efecto de sus hormonas, al igual que las hembras.
Wrath se levantó apoyándose en los brazos.
—¿Cómo estás?
Beth abrió la boca para responder, pero solo se oyó un graznido.
—Todavía necesitas beber de mi vena —dijo él, al tiempo que le apartaba de la cara un mechón de pelo—. La necesitas.
—¿Y qué…? —Al oír que su voz se quebraba, Beth se aclaró la garganta—. ¿Y qué hay de ti?
Wrath tenía un aspecto demacrado, con las mejillas hundidas, como si hubiera perdido quince kilos, pero su respuesta fue negar con la cabeza.
—Mi única preocupación eres tú.
La imagen de su hellren se volvió borrosa a través de las lágrimas que llenaron sus ojos.
—Lo siento —masculló Beth—. Ay, Dios…, lo siento tanto.
—¿Por qué?
—Por… todo esto.
Wrath sacudió la cabeza.
—Esto habría ocurrido tarde o temprano.
—Pero yo…
Wrath se acercó y la besó en la boca suavemente.
—No más lamentaciones. Empezamos un camino a partir de ahora y, pase lo que pase…, estamos juntos en esto, ¿vale?
No hubo tiempo para que Beth respondiera, pues el deseo volvió a pisar el acelerador y el calor acumulado en su sexo le llegó hasta el corazón.
—Ay, Dios —gimió ella—. Pensé que ya había terminado.
—Todavía no. —Wrath no parecía sorprendido—. Aún no hemos terminado…
‡ ‡ ‡
iAm estaba junto al fogón en la cocina cuando sintió la presencia de su hermano. Ni siquiera tuvo que volverse, pues el aire de la habitación cambió… y no para bien.
Además, Trez no estaba solo. Pero eso iAm no lo supo porque sintiera el olor de Selena…, sino porque percibió el de su hermano.
iAm maldijo entre dientes, mientras seguía revolviendo la salsa que había preparado. El imbécil de él se había enamorado.
Fantástico.
Joder, iAm tenía la esperanza de que, con todas las hormonas que volaban por la casa, el sexo que había tenido lugar entre aquellos dos hubiese sido el resultado del periodo de fertilidad de alguien más.
Buena teoría. El problema era que las Sombras eran inmunes a esa mierda.
—Se suponía que era ella la que venía a hacerte un servicio a ti, no al revés —murmuró iAm, al tiempo que agregaba un poco más de sal marina a la salsa.
—Cuidado con el tono que usas.
iAm giró sobre sus talones y miró al idiota de su hermano.
—Tengo una idea. ¿Y si, por una sola vez en la vida, tomas una buena decisión con respecto a una hembra? Así no tendré que enfadarme.
La Elegida que estaba junto a Trez levantó el mentón con altivez.
—Si quieres culpar a alguien, no lo mires a él. Yo decidí ir, a pesar de que tú pediste a otra persona.
iAm volvió a concentrarse en su salsa.
—Genial. Felicidades y bienvenida a la familia.
Su hermano se materializó junto a él, lo hizo girar sobre los talones y lo agarró de la garganta.
—Discúlpate con ella…
iAm se inclinó hacia delante y enseñó sus colmillos.
—Vete a la mierda, Trez.
—¿Quieres que te dé una paliza? —gruñó su hermano—. ¿Quieres una maldita…?
—Atrévete.
—No me provoques…
—¡Estoy tratando de salvarte el pellejo! ¡Imbécil!
Mientras los dos hermanos llevaban el tono de la discusión hacia una explosión similar a la de Wrath de la noche anterior, la Elegida se les acercó y dijo con voz neutral:
—Me lo ha contado —dijo ella—. Me lo ha contado todo. Y me parece que vosotros dos estáis solos en esta situación. Así que sería mejor cenar, en lugar de emprenderla a golpes, ¿no?
iAm giró la cabeza hacia donde estaba Selena, al mismo tiempo que lo hizo Trez.
Mientras los dos hermanos miraban a la Elegida, quien hacía gala de la mayor serenidad y control, Trez hizo algo inesperado… y bajó la mano. Y retrocedió. Y cruzó los brazos sobre el pecho.
