Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El rey
  3. Capítulo 58
Prev
Next

dedos y los flexionó, con la esperanza de que él no descubriera que su aparente tranquilidad no era más que una máscara. Estaba segura de que si Trez se daba cuenta de lo mucho que esto la estaba afectando, no diría ni una palabra más… Y este espacio íntimo que había surgido inesperadamente entre ellos era todavía más sagrado que lo que prometía la experiencia sexual.

—Yo no tuve padres —dijo ella en voz baja—. Pero no me puedo imaginar que alguien tenga hijos y… los venda.

Trez asintió, mientras seguía masajeándose la base de la nuca.

—Lo sé. Mis padres me valoraban, pero el problema es que yo era una mercancía para ellos, algo que podían intercambiar. Y uno espera eso de los vendedores de coches, o de alfombras, de la gente que dirige supermercados y centros comerciales. Pero no de sus propios padres. Y, ¿sabes?, me gustaría ser como uno de esos cabrones que dicen: «Bueno, ellos no me querían, pero yo sé cuánto valgo y bla, bla, bla». Pero las cosas no son así para mí, porque, en mi cabeza… —dijo Trez y se señaló la sien con un movimiento circular—. Yo no soy nada. No valgo… nada.

Selena sintió de repente ganas de llorar. Era muy triste pensar que ese macho tan absolutamente magnífico no se diera cuenta de su valor. Eso era un crimen, un crimen causado precisamente por las personas que deberían haberlo querido más.

—¿Esa es la razón por la cual buscabas a las humanas? —se oyó preguntar Selena.

Era difícil respirar de forma regular en el silencio que siguió, pues Selena tenía mucho miedo de la respuesta de Trez. Por muchas razones.

—Sí —dijo entonces él y soltó una maldición entre dientes—. ¿Sabes? La noche antes de la migraña estuve con una mujer.

Eso había pasado hacía solo un día, pensó Selena…

—Y ella parecía sentirse tan vacía como yo. Dos cuerpos vacíos que se unían para follar. No significó nada para mí y eso es lo que he hecho todos estos años. Nada más que un ejercicio físico.

Selena trató de buscar la respuesta correcta a eso, algo sensato y neutral, que mostrara que se sentía cómoda con lo que él le estaba diciendo…, a pesar de que en realidad aquellas palabras le estuvieran rompiendo el corazón. Incluso aunque no deberían.

¿Cuánto tiempo había pasado con él? ¿Una hora? ¿Dos, a lo sumo?

La muerte inminente la estaba volviendo temeraria…

—Podría salvarlos —dijo Trez, casi para sí mismo—. Si me sacrifico, podría salvar a mi madre y a mi padre.

Trez movió la cabeza hacia un lado y la nuca le crujió.

—Ven —murmuró ella, moviéndose por detrás de él—. Permíteme.

Entonces Selena apartó la mano de Trez y, poniendo las suyas sobre aquellos hombros duros como el acero, empezó a hacer presión tal como él había hecho, tratando de aliviar el dolor. Mientras le hacía el masaje, Selena veía cómo la piel forraba por instantes los músculos tirantes, pero la tensión no parecía ceder.

Trez gruñó.

—Eso es maravilloso.

—No me parece que esté logrando nada.

Trez puso las manos sobre las de ella por un momento.

—Sí estás logrando algo. Más de lo que crees.

Selena siguió con el masaje y pensó en su propio pasado.

—Como ya te dije, yo no tuve una madre y un padre propiamente dichos. Me crie con mis hermanas. En el Santuario me necesitaban para fortalecer las tradiciones, pero no puedo decir que nadie me haya querido de verdad. Nadie se hizo responsable de mí. Así que, en cierto sentido, puedo imaginarme lo que sientes. A mí también me criaron para cumplir un propósito, pero traer al mundo a una persona implica una ilusión, implica amor.

Trez recostó la cabeza y se quedó mirándola.

—Sí. Así es.

Selena le sonrió y lo empujó para seguir dándole el masaje.

—Si matan a mis padres, siento que voy a ir a parar al Infierno —murmuró Trez.

—Pero no puede ser culpa tuya, porque tú nunca diste tu consentimiento.

