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  2. El rey
  3. Capítulo 43
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manta.

—Pero yo… no puedo fingir que la noche de ayer no existió.

—Pues vas a tener que hacerlo.

—Maté a dos hombres. —Sola clavó sus ojos en Assail, parpadeando rápidamente—. Maté… a dos seres humanos. Ay, Dios…

Sola se cubrió la cara y trató de no perder la compostura.

—Marisol… —Se oyó un chirrido, como si él hubiese adelantado un poco la silla de Pottery Barn—. Querida, debes quitarte eso de la cabeza.

—Dos hombres…

—Animales —se apresuró a decir Assail—. Eran animales que merecían cosas peores. Todos ellos.

Sola bajó las manos y no se sorprendió al ver cómo la expresión de Assail transmitía una amenaza letal. Pero no le asustaba él, sino lo que ella misma había hecho.

—No puedo… —Sola hizo un gesto con la mano y se señaló la cabeza—. No me puedo quitar esas imágenes de la mente…

—Bloquéalas, cariño. Simplemente olvida lo que pasó.

—No puedo. Jamás. Debería entregarme a la policía…

—Te iban a matar. ¿Crees que si lo hubieran hecho habrían sentido algún cargo de conciencia? Te aseguro que no.

—Pero esto fue culpa mía. —Sola cerró los ojos—. Debería haberme imaginado que Benloise intentaría vengarse. Solo que no me imaginé que llegaría a ese extremo.

—Pero, cariño, ahora estás a salvo…

—¿Cuántos?

—¿Perdón?

—¿A cuántos… has matado tú? —Sola dejó escapar el aire con fuerza—. Y por favor no trates de decirme que no has matado a nadie. Vi tu cara, ¿recuerdas? Antes de que te limpiaras.

Assail desvió la mirada y se pasó la mano por la barbilla, como si todavía tuviera sangre allí.

—Marisol. Olvídalo. Entiérralo en lo más profundo de tu memoria y sigue adelante.

—¿Así es como tú lo manejas?

Assail negó con la cabeza y apretó la mandíbula y la boca.

—No. Yo recuerdo cada asesinato. Todos y cada uno.

—Entonces, ¿odias lo que haces?

Assail le mantuvo la mirada fija.

—No. Me encanta.

Sola se crispó. Descubrir que Assail era un sociópata asesino era la guinda del pastel, ¿no?

Assail se inclinó hacia delante y dijo:

—Nunca he matado a nadie sin razón, Marisol. Disfruto esas muertes porque esas personas se merecían lo que les sucedió.

—Entonces estabas protegiendo a alguien más.

—No, soy un hombre de negocios. Y a menos de que me hagan enfurecer, me gusta más vivir y dejar vivir. No obstante, no permito que me pasen por encima, ni permitiré jamás que les hagan daño a los míos.

Sola lo estudió durante un largo rato y él no desvió la mirada ni un segundo.

—Está bien, te creo.

—Debes hacerlo.

—Pero sigue siendo un pecado. —Sola pensó en todas esas plegarias que había ofrecido y sintió una culpa como nunca antes había conocido—. Me doy cuenta de que había cometido delitos en el pasado…, pero nunca le había hecho daño a nadie, excepto en el plano financiero. Lo cual es malo, claro, pero al menos no les quemé…

Assail le agarró la mano.

—Marisol. Mírame.

Pasó un rato antes de que ella pudiera hacerlo.

—No sé cómo seguir viviendo conmigo misma. De verdad.

‡ ‡ ‡

Cuando Assail sintió los latidos de su corazón en el pecho, se dio cuenta de que estaba equivocado. Había pensado que, para ponerle fin a este horrible capítulo de la vida de Marisol, bastaría con que ella estuviera físicamente a salvo y él se encargara de Benloise.

Después de que Marisol estuviera con él, y después de garantizar que ella regresara con su abuela, podrían olvidarse de todo aquello.

Pero no. Estaba muy equivocado y la verdad es que no sabía cómo rescatarla del dolor emocional.

—Marisol… —dijo Assail con un tono de voz que nunca se había oído. Pero, claro, no estaba acostumbrado a suplicar—. Marisol, por favor.

