Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El rey
  3. Capítulo 53
Prev
Next

ver los pinchazos que le había dejado en la garganta, los cuales acarició con sus labios una y dos veces.

—Lo siento —dijo con voz ronca.

—¿Por qué?

Trez tuvo que volver a cerrar los ojos cuando la seductora voz de Selena penetró a través de la bruma de su deseo, aumentándolo todavía más. ¿Qué era lo que ella le había preguntado? Ah, sí.

—No he debido morderte de esa manera.

—Bueno, no me ha molestado en lo más mínimo.

Y vaya si eso no lo hizo empezar a ver doble.

—¿Vas a regresar al lugar donde estabas antes? —le preguntó ella.

Mierda, sí.

—Sí…, ahora mismo. Si quieres…

La forma en que Selena sacudió su cuerpo y el gemido que dejó escapar fueron la mejor respuesta a esa pregunta.

Mientras trataba de contener a su animal interno, Trez la besó varias veces en la clavícula y luego tuvo que echarse hacia atrás solo para contemplarla. Los senos de Selena eran la cosa más hermosa que había visto en la vida: ella tenía un cuerpo perfecto, con aquellos pezones que sobresalían de un par de montículos pálidos, la piel suavísima y aquella respiración que representaba un desafío a su autocontrol.

Nuevamente, Trez hizo gala de gran delicadeza, tal como había hecho con la boca.

Y sacando la lengua, la lamió formando un círculo alrededor del pezón, lo cual, a juzgar por la manera en que ella hundió las manos entre su pelo, pareció gustarle.

—Ah… —gimió Selena.

Trez sonrió antes de empezar a besarla con más fuerza. Y mientras le chupaba los senos, se acomodó de lado y bajó una mano hasta la cintura, la cadera, el muslo…, la entrepierna.

Selena le abrió el camino como si fuera agua, entregándosele generosa, mientras él penetraba cada vez más en su vagina. Trez estaba a punto de llegar al corazón del sexo de Selena, y ya sabía exactamente cómo quería acariciarla, cuando…

La imagen de una humana invadió el espacio comprendido entre sus orejas.

Al principio no entendió qué era lo que pasaba por su cabeza…, pero luego reconoció a la mujer. Era la misma que se había follado en la parte trasera de un coche hacía poco más de un año. Y la veía con total nitidez. Veía todo en alta definición, el pintalabios que le manchaba los dientes, los pegotes de rímel debajo de los ojos, la malograda cirugía de los senos, gracias a la cual uno de sus pezones había quedado mirando para otro lado.

Pero nada de esto era lo peor.

No, lo peor era la manera en que la cabeza de la mujer se movía hacia arriba y hacia abajo, hacia arriba y hacia abajo, cuando él estaba dentro de ella. Trez tenía la polla dentro del sexo de la mujer, y bombeaba cada vez más rápido para poder correrse y terminar con el asunto.

Su polla, la misma que estaba a punto de deslizarse dentro de Selena, había estado en una cloaca. Había penetrado en… cientos de humanas sucias y contaminadas, que no practicaban sexo seguro ni se cuidaban de las enfermedades venéreas, y ni siquiera sabían si ya habían contraído sida por dejar que cabrones como él se metieran todo el tiempo entre sus bragas.

El hecho de que él no pudiera contraer esas enfermedades no importaba en absoluto.

Lo impuro siempre sería impuro.

Siseando, Trez se echó hacia atrás y cerró los ojos, mientras trataba de bloquear todo lo que le pasaba por la cabeza.

—¿Trez?

—Lo siento, yo… —Trez sacudió la cabeza y volvió a concentrarse en los senos de Selena…, pero sintió náuseas y asco de sí mismo—. Yo solo…

En ese momento pasó por su cabeza la imagen de otra humana. Esta vez fue la agente inmobiliaria a la que se había follado en el almacén que acababa de comprar. Trez vio las manos de ella abiertas contra la pared, mientras él se la follaba por detrás y veía los destellos de su anillo de casada.