—¿Perdón?

—Te prometieron a alguien cuando tú no podías dar tu consentimiento. En efecto, parece que nunca te preguntaron qué querías. Por lo tanto, el hecho de que no puedas cumplir con esa promesa, y las consecuencias que se derivan de ello, no puede ser culpa tuya sino de tus padres. Esto tiene que ver contigo, pero a la vez no tiene nada que ver contigo.

—Dios…

Al ver que Trez no decía nada más, Selena frunció el ceño.

—Lo siento. No es mi intención sonar petulante.

—No suenas petulante. Eres… perfecta.

—No lo creo.

—Quiero hacer algo por ti.

Ella se quedó quieta.

—¿Qué?

Porque a ella se le ocurrían algunas ideas.

—Algo que valga la pena.

Selena miró de reojo la alfombra donde estaba acostada hacía solo un momento. Ah, valdría la pena…

—Pero no se me ocurre nada.

Selena dejó escapar un suspiro.

—Tu presencia es maravillosa.

Trez volvió a poner las manos sobre las de Selena y tiró de ella hacia él, de forma que ella quedó contra su espalda. Luego echó la cabeza hacia atrás para ponerla junto a la de ella.

Cuando Trez respiraba, su gran torso se expandía, levantando a Selena del suelo de forma intermitente.

—Gracias —dijo él con voz quebrada.

—Pero si no he hecho nada.

—Me has hecho sentir que no soy un monstruo. Y esta noche eso lo significa todo.

—Ah, tú nunca serás un monstruo —susurró ella, al tiempo que le daba un beso en la mejilla—. Jamás.

Luego cerró los ojos y, mientras se abrazaba a él, se dio cuenta de que estaba conectada con Trez al nivel del alma. Tanto que no sabía cómo marcharse. No solo esta noche, sino… cuando su destino llegara finalmente a su término.

—¿Has comido? —le preguntó él después de un rato.

—En realidad…, no. —El estómago de Selena rugió—. Y tengo hambre.

—Vamos abajo. Mi hermano estaba preparando una de sus salsas. O al menos eso es lo que supongo. Porque es lo que hace cada vez que yo tengo migraña.

Cuando Selena se soltó, quiso estirar la espalda, pero…

Sin previo aviso, su columna se rebeló y las vértebras no quisieron moverse de donde estaban. Trez, en cambio, se levantó con facilidad y, cuando le estiró la mano para ayudarla a levantarse, Selena solo pudo quedarse mirándolo.

Al ver que Trez parecía confundido, Selena pensó que debería aceptar su ayuda. A estas alturas, se sentía incapaz de levantarse por sí sola.

—Lentamente —dijo entonces ella con voz brusca—. Por favor.

Trez frunció el ceño, pero la agarró con toda la delicadeza que pudo.

—¿Estás bien?

Selena se dio un poco de tiempo antes de contestar, mientras tardaba un poco en atar el cinturón con el que se ceñía el manto. Entretanto, sentía un dolor agudo en las articulaciones, en particular en las caderas y la espalda.

Obligándose a sonreír, Selena trató de no dejarse llevar por los nervios. Pero así era como todo había comenzado para sus hermanas. Para todas y cada una.

—¿Vamos? —dijo ella con determinación.

Trez entrecerró un poco más sus ojos almendrados, pero luego se encogió de hombros.

—Sí, claro. Solo déjame que me ponga algo de ropa.

—Te espero en el pasillo.

Haciendo acopio de toda su voluntad, Selena atravesó la habitación y salió al pasillo. Cuando cerró la puerta tras ella, no podía respirar…

Pero de inmediato su cuerpo experimentó un cambio interno de increíble poder. Eso solo podía significar una cosa: alguien había entrado en su periodo de fertilidad.

¿La reina?, pensó Selena con asombro, mientras miraba la entrada hacia las habitaciones privadas de la Primera Familia.

Eso sí que sería oportuno.

Recostándose contra la pared, Selena pensó en la forma en que había masajeado los hombros de Trez y deseó que hubiese un equivalente para su propio cuerpo. Pero no lo había. No había cura, ni manera de detener la marcha de la enfermedad.

Y tampoco podía saber cuánto tiempo le quedaba.

