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  2. El rey
  3. Capítulo 79
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brazo de su hermano y lleva una rosa rosada que Rhage ha tomado del jarrón que está sobre la chimenea. —Hubo una pausa—. Tiene los ojos clavados en ti y esa sonrisa suya… que vale todo el dinero del mundo, amigo mío. Todo el dinero del mundo.

En un segundo, toda la mierda acerca del trono y las otras razones para hacer esto desaparecieron: al percibir el olor de su leelan, Wrath solo pudo pensar en que ella lo era todo para él…, y no solo porque tal vez estuviera salvándole el trono en este preciso momento.

Ah, y…, joder, también era probable que estuviera embarazada.

—Queridos hermanos —empezó a decir Lassiter—, estamos aquí reunidos para ser testigos de la unión de Elizabeth, hija de Darius, y Wrath, hijo de Wrath.

Así que dejarían de lado los nombres vampiros formales. Genial. Eso lo hacía parecer más humano.

—¿Quién entrega a esta hembra, perdón, a esta mujer, en matrimonio?

Wrath esperaba que uno de los Hermanos tradujera la respuesta de John, pero el macho comunicó su contestación directamente y con toda su fuerza: silbó una nota ascendente que anunciaba sin lugar a dudas que él era quien presentaba a su hermana.

Por instinto, y porque no tenía ni idea de qué implicaba aquella ceremonia, Wrath le tendió la mano. Cuando John Matthew se la estrechó, los dos se apretaron las manos con fuerza e intercambiaron mediante este gesto una promesa: prometo-cuidarla-bien, más-te-vale.

Entonces se oyó que varias personas carraspeaban. Como si un par de Hermanos se estuvieran poniendo un poco emotivos.

Lassiter tosió y se oyó el sonido de páginas de un libro que alguien pasaba y volvía a pasar.

—Ah…, bien, mirad, voy a acelerar un poco las cosas, ¿vale? ¿Existe alguna razón por la que vosotros dos no podáis contraer matrimonio? ¿No? Genial.

Beth se rio.

—Creo que debes esperar a que nosotros respondamos.

—Entonces respondamos todos juntos, ¿vale? Y vosotros, que estáis entre el público, también vosotros podéis contestar: ¿alguna razón para no hacer esto?

Todos los miembros de la casa, al igual que su shellan y Wrath mismo, gritaron al unísono:

—¡No!

—Joder, esto va muy bien. —Se oyeron más páginas que pasaban—. Sí, aquí la ceremonia dura muchísimo. ¿Wrath?

Por alguna razón, Wrath empezó a sonreír.

—¿Sí?

—¿Aceptas a esta increíble mujer, que te acaba de salvar el pellejo, como tu esposa? ¿La amarás y la protegerás, la honrarás y la respetarás en la salud y en la enfermedad, y por encima de todo lo demás, le serás fiel hasta que la muerte os separe…? Mierda, se suponía que debía preguntártelo a ti antes que a él, Beth. ¿Qué tal si contestas?

—No —cortó Wrath con una gran sonrisa—. Yo primero. Sí, acepto.

Se oyó un suspiro por parte de la concurrencia y luego la voz de Rhage que decía:

—¿Qué? Esto es muy bonito, ¿no? Idos todos a la mierda.

—Ahora tú, Beth, ¿aceptas a este maldito gilipollas como tu marido? ¿Lo amarás y lo cuidarás, lo honrarás y lo respetarás, en la salud y la enfermedad, y por encima de todo, le serás fiel hasta que la muerte os separe?

—Acepto —dijo Beth—. Totalmente.

—Bieeeen. —Lassiter adelantó otras páginas—. ¿Anillos? ¿Tenemos anillos?

—Ponle mi anillo en el pulgar —dijo Wrath y se quitó el enorme diamante negro que usaba su padre—. Toma.

—Y él puede usar el mío —dijo Beth—. Era el de su madre.

—Ay, qué dulzura. —Lassiter tomó el anillo de Wrath—. Muy bien, terminemos con esto. Bendigo estos anillos. Beth, toma el tuyo y pónselo en el dedo en que le quepa. Perfecto, la última falange, muy bien.

—Eso es, repetid después de mí. Ay, mierd… Tenía que ir primero con Wrath…

—No —dijo Beth con una carcajada—. Así está perfecto.