—Lo siento —volvió a mascullar. Y luego volvió a sacudir la cabeza, como si los recuerdos fueran objetos que pudiera quitar de la mesa de su conciencia—. Yo…

En una sucesión rápida, Trez vio a la morena que le había hecho una mamada en la oficina. A la pelirroja a la que se había follado junto con una rubia en el baño del club. Al trío que había formado con aquellas chiquillas universitarias. A la gótica que se había tirado en el cementerio. A la camarera de Sal’s, a la farmacéutica que se había follado cuando fue a comprar Motrin una tarde, a la camarera de aquel bar, a la mujer que había visto en el concesionario…

Una tras otra, las imágenes se convirtieron en una especie de balas que impactaban contra su cerebro.

Cuando se apartó de Selena, parecía al mismo tiempo extraño y totalmente apropiado que la única cosa en la que pudiera pensar era que las Sombras tenían razón.

El sexo con humanos lo había contaminado.

Y ahora estaba pagando el precio de haber consumido ese veneno.

‡ ‡ ‡

Sentado en la mesa de la cocina, Assail no podía dejar de mirar a sus primos. A pesar de ser unos asesinos a sueldo, traficantes de drogas y matones profesionales, no solo se habían lavado las manos antes de comer, sino que ahora permanecían recostados contra sus asientos, con cara de querer aflojarse los pantalones.

Cuando la abuela de Marisol se volvió a levantar de la mesa, Assail sacudió la cabeza.

—Pero, señora, usted también debería disfrutar esta comida en la que tanto se ha esforzado.

—La estoy disfrutando —contestó la mujer, mientras cortaba un poco más de pan en la encimera—. Estos chavales necesitan comer más. Están muy delgados, muy delgados.

A este paso, la abuela de Marisol iba a convertir a sus parientes en…, ¿cuál era la expresión?, ¡en un par de cerdos!

Y fíjate que, aunque estaban llenos, cada uno de los primos aceptó otra tajada de pan hecho en casa y luego las cubrieron de mantequilla dulce.

Increíble.

Assail se concentró luego en Marisol. Tenía la cabeza inclinada y jugueteaba con la comida, pinchándola con el tenedor. No había comido mucho, pero había abierto el frasco de píldoras que le había dado la doctora Jane y había sacado una de las cápsulas grises y naranjas que había dentro.

Assail no era el único que la observaba. Los ojos de águila de su abuela lo controlaban todo: cada movimiento del tenedor, cada sorbo que le daba al vaso de agua, lo poco que había comido.

Marisol, por otro lado, no miraba a nadie. Después de la emoción que le había producido la reunión con su abuela, se había cerrado como una ostra, mantenía la mirada fija en la comida y solo contestaba con monosílabos cuando se le preguntaba sobre los condimentos.

Se había retirado a un lugar donde Assail no quería verla.

—Marisol —dijo entonces Assail.

Ella levantó la cabeza.

—¿Sí?

—¿Quieres que te muestre tu habitación? —Tan pronto pronunció esas palabras, Assail miró a la abuela y agregó—: Si usted me lo permite, claro.

De acuerdo con las viejas tradiciones, la hembra mayor de la familia era la ghardian de Marisol, y aunque Assail rara vez manifestaba respeto por los humanos, sentía que era apropiado mostrar cierta consideración por esta mujer.

La abuela de Marisol asintió con la cabeza.

—Sí. Le he dejado allí sus cosas.

En efecto, junto al arco que llevaba al salón había una maleta con ruedas.

Cuando la abuela volvió a concentrarse en su comida, Assail creyó ver una ligera sonrisa en su boca.

—Estoy exhausta. —Marisol se levantó de la mesa y recogió su plato—. Siento que podría dormir eternamente.

No pensemos en eso, pensó Assail, al tiempo que también se ponía de pie.

Después de besar a su abuela en la mejilla y decirle algo en su idioma, Marisol se dirigió a donde estaba la maleta. Assail la siguió y, aunque deseaba rodearla con su brazo, no lo hizo. Lo que sí hizo fue encargarse de la maleta.

—Permíteme —dijo.

La facilidad con la que ella dejó que él llevara la maleta sugería que todavía le dolía la pierna. Assail tomó entonces la delantera y la condujo hasta las escaleras. Había dos tramos: unas que subían a su habitación y otras que bajaban al sótano, donde había cinco habitaciones.

