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  2. El rey
  3. Capítulo 55
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se retorcía en el suelo. Pero cuando por fin logró quitárselos, Wrath no perdió tiempo. La obligó a quedarse quieta agarrándola de las caderas y luego…

Beth gritó el nombre de Wrath cuando la penetró, al tiempo que le clavaba las uñas en los hombros y arqueaba la espalda contra su pecho. Wrath se corrió de inmediato, pero no estaba preparado para la respuesta de ella. Mientras Beth alcanzaba el orgasmo al mismo tiempo, su sexo pareció ordeñar a Wrath, aferrándose a su polla como si quisiera arrancársela…

Luego él volvió a correrse, con tanta violencia que se mordió su propia lengua.

Bombeando dentro de ella, Wrath se la folló con brutalidad hasta que su cuerpo necesitó una breve pausa para reponerse. Y ahí fue cuando sintió la diferencia del efecto que tenía sobre ella, pues Beth también pareció tomar un descanso, mientras su cuerpo se relajaba como si sus moléculas estuvieran respirando profundamente.

Pero antes de que pudiera felicitarse por la buena acción, Wrath sintió algo más. Una sensación de tristeza invadió el aire, haciendo que él bajara la cabeza como si realmente pudiera mirar a su pareja a los ojos.

—No llores —le dijo con voz ronca—. Leelan, no…

—¿Por qué estás haciendo esto? —gimió ella—. ¿Por qué?

Solo había una respuesta. Para ese momento… y para siempre:

—Porque te amo más que a cualquier cosa.

Más que a sí mismo. Y más que al hijo que pudieran tener en el futuro.

Beth le pasó una mano temblorosa por la cara.

—¿Estás seguro?

Wrath no contestó, sino que empezó a moverse de nuevo dentro de ella, entrando y saliendo de su sexo pegajoso. Ante lo cual Beth emitió un sonido que era parte ronroneo y parte rugido mientras sus hormonas volvían a estallar.

Por alguna razón Wrath pensó entonces en la visión de Vishous.

Te veo de pie en un campo blanco. Blanco, el blanco te rodea y estás hablando con la cara en los cielos.

El futuro está en tus manos.

Por Dios, Wrath sintió como si el Ocaso le estuviera respirando en la nuca, como si lo estuviera persiguiendo; y aunque eso era así para todos los seres vivos, él se sintió como un objetivo, como si la fecha de su muerte estuviera a la vuelta de la esquina.

Eso no significaba que Beth fuera a sobrevivirlo. Muy al contrario. La causa más probable de su propia muerte… sería la muerte de ella.

Entonces Wrath bajó la cabeza hacia el cuello de Beth y, apoyando los brazos por debajo del cuerpo de ella, se concentró en follársela. Aquello era como saltar al abismo, pero esa era la parte fácil, porque saltar en caída libre no costaba nada.

Lo difícil era el aterrizaje.

33

Sola cerró los ojos mientras obligaba a su cuerpo a hundirse en la bañera. A medida que el nivel del agua subía y la cubría toda, excepto el cuello y la cabeza, la tibieza del líquido la hizo darse cuenta de lo fría que se encontraba ella, y no superficialmente, sino de forma interna.

Al contemplar su cuerpo en la penumbra, Sola se sintió divorciada de él. Y como no era ninguna idiota, sabía perfectamente a qué se debía esa sensación de separación: al hecho de dejar que un cabrón cualquiera le metiera mano para poder sobrevivir. El problema ahora era cómo recuperar la conexión con su cuerpo.

Sola conocía una solución garantizada.

Pero Assail la había dejado sola ahí arriba.

Joder, a Sola le estaba costando trabajo seguir el consejo de Assail. Intentar ignorar aquellas horas, aquel miedo, aquel horror como si nunca hubieran existido parecía tan difícil como superar la experiencia misma. Pero la verdad es que no tenía más opción. Nunca podría seguir respirando el mismo aire que su abuela si seguía recordando lo que había hecho y visto.