Todavía estaba furioso, pero obedeció con tanta facilidad la llamada a la cordura que había que preguntarse si esa mierda de estar enamorado no resultaba bastante útil… hasta cierto punto.
iAm miró con odio a su hermano.
—No sé qué decirte.
—Selena, ¿nos perdonas un segundo?
La Elegida asintió.
—Tal vez debería regresar al norte. Y daros todo el espacio que queréis.
Trez frunció el ceño.
—No tienes que irte.
Selena miró a uno y otro.
—En realidad, creo que sí. Ya sabes dónde estaré… y, por favor, no vayáis a liaros a golpes. Eso solo empeorará las cosas.
iAm se preparó para la escena de la despedida, pero la hembra lo impresionó todavía un poco más, pues solo hizo una ligera venia y se marchó. Sin sentimentalismos, ni escándalo.
Mierda, casi podía decir que le caía bien. Si no estuviera tan furioso con el idiota de su hermano…
—Quiero ver a s’Ex. Hoy.
iAm también cruzó los brazos sobre el pecho y se recostó contra el fogón.
—¿Porque crees que vas a poder hacerlo entrar en razón? Yo ya intenté razonar con ese cabrón…, pero está más que dispuesto a cumplir con su trabajo.
—¿Puedes ponerte en contacto con él?
—Sí.
—Dile que me busque a mediodía en nuestro apartamento.
—Ese es el último plazo para que te presentes en el s’Hisbe. —Al ver que su hermano no contestaba, iAm levantó las cejas—. No te vas a entregar, ¿verdad?
—Organiza el encuentro.
iAm soltó una maldición en voz baja. Sí, tenía ganas de patear el trasero de su hermano, pero no quería que nadie más lo hiciera.
—Trez.
—Hazlo.
—No, a menos que me digas qué piensas hacer.
—Pensé que querías que regresara.
—Entonces, ¿eso es lo que vas a hacer? Dime algo, ¿acaso estás planeando llevarte a tu Elegida contigo, para formar una bonita familia o una mierda así?
—Ella no es mía.
—¿Y ya le has contado eso a tus hormonas?
Trez hizo un movimiento brusco con la mano, como si quisiera cortar el aire.
—No sé de qué estás hablando…
—Sí, ese es tu maldito problema.
—Tú solo llama al verdugo. Eso es todo lo que tengo que decir.
Cuando vio que Trez daba media vuelta, iAm dijo:
—No puedo dejar que regreses allí.
Trez se detuvo en seco. Y miró por encima del hombro.
—¿Qué? —preguntó iAm.
—Yo… No lo sé. Supongo que no esperaba eso.
Hora de volver a concentrarse en la salsa. En el estofado. ¿Qué demonios era lo que estaba preparando?
iAm retiró la tapa de la olla y lo revolvió todo de nuevo. Él mismo lo había preparado todo, desde el caldo de pollo hasta las especias que flotaban en la superficie de la aromática mezcla.
—¿iAm?
—No me importa que ellos mueran. —iAm observó los trozos de zanahoria y de cebolla que flotaban en la superficie del estofado—. Ya sé que se supone que debería afectarme, porque se trata de mis padres, pero lo he pensado y lo siento mucho, pero si ellos pueden ser egoístas, yo también. Mi familia somos tú y yo y nosotros estamos por encima de cualquiera.
—Dios… Creo que necesitaba oírte decir eso.
iAm le lanzó a su hermano otra mirada de odio.
—¿Acaso lo dudabas?
Trez volvió y se sentó en una de las butacas que había junto a la encimera.
—Hay ciertos límites.
iAm soltó una carcajada.
—Mira quién habla.
iAm abrió uno de los armarios de la izquierda y sacó dos platos soperos, y luego un par de cucharas del cajón. A continuación sirvió un poco de estofado con el cucharón…, primero a su hermano.
Trez probó un poco y dejó escapar un gemido.
—Esto está delicioso.
Después de probarlo, iAm pensó que realmente era así, pero no dijo nada. El orgullo era un rasgo muy poco atractivo, aunque estuviera justificado.
—¿Qué vas a hacer con la Elegida? —preguntó iAm.
El gesto de Trez le pareció a iAm un poco demasiado desenfadado.
—Nada.
—No creo que eso te vaya a funcionar.
Trez se quedó mirando el estofado.
