Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El rey
  3. Capítulo 54
Prev
Next

comer, en caso de que tengas hambre.

En efecto, se había convertido en un subrayador de lo obvio.

Luego siguió un silencio incómodo.

Assail cerró el armario.

—Esperaré abajo, mientras te ocupas de…

En ese instante, sin que mediara preámbulo alguno, Marisol estalló en una crisis de llanto que la hacía sacudir los hombros, mientras se agarraba la cabeza con las manos y trataba de no hacer mucho ruido.

Assail no tenía experiencia en consolar hembras, pero se acercó a ella de inmediato.

—Querida, vamos —murmuró, al tiempo que la acercaba a su pecho.

—No puedo hacerlo. Esto no está funcionando… No soy capaz…

—No puedes hacer ¿qué? Háblame.

A pesar de que Marisol estaba hablando contra su pecho, Assail entendió la respuesta con claridad.

—No puedo fingir que no ha ocurrido nada —dijo y levantó la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas—. Es lo único que veo cada vez que parpadeo.

—Sssshhhh… —Assail le metió un mechón de pelo detrás de la oreja—. Está bien.

—No, no está bien…

Mientras tomaba el rostro de Marisol en sus manos, Assail se sintió al mismo tiempo furioso e impotente.

—Marisol…

Sin decir nada, ella le agarró las muñecas y se las apretó. Y en los segundos de silencio que siguieron, Assail tuvo la sensación de que Marisol le estaba pidiendo algo.

Querido Dios, ella quería algo de él.

Podía notarlo en la quietud de su cuerpo, en la ferocidad de su mirada, en la forma en que se aferró a él.

Assail cerró los ojos por un instante. Tal vez estuviera malinterpretando esto, pero no le parecía que fuera así… Aunque, en cualquier caso, después de todo lo que había pasado, no se podía confiar en que Marisol estuviese en sus cabales.

Assail dio un paso atrás.

—La bañera está casi llena —dijo con voz ronca—. Voy a bajar a asegurarme de que tu abuela esté cómoda, ¿vale? Llámame si necesitas algo antes de que regrese.

Después de señalar un intercomunicador, Assail se apresuró a salir de la habitación y a cerrar la puerta tras él. Luego se dejó caer contra la puerta y sintió deseos de golpearse la cabeza contra ella varias veces, pero no quería alertar a Marisol sobre lo que estaba sintiendo.

Al pasar la mano por la parte frontal de sus pantalones, con la intención de reacomodar su erección de una manera que resultara socialmente aceptable, el contacto lo hizo soltar un gruñido y entonces se dio cuenta de que tenía que hacer algo con urgencia.

Assail bajó rápidamente al baño que estaba junto a la oficina de la primera planta y, después de encerrarse allí, se aferró a la encimera de mármol y bajó la cabeza.

Apenas habían pasado tres segundos cuando sintió cómo su cinturón se reventaba y la tela de sus pantalones cedía ante la presión de su polla, que, dura como piedra, palpitaba buscando liberación.

Mientras se mordía el labio inferior, Assail se agarró la polla y empezó a frotársela, lo cual le produjo un placer tan intenso que se confundía con el dolor.

El gemido que dejó escapar amenazó con delatarlo, pero no había nada que pudiera hacer. Se hallaba demasiado inmerso en sus propias sensaciones para detenerse o tratar de cambiar el curso de su reacción.

Mientras se frotaba cada vez más rápido, Assail sintió que morderse el labio ya no era suficiente, de modo que giró la cabeza para morderse el brazo y hundir sus colmillos en lo más profundo de sus bíceps, atravesando el jersey y la camisa.

El orgasmo lo golpeó con fuerza, como un cuchillo que penetrara en su cuerpo, y la eyaculación cayó sobre la mano que tenía libre, mientras trataba de cubrirse con la otra.

Pero incluso cuando estaba llegando al clímax, Assail se propuso honrar a su Marisol y deliberadamente apartó la imagen de ella de su mente, pues estaba decidido a mantener esto en el plano puramente físico.

Cuando terminó, sin embargo, no se sintió aliviado.

Más bien se sintió sucio, incluso después de limpiarse.

