Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El rey
  3. Capítulo 4
Prev
Next

en el otro para toda la eternidad.

—¿Quién se ocupará de ti esta noche y el día antes de la ceremonia pública? —preguntó el rey.

Ella no quería dejarlo.

—Debo regresar a mis aposentos.

El rey frunció el ceño. Pero luego la soltó y se tomó un tiempo para adornarla con los rubíes hasta que las joyas quedaron colgando de sus orejas y su cuello y sus dos muñecas.

El rey tocó la piedra más grande, la que colgaba sobre el corazón de ella y, cuando sus párpados se cerraron, ella supuso que él debía de estar pensando en algo erótico: tal vez la estaba imaginando sin ropa, sin que nada más que su piel constituyera el marco de aquellas joyas doradas de destellos diamantinos que soportaban esas increíbles gemas rojas.

La última pieza del conjunto era la corona misma y el rey la levantó de su bandeja de terciopelo y se la puso sobre la cabeza, antes de sentarse para contemplarla.

—Tú brillas más que todo eso —dijo.

Anha se miró. Rojo, rojo, por todas partes, el color de la sangre, el color de la vida misma. De hecho, no podía imaginar el valor de las gemas, pero no era eso lo que la conmovía. En ese momento, él le estaba rindiendo unos honores legendarios y, mientras pensaba en eso, Anha deseó que algo así pudiera mantenerse entre ellos para siempre.

Sin embargo, eso no sería posible; y a los cortesanos no les iba a gustar nada de esto, pensó después.

—Te llevaré a tus aposentos.

—Ay, mi lord, no deberíais molestaros…

—No hay nada más que me interese esta noche, te lo aseguro.

Ella no pudo contener una sonrisa.

—Como deseéis, mi lord.

Solo que Anha no estaba segura de poder ponerse de pie con todas aquellas…

En efecto, Anha no logró levantarse y el rey corrió a agarrarla entre sus brazos, alzándola del suelo como si no pesara más que una paloma.

Y enseguida atravesó el salón, abrió la puerta cerrada de una patada y salió al pasillo. Allí estaban todos; el corredor estaba lleno de aristócratas y miembros de la Hermandad de la Daga Negra, ante lo cual Anha giró instintivamente la cabeza contra el cuello de Wrath.

Mientras la educaban para entregársela al rey, siempre se había sentido como un objeto, y sin embargo, esa sensación se había desvanecido al encontrarse a solas con él. Pero ahora, expuesta a las miradas invasivas de los otros, volvía a desempeñar ese papel y se sentía vista como una posesión y no una igual.

—¿A dónde vais? —preguntó uno de los aristócratas al ver que el rey pasaba de largo sin saludarlos.

Wrath siguió caminando, pero era evidente que aquel cortesano no iba a permitir que lo privaran de lo que ni siquiera era su derecho.

El macho se plantó entonces en el camino del rey.

—Mi lord, es costumbre que…

—Yo la cuidaré en mis propios aposentos esta noche y todas las demás.

La sorpresa cubrió aquel rostro afilado y encogido.

—Pero, mi lord, ese honor solo le corresponde a la reina, y aunque vos hubierais poseído a esta hembra, no será oficial hasta…

—Nos hemos apareado propiamente. Yo mismo realicé la ceremonia. Ella es mía y yo soy suyo y estoy seguro de que no queréis interponeros en el camino de un hombre enamorado y su hembra; mucho menos en el del rey y la reina, ¿verdad?

Se oyó un sonido de dientes que entrechocaban, como si alguien hubiese abierto la boca involuntariamente y la hubiese vuelto a cerrar enseguida con prisa.

Al mirar más allá del hombro de Wrath, el macho vio las sonrisas de los Hermanos, como si los guerreros estuvieran de acuerdo con la actitud agresiva del rey. ¿Y los otros togados? Tampoco tenían cara de aprobación. Más bien de impotencia, súplica y rabia sutil.

Ellos sabían quién tenía el poder y sabían que no les pertenecía.

—Deberíais ir acompañado, mi lord —dijo uno de los Hermanos—. No por costumbre, sino por los tiempos que corren. Incluso en esta fortaleza es adecuado que la Primera Familia esté custodiada.

