era que John tenía razón. Todavía no podía volver a la casa pues, tan pronto como viera a Wrath, iba a empezar a discutir con él y eso no los llevaría a ninguna parte.
Dios sabía que ya habían tenido esa conversación una vez. Y repetirla solo empeoraría las cosas.
—Está bien —se oyó decir entonces Beth—. Muy bien. Pero antes necesito comer algo.
Trato hecho, dijo John.
16
Cuando Wrath tomó forma junto a la clínica de la raza, sintió a Vishous materializándose junto a él… y maldijo el hecho de necesitar una puta niñera. Pero al menos el conocimiento médico de V podría ser un valor añadido esta vez.
—Sigue recto cinco metros —le anunció su hermano—. Tienes frente a ti un metro y medio de pavimento despejado y luego el suelo está cubierto de nieve.
Wrath dio un paso y sintió el asfalto. Al siguiente paso, la nieve absorbió su bota.
No podía traer a George a esto. La ceguera no era una virtud para un soberano en tiempos de paz, pero durante la guerra era una debilidad crítica y nada anunciaba mejor la ceguera que un perro guía.
Naturalmente, el retriever casi sufre un infarto cuando vio que Wrath lo iba a dejar, pero como Beth ya estaba enfadada con él, el siguiente paso era, desde luego, alejar a su perro. Y después, a la Hermandad. Aunque ese conjunto de cabrones testarudos eran demasiado tenaces para dejarse alejar.
—Para —dijo V.
Wrath se detuvo aunque tuvo que apretar los dientes de la rabia. Pero eso era mejor que estrellarse con el costado del edificio.
Luego vino una pausa durante la cual V digitó el código que cambiaban cada noche y después los dos entraron al vestíbulo, cuyo característico olor a antiséptico anunciaba que, en efecto, se encontraban en el lugar correcto.
Joder, Wrath se sentía realmente enfermo: le dolía el pecho, sentía palpitaciones en la cabeza y le parecía que su piel era demasiado estrecha para contener sus huesos.
Estaba sufriendo un caso claro de imbecilidad.
Y probablemente fuera terminal.
—Saludos, excelencias —se oyó que decía una vocecilla femenina, y aun a través del intercomunicador se podía percibir el sentimiento de reverencia—. Les estamos enviando el ascensor en este momento.
—Gracias —dijo V, apretando los dientes.
Sí, el Hermano odiaba a Havers por una variedad de razones. Pero, claro, lo mismo le sucedía a Wrath.
Solo tenía que recordar cómo el buen doctor había tratado de matarlo hacía un par de años. Pero ahora, comparado con enemigos como Xcor y la Pandilla de Bastardos, el de la bata blanca, la pajarita y las gafas de montura de carey parecía un buen samaritano.
Joder, ojalá pudiera regresar a la era de su padre, cuando la gente respetaba el trono.
En ese momento se oyó el ruido de un ascensor que se abría y V le tocó el brazo. Entraron juntos al compartimento y, después de un bing, Wrath sintió cómo se cerraban las puertas y el ascensor descendía hacia un nivel subterráneo.
Cuando las puertas volvieron a abrirse, Vishous se volvió más cuidadoso con las indicaciones: se acercó de manera que quedaron hombro con hombro y así permaneció, dando la impresión a los observadores casuales de ser solo un guardaespaldas que cumplía con el deber de cuidar al rey de la raza.
En lugar de servir como un par de ojos sustitutos.
Un súbito murmullo le indicó a Wrath que habían llegado a un lugar público y la bienvenida por parte de la recepcionista fue igualmente eléctrica.
—Excelencia —dijo una voz femenina, al tiempo que se oía el chirrido de una silla sobre el suelo—. Por aquí, por favor.
Wrath giró la cabeza hacia el lugar de donde provenía el sonido de la voz y asintió.
—Gracias por recibirnos tan pronto.
—Desde luego, Excelencia. Es un raro honor contar con su presencia en nuestra…
Bla, bla, bla.
La buena noticia fue que lo pasaron rápidamente a un área privada donde no había casi interferencias. Y luego se quedaron esperando. Seguramente no por mucho tiempo. Wrath estaba convencido de que Havers iba a ponerse las zapatillas de correr para ir a atenderlo desde donde estuviera.
