Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El rey
  3. Capítulo 80
Prev
Next

aquel Maldito Gato, como le había dado por llamarlo.

Tan pronto como llegó a la casa de campo, Trez sintió la presencia de Selena y empezó a excitarse, pero todo eso cambió cuando la encontró en la cocina, en medio de un extraño colapso. Vamos, cuándo habría sido la última vez que ella se había alimentado…

Trez sintió que su polla y sus pelotas protestaban de solo pensar en que ella pudiera compartir esto con alguien más, y para regresar al lado de los ángeles, se concentró en la manera en que ella bebía de su muñeca, y en la visión de los labios de ella contra su piel, y en el hecho de que él era, en efecto, quien se estaba ocupando de cuidarla.

Pero ¿durante cuánto tiempo?, se preguntó.

—Cállate —dijo entonces, pero al ver que los ojos de ella se clavaban en él, Trez movió la cabeza—. No, tú no.

Mientras le acariciaba el pelo con las yemas de los dedos, Trez se quedó maravillado de las diferencias que había entre ellos: lo suave que era todo lo de ella, cómo olía a fresco aire de primavera aunque estuvieran en invierno, y la forma en que sus pestañas se alargaban sobre las mejillas pálidas cuando cerraba los ojos.

Podría haberse quedado así para siempre.

Pero, después de un rato, Selena lo soltó y sus colmillos se recogieron dentro de la boca. Luego vino una pequeña tortura: ver cómo sacaba aquella lengua rosada y lamía los pinchazos para cerrarlos, lo cual acabó de excitarlo.

Después Selena se recostó sobre los brazos de Trez, con los ojos vidriosos bajo los párpados pesados debido a la sensación de satisfacción.

—No he dejado de pensar en ti —dijo él con voz suave—. Ni un segundo.

—¿Sí?

—Sí —dijo Trez asintiendo, mientras le rozaba el labio inferior con el pulgar—. Y no solo porque tengamos algunos… asuntos sin resolver.

De no haber estado sentado, la sonrisa que ella le ofreció lo habría hecho desplomarse sobre el trasero.

—Así es.

Dios, a Trez le encantaba la paz que se respiraba allí. No había música a todo volumen, ni humanos apretados por todas partes, ni presiones del mundo exterior… o del s’Hisbe. Ni siquiera los Hermanos con sus shellans, a pesar de lo simpáticos que eran. Solo ellos dos.

Mientras su erección se hacía cada vez más gruesa, Trez tuvo que acomodar las caderas debajo de la cabeza de Selena. Y luego se oyó decir:

—Quiero hacerte el amor. Ahora mismo.

Mierda, ¿de verdad había sido capaz de decirlo? Y sin embargo, en este momento, todas las razones para guardarse sus deseos parecían tan distantes…, nada más que truenos lejanos en un cielo nocturno que estaba, por el momento, despejado y lleno de estrellas.

Solo que en ese momento una sombra oscureció la cara de ella; una sombra que reemplazó la dulce satisfacción de haberse alimentado por una duda que hizo que Trez quisiera darse una patada en las pelotas.

Aunque en lugar de alejarse, Selena levantó la mano para acariciarle la cara.

—Eso me gustaría mucho.

—¿Estás segura? —Joder, estaba cachondo. Demasiado cachondo para hacer lo correcto.

Al ver que ella asentía…, Trez supo que los dos estaban perdidos.

—Por favor —susurró ella con voz ronca—. No me hagas sufrir más y dame lo que deseo.

Cuando Selena bajó la mano por su cuerpo y la dejó apoyada en la entrepierna, Trez casi tuvo un orgasmo ahí mismo. Sintió que los testículos se le apretaban y la polla le hacía tanta presión contra los pantalones que tuvo que apretar los dientes para resistir.

El primer impulso fue follársela allí mismo. Pero eso no era buena idea.

No podría detenerse, ni siquiera si entraba alguien más.

Así que, con un brote de energía, se puso de pie, llevándola a ella delicadamente en sus brazos.

—¿Dónde es tu habitación?

—Arriba. Al fondo.

Trez la llevó hasta el segundo piso por las escaleras y se dirigió hacia la suite que estaba sobre la cocina, abriendo la puerta con el pie. Una vez dentro, vio los muebles victorianos de caoba con muchas curvas, y la espectacular cama, que constituía el marco perfecto para ella cuando la depositó sobre la colcha de terciopelo.