—Perfecto —repitió Wrath.

Todo parecía tan… perfecto. Era natural y real, y la falta de formalidad resultaba tan apropiada, en especial a la luz del ridículo sistema de valores de la aristocracia.

Joder, pero Lassiter era un absoluto antídoto contra todo eso.

—Muy bien, entonces, Beth, repite conmigo. «Yo, Beth, una mujer absolutamente increíble…».

Beth soltó una risita.

—Yo, Beth…

—¿Por qué no dices lo de la mujer absolutamente increíble? ¿Qué? Vamos, tengo una licencia que obtuve por internet. Sé lo que me hago.

Wrath asintió.

—Él tiene razón. Eres realmente increíble. Creo que necesitamos oírlo.

—¿Podéis decir amén? —gritó Lassiter.

—¡Ameeeeeeeeeeeeeeén! —se oyó que decían todos.

—Está bien, está bien —dijo Beth—. Yo, Beth, una mujer absolutamente increíble…

—«… recibo a este imbécil de Wrath…».

—… recibo a este imbécil de Wrath…

—«… como mi esposo, y me entrego a él y prometo serle fiel…».

—… como mi esposo, y me entrego a él y prometo serle fiel…

—«… en la prosperidad y en la adversidad…».

Y de repente dejó de sonar como una broma, y cuanto más avanzaban, más serio se ponía Lassiter, y más temblaba la shellan de Wrath, como si las palabras que estaba pronunciando tuvieran gran valor y significado.

Wrath se dio cuenta de que esto era una verdadera tradición para ella.

Y Beth continuó con voz ronca:

—… en la salud y en la enfermedad…

—«… y así amarte y respetarte todos los días de mi vida».

—… y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Lassiter pasó otra página.

—«Recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

De repente Wrath apretó los molares para controlar sus propias emociones, mientras ella repetía las palabras y deslizaba el rubí en su dedo meñique.

—Y ahora, Excelencia —dijo Lassiter con voz suave—. Recitad conmigo…

‡ ‡ ‡

Beth nunca había sido de esas chicas que se imaginaban su boda. Y la representaban con Barbies. Y compraban la revista Novias desde que cumplían los veinte años.

Y estaba muy segura de que, de haberlo sido, ninguna de sus suposiciones se habría parecido a esto en lo más mínimo: una boda rodeada de vampiros, posiblemente embarazada, con un ángel caído disfrazado de Elvis, que destrozaba la ceremonia que había encontrado en un Libro de Oraciones.

Sin embargo, mientras miraba a su próximo marido, Beth no se podía imaginar nada que le gustara más. Aunque, claro, cuando estás frente a la persona correcta, nada de las cosas sobre las que hablan en la tele, ningún vestido de Vera Wang, ningún champán, ningún DJ, ningún lugar ni ninguna fiesta importan.

—«Yo, Wrath, te recibo a ti, Beth…» —comenzó a decir Lassiter.

—Ya sé, ya sé —dijo Wrath con su voz de trueno—. Yo, Wrath, te recibo a ti, Beth, como esposa, y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

Se oyeron varios sollozos.

Al sentir que Beth sollozaba y sonreía al mismo tiempo, Wrath puso el anillo gigante del rey en la parte superior de su pulgar. Y luego dijo, con solemne sinceridad:

—Beth, recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti, y con todo lo que soy, y todo lo que tengo, prometo honrarte en el nombre de tu Padre, y del Hijo y de tu Espíritu Santo.

Se oyó una ronda de aplausos, espontáneos y sonoros. Y Lassiter tuvo que gritar para hacerse oír:

—Por el poder que me concede Google, ahora os declaro marido y mujer. ¡Puedes besar a la novia!

Los aplausos aumentaron y Wrath puso sus brazos alrededor de Beth y la empujó hacia atrás, de manera que lo único que la sostenía era su fuerza.

Era algo que él hacía regularmente, una manera inconsciente de afirmar y probar su capacidad física para protegerla.

—Quítame las gafas —le susurró a Beth, mientras la cortina de su pelo caía sobre ellos, dándoles un poco de privacidad—. Quiero que veas mis ojos, aunque ellos no puedan verte.