Cuando ella por fin levantó la mirada, Assail se sorprendió respirando profundamente. Con los ojos casi cerrados, y esa quietud, Assail pensó en que Marisol podría estar en este momento muerta y eso lo hizo estremecer.

Pero ¿qué podía decirle?

—En verdad no puedo fingir que entiendo ese concepto de pecado en el que tú crees, pero tu religión es distinta de la mía y eso es algo que respeto. —Dios, cómo odiaba el moratón que ella tenía en la cara—. Pero, Marisol, tus actos tenían como meta la supervivencia. Tu supervivencia. Lo que hiciste allí es la razón por la cual estás respirando ahora. La vida implica hacer lo que tienes que hacer, y eso fue lo que tú hiciste.

Sola se giró hacia otro lado, como si el dolor fuera excesivo. Y luego susurró:

—Solo desearía haber podido… Demonios, tal vez tengas razón. Tengo que remontarme muy atrás en la historia de mis actos para salir del lugar donde estaba hace dos noches. Todo esto no es otra cosa que la culminación de muchas cosas.

—¿Sabes? Si lo decides, tú puedes cambiar de rumbo. Podrías dejar de relacionarte con gente como Benloise.

Un esbozo de sonrisa se dibujó en sus labios mientras miraba hacia la puerta.

—Sí, estoy de acuerdo.

Assail volvió a respirar profundamente.

—Hay otro camino para ti.

Aunque ella solo asintió con la cabeza, Assail tuvo la sensación de que Marisol ya había tomado la decisión de retirarse, por decirlo así. Y, por alguna razón, eso le produjo deseos de llorar, aunque nunca lo admitiría ante nadie.

Mientras ella guardaba silencio, Assail se quedó contemplándola, memorizando todos sus rasgos, desde el pelo negro y ondulado que se había lavado muy bien cuando se dio una ducha en el baño de la habitación, pasando por sus mejillas pálidas, hasta sus labios perfectamente formados.

Al pensar en todo aquello por lo que ella había pasado, Assail la oyó decir que no la habían violado, pero solo porque ella había matado primero al cabrón.

Seguramente el que estaba en la celda, pensó Assail. El dueño de la mano que ella había usado para salir de aquel lugar.

Assail sintió que le dolía todo el cuerpo al pensar en eso.

—Noto que me estás mirando —dijo ella con voz suave.

Assail se enderezó en la silla y se pasó las manos por las piernas.

—Perdóname —dijo, dirigiendo la vista hacia la puerta y pensando que no quería irse, pero que probablemente debería dejarla descansar—. ¿Te duele?

Marisol se giró para mirarlo con sus ojos color caoba.

—¿Dónde estamos?

—¿Qué tal si tú contestas mi pregunta primero?

—No mucho. Nada que no pueda soportar.

—¿Quieres que llame a la enfermera?

Assail estaba levantándose de la silla cuando ella levantó la mano para detenerlo.

—No, por favor. No me gusta la sensación que me produce esa medicación y en este momento necesito estar totalmente consciente. De lo contrario, pensaré que he regresado… allí.

Assail volvió a sentarse y sintió deseos de volver al norte y acabar de una vez por todas con Benloise. Pero contuvo el impulso al recordar el sufrimiento que debía de estar padeciendo ese cabrón, suponiendo que todavía estuviese respirando.

—Entonces, ¿dónde estamos?

¿Cómo responder a eso?

Bueno, a pesar de que Marisol quería evitar las distorsiones de la realidad, este tampoco era el momento para contarle que él no era humano, sino, de hecho, miembro de una especie que ella asociaba con Drácula… gracias al señor Stoker.

—Nos encontramos entre amigos. —Tal vez eso no era completamente cierto, pero Rehv le había suministrado lo que él le había pedido, y en el momento en que lo necesitaba, probablemente en respuesta a la persona que Assail había «procesado» si no directamente en representación del rey, ciertamente sí para su beneficio.

—Pues tienes unos amigos bastante raros. ¿Acaso trabajas para el gobierno?

Assail soltó una carcajada.

—Por Dios, no.

—Qué alivio. Me estaba preguntando si me ibas a arrestar, o tratarías de convertirme en informante.

—Te puedo asegurar que los entresijos del sistema legal humano me tienen totalmente sin cuidado.

—Sistema legal… ¿humano?