36

Beth no tuvo otra opción que rendirse a las tremendas exigencias de su cuerpo. Y el único respiro que tenía eran los pocos momentos de alivio que sentía después de que Wrath eyaculara dentro de ella…, antes de que todo volviera a comenzar.

—Bebe de mi vena —dijo Wrath con voz ronca—. Bebe…

Ella ni siquiera sabía si estaba de espaldas o acostada sobre el vientre; en qué habitación se encontraba o la hora que era. Pero tan pronto como Wrath se acercó y le puso la garganta contra la boca, Beth no tuvo dudas: sus colmillos se alargaron y ella los usó para pinchar con brutalidad la piel de Wrath y hundirlos en su vena hasta que esta liberó la otra cosa que ella necesitaba de él.

¡Ay, la sangre de Wrath era una fuente de poder maravillosa! Mientras su boca se llenaba con la sangre de su hellren, Beth volvió a sentir el increíble impacto que tenía sobre ella. A pesar de que sus fuerzas flaqueaban a medida que su periodo de fertilidad avanzaba, y su cuerpo se sentía tan dolorido como si hubiera pasado por debajo de una apisonadora, Beth se sintió fortalecida desde el primer sorbo, más capaz de continuar, aunque, la verdad, tampoco tenía otra opción.

Cuando se soltó un segundo de la vena de Wrath para tomar aire, Beth no podía creer que esto fuera lo que había buscado con tanto ahínco. Tenía que haber estado loca, intoxicada por una estúpida visión romántica de la maternidad que le impedía ver la realidad.

Mientras Beth se volvía a acomodar contra la garganta de Wrath, este logró seguir bombeando dentro de ella, entrando y saliendo de la vagina, mientras los fuertes movimientos de su polla resonaban a través del torso de Beth al tiempo que su cabeza se balanceaba y las caderas absorbían todo el peso de él. Empapados de sudor, sus cuerpos se movían juntos en una comunión tan completa que ella ya no sabía dónde terminaba el suyo y dónde empezaba el de Wrath.

Un súbito cambio en el ritmo le informó a Beth de que Wrath estaba a punto de alcanzar otro orgasmo y eso era lo que ella necesitaba…

Cuando Wrath echó la cabeza hacia atrás, los colmillos de Beth rasgaron la piel de su cuello, pero a él no le importó.

Ni siquiera pareció notarlo.

Por Dios, Wrath era magnífico: a través de la bruma del sexo, Beth lo observó en plena tensión, con los labios apretados, los colmillos alargándose, el pelo apartándosele de la frente y aquellos ojos de color verde pálido brillando primero para después cerrarse.

Y luego llegó su turno, cuando su vagina se aferró a la erección de su hellren y se apoderó con voracidad de lo que él acababa de eyacular dentro de ella, en medio de un placer tan intenso que era una especie de agonía.

Justo cuando las contracciones empezaban a ceder, Beth se dispuso para la siguiente oleada, preparándose para otra ronda de un deseo tan fuerte que parecía triturarle los huesos…

Al ver que tardaba en llegar, Beth miró a su alrededor, como si el deseo fuese una especie de invitado que acabara de irse…

Ay, caramba. Todavía estaban en el baño. Sobre el suelo.

Wrath se desplomó junto a ella con tanta fuerza que Beth oyó cómo su frente se golpeó contra el mármol.

Cuando la pausa se alargó un poco más, Beth pensó que tal vez empezara a enfriarse, pero el infierno que sentía en su cuerpo hacía que los dos se mantuvieran bastante calientes…

Un zumbido que provenía de la bañera hizo que girara la cabeza hacia allá. Las persianas metálicas se estaban cerrando antes de que amaneciera y los paneles caían, uno a uno, en su lugar.

Así que llevaban haciéndolo… ¿ocho horas? ¿Nueve?

No se oía ningún ruido en el resto de la casa, pero, claro, los Hermanos seguramente debían de estar padeciendo el

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Codicia
Codicia
August 3, 2020
Amante confeso
Amante confeso
August 3, 2020
Amante Desatado
Amante Desatado
August 3, 2020
Amante Renacido
Amante Renacido
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.