que salir a cortar leña para poner a raya su frustración.
La pregunta que él quería que le contestaran era cuántas implicaciones tenía ese pedazo de papel. ¿Realmente el rey había renunciado a su compañera?
Él es un alma absolutamente buena, que siente verdadero amor por su pareja.
Al oír en su cabeza la voz de su Elegida, Xcor sintió un acceso de energía que se apoderó de él. Y en buen momento, porque había llegado a los muslos del restrictor. Ya no se iba a contener más: Xcor puso a trabajar todos sus músculos, que empezaron a cortar piel y huesos por igual, mientras chorros de sangre negra le salpicaban la cara y los colmillos asomaban por debajo del labio superior.
El asesino trataba de avanzar entre la nieve hacia el pavimento y sus uñas arañaban el asfalto, mientras los gritos se le ahogaban en la garganta y el dolor se apoderaba de su respiración y las palpitaciones de su corazón, dejándolo totalmente inanimado.
Pero así no se iba a morir.
En efecto, solo había una manera de matar a los restrictores.
Xcor hizo picadillo al asesino, dejando solo la cabeza unida a un pedazo de torso, mientras a sus pies se formaban pozos de sangre negra que brotaba del lugar donde solían estar sus extremidades.
Cuando ya no quedó nada que cortar, Xcor se apoyó sobre sus piernas y descansó un momento. Ahora que el asesino estaba en tal mal estado, ya no era tan divertido. El sufrimiento seguía ahí, pero no era tan obvio.
Sin embargo Xcor no quería terminar todavía. Como el adicto que se aferra a una dosis que ya no resulta suficiente para sus necesidades, Xcor quería seguir adelante.
Al oír el timbre de su móvil, Xcor decidió hacer caso omiso. No quería escuchar las protestas de Ichan, ese aristócrata que había estado dejando mensaje tras mensaje para tratar de recuperar su casi coronación. Ni a Tyhm, que también le había estado llamando.
Sin embargo, su pequeño complot había fracasado y Xcor todavía tenía que pensar en cuál sería su siguiente movimiento.
Cuando levantó el machete en el aire y enterró la hoja de acero en aquel pecho vacío, tuvo que retroceder de inmediato para cubrirse los ojos y la cara y protegerlos del estallido de luz y calor.
Mientras se recuperaba, su teléfono empezó a sonar de nuevo.
—Maldición —gruñó y metió la mano en el bolsillo interno para sacar el molesto aparato—. ¿Qué?
Hubo una pausa. Y luego la voz más dulce que él había oído en la vida llegó hasta su oído.
—Te estoy esperando.
Xcor sintió que perdía el equilibrio, aunque estuviera prácticamente tumbado en el suelo. Entonces cerró los ojos y exhaló.
—Voy de camino.
—No llegaste cuando dijiste que lo harías.
No era cierto. Tan pronto como pudo separarse de los Bastardos, voló hasta el árbol de arce y encontró las pisadas de Layla en la nieve. Sin embargo, ella debía de haber regresado al punto de encuentro.
—Tenía un compromiso del que no pude escapar. —Esa maldita reunión. Y el caos posterior—. Pero ya acabó. Quédate tranquila.
Quería seguir hablando con ella por teléfono, pero colgó enseguida, se puso de pie, miró hacia el suelo y reconoció que parte de su rabia provenía del hecho de no haberla visto…
De repente, maldijo. Las extremidades que había hecho picadillo no habían sido incineradas.
Sin embargo, no iba a limpiar nada de aquel desastre. Los humanos que encontraran los restos disfrutarían de algo que los excitaría para siempre.
Cuando Xcor se desmaterializó hacia el norte, sus moléculas se dispersaron con el viento… y tomaron forma al pie de la pradera. Allí la vio de inmediato, de pie bajo el árbol gigante, con sus vestiduras blancas brillando a la luz de la luna.
Xcor trató de desmaterializarse hasta donde ella estaba, pues se sentía demasiado impaciente para recorrer la distancia a pie. Sin embargo, su mente estaba demasiado alterada para concentrarse.
Obligado a caminar, pronto empezó a correr.
Ella era el único objetivo que importaba en ese momento y, cuando llegó delante de ella, Xcor estaba sin aliento. Totalmente fuera de control.
