que este milagro no se desvaneciera. Rogó para que ella reviviera y se recuperara pronto…
—¿Mi lord?
Al oír aquella voz profunda, Wrath giró la cabeza, pero sin retirar su muñeca de los labios de Anha. Tohrture, el Hermano de la Daga Negra, estaba de pie contra la puerta cerrada, después de haber entrado sigilosamente.
—Ella ha vuelto —dijo Wrath con voz ronca—. Alabada sea la Virgen Escribana…, ella ha vuelto.
—Sí —dijo el Hermano—. Y yo debo hablar con vos.
—¿No puede esperar? —Wrath volvió a concentrarse en su amada—. Déjanos solos…
El Hermano se acercó y puso sus labios contra la oreja de Wrath para que solo él oyera lo que tenía que decir:
—Ella tiene el mismo aspecto que tenía vuestro padre.
Wrath parpadeó y levantó la mirada.
—¿Perdón?
El Hermano tenía los ojos azules más increíbles, de un color que rivalizaba con las aguamarinas preciosas que habían comprado especialmente para el manto de primavera de Anha.
El Hermano volvió a susurrar las mismas palabras, inclinándose un poco más:
—Vuestro padre tenía ese mismo aspecto la noche que murió.
A pesar de que el Hermano se enderezó al terminar de hablar, su mirada permaneció fija en los ojos de Wrath, sin vacilar ni un segundo. Lo mismo que su expresión y toda la actitud corporal.
Una oleada de ira hizo que Wrath apretara el puño. Lo último que quería en este momento era traer a este espacio sagrado de esperanza el recuerdo de otra noche de tristeza…, aquella en la que había corrido al castillo sobre un corcel negro, atravesando bosques y arriesgando la vida para regresar a tiempo.
De hecho, a pesar de lo mucho que deseaba olvidar los capítulos de esa historia, estos volvían constantemente a su memoria con total claridad: Wrath había tenido un accidente durante las horas del día, se había resbalado en su habitación y había caído sobre una punta metálica. La herida le había impedido desmaterializarse y por eso había tenido que ir a caballo desde el castillo hasta la casa de la Familia Fundadora que lo había llamado.
Cuando partió, a la caída de la noche, Wrath no tenía intención de regresar hasta el día siguiente.
La Hermandad había ido a buscarlo una hora después.
Pero cuando volvió al castillo, ya era demasiado tarde y su padre había muerto.
Y en cuanto a las apariencias, algunos muertos manifestaban la causa de su muerte, eso era cierto: los asesinados, los mutilados, los ancianos… En el caso de su padre, sin embargo, el rey solo parecía dormido, pues el cuerpo había sido arreglado y vestido con los trajes ceremoniales y, cuando él lo vio, tenía el pelo peinado, y guantes y zapatos puestos, como si fuera a caminar hasta la tumba.
—¿Qué es lo que dices? —Wrath sacudió la cabeza—. No puedo…
El Hermano le volvió a susurrar al oído:
—Miradle las uñas.
Al ver que Anha abría los ojos y se asustaba al ver al Hermano, Wrath se inclinó y le dio un beso en la frente.
—No te preocupes, mi amor.
Gracias al gesto de su amado, ella se tranquilizó de inmediato y siguió alimentándose con los ojos cerrados.
—Eso es —murmuró Wrath—. Sigue bebiendo de lo que te ofrezco.
Cuando se aseguró de que su amada estaba bien, Wrath le miró las manos y frunció el ceño. Anha tenía las uñas… de un color azulado.
Su padre tenía las manos enguantadas.
—Regresa —le dijo entonces Wrath al Hermano—. Yo os llamaré.
Tohrture asintió y se dirigió a la puerta, pero antes de salir, dijo con voz clara:
—No permitáis que ella ingiera nada que no haya sido probado antes.
¿Veneno? ¿Le habían dado… veneno?
Cuando la puerta se cerró de nuevo, Wrath sintió una extraña calma: la energía y el propósito parecían regresar a su vida, mientras Anha seguía alimentándose de su vena, cada vez con más normalidad. Y cuanto más bebía ella, más desaparecía de sus dedos aquel color mortecino.
