daños colaterales potenciales—. No para cocinar.
—Usted ya rechazó el dinero. Pero no me voy a quedar aquí gratis. Quiero pagar mi estancia. Así es como será.
Assail soltó el aire lentamente. Ahora sabía de dónde venía la actitud independiente de Sola.
—¿Y bien? —preguntó la anciana—. Yo no sé conducir. Quién me va a llevar.
—Señora, ¿no preferiría descansar…?
—Uno descansa cuando se muere. Quién.
—Pues tenemos una hora —dijo Ehric.
Cuando Assail fulminó con la mirada a su primo, la anciana se metió el bolso debajo del brazo y asintió.
—Entonces él me lleva.
Assail miró a la abuela de Sola directamente a los ojos y bajó el tono de su voz un poco con el fin de infundirle más respeto a lo que iba a decir.
—Yo pago. Está claro… Usted no va a gastar un centavo.
Ella abrió la boca para protestar, pero aunque era terca, no era tonta.
—Entonces yo me encargo de lo que haya que zurcir.
—Pero nuestra ropa está en buen estado…
Ehric se aclaró la garganta.
—De hecho, tengo un par de botones flojos. Y el Velcro de esa chaqueta está…
Assail lo miró por encima del hombro y le enseñó los colmillos, todo a espaldas de la abuela de Sola, claro.
Luego recuperó la compostura y se giró de nuevo.
Sabía que había perdido. La abuela tenía levantada una ceja y sus ojos parecían más decididos que los de cualquier enemigo al que se hubiese enfrentado en la vida.
Assail sacudió la cabeza.
—No puedo creer que esté negociando con usted.
—Pero acepta mis condiciones.
—Señora…
—Entonces, está arreglado.
Assail levantó las manos.
—Está bien. Tienen cuarenta y cinco minutos. Eso es todo.
—Volveremos en treinta.
Y diciendo esas palabras, la mujer dio media vuelta y se dirigió a la puerta. Entretanto, los tres vampiros se miraron unos a otros como si estuvieran jugando al ping-pong con la vista.
—Id detrás —dijo Assail apretando los dientes—. Los dos.
Los primos corrieron a la puerta del garaje, pero no alcanzaron a llegar, pues la abuela de Sola se giró con las manos en las caderas.
—¿Dónde está el crucifijo?
Assail se sobresaltó.
—¿Perdón?
—¿Ustedes no son católicos?
Mi querida señora, no somos humanos, pensó Assail.
—No, me temo que no.
Assail se sintió penetrado por una mirada de rayos láser. Ehric. El hermano de Ehric.
—Ya cambiaremos eso. Es la voluntad de Dios.
Y luego la anciana salió hacia el patio, abrió la puerta y despareció por el garaje.
Cuando la pesada barrera de acero se cerró automáticamente, lo único que pudo hacer Assail fue parpadear.
Los otros dos estaban igual de perplejos. En su mundo, los individuos masculinos establecían su dominio a través de la fuerza y la manipulación. Las posiciones se ganaban o se perdían en luchas que ponían a prueba la voluntad y que a menudo resultaban sangrientas y dejaban varios muertos.
Y cuando uno venía de ese mundo, ciertamente no esperaba ser castrado en su propia casa por una mujer que ni siquiera tenía un cuchillo. Y que probablemente tendría que subirse a una escalera para llegar a esa parte de tu anatomía.
—No os quedéis ahí —dijo Assail de repente—. Esa mujer es capaz de irse sola.
10
Solo una de ellas alterará la partida.
Mientras el agua seguía saliendo de la ducha como si no pasara nada y su agradable sonido reverberaba por todo el baño de los vestuarios, Wrath permanecía con la cabeza echada hacia atrás. Con una daga en la yugular y una pesada mano agarrándole la trenza que le caía por la espalda, no podía moverse.
Sin saber si debía alarmarse o animar a la daga a que hiciera su trabajo, Wrath apretó los dientes.
Pero, como no tenía tendencias suicidas, simplemente dijo:
—¿Qué cosas son esas, Payne?
La voz de la hembra resonó como un gruñido en su oído.
—Los dos sabemos que puedes salir de esto, si quieres. En un parpadeo puedes dominarme. Acabas de probarlo con creces en el gimnasio.
—Esa es una. ¿Y la segunda?
—Si te vencí una vez, puedo hacerlo otra. Y tal vez en la próxima ocasión no desperdicie el tiempo tratando de probar el hecho de que somos iguales.
—Yo soy el rey, ¿te das cuenta de eso?
—Y yo soy la hija de una divinidad, cabrón.
Y con esas palabras, Payne lo soltó y dio un paso atrás.
Cubriéndose los genitales con las manos, Wrath se giró hacia ella. Nunca había visto a Payne, pero le habían dicho que tenía la misma complexión que su hermano: alta y poderosa. Al parecer, también el mismo pelo negro azabache y esos ojos pálidos del color del hielo…, que además era inteligente era algo que podía juzgar por sí mismo.
Evidentemente, Payne también tenía los mismos huevos.
—Te puedo matar —dijo ella con tono lúgubre—. Cuando quiera. Y tampoco necesito un arma convencional. Tú eres más fuerte, sí, eso te lo concedo. Pero puedo hacer cosas que ni te imaginas.