—Ella solo es otra razón más para quedarme aquí fuera. Aunque no necesitara muchas.
—Ella dice que se lo has contado todo. ¿Es cierto?
Pasó un rato antes de que Trez asintiera lentamente con la cabeza.
—Sí. Casi todo.
—¿Qué parte te has guardado?
Trez levantó sus ojos negros después de un rato.
—¿Se puede repetir?
iAm agarró el plato vacío y se dirigió a la olla para servir de nuevo.
—No le he contado que las cosas se van a poner muy feas —dijo Trez en voz baja, al tiempo que recibía su segundo plato.
—Entonces le has mentido.
Hubo otro largo silencio.
—Sí, así es.
Porque después de que la reina eliminara a sus padres, seguramente la tribu iba a empezar a perseguir a iAm. Él era el siguiente peldaño en la escalera de presión, porque, después de todo, no podían tocar a Trez. Él tenía que permanecer sano y salvo.
iAm se sorprendió asintiendo con la cabeza.
—Probablemente haya sido lo mejor.
37
Era fácil pensar en Dios mientras observabas el amanecer sobre el río Hudson.
Sentada en la terraza de la casa de cristal de Assail, Sola contemplaba el agua helada que bajaba lentamente. Pequeños rayos de color melocotón se reflejaban en el hielo, mientras, al fondo, el gran círculo naranja remontaba los rascacielos del centro de la ciudad.
Estaba pensando por enésima vez en que había logrado salir de aquella prisión, y que a pesar de las cicatrices internas que esto pudiera haberle dejado, su cuerpo se encontraba intacto, al igual que su mente, y al menos a corto plazo, su seguridad estaba garantizada.
Al recordar todas aquellas plegarias que había elevado al cielo, Sola no podía creer que hubieran funcionado. La desesperación la había hecho pronunciar aquellas palabras, pero la verdad es que no esperaba que nadie estuviera escuchándola.
La pregunta ahora era si estaba dispuesta a cumplir con su parte del trato.
Joder, habría sido mucho más fácil si un ángel con alas hubiera bajado del cielo a liberarla y luego la hubiera dejado allí. Pero en lugar de eso, ella había tenido que hacer todo el trabajo sucio, Assail había entrado luego a limpiarlo todo y uno de sus primos había conducido durante cinco horas para llevarla de nuevo al mundo de la cordura. Ay, y luego estaba toda esa gente de las instalaciones médicas.
¿Meros mortales tocados por la mano de Dios? ¿O una serie de eventos azarosos que simplemente habían ocurrido de una cierta manera? ¿Su salvación era el resultado de una intervención divina… o era comparable más bien a la razón por la cual en el bingo sale una bola y no otra?
Un pequeño bote de pescadores apareció de repente en el horizonte y su único pasajero, sentado junto al motor fueraborda, controlaba desde allí la velocidad y la dirección.
Mientras se envolvía mejor en el edredón, Sola pensó en todas las cosas que había hecho en la vida, desde que empezó, a los nueve o diez años. Había comenzado por robar carteras, gracias al entrenamiento de su padre, y luego había pasado a realizar robos más complejos, siempre con la ayuda de él. Después de que su padre fuera a parar a la cárcel y ella y su abuela se mudaran a los Estados Unidos, Sola consiguió un trabajo como cajera en un restaurante y trató de mantenerse con su sueldo. Pero cuando eso resultó demasiado difícil, decidió aprovechar su experiencia y fue así como logró sobrevivir.
Su abuela nunca había hecho preguntas, pero así había sido siempre. Su madre era igual, excepto cuando Sola empezó a meterse en aquella vida. Desgraciadamente, su madre no había vivido lo suficiente como para causar una impresión duradera en ella y, después de que ella muriera, el marido y la hija que dejó atrás se volvieron ladrones profesionales.
Eso era todo.
Sola sabía que tarde o temprano iban a atraparla. Joder, su padre era mucho mejor que ella y había muerto en prisión.
Sola recordó cómo era su padre la última vez que lo vio. Lo estaban juzgando y él llevaba el uniforme de la prisión y esposas en las manos. Apenas la había mirado, pero no porque estuviera avergonzado o preocupado.
No, la verdad era que ella ya no le resultaba útil.
Sola se restregó