Después de la muerte de su padre, Wrath se había sentido a la deriva hasta que ella llegó a su vida y se convirtió en su punto de referencia, no solo para poder seguir viviendo sino para asumir su misión como rey.
Por eso era horrible pensar que alguien hubiera podido privarlo de su padre y ahora trataran de quitarle también a su amada hembra.
Al recordar la expresión de solemnidad de Tohrture, Wrath pensó en los enemigos que se agazapaban en el interior de la corte. Enemigos capaces de matar.
Un fuego furioso ardió entonces en sus entrañas, cambiándolo desde dentro, del mismo modo en que se forjan el hierro y el acero.
—No te preocupes, mi amor —dijo él, entrelazando su mano con la de ella—. Yo me ocuparé de todo.
Y la sangre correrá de la misma forma en que corrieron tus lágrimas cuando estabas sufriendo.
Él era el rey, sí. Pero por encima de todo eso era el hellren de esta magnífica hembra… y estaba dispuesto a vengarla.
35
–Ellos tienen razón…
Mientras yacía de espaldas contra el suelo del baño, Trez se puso el antebrazo sobre los ojos. Era muy consciente de que su polla se estaba desinflando, mientras todo el sexo sin sentido que había practicado a lo largo de los últimos años privaba a sus velas del viento que necesitaban para navegar.
Pero Trez era todavía más consciente de la persona que estaba junto a él, desnuda, sobre la alfombra.
Mierda, tenía que volverse a poner la toalla sobre las caderas y…
—¿Quiénes son «ellos»?
Trez agarró la toalla, pero no pudo mirar a Selena.
—Mi pueblo.
—¿Sobre qué tienen razón?
—¿Por qué estás aquí todavía?
Al darse cuenta de la brusquedad de su pregunta, Trez se sentó y vio que ella parecía asustada.
—Lo siento… Es solo que no entiendo por qué soportas toda esta mierda.
Joder, Selena estaba absolutamente tentadora en aquella posición, con el manto cubriéndole solo los hombros, los senos todavía erguidos y las piernas entreabiertas de una forma que Trez solo necesitaba moverse un poco para poder ver…
Selena se tapó con el manto y, a pesar de lo mucho que Trez lo lamentó, él sabía que eso era lo correcto. Había arruinado lo que estaba ocurriendo entre ellos y ahora debía pagar las consecuencias.
Pero lo había arruinado por buenas razones.
—Lo siento —volvió a decir él, mientras pensaba que debería hacerse tatuar esa frase en la frente para poder verla en el espejo todas las mañanas y todas las noches.
No debería haber dejado que las cosas llegaran hasta donde habían llegado. Jamás.
—¿Por detenerte?
—No, eso no es lo que lamento —dijo Trez, y al ver que ella volvía a encogerse, sintió deseos de darse una patada en las pelotas—. Lo que quiero decir es que…, mierda. No lo sé. En este momento no sé nada.
Hubo un largo silencio. Y luego ella dijo con voz tranquila:
—Debes saber que no hay nada que no puedas decirme.
—Ten cuidado con eso… La caja de Pandora es difícil de cerrar.
—Nada —repitió Selena, mientras lo miraba con ojos transparentes—. No tengo miedo de nada que provenga de ti. Sin embargo, sí creo que me debes una explicación. Suponiendo que no tengas intención de continuar… y solo para que yo no termine culpándome por esto.
¡Joder! Si antes pensaba que Selena era increíble, ahora sí que había entrado al reino de las diosas. Porque la belleza física era una cosa, pero la inteligencia era todavía más atractiva.
Y ella tenía razón.
—Está bien —dijo Trez, sintiéndose como un completo idiota. Pero ella tenía derecho a saberlo—. En los últimos diez años he follado con un montón de humanas… y nada de eso me había importado hasta esta noche, al estar aquí contigo. Además, creo que estoy a punto de condenar a mis padres a una muerte horrible. Aparte de eso, estoy bien, gracias.
Selena levantó las cejas, pero no se movió. No salió huyendo. Sin embargo, sí respiró varias veces profundamente.
—Tal vez sea mejor ocuparnos solo de la segunda parte de esa declaración. ¿De qué rayos estás hablando?
—Es un maldito caos… Yo soy un caos.
Ella se quedó esperando que él siguiera hablando.
—Pero todavía no me has dicho nada.