El rey asintió después de un momento.

—Está bien. Seguidme, pero… —dijo y su voz se volvió más un ronquido— no debéis tocarla de ninguna manera. Si lo hacéis, os arrancaré ese apéndice que representa una ofensa física para ella.

Una sensación de respeto verdadero y cierto afecto suavizaron la voz del Hermano:

—Como deseéis, mi lord. ¡Hermandad, venid!

De inmediato las dagas salieron del arnés que cruzaba sus pechos y sus afiladas hojas negras resplandecieron con la luz de las antorchas que bordeaban el pasillo. Mientras los dedos de Anha se clavaban en las preciosas vestiduras del rey, los Hermanos soltaron un grito de guerra y levantaron las dagas sobre su cabeza.

Con una coordinación que habían alcanzado después de pasar muchas horas juntos, cada uno de los grandiosos guerreros se puso de rodillas formando un círculo y enterró la punta de su daga en el suelo.

Bajando la cabeza, dijeron luego al unísono algo que ella no pudo entender.

Y sin embargo toda aquella retahíla era para ella: los guerreros le estaban jurando lealtad como su reina.

Eso era lo que iba a suceder a la noche siguiente, en frente de la glymera, pero ella prefería que hubiera ocurrido aquí. Cuando los guerreros levantaron la mirada, brilló un destello de respeto que iba dirigido a ella.

—Tenéis toda mi gratitud —se oyó decir entonces Anha— y todo mi respeto para vuestro rey.

En segundos, ella y su compañero quedaron rodeados por aquellos tremendos guerreros que, después de aceptar su gratitud, comenzaron a trabajar de inmediato. Flanqueado por todos los lados, tal como ella había estado cuando iba a serle presentada, Wrath prosiguió su marcha.

Más allá del hombro de su compañero, a través de la barrera que formaban los Hermanos, Anha vio cómo iba quedando atrás el grupo de cortesanos, a medida que ellos se alejaban por el pasillo.

El consejero que estaba al frente, con las manos sobre las caderas y el ceño fruncido, no parecía nada feliz.

Anha sintió un estremecimiento de miedo.

—Shh —le susurró Wrath en el oído—. No te preocupes. Seré gentil contigo ahora.

Anha se sonrojó y volvió a hundir la cabeza contra el grueso cuello del rey. Él tenía la intención de poseerla tan pronto llegaran a su destino y su cuerpo sagrado entraría dentro del de ella para sellar visceralmente su unión.

Anha se sorprendió al ver que ella también lo deseaba. Inmediatamente. Con brutalidad…

Y sin embargo, cuando estuvieron de nuevo a solas, acostados en una fantástica cama de plumas y seda…, Anha agradeció que él fuera tan paciente y gentil como había prometido.

Esa fue la primera de las muchas, muchas veces en que su hellren no la decepcionó.

1

Manhattan, Meatpacking District, en la actualidad

–Dame tu boca —ordenó Wrath.

Beth echó la cabeza hacia atrás y se metió entre los brazos de su compañero.

—¿La quieres? Entonces, tómala.

El gruñido que brotó de aquel inmenso pecho fue un recordatorio de que su hombre no era, en realidad, un hombre. Era el último vampiro de raza pura que quedaba en el planeta, y cuando se trataba de ella y el sexo, él era muy capaz de caer sobre ella como una bola de demolición.

Y no precisamente en el estúpido sentido postizo de Miley Cyrus…, y siempre y cuando Beth estuviera de acuerdo, claro. Aunque, en realidad, ¿cuándo tenía una mujer la oportunidad de estar con un macho de más de dos metros de estatura, un cuerpo formidable forrado totalmente en cuero negro, que casualmente tenía unos ojos de un verde pálido que brillaban como la luna y un pelo negro que le caía hasta el poderoso trasero?

La palabra no no solo no formaba parte de su vocabulario; era un concepto que le resultaba desconocido.

El beso que recibió fue brutal y así era como ella lo quería: con la lengua de Wrath penetrando hasta el fondo de su boca, mientras la empujaba hacia atrás por la puerta abierta de su escondite secreto.