A Beth le temblaban las manos cuando le tocó la cara. Y cuando le quitó las gafas y dejó a la vista la extraordinaria mirada de Wrath, pensó en la primera vez que lo había visto, en la habitación de huéspedes del sótano de la casa de su padre.

Sus ojos no habían cambiado. De un color verde pálido, brillaban desde dentro hasta el punto que ella tuvo que parpadear, y no solo por las lágrimas que llenaban sus ojos.

—Hermosos —dijo ella entre jadeos.

—Inútiles —le respondió él con una sonrisa, como si estuviera recordando el mismo intercambio.

—No, ellos me dejan ver todo el amor que tienes en el corazón. —Beth le tocó la cara—. Y eso es muy útil.

Wrath le rozó la boca con los labios un par de veces y luego le dio un beso profundo y lento.

Cuando finalmente empezó a enderezarla, ella le puso las gafas de nuevo y, frente a todos los miembros de la casa, se ruborizó. Había tanto amor en el aire…

Que se sintió invencible frente a cualquier cosa que pudiera atacarlos.

Por encima del rumor, Lassiter gritó:

—Gracias, gracias, muchas gracias.

Wrath se inclinó hacia un lado, acarició las orejas de George y se agarró del arnés del perro; luego los tres caminaron por el pasillo hacia el comedor.

Milagrosamente, Fritz había logrado organizar un banquete de la nada y los doggen habían puesto la mesa durante la ceremonia.

Pero primero había que atender un asunto.

Cuando Rehv pasó el arco del comedor, le hizo una seña a Beth y ella se acercó a su marido.

—Es hora de firmar —dijo Beth.

Fue difícil ver cómo la felicidad de su marido parecía interrumpirse de repente.

—Es lo mismo, ¿verdad? —susurró Beth—. Estamos casados. Estamos cubiertos.

—Sí… —Hubo una larga pausa—. Sí, puedo hacerlo.

Solo que Wrath se tomó un tiempo para acercarse al lugar donde Rehv estaba desenrollando un pergamino con cintas rojas y negras pegadas en la parte inferior.

—Tengo un bolígrafo azul para la firma —dijo Rehv y lo sacó de su abrigo de visón—. Este documento ha sido preparado por Saxton y tiene fecha de hace tres semanas. Él me ha asegurado que la redacción está blindada y no hay nada que ellos puedan objetar.

—Blindada —murmuró Wrath.

Rehv le tendió el bolígrafo.

—Firma y yo me encargaré de hacerlo llegar. Será un placer.

Beth soltó la mano de Wrath para darle a su hombre un poco de espacio, pero era evidente que él no quería eso. Así que la volvió a agarrar de la mano y se quedó allí, junto al pergamino.

—¿Qué dice? —preguntó con brusquedad.

Beth miró los símbolos, pero no entendió nada de aquel estampado azul.

—Dice… —Rehv se inclinó—. Que la unión queda anulada.

—¿Como si nunca hubiese existido? —murmuró Wrath.

Rehv le dio un golpecito al pergamino.

—Esto es una declaración política. Tiene un propósito funcional. No tiene nada que ver con vosotros dos.

—Pero se supone que lleva mi firma. Y el nombre de Beth está ahí. Así que sí tiene que ver con nosotros.

Rehv dio un paso atrás. Luego solo quedaron Wrath y el escrito que no podía ver.

Todos los Hermanos y miembros de la casa se quedaron en la periferia, todos en silencio.

Wrath no iba a hacerlo, pensó Beth. Sencillamente no iba a ser capaz de hacerlo…

52

Mientras observaba a Selena alimentándose de su vena, Trez se sentía feliz de haber abandonado lo que fuera que estuviera ocurriendo en Caldwell para acudir allí.

Todavía estaba en el club, terminando unas cuentas de las que se debería haber encargado hacía días, cuando recibió el mensaje grupal acerca de la reunión. Y de inmediato se dirigió a la mansión, con la esperanza de encontrar allí a Selena. Al ver que ella no aparecía, se ordenó tranquilizarse y dejar que ella viniera cuando quisiera, bla, bla, bla.

Mantuvo esa decisión aproximadamente durante un minuto y medio, antes de desaparecer y dejar a iAm mirándolo con cara de reprobación en el vestíbulo, mientras sostenía en brazos a

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