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  2. El rey
  3. Capítulo 49
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rápidamente, regresó al salón de las damas y entró a la biblioteca, cerrando las puertas tras él. Luego sacó su móvil y empezó a tomar fotografías, mientras el corazón se le salía del pecho. No se molestó en arreglar el ángulo o seguir una secuencia; lo único que le importaba era enfocar bien, tener suficiente luz y no moverse…

El ruido de unas puertas que se abrían exactamente a sus espaldas lo hizo girar sobre sus talones.

Su padre parecía confundido, de pie en el umbral de las puertas que llevaban a su estudio.

—¿Qué estás haciendo?

—Nada. Solo estaba contemplando tus volúmenes. Son muy impresionantes.

Tyhm miró las puertas que Saxton había cerrado al entrar, como si se estuviera preguntando por qué estaban cerradas.

—No deberías estar aquí.

—Lo siento. —Saxton se guardó furtivamente el teléfono en el bolsillo, mientras giraba el torso hacia un lado, como para señalar los libros—. Es solo que… quería admirar tu colección. La mía no está encuadernada en cuero sino en tela.

—¿Tienes una colección de las Leyes Antiguas?

—Así es. La compré en una antigua propiedad.

Su padre dio un paso al frente y tocó las páginas del volumen que tenía más cerca. La forma tan afectuosa con que acarició las palabras, el papel, ese objeto tan íntimo… sugirió que quizás Saxton no era su mayor decepción en la vida.

Si la ley lo decepcionaba, el macho quedaría deshecho.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Saxton con voz suave—. He oído que dispararon al rey, y ahora… todo esto habla sobre el tema de la sucesión.

Al ver que no había respuesta alguna, Saxton empezó a pensar que tenía que salir rápidamente de allí: había una altísima posibilidad de que su padre formara parte de un complot con la Pandilla de Bastardos y sería una locura pensar que Tyhm iba a tener algún reparo en entregarle su hijo gay al enemigo.

O, en este caso, a sus aliados.

—Wrath no es un rey digno para la raza —dijo Tyhm sacudiendo la cabeza—. Nada bueno ha sucedido desde que su padre fue asesinado. Ese sí era un gobernante. Yo era joven cuando formaba parte de la corte, pero recuerdo a Wrath, y aunque su hijo no se preocupa por hacer las cosas de la forma apropiada… el padre sí era un rey estelar, un macho sabio, que poseía paciencia y majestad. Esta generación, en cambio, es un fracaso.

Saxton clavó los ojos en el suelo. Por alguna razón absurda, notó que sus zapatos estaban perfectamente brillantes. Todos sus zapatos vivían brillantes. Limpios y brillantes.

Saxton sintió que le costaba trabajo respirar.

—Pensé que la Hermandad estaba… encargándose de las cosas de manera eficiente. Después de los ataques, han matado a muchos asesinos…

—El hecho de que tengas que decir «después de los ataques» lo dice todo. Es vergonzoso. Wrath solo se preocupó por gobernar cuando se casó con esa mestiza. Solo en ese momento, cuando contaminó el trono con los genes bastardos de esa humana, se preocupó por ser rey. A su padre todo esto le parecería abominable: que esa humana lleve el anillo de su madre. Es una desgracia que no se puede… —Tyhm tuvo que aclararse la voz—. Sencillamente es intolerable.

Al entender lo que esto implicaba, Saxton sintió que se le caía el alma a los pies. Ay, Dios… ¿por qué no habían pensado ellos en eso?

Beth. La glymera iba a derrocar a Wrath por causa de Beth.

Su padre levantó el mentón y la nuez le sobresalió como si fuera un puño dentro de la garganta.

—Y hay que hacer algo. Cuando se toman malas decisiones…, alguien tiene que hacer algo.

Como cuando se es gay, pensó Saxton. Y luego se le ocurrió…

Era como si su padre estuviera tratando de hacer algo… solo porque no podía hacer nada con su propio fracaso en la descendencia.

