía a despertar.
George los guio hasta la puerta que llevaba a las escaleras que subían al tercer piso y, cuando llegaron arriba, Wrath giró a mano izquierda.
Como la puerta estaba abierta, Wrath entró enseguida y se dirigió a la cama, donde la depositó.
—¿Quieres que te prepare un baño? ¿O prefieres darte una ducha? ¿O quieres que te lleve al lavabo?
Beth se rio.
—Solo quiero quedarme un rato aquí acostada. Me siento como si acabara de bajarme de una montaña rusa que iba muy rápido.
Wrath se sentó junto a ella y le puso la mano sobre el vientre.
—Adoro esto.
—Adoras ¿qué?
—Esta cosita que llevas dentro. —Wrath sonrió—. Nuestro bebé.
—Así es.
—Cómo me gustaría poder ver la imagen.
—Yo también quisiera que pudieras verla.
—Pero está bien. —Wrath la acarició formando círculos, mientras trataba de imaginar cómo sería su hijo—. Y él es fuerte.
—Sí. Como su padre.
—Ven, bebe de mi vena. —Wrath estiró el brazo y acercó su muñeca a la boca de Beth—. Por favor.
—Ah, gracias.
Al sentir que los colmillos de Beth se clavaban en su piel, Wrath pensó que le gustaría que bebiera de su garganta, pero no confiaba tanto en sí mismo. Estaba muy excitado y esa clase de intimidad tendía a terminar de una manera en particular… y eso no iba a ocurrir mientras ella estuviera embarazada. No. No con su hijo allí dentro…
La mano de su esposa aterrizó sobre su polla dura y Wrath casi da un brinco.
—¡Mierda!
Beth hizo una breve pausa.
—Podemos hacer el amor.
—Ah, no, nada de eso.
—Wrath, no estoy enferma… Y ya no tenemos que preocuparnos de si me quedo embarazada o no. —La sonrisa que iluminaba su rostro también se reflejaba en el tono de su voz—. Ese trabajo ya lo terminaste y lo hiciste muy bien.
—Así fue, ¿no?
—Estoy tan feliz con todo esto —dijo Beth, mientras acariciaba la cara de Wrath—. Sobre todo con tu reacción.
Sí, pensó Wrath, en realidad a él también le había sorprendido su reacción.
Mientras le acariciaba el vientre a su esposa, Wrath pensaba en lo que estaba sucediendo dentro de ella.
—¿Y quieres saber cuál es la mejor parte de esto?
—Dime —susurró ella.
—Que me has dado algo… que yo ni siquiera sabía que necesitaba. Es el mejor regalo que voy a recibir en la vida. Es como completarme en lugares que no sabía que tenía vacíos. Y sin embargo…, a pesar de todo eso, no siento que te quiera más. Porque sigues siendo tan importante para mí como lo has sido siempre. —Wrath se inclinó y le dio un beso sobre la camisa; de hecho, era una de sus camisas, lo cual era genial—. Estaba totalmente enamorado de ti antes de esto, y seguiré estándolo después… y para siempre.
—Me vas a hacer llorar de nuevo.
—Entonces llora. Y déjame cuidarte.
—Te quiero tanto.
Wrath le dio un beso en la boca, dos, tres.
—Muy bien. Ahora termina de alimentarte y pediré que te suban algo de comer.
—No, nada de comida, por favor. No ahora. Tu energía es lo único que necesito.
Amén, pensó Wrath.
Wrath se quedó en el borde de la cama mientras ella seguía alimentándose de la vena de su muñeca. Luego la ayudó a darse una ducha, a secarse y la volvió a meter entre las sábanas.
—Solo voy a descansar un poco —dijo Beth, que ya estaba empezando a quedarse dormida, mientras las persianas empezaban a subir.
—Todo lo que quieras.
Un hijo. Un hijo.
—Voy a ir a trabajar un rato —dijo Wrath, antes de contenerse.
Era curioso. Eso era lo que él le decía todas las noches, después de la Primera Comida, para indicar de manera jocosa que se iba a poner la corona para ocuparse de las mierdas del gobierno.
—Me alegra tanto —dijo Beth con voz soñolienta.
Era curioso cómo, ahora, todo ese rollo de ser rey ya no le parecía una carga tan pesada.
De hecho, al agarrarse del arnés de George, Wrath sintió lo fácil que era bajar las escaleras y dirigirse al estudio. Y cuando entró en él, y encontró el escritorio, y caminó alrededor de sus esquinas talladas…, se detuvo antes de sentarse en la silla de su padre.