Aunque ese imbécil no debía de saber ni qué eran unas Nike.
—¿Por qué todos los hospitales tendrán que tener Monets como parte de su decoración? —se quejó Vishous.
—Supongo que las láminas son baratas.
—Pero este es un cuadro de verdad.
Ah. Sí. Claramente se encontraban en una suite VIP.
—Será cosa de Havers, aun estando en Sotheby’s es incapaz de escapar al cliché.
—Probablemente lo trajo del Viejo Continente. Idiota sin gusto. Una vez que se ha visto uno de esos malditos nenúfares, se han visto todos. Y odio el color rosa. De verdad que lo detesto. Aunque el lavanda es peor.
Mientras Wrath extendía las manos para tantear a su alrededor, pensó en las pinturas impresionistas que había visto cuando sus ojos todavía funcionaban un poco. Eso sí que era ver borroso, nada como las manchas de un pintor medio ciego vistas por un idiota medio ciego.
Los surrealistas con sus bordes bien definidos habrían sido mucho mejores si él hubiese…
Caramba. Su cerebro realmente no quería pensar en la razón por la que estaban ahí.
—Hay una camilla de exploración justo delante de ti.
—No me van a explorar —murmuró Wrath.
—Vale, y el sofá de seda de la abuelita de alguien está a tu derecha.
Mientras corregía el rumbo para dirigirse al sofá, Wrath pensó en lo mucho que le gustaba tener sus propios médicos en casa. Lástima que la doctora Jane y Manny no pudieran contestar sus preguntas en este caso. Y, sí, Wrath suponía que podía haber conseguido la información de otra manera, por ejemplo pidiéndole a Fritz que viniera a preguntar. Pero algunas veces lo mejor era tener la información de primera mano: quería sentir el olor del médico cuando hablara. Era la única manera de saber si estaba diciendo la verdad.
—¿Vas a decirme de qué se trata esto? —preguntó V.
Luego se oyó un golpecito seguido por un arañazo y, un segundo después, el aroma a tabaco turco opacó casi todo el olor a desinfectante.
Al ver que Wrath no decía nada, V soltó una maldición.
—¿Sabes? Jane puede hacer esto, sea lo que sea.
—¿Ella sabe acerca de los periodos de fertilidad de los vampiros? ¿No? Eso creía.
Eso dejó callado a V durante un minuto.
En medio del silencio, Wrath sintió la abrumadora necesidad de pasearse, pero eso no era posible, dado que no quería estrellarse con todos los elegantes muebles de Havers.
—Dime qué pasa.
Wrath negó con la cabeza.
—No tengo nada bueno que decir.
—Como si eso te hubiese detenido alguna vez.
Por fortuna, Havers eligió ese momento para entrar, y enseguida frenó en seco.
—Perdonadme… —le dijo a Vishous—. Pero aquí no se puede fumar.
V respondió con un tono cargado de aburrimiento.
—Pero si a nuestra especie no le da cáncer, o es que no lo sabías.
—Es por los tanques de oxígeno.
—¿Acaso hay alguno por aquí?
—Ah…, no.
—Bueno, entonces prometo no ir a buscar ninguno.
Wrath interrumpió el debate.
—¿Tendrías la amabilidad de cerrar la puerta? —Imbécil—. Solo quiero hacerte un par de preguntas. Y por favor dile a la enfermera que se vaya.
—Por… supuesto.
Una sensación de miedo se difundió por el aire cuando la enfermera se fue y la puerta se cerró. La verdad es que Wrath no culpaba a Havers por estar nervioso.
—¿En qué puedo ayudarle, Excelencia?
Wrath se imaginó a Havers con los rasgos que recordaba. Seguramente todavía llevaba esas gafas que cuadraban tan bien con su cara refinada y una bata blanca con el nombre bordado junto a la solapa. Como si alguien en su propia clínica pudiera confundirlo con otra persona.
—Quiero saber qué puedes hacer para detener el periodo de fertilidad de una hembra.
Silencio total.
Bueno, excepto por el taco que soltó V.
Después de un momento, se oyó un crujido, como si el buen doctor se hubiese sentado junto al sofá donde estaba Wrath.