Sola volvió a contemplar su cuerpo y movió las piernas. A través de las ondulaciones del agua, el vendaje que tenía en el muslo se distorsionaba por momentos. Metió entonces una mano en el agua y se lo arrancó, aunque sabía que no debía dejar que la herida se mojara.

¿A dónde demonios la había llevado Assail para que la atendieran? Ese lugar era increíble, desde el sistema de puertas de seguridad, pasando por las instalaciones médicas, hasta toda esa gente. Desde el principio, Sola había tratado de entender qué clase de lugar era y la única conclusión a la que seguía llegando era que tenía que ser una institución del gobierno.

Aunque Assail se había burlado de esa suposición, era la única explicación que se le ocurría.

Pero lo cierto es que no la habían arrestado.

Sola cerró los ojos y se preguntó cómo había hecho Assail para encontrarla. Y qué había hecho él con Benloise después. Mierda, esa imagen de la cara de Assail toda ensangrentada alrededor de la boca…

¿Quién controlaría ahora el tráfico de drogas en Caldwell?

Mmmm.

Sola se echó el pelo hacia atrás. La humedad le estaba esponjando el cabello, calentándole la nuca y haciéndola sudar.

Dios, qué silencio.

Sola llevaba casi una década viviendo en casa de su abuela y ya se había acostumbrado a los ruidos del barrio: los coches que pasaban por la calle, los perros que ladraban a lo lejos, los niños que aullaban y gritaban mientras jugaban al balón. En cambio, ahí el único ruido era el que hacía el agua contra la bañera cuando ella movía las piernas. Y Sola sabía que el silencio no se debía solamente al hecho de que no hubiese otras casas cerca. Este lugar había sido construido como una fortaleza y estaba lleno de trampas. Trampas de altísima tecnología.

Sola recordó la noche en que había estado ahí por primera vez, a solicitud de Benloise. Su misión era espiar a Assail en su castillo y todo lo que descubrió le producía confusión: esas extrañas cortinas holográficas. Las cámaras de seguridad. Y el dueño de la casa en sí mismo.

Tal vez estaba dejando volar mucho su imaginación. Tal vez Assail y sus amigos solo eran unos obsesos de la seguridad, de esos que vivían preparándose para cuando llegara el día del Juicio Final…

Sola cerró los ojos y trató de olvidarse de todo mientras simplemente flotaba en el agua. Podría haber encendido los chorros del jacuzzi, pero su cuerpo ya había tenido suficiente agitación, muchas gracias…

De repente, Sola sintió una explosión emocional que no pudo controlar.

Al enderezarse en la bañera, salpicó agua al suelo y soltó una maldición.

¿Cuánto tiempo tendría que pasar antes de que volviera a sentirse normal? ¿Cuántas noches más pasaría con estremecimientos y llantos repentinos?

Sola decidió salir del agua, de modo que agarró una toalla blanca de la encimera y se estremeció cuando esta entró en contacto con su piel. Era como si tuviera los nervios de punta y todo su cuerpo fuera una especie de veleta que se movía al ritmo de todos los vientos que soplaban a su alrededor…

—Eres hermosa.

Al oír esas palabras, Sola giró sobre sus talones húmedos para quedar mirando hacia la puerta. Assail estaba de pie en medio de las sombras, una presencia misteriosa y amenazante, que la hizo sentir más que desnuda.

Cuando sus ojos se encontraron, se produjo un momento eléctrico.

Y luego ella dejó caer la toalla.

—Te necesito.

El sonido de la exhalación de él parecía una especie de aceptación de la derrota, pero a Sola no le importó. Podía sentir la forma en que chisporroteaba el aire entre ellos y sabía que sus sensaciones eran bien correspondidas.

—Ahora —ordenó ella.

—¿Cómo podría decir que no? —susurró él, con su marcado acento.

A continuación Assail se acercó y le agarró la cara con esas manos grandes y tibias, y Sola sintió un gran alivio cuando luego se inclinó y rozó sus labios contra los de ella, explorando su boca, acariciándola mientras la excitación crecía. Un segundo después, Assail la tomó entre sus brazos y la llevó a la habitación.

