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  2. El rey
  3. Capítulo 35
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dejaron un rastro hasta la puerta. Por fortuna, el guardia tenía unos brazos lo suficientemente largos como para jugar de pívot con los Knicks, de modo que Sola pudo detenerse a una buena distancia de su objetivo.

Hasta el codo del hombre quedó en la posición correcta.

El pulgar cayó justo donde Sola lo necesitaba y la luz del lector pasó de rojo a naranja intermitente.

Tan pronto como saliera de ahí, iba a montarse a ese maldito coche y pisaría el acelerador…

Rojo.

El lector de huella volvió a ponerse en rojo. Así que esa huella no había servido.

Sola dejó caer la mano del muerto y agachó la cabeza con desconsuelo. Cuando sintió que estaba a punto de desmayarse, respiró hondo varias veces.

El otro guardia estaba ahora encerrado en la misma celda en que ella se encontraba en el sótano. Además, apenas había sido capaz de mover a este. ¿Cómo iba a ser capaz de cargarse al hombre que había matado hasta aquí arriba?

¿Al segundo muerto?

Además, Sola lo había encerrado en la celda. ¿Y si la celda también se abría con huella? Primero se moriría de hambre.

A menos que Benloise llegara pronto.

Sola se recostó contra la pared, se agarró la rodilla buena con las manos y trató de pensar, pensar, pensar…

Parecía que Dios se había tomado sus plegarias literalmente: había logrado salir del maletero del coche después de su primer «Ayúdame, Señor». El segundo «Querido Padre, por favor, sácame de aquí» solo la había sacado de la celda, pero no de la casa.

Al elevar una tercera súplica, Sola se volvió más específica.

Ay, Señor, prometo abandonar esta vida si me permites volver a ver la cara de mi abuela. Espera, espera, eso podía suceder si ella estuviera a punto de morir y de alguna manera su vovó llegara a verla al hospital. Querido Dios, si pudiera mirarla a los ojos y saber que estoy en casa y a salvo con ella… Te juro que la llevaré a algún lugar lejano y nunca jamás volveré a correr riesgos.

—Amén —dijo, mientras trataba de incorporarse.

Recurriendo a su fuerza interna, Sola encontró la energía para regresar a la escalera y…

De repente se detuvo y giró sobre sus talones para detenerse delante de la encimera donde había encontrado las llaves del coche. Allí clavó los ojos sobre una solución horriblemente repugnante, pero que demostraba que, sin duda, Dios la estaba escuchando.

Parecía como si las cosas se estuvieran solucionando.

Aunque de manera retorcida.

19

–Ahí está —dijo Assail, al tiempo que señalaba a través del parabrisas—. La salida.

Había esperado una eternidad para ver la pequeña carretera escondida que por fin se dignó aparecer a unos veinte metros de distancia.

Tal como había pronosticado el teléfono de Ehric, habían seguido por la Carretera del Norte a través del parque de los Adirondacks, más allá de un lugar llamado Lago Plácido y unas montañas que, considerando lo que tenían detrás, parecían tener el nombre adecuado:

Montañas de Sangre.

¿Y no habían visto también una estación de esquí llamada Matanzas? Parecía el lugar apropiado para ellos, sin duda.

Había sido un viaje muy largo. Horas y horas avanzando en el Range Rover, como si tuvieran que remontar una sucesión de obstáculos.

—¡Por fin! —murmuró Ehric, al tiempo que giraba bruscamente el volante y tomaban aquel miserable sendero.

El ascenso que siguió parecía más apropiado para un rebaño de cabras, pero por fortuna la tracción superior del Rover convirtió los neumáticos Goodyear que llevaba el todoterreno en unos cascos de caballo bastante aceptables. No obstante, el ascenso llevó muchísimo tiempo, hasta el punto de que Assail llegó a pensar que habían tomado el camino equivocado. Aunque Benloise venía con ellos, no había que descartar la posibilidad de que existiera alguna regla según la cual si él no se ponía en contacto con los captores dentro de ciertos parámetros, quienquiera que estuviera en custodia fuera eliminado.