—Wrath será retirado del trono —dijo Thym con renovada energía—. Y será reemplazado por alguien que no se haya alejado de los valores de la raza. Es la consecuencia apropiada para alguien que no hace las cosas como se deben hacer.

—Había oído que… —Saxton hizo una pausa—. Había oído que fue amor a primera vista. Entre Wrath y su reina. Que él se enamoró de ella cuando la ayudó en su transición.

—Los pervertidos suelen ocultar sus acciones bajo el ropaje de lo correcto. Es un intento deliberado por congraciarse con los demás. Pero eso no significa que se hayan portado bien, o que sus malas decisiones deban ser toleradas por las masas. Muy por el contrario, él ha avergonzado a la raza y merece todo lo que le espera.

—¿Tú me odias? —le preguntó de repente Saxton a su padre.

Su padre levantó los ojos de los libros que serían usados para allanar el camino hacia la abdicación. Y cuando sus miradas se cruzaron, Saxton volvió a sentirse como aquel chiquillo que solo quería que el único padre que le quedaba lo amara y lo valorara como se merecía.

—Sí —dijo su padre—, te odio.

‡ ‡ ‡

Sola se subió los vaqueros hasta las rodillas y esperó un momento. Luego se preparó y pasó la cinturilla por encima de la herida que tenía en el muslo.

—No está mal —murmuró, mientras seguía subiéndose los vaqueros hasta el trasero y se los abotonaba.

Le quedaban un poco sueltos, pero todo se arregló cuando se puso la camisa blanca de manga larga y el cómodo jersey negro que también le habían dado. Ah, y las Nike eran del número exacto. Incluso le gustaba la manera como combinaban el negro y el rojo.

Luego se dirigió al baño de la habitación y se revisó el pelo en el espejo. Lo tenía brillante y sedoso, gracias al buen baño que se había dado.

—Estás…

Al dar media vuelta, Sola encontró a Assail, que estaba junto a la cama. Sus ojos ardían desde aquella distancia y su cuerpo parecía aún más grande.

—Me has asustado —dijo ella.

—Mis disculpas —dijo Assail y le hizo una inclinación de cabeza—. Llamé varias veces y, como no respondías, me preocupó que te hubieras caído.

—Es…, ah, muy amable por tu parte. —Sí, la palabra «dulce» definitivamente no le quedaba bien a Assail.

—¿Estás lista para volver a casa?

Sola cerró los ojos. Quería decir que sí y, por supuesto, necesitaba ver a su abuela. Pero también tenía miedo.

—¿Se nota algo? —preguntó Sola.

Assail se acercó lentamente, como si supiera que ella estaba al borde de una crisis. Luego levantó las manos y le arregló el pelo sobre los hombros. Después le tocó la cara.

—No. No notará nada.

—Gracias a Dios —dijo Sola soltando el aire de los pulmones—. Ella no puede enterarse. ¿Entiendes?

—Perfectamente.

Luego Assail dio media vuelta y le ofreció su brazo a Sola, como si la estuviera acompañando a una fiesta.

Y Sola le aceptó el brazo, solo porque quería sentirlo contra ella. Sentir su calor. Estar cerca de su impresionante cuerpo y energía.

Por otra parte, la perspectiva de enfrentarse a la mirada de su abuela era un infierno distinto.

—No pienses en eso —dijo él, mientras la conducía por el largo pasillo—. Debes recordarlo. Si lo haces, ella lo verá en tu cara. Nada de eso ocurrió, Marisol. Nada.

Sola apenas se dio cuenta de que los guardias que los habían recibido cuando llegaron acababan de unirse a su retaguardia. Pero tenía tantas otras cosas por las cuales preocuparse que ese grupo de hombres era lo de menos ahora. Además, si ellos no les habían disparado al entrar, no tenía sentido que se molestaran en hacerlo al salir.

Uno de ellos se adelantó para abrirles la puerta de acero, el Range Rover seguía aparcado exactamente en el mismo lugar. Junto a ella, los dos primos de Assail esperaban con aire lúgubre, bajo la vigilancia de otros de esos tíos enormes e increíblemente amenazantes.