Assail la depositó enseguida sobre la colcha de piel con la mayor delicadeza, como si Sola pudiera romperse en cualquier momento, lo cual no estaba lejos de ser verdad. A pesar de que el cuerpo de Sola empezó a relajarse en respuesta a las caricias de Assail, lo cierto es que ella se encontraba al borde de una crisis.

Pero esto la iba a ayudar.

Assail se acomodó junto a ella sobre la cama, como si tuviera miedo de que el hecho de sentirse atrapada pudiera dispararle una reacción de pánico, pero Sola lo agarró de los hombros para que se acercara más. La verdad es que quería sentir su peso sobre ella, quería sentir cómo la empujaba contra el colchón, para reemplazar los recuerdos con hechos reales y cambiar sus pensamientos a través del contacto.

Sola tiró de Assail hacia ella y abrió las piernas para abrirle espacio, mientras la erección de él se acomodaba justo sobre su vagina y la tela de lana de los pantalones plisados que él llevaba puestos le raspaba la piel, haciéndola gemir…, pero de placer.

Luego vinieron más besos y Assail deslizó su lengua en la boca de Sola mientras le acariciaba los senos con la palma de las manos. Definitivamente, esto era mejor que el agua para aliviar todos sus dolores, en especial cuando él sacudió la caderas contra ella, acariciando su sexo con la promesa de su polla y excitándola cada vez más. Cuando los pezones de Sola se pusieron tan duros que el roce era casi doloroso, Assail pareció saber qué era lo que ella necesitaba después, porque de inmediato abandonó la boca y empezó a bajar hacia ellos con sus besos.

Assail le lamió lentamente primero un pezón y luego el otro, antes de chupárselos.

Mientras arqueaba el cuerpo de placer, Sola hundió los dedos en la espesa melena de Assail, al tiempo que se miraba en el espejo que había sobre la cama.

Y observaba cómo Assail le hacía el amor.

—Ay, Marisol…, eres un festín para los ojos… —le dijo Assail con los ojos entrecerrados, mientras la contemplaba de arriba abajo—. Eres el sueño de todo macho.

En realidad, no. La verdad es que ella era tan flaca como un chaval, carecía de caderas y tenía unos senos tan pequeños que apenas necesitaba usar sostén. Sin embargo, en medio de aquella penumbra, sobre la cama circular y bajo la vigilancia de Assail, parecía tan voluptuosa como cualquier mujer del planeta, totalmente excitada y lista para ser complacida por su hombre.

Aunque, en realidad, él no era su hombre.

Assail volvió a bajar la cabeza y siguió ocupándose un rato más de los senos de Sola mientras sus dedos descendían hacia las caderas y la parte exterior de las piernas, que acarició lentamente, sin dejar de chuparle los pezones y restregarse contra ella…

Luego metió la mano entre las piernas de Sola, en reemplazo de su erección, y rozó una, dos veces, su sexo húmedo…

Mientras la penetraba con los dedos, Assail volvió a besarla en la boca.

Durante una fracción de segundo, Sola se puso rígida, al recordar su cuerpo la última vez que aquello había sucedido.

Assail se detuvo de inmediato y, mientras la miraba fijamente, su expresión se volvió casi violenta.

—¿Cuánto daño te hicieron?

Ella solo sacudió la cabeza. No quería hablar de eso, no cuando sentía que el alivio estaba tan cerca que casi podía tocarlo.

—Marisol. Dime.

—Creí que habías dicho que debía olvidar lo sucedido.

Assail cerró los ojos como si tuviera un dolor.

—No quiero que sufras daño alguno… jamás. Pero en especial no de esa manera.

Dios, aquel hombre era hermoso, con aquellos apuestos rasgos que parecían agonizar por lo que le había sucedido a ella.

Sola le acarició la frente, tratando de borrar las líneas que se le acababan de

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