—Yo, ah…, no sé muy bien cómo responder a eso, Excelencia.
—Inténtalo —dijo Wrath bruscamente—. Pero rápido. No tengo toda la noche.
Unos sonidos casi imperceptibles indicaban que el macho estaba jugueteando nerviosamente con algo. ¿Un lapicero? ¿Tal vez un estetoscopio?
—¿Acaso ella…, ella, ah…, la hembra…, ya ha comenzado?
—No.
El silencio que siguió hizo que Wrath deseara no haber acudido a Havers. Pero este ya no era momento de marcharse, y no solo por el hecho de que ya no sabía dónde estaba la puerta.
—No se trata de mi shellan, por cierto. Es una amiga.
Por Dios, como si tuviera una enfermedad de transmisión sexual o una mierda así.
Pero al menos eso le dio un respiro al médico. De inmediato, la energía del macho pareció calmarse y su boca empezó a moverse.
—No tengo una buena respuesta para su Excelencia, desgraciadamente. Hasta este momento, no he encontrado ninguna manera de detener el momento de inicio. He probado con varios medicamentos, incluso de los que se consiguen en el mercado humano, pero el problema es que las vampiras tienen una hormona extra que, cuando se activa, crea una abrumadora respuesta que comprende todo el sistema. Como resultado, las píldoras anticonceptivas de los humanos o las inyecciones no tienen ningún efecto en nuestras hembras.
Wrath negó con la cabeza. Debería haberlo sabido, nada del ciclo reproductivo de las vampiras era fácil.
Maldita Virgen Escribana. Sí, claro, anda y crea una raza de gente y, cuando estés en ello, acuérdate de castigarla con una mierda bien fea. Perfecto.
Havers siguió hablando y su silla volvió a crujir, como si estuviera cambiando de posición.
—Sedar a la hembra durante el sufrimiento es el único método con el que he tenido éxito. ¿Desea usted un kit de esos para su amiga, Excelencia?
—Un kit…
—Sí, un kit para el tratamiento del periodo de fertilidad.
Wrath pensó en Beth sentada en aquella habitación con Layla. Solo Dios sabía hacía cuánto tiempo que lo llevaba haciendo, pero lo importante era que Wrath tenía miedo de que el asunto hubiera funcionado: se había excitado mucho en presencia de su shellan. Y aunque eso no era inusual, había que tener en cuenta que estaban discutiendo y el sexo era lo último que él tenía en mente.
Era muy posible que las hormonas de Beth ya estuvieran en plena actividad.
O tal vez él estaba paranoico.
Esa también era una posibilidad.
—Sí —se oyó decir—. Quiero un kit.
Se oyó el ruido de alguien que escribía algo.
—Ahora voy a necesitar que el macho que sea responsable de ella firme esto, puede ser su hellren, su padre o el macho más viejo de la familia. No me siento cómodo recetando esta cantidad de narcóticos sin tener un respaldo… y, claro, tendrá que haber alguien allí que le administre los medicamentos. Porque lo más probable es que no sea solo ella quien se vea afectada por el periodo de fertilidad. Seamos honestos, las hembras no tienen, en todo caso, la mayor claridad de pensamiento para estas cosas.
Por alguna razón, Wrath pensó en Payne acusándolo de misógino.
Al menos Havers lo era todavía más…
Ay, joder, ¿cómo iba a hacer para firmar eso? En casa, en su escritorio, Saxton siempre le marcaba el lugar de la firma con una serie de puntos levantados…
—Yo la firmaré —se apresuró a intervenir V—. Y mi shellan, que también es médico, se encargará de todo lo demás.
—¿Tú tienes compañera? —preguntó el médico con asombro. Como si fuera más fácil que cayera un meteoro sobre su clínica—. Quiero decir que…
—Dame ese papel —dijo Vishous—. Y un bolígrafo.
Entonces se oyó más ruido de escritura, en medio de un silencio cada vez más tenso.
—¿Cuánto pesa la hembra en cuestión? —preguntó Havers, mientras parecía como si estuviera metiendo algo en una carpeta.
—No lo sé —dijo Wrath.
—Excelencia, ¿desearía que yo viera a la