La abuela y los primos estaban alojados en el nivel inferior.

Mirando por encima del hombro, Assail vio que Marisol lo seguía muy seria, con los ojos bajos y una actitud de desgana en los hombros que indicaba una fatiga que iba más allá de lo físico.

—Me gustaría ofrecerte mi habitación —le dijo—. Para que tengas privacidad.

Assail no quería quedarse con ella. No mientras la abuela estuviera en la casa.

A pesar de que ahí era donde desearía estar.

—Gracias —murmuró ella.

Antes de darse cuenta de lo que hacía, Assail abrió la puerta con el pensamiento y aparecieron ante ellos unas resplandecientes escaleras de mármol blanco y negro.

Oh, mierda, pensó Assail.

—¡Detectores de movimiento! —dijo ella enseguida.

—Así es.

Mientras subían las escaleras, Assail trató de no fijarse en la manera en que Marisol movía el cuerpo. Le parecía una falta de respeto, en especial porque todavía estaba cojeando.

Pero, querida Virgen Escribana, ¡cuánto la deseaba!

La habitación de Assail ocupaba toda la planta superior y el espacio de forma octogonal proporcionaba una vista de trescientos sesenta grados sobre el río, a lo lejos, el centro de Caldwell, y al oeste, las planicies cubiertas de bosques. La cama era circular, con una cabecera que seguía la forma redonda del colchón, y la plataforma sobre la que estaba puesta se encontraba directamente en el centro de la habitación, debajo de un espejo de techo. Los «muebles» estaban todos empotrados: varias cajoneras de madera de nogal hacían las veces de mesitas auxiliares, cómodas y escritorio, pero ninguna interfería con las paredes de vidrio.

Assail oprimió un interruptor que estaba junto a la puerta para activar las cortinas, las cuales salieron de sus compartimentos ocultos y cubrieron por completo los cristales.

—Para que tengas privacidad —dijo Assail—. Y el baño está por aquí.

Assail encendió otro interruptor. En la habitación se combinaba el color almendra con el crema y esos tonos se repetían en el suelo de mármol, las paredes y las encimeras del baño. Curiosamente, Assail nunca había pensado en la decoración, pero ahora se alegraba de que su habitación tuviera una tonalidad tan serena. Marisol se merecía la paz que había logrado obtener con tanto esfuerzo.

Mientras recorría el baño, Marisol deslizaba los dedos por las vetas del mármol, como si tratara de encontrar un asidero.

Luego dio media vuelta y se quedó mirándolo.

—Y tú, ¿dónde vas a dormir?

Aunque Assail nunca vacilaba a la hora de manifestar su posición, antes de contestar se aclaró la voz.

—Abajo. En una de las habitaciones de huéspedes.

Marisol cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿No hay otra cama aquí arriba?

Assail levantó las cejas.

—Hay un sofá cama.

—Entonces, ¿te puedes quedar? Por favor.

Assail se sorprendió aclarándose de nuevo la voz.

—¿Estás segura de que eso es apropiado, considerando que tu abuela se encuentra aquí?

—Estoy tan nerviosa que si me quedo sola no seré capaz de dormir.

—En ese caso, me dará mucho gusto complacerte.

Solo tendría que asegurarse de no ir más allá…

—Bien, gracias. —En ese momento Marisol vio el jacuzzi que estaba debajo de la ventana—. Tiene una pinta espléndida.

—Permíteme. Voy a llenarlo para ti. —Assail se adelantó y abrió los grifos de bronce, por los cuales empezó a salir un agua transparente como el cristal y muy caliente—. Es muy profundo.

Aunque nunca lo había probado.

—También hay una petite cuisine —dijo Assail y abrió una puerta oculta, tras la cual apareció una nevera pequeña, un microondas y una cafetera—. Y en el armario superior hay cosas de

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Amante consagrado
Amante consagrado
August 3, 2020
Amante confeso
Amante confeso
August 3, 2020
Amante oscuro
Amante oscuro
August 3, 2020
Amante Renacido
Amante Renacido
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.