Mientras la miraba a los ojos, Trez sintió un gran respeto por Selena.
—Dios…, ¿cómo es posible que existas?
—Sigues sin decirme nada. —Ella sonrió lentamente—. Aunque me gusta la forma en que me estás mirando.
Trez sacudió la cabeza, pues sabía que ella se merecía algo mucho mejor que lo que él podía ofrecerle.
—No deberías. De verdad, no deberías.
—Eso es decisión mía. Ahora, habla… Si estás tan decidido a apartarme de ti, usa tus palabras para persuadirme de que eres horrible.
—¿Acaso no te impresiona mi vida sexual?
—Fui entrenada como ehros y por eso entiendo que los machos dispersen su semilla por doquier.
Trez entrecerró los ojos: la cara de Selena había adoptado de repente una expresión de imperturbabilidad muy significativa.
—Hay otra cosa.
—¿Sí?
—Estoy comprometido con alguien más.
Selena casi logra esconder su reacción. Casi.
—Ya veo.
—Sí. Así es. Y si no aparezco pronto, mis padres serán asesinados.
—Entonces, ¿no estás enamorado?
—No la conozco. Y tampoco quiero hacerlo.
La Elegida pareció un poco menos tensa.
—¿No la conoces en absoluto?
—No. Solo sé que ella es la hija de la reina.
Selena abrió los ojos todavía más.
—Vas a formar parte de la realeza, entonces.
Trez pensó en lo mucho que Wrath se divertía en su trono, y en todas las aventuras que vivía Rehv como cabeza imperial de los symphaths… Pero al menos ellos podían salir de noche. Bueno, no tanto en el caso de Wrath.
Pero su futuro estaría confinado a una jaula de oro.
—Mis padres me vendieron cuando era muy pequeño —se oyó decir Trez—. Nunca me dieron la oportunidad de decidir. Y ahora, si no regreso pronto al Territorio, a mis padres les espera la muerte.
Selena giró la cabeza hacia un lado y se notaba que estaba reflexionando.
—¿Y no hay posibilidades de negociar?
—Ninguna.
—¿Tus padres no podrían devolver lo que les pagaron?
Trez pensó en la cínica sonrisa de su madre aquella noche en que la había visto por última vez.
—Creo que aunque pudieran hacerlo, no estarían dispuestos.
Selena volvió a levantar las cejas.
—¿Estás seguro?
—Es lo que supongo.
—Pero ¿no les has preguntado?
—No, no lo he hecho. Porque eso implicaría regresar al s’Hisbe, y eso es imposible.
—¿No hay nadie a quien pudieras mandar en representación tuya?
Trez se imaginó a su hermano iAm regresando al Territorio. El acuerdo tenía que ver específicamente con Trez, así que no cabía la posibilidad de que el gran sacerdote, o s’Ex, estuvieran dispuestos a hacer un cambio. Sin embargo, sí podían capturar a su hermano y retenerlo como rehén. O hacer algo peor.
Lo que haría que Trez regresara.
—No creo. Mi hermano es el único que podría hacerlo, pero no puedo arriesgarme. No lo voy a poner en peligro.
—Y crees que tus padres serán…
—No, sé seguro que los van a matar. —Trez se masajeó la nuca—. ¿Sabes? Todo esto es muy triste, pero creo que lo peor es que ni siquiera puedo fingir que la suerte de esos dos me afecte. Es como si… hubieran hecho un trato con el diablo. Si algo malo sucede, solo estarían cosechando lo que sembraron.
Desgraciadamente, sin embargo, sin importar lo que pasara con su padre y su madre…, la deuda seguía en pie.
Aunque el verdugo los hiciera picadillo, Trez seguiría estando en la línea de fuego.
Ya no se podía deshacer lo pactado. Y mientras contemplaba a Selena, Trez se lamentó de ello más que nunca.
‡ ‡ ‡
Selena sentía cómo le temblaban las manos y se preguntaba si habrían empezado a hacerlo después de que Trez dijera que había estado… ¿con cuántas humanas?
Querida Virgen Escribana, Selena ni siquiera quería pensar en eso.
Sin embargo, sí podía tratar de evitar que sus manos siguieran temblando. Al ver que Trez guardaba silencio, estiró los