Assail maldijo entre dientes, mientras hacía un gesto con la mano para quitarle importancia a sus palabras.

—Ya sabes a lo que me refiero.

Al oír eso, Sola sonrió y sus párpados temblaron.

—Lo siento. Me parece que me estoy quedando dormida. Con toda esa comida.

—Duerme. Y debes saber que, cuando te despiertes, te voy a llevar a casa.

Ella se enderezó sobresaltada.

—Mi abuela todavía está en esa casa…

—No, está en mi propiedad. Nunca jamás la habría dejado donde estaba, tan expuesta y vulnerable…

Sin previo aviso, Marisol rodeó a Assail con sus brazos y lo apretó con tanta fuerza que él sintió cada estremecimiento de su cuerpo.

—Gracias —le dijo con los labios contra el cuello—. Ella es lo único que tengo.

Assail le devolvió el abrazo con gran delicadeza, apoyando apenas las manos contra su espalda. Y al respirar su aroma, sintió que el corazón se le partía al pensar en la forma en que la habían tratado aquellos brutos.

Se quedaron así un rato, y cuando finalmente ella se separó y lo miró, él no pudo evitar el impulso de acariciarle la cara con los dedos.

—No tengo palabras —dijo con voz entrecortada.

—¿Sobre qué?

Pero lo único que Assail pudo hacer fue sacudir la cabeza y romper totalmente el contacto poniéndose de pie. Si no lo hacía, estaba seguro de que iba a terminar en la cama con ella.

—Descansa —dijo con voz ronca—. Al anochecer te llevaré con tu abuela.

Y luego ella y su abuela podrían vivir con él. De esa manera él sabría que ella siempre estaría a salvo.

Y no tendría que volver a preocuparse por ella.

Assail se apresuró a salir antes de que ella cerrara los ojos. Sencillamente no podía soportar verla con los párpados cerrados.

Al salir de la habitación, Assail…

Frenó en seco.

Al otro lado del pasillo, sus primos estaban recostados contra la pared, y ninguno tuvo que levantar la vista o girarse para mirarlo. Los dos lo estaban mirando fijamente cuando salió, como si hubiesen estado esperando a que él saliera desde el segundo que entró allí.

Ninguno dijo nada, pero no hacía falta.

Assail se restregó la cara con las manos. ¿En qué mundo creía que podría tener a dos humanas en su casa? Eso era un imposible, aunque fuera solo por una noche. Porque ¿qué podría decir cuando se hiciera evidente que no podía salir de casa durante el día? ¿O dejar que entrara la luz del sol en la vivienda? ¿O…?

Abrumado por la emoción, metió la mano en el bolsillo frontal de sus pantalones negros, sacó su frasquito de coca y esnifó rápidamente lo que quedaba.

Solo para poder sentirse medianamente normal.

Luego levantó la bandeja del suelo.

—No me miréis así —les dijo a sus primos, al pasar delante de ellos.

25

–¡Wrath!

Al gritar el nombre de su marido, Beth se enderezó en la cama y, por un momento, no tuvo ni idea de dónde estaba. Las paredes de piedra y esa suave colcha de terciopelo no eran…

La casa de Darius. Pero esta no era la habitación de su padre, sino la que Wrath usaba cuando necesitaba un lugar donde dormir. La misma a la que ella se había pasado hacía un rato porque no era capaz de conciliar el sueño.

Finalmente se debió de haber quedado dormida sobre el edredón…

A lo lejos empezó a sonar un teléfono.

Beth se quitó el pelo de la cara y vio que tenía sobre las piernas una manta que no recordaba haber puesto ahí… También había una maleta al pie de la puerta… y una bandeja de plata puesta sobre la mesilla.

Fritz. El mayordomo debía de haber venido durante el día.

Beth se frotó entonces el esternón y miró la almohada junto a ella, las sábanas perfectas, la ausencia de Wrath…, y se sintió peor de lo que se había sentido la noche anterior.

Pensar que había creído que ya había llegado al fondo de esto. O que darse un tiempo iba a servir de algo…

—Mierda, ¿Wrath? —gritó, al tiempo que saltaba de la cama.

Entonces corrió hacia la puerta, la abrió de un tirón, atravesó el pasillo, entró a toda prisa a la alcoba de

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