Assail apoyó el codo contra la puerta y se tapó la cara con la palma de la mano. El hecho de que su Marisol fuese una hembra lo hacía sentir enfermo. Los machos podían ser bastante rudos con los miembros de su mismo sexo, pero pensar en todo lo que se le podía hacer a una mujer era una verdadera pesadilla que Assail deseaba que no fuera más que eso, una pesadilla.

—Más rápido —dijo apretando los dientes.

—¿Y correr el riesgo de perder un amortiguador? Recuerda que después vamos a tener que bajar de nuevo de esta montaña de piedra.

Justo cuando Assail estaba a punto de soltar un rugido, el final del viaje se les presentó de manera abrupta y sin fanfarria: a lo lejos apareció una estructura de cemento de un solo piso y con el encanto de una perrera y, antes incluso de que se acercaran, Assail abrió la puerta y empezó a bajarse…

En ese mismo momento se abrió de par en par la puerta que llevaba hasta el lugar…

Y Assail nunca olvidaría lo que salió de allí.

Marisol estaba desnuda de la cintura para abajo, y una parka que Assail reconoció flotaba a sus espaldas, mientras que ella caminaba hacia la noche dando tumbos. Al quedar iluminada y cegada al mismo tiempo por los faros del coche, Marisol resplandeció con una luz roja, debido a la sangre que le escurría por las piernas y el torso, y Assail pudo ver la dureza de su rostro, mientras que ella apuntaba hacia el frente con el arma que llevaba en la mano.

—¡Marisol! —gritó él—. ¡No dispares! ¡Soy Assail!

Assail levantó las manos, pero en realidad ella no podía verlo.

—¡Soy Assail! —repitió.

Ella se detuvo, pero como la buena niña que era siguió apuntando hacia el frente con el arma, mientras parpadeaba tratando de ver algo.

—¿Assail…?

La voz de la mujer se quebró con una sensación de desesperanza que cambiaría a Assail para siempre. Tal como le había ocurrido cuando la vio, Assail seguiría oyendo ese mismo tono durante años y años.

En sus pesadillas.

—Marisol, querida Marisol… He venido a por ti.

Assail quería ordenarle a Ehric que apagara las luces del coche, pero no sabía quién más podía estar ahí con ella, o si alguien venía persiguiéndola.

—Marisol, ven a mí.

La forma en que la mano de Marisol tembló al llevársela a la cabeza hizo que Assail sintiera deseos de correr a abrazarla. Pero ella no parecía estar segura de qué era real y qué podía ser fruto de su imaginación. Y con esa arma en la mano, resultaba tan peligrosa como vulnerable.

—Marisol, le prometí a tu abuela que te salvaría. Ven a mí, querida. Ven hacia mi voz.

Assail abrió sus brazos a la oscuridad.

—Assail… —Cuando dio un paso al frente, Assail se dio cuenta de que ella estaba cojeando. Bastante. Pero, claro, parte de esa sangre debía de ser suya.

—Va a necesitar atención médica —dijo entonces Assail en voz alta. Maldición, ¿cómo iba a hacer para que la viera un médico?

Si ella se moría en el camino de regreso…

¿Cuánta de esa sangre sería suya?

Cuando ella dio otro paso y otro más, sin que nadie saliera detrás de ella, Assail tuvo la esperanza de que no toda la sangre fuera de ella.

—Ven a mí. —Al oír que su propia voz se quebraba, Assail pudo sentir cómo Ehric lo miraba con asombro desde el todoterreno—. Querida mía…

Marisol volvió a mover la mano temblorosa para protegerse los ojos y, por alguna razón, eso resaltó el hecho de que estaba desnuda.

Assail sintió un ardor tan fuerte en la garganta que no podía tragar.

Joder.

Assail se puso la pistola al cinto y corrió a encontrarla a medio camino.

—¿Assail…, de verdad eres tú? —murmuró ella cuando él se acercó.

—Sí. Por favor no dispares… Ven a mí, querida mía.

