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  2. El rey
  3. Capítulo 56
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marcar.

—Solo hazme el amor. Y que no haya nada más que tú y yo…, nada ni nadie más. Eso es lo que necesito en este momento.

‡ ‡ ‡

Cada vez que Assail pensaba que su hembra ya no podría sorprenderlo más, Marisol lo llevaba a otro nivel más profundo. En este caso, el solo hecho de pensar en que un hombre había violado aquel cuerpo sagrado…, querida Virgen Escribana del Ocaso, hacía que su cerebro entrara literalmente en un cortocircuito de violencia y agonía.

Y sin embargo, una sola caricia de Marisol era suficiente para alejarlo de la violencia.

—No pares —dijo ella entre jadeos, al tiempo que le acariciaba la garganta con la nariz.

El problema es que ese gesto inocente disparó en Assail el deseo inmediato de alimentarse, y sus colmillos empezaron a alargarse mientras la necesidad de marcarla con unos pinchazos en el cuello batallaba con la férrea determinación de nunca permitir que ella se enterara de que él era un vampiro.

Ya la habían traumatizado suficientemente…

Ella agarró entonces la camisa de Assail para sacársela de los pantalones y luego empezó a desabrocharle el cinturón.

Solo que no logró distraerlo. No hasta que él supiera…

—¿Qué te hizo ese hombre? —le preguntó él.

Al ver que Marisol se quedaba quieta, una parte de él se preguntó por qué la presionaba de esa forma, en especial considerando el consejo que había insistido en darle.

—Hice lo que tenía que hacer para distraerlo —dijo ella secamente—. Y luego lo agarré de las pelotas.

Assail exhaló.

—Debería haber sido yo quien lo matara.

—¿Para defender mi honor?

—Desde luego —le contestó él con la mayor seriedad.

Los ojos de ella parecieron clavarse en los de él cuando le dijo:

—En el fondo, eres realmente un caballero, ¿no es cierto?

—Maté a Benloise —se oyó decir entonces Assail—. Y me aseguré de que sufriera.

Marisol cerró los ojos por un momento.

—¿Cómo supiste que había sido él quien me secuestró?

—Te seguí la noche que entraste a su casa.

—Así que eras tú. —Marisol sacudió la cabeza—. Habría jurado que había alguien mirándome. Pero no estaba segura. Por Dios, y yo que creía ser la mejor siguiendo a alguien.

—¿Por qué fuiste allí? Me lo he preguntado muchas veces.

Marisol le sonrió con una expresión llena de ironía.

—Porque él me dijo que dejara de seguirte…, y luego se negó a pagarme la suma completa de lo que me correspondía. No me pareció justo porque yo estaba dispuesta a hacer mi parte del trato hasta el final, pero algo lo asustó. ¿Fuiste tú?

Assail asintió con la cabeza y volvió a besarla y a saborear la sensación de sus labios.

—Se acabó eso para ti.

—¿Se acabó el qué?

—Esa clase de trabajo.

Marisol volvió a ponerse rígida, pero solo por un segundo.

—Estoy de acuerdo.

Dios, eso era lo que Assail necesitaba oír, aunque no lo sabía. La idea de que ella iba a estar a salvo le dio un impulso tan grande que tuvo que parpadear para seguir con lo que estaba haciendo.

Pero tan pronto como pasó, Assail se quitó rápidamente la ropa, hasta que todas sus finas prendas quedaron colgando del borde de la cama o tiradas por el suelo. Luego ya fue piel contra piel, aunque su polla, dura como una piedra y desplegada sobre las piernas abiertas de ella, parecía contenta de esperar.

Cuando Assail por fin se acomodó justo a la altura de la entrada del sexo de ella, estaba seguro de que, si seguía adelante, se perdería para siempre. Aunque quizás eso fuera mentira. Quizás… estaba perdido desde aquella primera noche en que se encontró con ella en medio de la nieve.