¡Pum!

El mejor sonido del mundo. Bueno, sí, en realidad el segundo mejor sonido, pues el primero era el que su hombre hacía cuando estaba dentro de ella.

De solo pensarlo, Beth sintió que su vagina se abría aún más.

—Ay, mierda —dijo él dentro de su boca, cuando deslizó una mano entre los muslos de Beth—. Esto es lo que quiero, sí… Estás lista para mí, leelan.

No era una pregunta. Porque él sabía la respuesta, ¿no?

—Puedo olerte —le gruñó entonces al oído, mientras deslizaba los colmillos por la garganta de Beth—. Y es lo más hermoso del mundo, aparte de saborearte.

Esa voz ronca, la tensión de esas caderas y esa polla inmensa que ejercía presión sobre ella… Beth tuvo un orgasmo ahí mismo.

—Joder, necesitamos hacer esto más a menudo —dijo él entre dientes, mientras ella se frotaba contra su mano, moviendo las caderas—. ¿Por qué diablos no venimos aquí todas las noches?

Pensar en el caos que los esperaba en Caldwell distrajo a Beth por un momento, pero luego él empezó a hacerle un masaje con los dedos, por encima de la costura de los vaqueros, justo sobre la parte más sensible de su cuerpo, mientras penetraba su boca con la lengua, de la misma manera en que lo hacía cuando…, ay, sí.

Vaya, mira lo que tengo, sorpresa, sorpresa… De repente toda la historia relacionada con el hecho de que él fuera el rey, y el intento de asesinato, y la Pandilla de Bastardos simplemente se desvaneció de su mente.

Wrath tenía razón. ¿Por qué demonios no sacaban tiempo para disfrutar de este pedacito de cielo con más frecuencia?

Entregándose al sexo, Beth metió las manos entre el pelo de Wrath, cuya increíble suavidad contrastaba con la dureza de su rostro, la fuerza de su cuerpo formidable y su voluntad de acero. Ella nunca había sido de esas chicas estúpidas que soñaban con un príncipe azul, o una boda de cuento de hadas ni ninguna de esas mierdas de los musicales de Disney. Pero incluso alguien que no había tenido la ilusión, ni la intención, de firmar jamás un certificado de matrimonio, nunca habría podido imaginarse estando con Wrath, hijo de Wrath, el rey de una raza que, hasta donde ella sabía en ese entonces, no era más que una fantasía de Halloween.

Sin embargo ahí estaba, loca por un asesino que tenía vocabulario de camionero, un linaje real tan largo como su brazo y suficiente carácter como para hacer que Kanye West pareciera un acomplejado.

Bueno, Wrath no era tan egocéntrico, aunque, sí, probablemente haría desaparecer a Taylor Swift en un instante, pero eso era porque el rap y el hip-hop eran su música preferida y no porque fuera un hombre agresivo.

Conclusión, su hellren era un tío convencido de tener siempre razón y el trono que ocupaba implicaba que ese defecto de personalidad era reverenciado como si fuera ley natural.

Y hablando de una tormenta perfecta. La buena noticia era que ella era la única excepción, la única persona que podía tranquilizarlo cuando se encrespaba como un dragón. Así era con todos los Hermanos y sus compañeras: los miembros de la Hermandad de la Daga Negra, el grupo de élite de guerreros y asesinos de la raza, no eran famosos por tener precisamente buen carácter. Aunque, claro, nadie quiere a un montón de flojos en la línea de fuego de ninguna guerra, en especial cuando los chicos malos eran de la calaña de los miembros de la Sociedad Restrictiva.

Y de esos malditos Bastardos.

—No voy a llegar a la cama —gimió Wrath—. Necesito estar dentro de ti ya.

—Entonces fóllame en el suelo —dijo Beth, al tiempo que chupaba el labio inferior de Wrath—. Sabes cómo

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Amante despierto
Amante despierto
August 3, 2020
Amante Vengado
Amante Vengado
August 3, 2020
Amante eterno
Amante eterno
August 3, 2020
Amante liberado
Amante liberado
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.