Cuando ella dejó escapar un sollozo, él la agarró y la apretó contra su pecho, de forma que el cañón del arma que ella llevaba quedó contra el esternón de Assail. Si ella llegaba a apretar el gatillo, lo mataría de inmediato.

Pero no lo hizo.

Emitiendo un gemido, se entregó a la fuerza de Assail y él la sostuvo para que no se desplomara. No pesaba casi nada y, por alguna razón, eso lo aterrorizó todavía más.

Assail se permitió un momento de reencuentro y luego se apresuró a ponerla a salvo.

La levantó en sus brazos, dio media vuelta y corrió hacia el todoterreno blindado, avanzando hacia la luz de los faros como si fuera una zona de seguridad celestial.

Ehric y su hermano anticiparon a la perfección lo que él quería hacer y saltaron del Range Rover dejando abiertas las puertas del asiento trasero, mientras sacaban a Benloise de la parte de atrás y lo mantenían lejos de la vista.

Marisol no tenía por qué enterarse de su presencia.

Después de acomodar a su hembra en el asiento trasero, Assail sacó el saco de dormir que había metido, junto con el agua y las barras de cereal que había traído para ella. Y cuando la envolvió en el saco para cubrir su desnudez, la abrazó, mientras ella comenzaba a temblar.

—Marisol —dijo él, echándose un poco para atrás—. Come y bebe. Ehric, mi primo, te llevará…

En ese momento Assail sintió cómo las uñas de ella se clavaban en su brazo a través del pesado jersey que llevaba puesto.

—¡No me dejes!

Assail le acarició la cara.

—Tengo algo que hacer aquí que me llevará un momento. Tengo cosas que atender. Te veré de nuevo en la carretera —dijo y dio media vuelta—. ¡Ehric! ¡Evale!

Los dos machos se acercaron y, por un momento, Assail consideró la posibilidad de llevársela de allí él mismo.

Pero no, tenía que cobrar venganza y era su turno de equilibrar la balanza.

—Mi amor, mira a mis parientes. —Cuando Assail se echó hacia atrás para que sus primos pudieran acercarse un poco y mostrar sus caras, dio gracias por el hecho de que sus primos fueran tan parecidos a él. En efecto, solían tomarlos por hermanos—. Ellos te llevarán a un sitio seguro y te defenderán con su vida. Yo me reuniré con vosotros en un momento. No tardaré, te lo juro.

Marisol miró entonces de un lado a otro, como si estuviera tratando con desesperación de no desmoronarse emocionalmente.

—Marchaos —siseó Assail, mientras observaba hacia la cabaña—. ¡Marchaos ya!

Y sin embargo, le costó trabajo desprenderse de su Marisol. Se notaba que la habían golpeado y su estado de desnudez sugería que…

Ehric lo agarró del brazo.

—No te preocupes, primo. La trataremos como si fuera nuestra preciosa hermana.

Incluso Evale habló por primera vez.

—Ella estará bien, primo.

Assail tuvo un momento de conexión con los machos, mientras sentía en su garganta un torrente de palabras de gratitud, pero al final solo logró hacerles una venia.

Luego tuvo que recostarse contra el todoterreno.

—No tardaré.

Pero antes de irse, movido por el instinto y sin ser consciente de haberlo decidido, besó a Marisol en la boca.

Mía, pensó.

Assail se obligó a concentrarse, mientras agarraba su mochila, cerraba la puerta del todoterreno y se alejaba. Ehric, por fortuna, tuvo el cuidado de darle la vuelta al vehículo de manera que Benloise no quedara iluminado por los faros… y luego el Range Rover aceleró por el camino lleno de baches.

Ojalá el camino estuviese pavimentado. Ojalá le pudiera ofrecer a su Marisol una maldita autopista por la que se pudiera conducir a 120 kilómetros por hora. O, mejor aún, haber venido en helicóptero.

Después de que desaparecieran de vista las luces traseras del coche, sacó una linterna de minero, se la puso en la cabeza y encendió la luz. A continuación se acercó a Benloise, lo agarró de la cinta con la que le habían amarrado los pies y lo arrastró por la nieve hasta la

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