Mientras se abría camino lentamente, y sentía cómo ella arqueaba su cuerpo contra el pecho de él y entornaba los ojos, Assail deseó no haberla conocido nunca. A pesar de lo maravilloso que era todo esto, no necesitaba tener en su vida una debilidad como la que ella representaba. Pero al igual que una herida a la que se le ha echado sal, ella ya se había metido bajo su piel para siempre.

Al menos ahora sabía que Marisol se quedaría ahí con él y estaría a salvo.

Ese era su único consuelo.

Moviéndose lentamente y con mucha delicadeza, Assail penetró por fin la vagina de Marisol y empezó a bombear, mientras su polla disfrutaba de aquella caricia generalizada. Tuvo que apretar los dientes y contener los impulsos de sus caderas para mantener un ritmo regular, porque aunque deseaba ir cada vez más rápido, sentía que esa opción no estaba entre las posibilidades.

Y, sí, Assail sabía exactamente qué era lo que ella estaba buscando: Marisol lo estaba usando a manera de borrador, pero él estaba más que contento de ser útil.

Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella…

A continuación Marisol se acomodó envolviendo sus piernas alrededor de él y adoptando una posición que permitía una penetración más profunda. Un segundo después, lo agarró con fuerza de los hombros y Assail pudo sentir cómo se acercaba el orgasmo.

—Déjate ir —le dijo, con la boca contra su pelo—. Déjate ir que aquí estoy yo para cuidarte.

Ella echó entonces la cabeza hacia atrás y le clavó las uñas mientras apretaba todo el cuerpo. Al sentir los tirones sobre su polla, Assail se quedó primero quieto y luego se dejó llevar.

Cuando hundió la cabeza en el cuello de ella, Assail solo buscaba sentirla más cerca para poder responder mejor a sus deseos…

Pero de pronto ella hizo un movimiento inesperado y su cuello quedó contra la boca de él…, contra sus colmillos.

El roce fue casi insignificante, pero el sabor de la sangre de Marisol en su boca fue como un estallido.

Y antes de poder contenerse, Assail la mordió con un poco más de fuerza.

Su Marisol gimió y le puso las manos sobre las caderas, como si quisiera que él empezara a moverse de nuevo.

—Tomo la píldora —le dijo enseguida desde lejos.

Assail no entendió a qué se refería, pero el sonido de su voz fue suficiente para traerlo de nuevo a la realidad. Y mientras lamía los pinchazos que le acababa de hacer, aprovechó para tomar un poco más de aquella sangre, aunque fuera apenas una pequeñísima cantidad en comparación con lo que deseaba.

—Sigue —dijo ella—. Por favor…, no pares…

Assail sintió la tentación de malinterpretar esas palabras y morderla abiertamente, pero estaba decidido a no hacerlo sin contar con el permiso expreso de ella. Se podía violar a alguien de muchas formas distintas y una violación siempre sería una violación, en especial cuando solo una de las partes obtenía placer.

Sin embargo, sí estaba dispuesto a culminar el sexo.

Así que afirmó todavía más su posición sobre ella y empezó a bombear de nuevo, al tiempo que movía las caderas.

En el último momento sacó su polla de la vagina de Marisol y se corrió sobre la parte baja del vientre de ella, dejándole el olor de su semen como una marca sobre la piel.

A pesar de que quería seguir, y tenía la intención de volver a follársela de inmediato, Assail había decidido no consumar el acto sexual dentro de ella hasta que ella supiera toda la verdad sobre él. Solo en ese momento podría decidir sinceramente si quería tenerlo o no como su amante.

Con los labios contra la oreja de Marisol, Assail dijo:

—¿Más?

El gemido que dejó escapar Marisol fue la respuesta perfecta a esa pregunta. Y antes de que la sensación del orgasmo anterior se disolviera por completo, y ella dejara de clavarle las uñas en los costados y de apretarlo entre sus piernas, Assail comenzó a moverse de nuevo, mientras su polla, moderada por el respeto que Assail le había impuesto, se sentía todavía más ansiosa precisamente por tener que contenerse.