Assail le abrió la puerta trasera y le ofreció la mano. Le vino bien, pues al subirse al todoterreno la herida en la pierna la hizo llorar. Pero tan pronto como Assail cerró la puerta, Sola logró ponerse el cinturón sin ayuda y acomodarse bien.

Luego observó a través del vidrio polarizado del parabrisas cómo Assail se acercaba a cada uno de aquellos hombres y les estrechaba la mano. No se dijeron nada, al menos no que ella se diera cuenta, pero no parecía haber necesidad.

Todos se miraron fijamente a los ojos y con una sutil inclinación de cabeza se expresaron respeto, como si todos tuvieran un acuerdo.

Y luego los primos de Assail se subieron en la parte de delante y Assail se subió atrás, junto a ella, y se fueron.

Sola recordaba solo vagamente todas las puertas y barricadas que habían atravesado para llegar hasta allí, pero se imaginaba que iban a tardar un buen rato en salir.

Al menos eso era lo que deseaba. Tenía la esperanza de que, si pasaba suficiente tiempo, su pequeña niña interior podría llegar a convencerse de que en realidad no había quebrantado dos veces los Diez Mandamientos, ni habían tratado de violarla, ni había tenido que desfigurar a alguien para escapar del infierno.

Desgraciadamente, llegaron a la Carretera del Norte en segundos y, un instante después, ya estaban avanzando hacia el sur, hacia el centro de Caldwell. O al menos eso fue lo que a ella le pareció.

Al acercarse a los puentes que los llevarían al otro lado del río, y a través de los bosques, hasta la fortaleza de Assail, ellos…

Genial. El cerebro de Sola ya no estaba funcionando lógicamente.

Restregándose los ojos cansados, tuvo que hacer un esfuerzo.

Pero nada sucedió.

—¿Sabes? Es posible que tengas razón —dijo ella en voz baja.

—¿Sobre qué? —preguntó Assail.

—Tal vez todo fuera solo un sueño. Un sueño terrible…

Cuando el Range Rover subió el puente que atravesaba el Hudson hacia el oeste, Marisol calculó que, tal como estaba fluyendo el tráfico, se encontrarían en casa de Assail en solo cinco o diez minutos.

Entonces se volvió y se quedó contemplando la ciudad que se alejaba, todas esas luces que parecían estrellas que hubieran caído a la Tierra.

—No sé si voy a ser capaz de verla —se oyó decir.

—No pasó nada.

Mientras miraba cómo el paisaje de la ciudad se hacía cada vez más pequeño, Sola se dijo que debía hacer lo mismo con todas las imágenes y olores y sensaciones que notaba tan cerca, demasiado cerca: el tiempo era como una autopista y su cuerpo y su cerebro viajaban sobre él. Así que necesitaba acelerar a fondo para alejarse lo más pronto posible de las últimas cuarenta y ocho horas.

Y de repente, ya estaban tomando la pequeña carretera que bajaba hasta la península de la que Assail era dueño. Cuando apareció en el panorama aquella casa de cristal, con esa iluminación dorada que la hacía resplandecer contra el paisaje como si fuera un tesoro, Sola sintió que el estómago le daba un vuelco.

Entraron por la parte de atrás y los faros del todoterreno iluminaron la parte posterior de la mansión. Y ahí estaba ella. En la ventana de la cocina, con la cabeza levantada y un trapo en la mano… La abuela de Sola estaba observando, esperando… y ahora corría a la puerta de atrás.

De repente, la mente de Sola se quedó en blanco, mientras trataba de abrir la puerta del todoterreno.

Pero Assail le agarró el brazo.

—No. No hasta que estemos en el garaje.

A diferencia del resto del viaje, Sola sintió que tardaron una eternidad en entrar al garaje, mientras aquella puerta reforzada bajaba lentamente como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Tan pronto como esta tocó el suelo, Sola se bajó del todoterreno y corrió a la puerta de la casa. Estaba cerrada y, en medio

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