Luego se montó a horcajadas sobre ella, pero teniendo cuidado de no aplastarla.

—Quiero… verte.

Al ver que Selena movía las manos hacia el cinturón de su túnica, Trez la detuvo:

—No, quisiera hacerlo… yo.

El cinturón era tan blanco y suave como el resto de lo que ella llevaba puesto y, cuando sus manos morenas lo aflojaron, Trez se lamió los labios. Luego abrió las dos mitades de la túnica y se tomó un tiempo para contemplarla con reverencia.

—Joder…

Sí, los pezones de Selena se endurecieron todavía más cuando el aire frío los tocó.

Sin poder detenerse, Trez se inclinó y le lamió uno, metiéndoselo después dentro de la boca mientras seguía quitándole la ropa. Luego se encargó del otro pezón, al tiempo que le acariciaba los muslos.

El olor de Selena llegó directamente al sexo de Trez y su polla volvió a palpitar, tratando de encontrar una salida.

Y, mierda, el sonido de la voz de Selena gimiendo y diciendo su nombre lo hicieron estremecer. Pero luego volvió a la acción, tocándola entre las piernas y encontrando su núcleo ardiente y húmedo, el cual empezó a frotar. Cuando sintió las uñas de Selena en sus brazos, Trez sonrió contra los senos de ella.

—Córrete para mí —gruñó, mientras le chupaba los pezones.

Justo en ese momento el cuerpo de ella se puso tenso, como una cuerda, y su torso se sacudió contra el pecho de Trez, al tiempo que él empezaba a besarla en la boca, penetrándola con la lengua, mientras la ayudaba a disfrutar de su orgasmo. Cuando terminó, ella se derrumbó, respirando agitadamente.

—Por favor… —dijo ella con voz quebrada—. Sé que hay más.

—Sí, claro que hay más —dijo Trez y se echó hacia atrás, mientras se quitaba la camisa con brusquedad—. Joder, sí…, mierda, quiero decir…, maldición.

Sabía que tenía que controlar su lenguaje y prometió cuidar más su vocabulario.

Al igual que había sucedido con la camisa, casi rasga los pantalones al quitárselos, y luego los arrojó lejos, sin preocuparse de dónde caían.

—Tú eres… magnífico —dijo entonces ella.

Al oír esto, Trez se quedó paralizado y la miró a los ojos. Selena tenía la vista fija en la parte inferior de su cuerpo y un rápido vistazo allí abajo le confirmó a Trez que su polla estaba lista para cumplir con el trabajo.

—¿Puedo tocarte? —dijo ella tímidamente. Solo que ya estaba estirando la mano, aquella mano pálida…

Trez soltó un rugido tan fuerte que hizo temblar el espejo que colgaba junto a la puerta y luego se dejó caer hacia un lado.

—Ten cuidado…, ah, por Dios…

Estaba a punto de correrse, en especial cuando ella lo acarició…

—Ah, por Dios… —dijo él entre dientes, mientras se mordía el labio.

Selena se puso de rodillas, dejando balancear sus senos, mientras el pelo se le soltaba del moño. Acariciándolo con las dos manos, ella encontró un cierto ritmo que subía y bajaba, saltando desde la punta hasta la base, una y otra vez. Y mientras lo excitaba, las caderas de Trez se agitaban, al tiempo que ella iba acelerando el ritmo.

Con una sacudida repentina, Trez la empujó hasta acostarla sobre la cama y apartó las manos de ella de su cuerpo.

—Pero yo quiero…

Él la interrumpió con un beso y luego lamió sus labios.

—Quiero correrme dentro de ti.

Selena sonrió de manera muy seductora y los ojos le brillaron.

—¿Y luego puedo explorar?

—Vas a matarme, hembra.

Cuando Trez la montó, Selena abrió las piernas para facilitar la entrada.

—Eres la única en la que estoy pensando —se oyó decir.

Y fíjate que, esta vez, el pasado se quedó lejos, probablemente porque Trez llevaba todo este tiempo pensando en ella en el suelo del baño, retorciéndose bajo su boca y con deseos de más. Sí, y la desesperación por meterse en su vagina, por poseerla y correrse dentro de ella era más poderosa que todas las cosas que odiaba de sí mismo. Nada iba a detenerlo ahora.