32

Beth encontró el kit con los medicamentos en la encimera del baño. Después de ver el estado en que habían quedado la mesa de billar y todo lo demás, había subido para darse una ducha. Y fue allí donde descubrió la bolsita de cuero, puesta entre su lavabo y el de Wrath.

Al principio pensó que se trataba de un estuche para alguno de los pares de gafas de sol de Wrath, pero le llamó la atención que fuera blando.

Y justo cuando estiró la mano para tomar la bolsita y ver de qué se trataba, sintió la primera oleada.

Una oleada de aire caliente y húmedo que recorrió todo su cuerpo, desde la nuca hasta las piernas; desde la cara y la garganta, pasando por el vientre y hasta los pies.

Como si ya hubiese abierto la llave del agua caliente.

Sin prestarle mucha atención a aquella sensación, Beth abrió la bolsa, pero no encontró ningún par de gafas de sol. En su lugar encontró un frasco de cristal que contenía un líquido transparente y tres jeringuillas, todo ceñido por un resorte, como si estuvieran en un coche y llevaran puesto el cinturón de seguridad. La etiqueta del frasco estaba girada y Beth tuvo que darle la vuelta para ver lo que decía.

Morfina.

Nunca había visto nada parecido entre las cosas de Wrath y no era difícil imaginarse que quizás su compañero había decidido hacerle una visita a la doctora Jane —o tal vez incluso a Havers— para estar listo en caso de que ella entrara en su…

Al sentir otra oleada de calor, Beth levantó la vista hacia el ventilador que tenía sobre la cabeza. Tal vez Fritz tendría que hacer revisar el sistema de calefacción de la casa…

Cuando sus rodillas se doblaron sin previo aviso, Beth apenas tuvo tiempo de agarrarse a la encimera, mientras el kit rodaba hacia el lavabo de Wrath y sus dos perfumes de Chanel salían volando. Entonces trató de incorporarse, gruñendo como un animal herido, pero su cuerpo no quería atender a razones.

Estaba actuando por voluntad propia.

Un segundo después, un tremendo poder volcánico pareció estallar en su interior, privándola de la fuerza para mantenerse en pie. Cuando se dejó caer, Beth se puso en posición fetal, abrazando las rodillas contra el pecho, y era tal el calor que sentía que apenas sintió la frescura del suelo de mármol bajo el fuego de su piel. Fuego que se fue convirtiendo en un abrumador deseo sexual que requería una sola cosa en el mundo.

A su compañero.

Beth se acostó entonces de espaldas y luego se giró hasta quedar sobre el vientre. Con las manos apoyadas en el suelo, empezó a frotar las piernas una contra otra tratando de encontrar alivio, o al menos una manera de disminuir el dolor que parecía apoderarse lentamente de todo su cuerpo.

¿Cuántas horas duraría esto? Beth trató de recordar lo que había dicho Layla.

¿Veinticuatro? No, más…

Cuando sintió otra oleada y el sudor comenzó a brotar a chorros de sus poros, mientras los colmillos descendían del maxilar superior, Beth lanzó un grito.

Y esto era solo el principio, se dijo en el fondo de su mente. Las cosas iban a empeorar. A medida que fuera pasando el tiempo, sus hormonas la irían incapacitando lentamente hasta que solo pudiera respirar.

Y pensar que esto era lo que ella había buscado voluntariamente.

Qué locura.

El periodo de fertilidad era como sentir un par de puños atacando su cuerpo sin tregua hasta romperle los huesos. No, no, esto podía matarla. Y luego estaba la necesidad de practicar sexo. Ya ni siquiera se trataba de tener un hijo. Era un asunto de supervivencia.

Wrath.

Ay, Dios, él estaba por llegar. Cuando terminara de hablar con Tohr, seguramente subiría a buscarla y la iba a encontrar en el suelo… y luego ¿qué?

A pesar de la confusión que le producían las hormonas, Beth fue capaz de llegar a una conclusión. Cuando Wrath llegara, quedaría en una situación horrible: enfrentado a la disyuntiva de aparearse con ella y vivir con unas consecuencias que no quería afrontar, o verla sufrir.

Y eso último era algo que él nunca haría.