Enamorado.
‡ ‡ ‡
Layla se tapó la nariz con la mano.
Cuando Xcor llegó delante de ella, el olor que lo rodeaba era tan asqueroso, tan repulsivamente dulce, que ella sintió que se ahogaba. Cuando él notó su reacción, escondió las manos ensangrentadas tras la espalda y se movió unos pasos para no quedar contra el viento.
—Discúlpame —dijo bruscamente—. Estaba en el campo de batalla.
Al sentir que nada en aquel olor indicaba que se tratara de sangre de los de su especie, Layla suspiró con alivio.
—¿Nuestros enemigos?
—Sí.
—Entonces todo está bien.
Al ver que los ojos de Xcor brillaban, ella movió la cabeza.
—No me molesta tu trabajo en defensa de nuestra raza.
—Eso es muy reconfortante.
Ella trató de imaginárselo combatiendo y descubrió que no era difícil. Con ese cuello tan grueso y sus enormes hombros, Xcor estaba destinado a la violencia. Y, sin embargo, aun empapado del hedor de los asesinos, Layla no sentía miedo de él.
—Te esperé en medio de la nieve —susurró ella.
—Sí, temí que lo hicieras.
—Entonces está hecho. El Consejo ya sabe lo de Wrath.
Xcor entrecerró los ojos.
—Entonces, ¿esa es la razón por la cual insististe en verme aquí? ¿Para regodearte?
—No, no, en absoluto. Simplemente tenía la esperanza de que…
Al ver que ella no terminaba la frase, Xcor cruzó los brazos sobre el pecho; así su pecho parecía más grande que nunca.
—Dilo.
—Tú sabes exactamente de qué estoy hablando.
—Pero yo quiero oír las palabras.
—Dejaras a Wrath en paz.
Xcor se alejó de ella y empezó a pasearse.
—Respóndeme una cosa.
—Lo que sea.
—Esa no es una respuesta muy segura para ti, Elegida. —Xcor la miró con unos ojos que brillaban en medio de la oscuridad—. De hecho, esta reunión no es nada segura para ti.
—Tú no me vas a hacer daño.
—¿Como puedes creer tanto en un monstruo?
—Tú no eres un monstruo. Si lo fueras, me habrías matado aquella noche en el coche.
—Mi pregunta es esta —dijo él—. ¿Ha abandonado realmente Wrath a su hembra? Y puedes tratar de engañarme, pero yo sabré la verdad.
Tal vez no, pensó Layla. Porque había practicado su respuesta a esa pregunta. Durante horas.
Mirándolo a los ojos, y sin mostrar ninguna emoción especial, Layla dijo:
—Sí, la ha abandonado. A la proclama le pusieron una fecha anterior, pero es cierto. Wrath ha renunciado a su único amor con tal de conservar eso que tú te empeñas en robarle.
Había pasado horas frente al espejo. Se había sentado en el baño, sobre el pequeño banco acolchado, bajo todas las luces que podía encender, a repetir aquellas palabras una y otra vez. Hasta que le quedaron grabadas en la memoria y perdieron todo significado. Hasta que pudo decirlas sin vacilar ni enredarse, a pesar de que fueran mentira.
Y ella sabía que el hecho de decirle una verdad parcial le concedería más credibilidad.
—Vaya sacrificio —murmuró Xcor.
Él tampoco mostró ninguna emoción.
Luego hubo un largo, largo silencio, que el corazón de Layla se encargó de llenar con sus incesantes latidos.
—Abandona ese perverso objetivo —dijo Layla—. Por favor.
—¿Y qué hay de tu oferta anterior? ¿Se mantiene en pie?
Layla tragó con dificultad. En muchos sentidos, no se podía imaginar cómo sería practicar sexo con él. Xcor era un enemigo tan mortal como la Sociedad Restrictiva. Y tenía, además, una faceta realmente monstruosa. Más aún, ella nunca se había imaginado que llegaría a ofrecer su cuerpo por algo.
Y Layla no era tan ingenua. Sí, había sentido atracción por él cuando había ido a buscarla y la había encontrado en aquel coche. Pero este era un pacto de negocios.
Layla levantó el mentón.
—Sí, sigue en pie.