Assail nunca antes había estado así con ninguna hembra.

Después de años practicando sexo, sintió como si, por fin, estuviera con alguien por primera vez.

34

Arrodillado junto a la plataforma donde se encontraba la cama, Wrath tomaba el tiempo que transcurría entre cada respiración de su amada y la siguiente, midiendo cada inhalación según la presión que ejercía contra el brazo con que la tenía rodeada a la altura de la cintura. Y mientras las inhalaciones se espaciaban cada vez más, las exhalaciones se hacían cada vez más lentas.

Entretanto, su propio corazón seguía palpitando con normalidad, mientras sus pulmones cumplían con su trabajo.

Aquello resultaba muy cruel y Wrath estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que ella se quedara con él…, pero como eso no era posible, sacó su preciosa daga y la puso entre ellos.

Con la mirada fija en los labios entreabiertos de su amada, Wrath acomodó la daga de manera que apuntara directamente al centro de su pecho. Los soportes de la plataforma estaban hechos de gruesos paneles de roble y, casualmente, se encontraban a la altura perfecta que él necesitaba. Apoyando la base de la empuñadura en el borde de la madera, mantuvo la daga en posición vertical y se inclinó hacia delante, con el fin de medir la distancia que tendría que recorrer.

Al poner el esternón contra la punta de la daga, Wrath empujó con fuerza hasta sentir un pinchazo.

Satisfecho con el ángulo, le dio la vuelta a la daga y apoyó entonces la punta de la hoja contra la madera, donde empezó a dibujar un círculo en el cual encajar la base. Sin embargo, mientras tallaba la circunferencia pensó que parecía una falta de respeto desperdiciar los últimos minutos de vida de su Anha en semejantes esfuerzos cuando debería estar prestándole atención a ella y solo a ella.

Aunque, desde luego, era necesario hacer ciertos preparativos.

Si ella se moría antes de que él se ocupara de hacer eso, es posible que su intento de suicidio fracasara y él necesitaba asegurarse de no sobrevivir…

—¿Qué… estás… haciendo?

Wrath levantó la cabeza con brusquedad. Y al principio no entendió lo que veía.

Su Anha se había girado hacia donde él estaba y lo observaba fijamente con la cara pálida y los párpados pesados.

La punta de la daga se deslizó del soporte que él le estaba haciendo y se clavó contra la muñeca, pero Wrath no sintió el pinchazo.

—¿Anha?

Ella se pasó la lengua por los labios, recogiendo la sangre que estaba apozada allí.

—Nuestro hijo…

En realidad, Wrath no oyó nada de lo que ella dijo. Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras el corazón se le salía del pecho, y entonces se preguntó si esto no sería un sueño…, producto del hecho de haber seguido adelante con el proyecto de su propia muerte y haberse apuñalado en el lugar mismo donde sentía con más fuerza su amor.

Solo que no, en este momento su Anha estaba estirando la mano para acariciarle la cara, y lo tocaba con asombro, como si ella tampoco entendiese este regreso al mundo de la conciencia.

—¡Anha! —Wrath le estampó un beso en los labios y luego secó sus propias lágrimas de las mejillas heladas de su compañera.

Wrath recordó de repente el consejo de su sanador y se apresuró a poner la muñeca sobre la boca de su amada.

—Bebe, mi amor… No me hables todavía. Bebe. Lo principal es que te alimentes.

Su Anha tuvo que hacer un esfuerzo inicial, pero luego empezó a tragar normalmente. Una vez. Y otra, y otra.

Luego dejó escapar un gemido y cerró los ojos, pero no por incomodidad o miedo. No, parecía sentirse aliviada, como si estuviese satisfaciendo un hambre que la había acosado hasta ahora y la agonía estuviese cediendo.

—Bebe… —dijo él, al tiempo que todo se volvía borroso—. Mi amor…, bebe de mi sangre y regresa…

Mientras acariciaba el pelo de su compañera, Wrath vio su daga y rezó para

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