En especial porque, durante el tiempo que habían estado separados, Trez se había recordado un hecho sobresaliente:

Selena también había estado con muchos machos.

Era parte de su trabajo, aunque él odiara pensarlo. Como Elegida que satisfacía las necesidades de sangre de otros, había sido entrenada sexualmente y había estado con los machos a los que les había prestado sus servicios. Así era como funcionaban las cosas.

Y a pesar de lo mucho que eso lo deprimía, Trez suponía que eso los ponía al mismo nivel, aunque el sexo que ella había tenido formara parte de una función sagrada que salvaba vidas. Lo suyo, en cambio, era pura adicción.

En pasado, pensó Trez. Genial.

Entonces Trez se agarró la polla, la acomodó en el ángulo correcto y cerró la distancia, haciendo presión hasta que encontró el lugar adecuado. Con un gruñido, subió los dos brazos para acunar la cabeza de Selena y, cuando sus ojos se encontraron, Trez notó que ella dejaba de respirar, como si se estuviera preparando para el tamaño de la polla de él.

—Lo haré lentamente —murmuró Trez, mientras la besaba con delicadeza.

—Gracias —respondió Selena con un murmullo apenas audible.

Mientras él se acercaba, ella se quedó curiosamente quieta y con los ojos cerrados, mientras sus colmillos se alargaban. Y lo único que él podía hacer era contemplar lo hermosa que estaba contra la colcha de color rojo sangre, el pelo negro esparcido por la almohada y las mejillas rojas.

—Tienes una entrada muy estrecha —dijo él apretando los dientes—. Por Dios.

—No te detengas.

—No lo haré…

—Hazlo, tan solo hazlo.

Trez frunció el ceño y pensó que esa era una extraña manera de…

Todo sucedió tan rápido que no tuvo tiempo de impedirlo: Selena lo agarró de las caderas, lo acomodó en el ángulo correcto y se impulsó contra él, llevándolo más allá de la barrera… que no debería haber estado ahí.

Al oír que ella soltaba un gemido de dolor, Trez no entendió nada.

—¿Qué…?

Pero no terminó la frase. Tampoco pudo terminar la idea. El abrazo de la vagina de Selena alrededor de su polla fue demasiado y el orgasmo que había estado postergando lo golpeó con toda la fuerza y se corrió dentro de ella.

En respuesta, Selena envolvió las piernas alrededor del trasero de Trez mientras suspiraba y él trataba de mantener el bombeo al mínimo. ¿Virgen? Virgen…

Y luego Trez recordó algo que ella había dicho en el baño: tómame, enséñame.

Virgen.

Trez se salió tan rápido que ella puso una mueca de tristeza, y casi termina no solo lejos de la cama sino del cuarto.

La sangre que vio sobre su polla hizo que se le formara un nudo en las entrañas.

—Selena…, por Dios, ¿por qué no me has dicho nada?

Ella bajó los ojos y se cerró la túnica. Incluso se ató el cinturón antes de sentarse sobre las almohadas.

—Te deseaba. Y todavía te deseo. Es tan simple como eso.

Trez levantó la mano para aflojarse la corbata que no lo dejaba respirar…, y recordó que estaba totalmente desnudo.

—Nada de simple —dijo él con voz ronca—. Esto no tiene nada de simple.

Lo último que Trez necesitaba ahora era otra hembra a la que tuviera que desposar. ¿Y si Phury, en su condición de Gran Padre, quisiera que él hiciera lo que le correspondía? ¿Qué diablos iba a hacer?

En especial porque… se estaba enamorando de Selena.

‡ ‡ ‡

Mientras Trez permanecía desnudo en un rincón de la habitación, Selena pensó que eso no era lo que quería.

Pero había tenido razón al quedarse callada. En el último minuto tomó la decisión consciente de no decírselo, precisamente por esta razón.

—¿Cómo es…, cómo…, por qué…? —El

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Codicia
Codicia
August 3, 2020
Amante Liberada
Amante Liberada
August 3, 2020
Amante Renacido
Amante Renacido
August 3, 2020
Amante despierto
Amante despierto
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.