Al sentarse con gran reverencia, Wrath oyó que el trono crujía, como siempre, y se preguntó si también crujiría cuando su padre se sentaba en él. No recordaba ese detalle y deseó tener mejor memoria.
Así que en lugar de llamar a Saxton, o revisar el correo electrónico a través de la aplicación de voz del ordenador, Wrath frunció el ceño y trató de recordar la mayor cantidad de cosas del pasado que pudiera identificar. Sin embargo, todo se veía borroso, debido a su ceguera incipiente.
Dios, realmente nunca había pensado en el aspecto humano de su esposa, pero esperaba con todas sus fuerzas que el nuevo ADN que ella estaba aportando pudiera contrarrestar su defecto físico. Sería genial que su hijo naciera con buena vista.
Pero si no era así…
Él ya había recorrido ese camino y estaría ahí para apoyar a su hijo. Ser ciego no era maravilloso, pero tampoco implicaba que tuvieras que desperdiciar tu vida.
Mieeeeerda, pensar que había estado dispuesto a sacrificar a su hijo solo porque tenía miedo de que él o ella heredaran su defecto. Qué estupidez. Y qué patético por su parte.
Gracias a Dios, el destino había sido más sabio…
—Excelencia —dijo Fritz.
—¡Adelante! —Vaya si estaba contento, pero ya era hora de rebajar un poco la euforia, aunque fuera para no quedar como un tonto.
—Uno de los obreros desea una audiencia, Su Excelencia.
Ah, sí. Y por un momento, Wrath volvió a caer en su hábito de rechazarlo todo, pero luego se puso de pie.
—Perfecto. Voy a bajar… Aunque, no.
Wrath se volvió a sentar en el trono con gran determinación.
—Dile que suba. Aunque es mejor que alguien lo acompañe. Pídeles a los Hermanos que ayuden.
Todavía no estaba listo para confiar en nadie fuera de los miembros de la casa.
—Enseguida, Excelencia —dijo el mayordomo—. ¡Será un placer!
Parecía que él no era el único que estaba feliz…
Wrath miró hacia el suelo.
—No sé qué estoy haciendo aquí, George.
El ruido que oyó en respuesta era exactamente el voto de confianza que necesitaba. ¡A la mierda con la glymera!
Un poco después, la voz de Vishous cortó el aire del estudio.
—Aquí está tu visitante.
—Hazlo pasar.
Se oyeron unos pasos y luego, de repente el aire de la habitación cambió de una manera tan abrumadora que Wrath dio un respingo.
Nunca había sentido tanta… ¿gratitud? ¿Era eso? ¿O reverencia? Era un bouquet compuesto por emociones muy profundas, de eso no cabía duda.
—El jefe de los obreros está haciéndote una reverencia, Excelencia —dijo V—. Y se ha quitado la gorra.
El hecho de que el obrero estuviese llorando fue algo que Vishous omitió.
Wrath se puso de pie y caminó alrededor del escritorio. Antes de que pudiera decir nada, una retahíla de palabras salió de la boca de aquel humilde macho.
—Sé que fuisteis vos. Sé que solo pudisteis ser vos —dijo el macho con voz entrecortada—. No tengo con qué pagaros. ¿Cómo lo supisteis?
Wrath se encogió de hombros.
—Solo pensé que tu hija probablemente necesitaba una silla de ruedas mejor. Y un par de rampas.
—Y la furgoneta. Esa furgoneta… ¿Cómo…?
—Supongo que no te sobra el dinero, aunque cuidas bien a tu familia. Y en cuanto a la razón por la que lo hice… Tú me estás ayudando aquí, así que yo quería ayudarte allí.
—Mi segunda shellan no tiene palabras para expresar su gratitud. Y yo tampoco. Pero queremos ofreceros esto. Aunque no es un tributo digno de vos, Majestad.
Wrath frunció el ceño y, de repente, sintió cómo un trozo de pasado regresaba a él.
Y eso lo hizo parpadear.
Wrath recordó que la gente solía hacer eso mismo con su padre, ofrecerle al rey regalos como muestra de su gratitud.
—Me siento honrado —dijo Wrath con voz ronca, al tiempo que estiraba las manos.
Lo que le pusieron sobre las palmas era muy suave.
—¿Qué es?
Ahí se produjo una incómoda pausa. Como si el obrero no entendiera.
Y eso fue el momento en que Wrath supo que había llegado a una encrucijada. Extrañamente, en ese momento pensó en su hijo.
Así que pasó el regalo de una mano a la otra, y…
… se quitó las gafas de sol.
—Soy ciego —le dijo al macho—. No puedo ver. Esa es la razón por la que supe que podría ser importante para