Beth apoyó entonces las palmas de las manos contra el suelo y trató de levantar el torso. Agarrándose a los cajones como si fueran una escalera, tuvo que hacer una pausa al llegar al nivel de la encimera, mientras sus ojos hacían un esfuerzo por enfocar y su cuerpo suplicaba por algo que sencillamente no podía recibir.

Antes de sucumbir por entero a las sensaciones del periodo de fertilidad, Beth decidió encargarse ella misma del asunto.

Como las manos le temblaban, necesitó hacer varios intentos para agarrar el kit. Cuando finalmente pudo ponerlo sobre el suelo, tuvo que hacer otra pausa, pero no se entretuvo mucho. Sentía cómo las oleadas se volvían cada vez más fuertes y seguidas.

Al tratar de sacar el frasquito de morfina con sus dedos temblorosos, este se zafó del resorte y salió rodando por el suelo.

Sin poder contener las lágrimas, Beth se estiró entonces para tratar de agarrarlo…

—Beth —dijo una voz—. Ay, por Dios… ¡Beth!

Una mano masculina pareció descender desde el cielo para agarrarla, y mientras su mente se esforzaba por entender lo que sucedía, su cuerpo hizo la conexión de inmediato.

Wrath.

Cuando vio las botas de su hellren, las hormonas de Beth estallaron, reaccionando ante la presencia de su compañero con una violencia inesperada. Como si estuviera en el Infierno, Beth sentía hervir su sangre, mientras su sexo imploraba algo que solo él podía darle.

Pero que nunca podría tener lugar.

—¡Vete! —gritó Beth con voz quebrada—. Inyéctame… o dame la…

Wrath se arrodilló junto a ella.

—Beth…

—¡Dame la morfina! Yo puedo hacerlo…

—No puedo dejar que lo hagas…

Clavando la mirada en Wrath, Beth se sintió sin fuerzas para pelear con él.

—¡Dame los malditos medicamentos! —volvió a gritar.

‡ ‡ ‡

El cuerpo de Wrath comenzó a responder a la llamada de las hormonas de su pareja desde que empezó a subir las escaleras hacia su habitación. De modo que cuando llegó al baño, Wrath ya sabía exactamente qué era lo que ocurría. Y también conocía la solución: todos sus instintos rugían para impulsarlo a aparearse con su hembra y aliviar el sufrimiento de ella de la única manera efectiva que existía.

Después de ponerse de rodillas, Wrath empezó a tantear el suelo para buscarla, orientándose mediante los sonidos de su voz y los movimientos de su cuerpo contra el suelo de mármol. Entretanto, Beth decía incoherencias y se retorcía de dolor, vencida por la agonía de la fertilidad.

—¡Dame los malditos medicamentos!

Wrath tardó un momento en entender qué era lo que ella le estaba pidiendo y luego se dio cuenta de que se encontraba ante un momento decisivo de su vida, que le presentaba solo dos opciones… El problema era que, para él, ninguna de las dos era buena.

—Wrath —rugió Beth—. Wrath… solo dame los medicamentos.

Wrath pensó entonces en el kit que había dejado sobre la encimera. Lo único que tenía que hacer era abrirlo, llenar la jeringuilla e inyectarle la morfina. Y luego cesaría el sufrimiento…

Aunque solo parcialmente, señaló una parte de él…

Ante el asalto de otra oleada de deseo, Beth volvió a gritar y sus extremidades se sacudieron contra Wrath, como si estuviera convulsionando.

Wrath no supo exactamente en qué momento tomó la decisión. Pero de repente desabrochó los botones de sus pantalones de cuero, olvidando por completo la medicación, después de haber elegido un camino.

—Espera un segundo, leelan —gruñó, mientras liberaba su erección—. Espera, ya estoy contigo…

Muy cierto.

Solo que cuando la agarró de las piernas para quitarle los vaqueros, tardó toda una eternidad, pues Beth no se quedaba quieta y forcejeaba con él, abriendo y cerrando las piernas mientras

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Amante eterno
Amante eterno
August 3, 2020
Amante Liberada
Amante Liberada
August 3, 2020
Amante confeso
Amante confeso
August 3, 2020
Amante oscuro
Amante oscuro
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.