—Y si yo acepto tus condiciones, ¿tendría que esperar hasta que nazca tu hijo, o podría poseerte de inmediato?
Al oír eso, cambió el olor del aire, el cual se llenó de un aroma a especias que opacaron el hedor que tanto asco le había producido.
Layla se puso las manos sobre el vientre y sintió un súbito terror. ¿Y si ponía en peligro al hijo que estaba creciendo dentro de ella? Pero las otras Elegidas habían seguido teniendo relaciones íntimas con el anterior Gran Padre, ¿no? Y no les había pasado nada.
—Podrás tenerme cuando lo desees —dijo ella con voz débil.
—¿Y si te deseara aquí y ahora? En el frío. De pie, completamente vestidos.
Layla sintió las palpitaciones de su corazón y que el pecho se le cerraba cuando se dio cuenta de que estaba excitada… y asustada. No obstante, se mantuvo en lo dicho, afirmándose en la certeza de que ella poseía algo que él quería y que, en esas circunstancias, había una posibilidad de que Wrath y Beth, y el hijo que pudieran tener, estuvieran a salvo.
—Haría lo que me pidieras —se oyó decir.
—Todo esto por tu rey.
—Sí. Por él.
Xcor sonrió, pero sin humor.
—Prometo considerar tu propuesta. Reúnete conmigo mañana, aquí, a la medianoche, y te daré mi respuesta.
—Pensé que esa era la razón por la cual me habías citado aquí esta noche.
—He cambiado de opinión.
Layla esperaba que Xcor se desmaterializara enseguida, pero en lugar de eso le dio la espalda y bajó la cima caminando, tal como había subido, mientras sus pasos volvían a abrir la distancia entre ellos.
Entonces Layla cerró los ojos y…
—¿Qué le habéis dicho? —preguntó una voz masculina detrás de ella.
59
Trez decidió que ya tenía suficiente.
Cuando se desmaterializó de regreso a la casa de campo de Rehv, estaba dispuesto a contarle a Selena toda la verdad, a hablarle largo y tendido y aclarar por fin las cosas con su Elegida. Él y Selena ya llevaban mucho tiempo caminando en círculos, uno alrededor del otro, y ahora que él tenía un respiro, aunque no sabía cuánto podría durar, necesitaba darle prioridad a su situación con esa hembra.
Mientras seguía complaciendo los apetitos de s’Ex, claro.
Mierda. Al parecer el verdugo se había follado a las putas con tanta brusquedad que ninguna había podido ir a trabajar esa noche. Las tres le habían mandado un mensaje, pero la buena noticia era que al menos ninguna parecía lamentar lo sucedido: todas le habían preguntado si podían volver a encontrarse con el verdugo.
A ese paso, terminarían pagándole por ver a ese hijo de puta.
Joder, ni siquiera había traído el dinero que había acordado pagarles por su esfuerzo.
Después de volver a tomar forma en el sitio de siempre, en el jardín lateral, Trez se sintió aliviado al ver luz en la habitación de Selena… y en ningún otro lado. Gracias a Dios. Cuando entró en la casa a través de la puerta de la cocina, no la llamó ni hizo ningún ruido. En lugar de eso, atravesó la casa desierta como un fantasma, rodeando la base de las escaleras y subiendo de forma que los peldaños no crujieran.
Al llegar arriba, giró hacia la izquierda y cuando llegó frente a la puerta parcialmente cerrada, sintió que el pecho se le cerraba.
—¿Selena…?
El olor de ella flotaba en el aire, así que Trez tenía la certeza de que estaba ahí dentro.
—¿Selena? —Trez empujó la puerta y fue entonces cuando oyó el ruido del agua.
Tuvo que bajar la cabeza para pasar bajo el dintel y, cuando volvió a girar a la derecha, percibió la humedad en el aire, y el calor…
Joder.
La encontró en la bañera. Con la cabeza sobre una toalla, el cuerpo estirado y sumergido en una piscina de agua transparente y las manos descansando a los lados de la antigua bañera de porcelana.
—Podría haber salido —dijo ella sin molestarse en abrir los ojos—. Pero quería que me vieras desnuda.
Trez se aclaró la garganta con un carraspeo, que es lo que uno