—Entonces, ¿por qué no usaste esas tácticas?
—Porque no quiero mandarte a la tumba. Aquí te necesitan. Eres muy importante para la raza.
Maldito trono.
—Entonces, ¿lo que estás diciendo es que te habrías dejado matar allá en el gimnasio?
—Tú no me ibas a matar.
Claro que sí, pensó Wrath sintiendo asco de sí mismo.
—Mira, Payne, podemos discutir sobre esto durante el próximo año y medio y eso no nos va a llevar a ningún lado. No volveré a combatir contigo. Nunca.
—Sinceramente no esperarás que acepte un argumento basado en mi sexo.
—No, espero que respetes mi relación con tu hermano.
—No me salgas con esa mierda. Soy una hembra madura y tengo compañero. Y no creo de ninguna manera que mi hermano tenga ningún tipo de dominio sobre mí.
Wrath dio un paso adelante.
—A la mierda con eso. Vishous es mi hermano. ¿Tienes idea de lo que pasaría si yo te matara? —Wrath se señaló la cabeza—. ¿Podrías bajarte de tu pedestal por un momento y pensar en eso? Aunque no me importaras un bledo, ¿crees que yo sería capaz de hacerle eso a V?
Hubo una pausa y Wrath tuvo la sensación de que ella iba a responder. Pero luego, cuando Payne no dijo nada, Wrath soltó una maldición.
—Y sí, tienes razón —continuó diciendo—. Combates lo suficientemente bien como para ser un Hermano…, y luché con ellos durante años, así que sé de lo que hablo. No voy a dejar de pelear contigo porque seas una maldita chica. Es por la misma razón por la que Qhuinn y Blay no pueden salir juntos al campo de batalla; y la razón por la cual Xhex, si alguna vez decide pelear con nosotros, no podrá formar parte del mismo escuadrón en que está John. Es por la razón por la cual la doctora Jane nunca te operaría a ti o a tu hermano. Algunas cosas simplemente son muy íntimas, ¿me entiendes?
A pesar del ruido del agua, Wrath sintió que Payne se movía con los pies descalzos sobre las baldosas.
—Si fueras el hermano de V y no su hermana —dijo Wrath—, la situación sería la misma. El problema soy yo, no tú. Así que hazte un favor y bájate de ese púlpito feminista en el que estás. Me aburre.
Tal vez estaba siendo un poco duro. Pero ya había demostrado que, por el momento, estaba lejos de mostrarse como un ser civilizado.
Más silencio. Hasta que Wrath casi levanta las manos en gesto de frustración, pero luego se acordó que se estaba tapando los genitales con ellas.
—Vamos, Payne. Entiendo perfectamente que te sientas herida en tu orgullo. Pero me interesa más que sigas viva de lo que me preocupa herir tus sentimientos.
Hubo otro largo silencio. Pero Payne no se había ido; Wrath todavía podía sentir su presencia, con tanta nitidez como si la estuviera viendo. Estaba justo frente a él, de pie entre él y la salida.
—Crees que no te habrías detenido —dijo ella bruscamente.
—No. —Wrath cerró los ojos y sintió una oleada de arrepentimiento—. Lo sé. Y, como ya dije, esa parte no tiene nada que ver contigo. Así que, por favor, por el amor de Dios, olvídate del asunto y déjame terminar de ducharme.
Al ver que no había más conversación, Wrath sintió que su temperamento empezaba a hervir de nuevo.
—Qué.
—Déjame preguntarte algo.
—¿No puede esperar hasta que…?
—Los Hermanos entrenan juntos, ¿cierto?
—No, están muy ocupados con sus clases de costura.
—¿Y por qué ya no entrenan contigo? —Payne bajó la voz—. ¿Por qué no seguiste entrenando con ellos para mantenerte en forma? ¿Cambió eso después de que asumieras el trono?
—Después de perder la vista por completo —dijo Wrath con tono seco—. Fue en ese momento cuando cambió. ¿Quieres una fecha exacta?
—Me pregunto si los demás estarán de acuerdo contigo si pregunto un poco por ahí.
—¿Estás sugiriendo que puedo ver? —Wrath mostró sus colmillos—. Por favor…
—No, estoy preguntando si tus hermanos realmente entrenaban contigo después de que te pusieran la corona sobre la cabeza. Y tengo la sensación de que la respuesta es que no.
—¿Quieres explicarme qué relevancia tiene eso? —preguntó Wrath—. Porque tu otra opción es ver cómo vuelvo a perder el control… y ya sabemos los dos lo divertido que puede llegar a ser eso.
Cuando ella volvió a hablar, su voz se oía más lejana y Wrath tuvo la sensación de que Payne había cruzado el arco que llevaba al lugar donde estaban las taquillas.
—Creo que la única razón por la que combatimos es porque soy una hembra. —Al ver que Wrath abría la boca, ella siguió—: Y creo que seguirías entrenando conmigo si fuera un macho. Puedes seguir diciéndote que se trata de mi hermano, allá tú. Pero yo pienso que eres más machista de lo que crees.
—A la mierda, Payne. De verdad.
—No voy a discutir contigo. Pero podrías preguntarle a tu shellan.
—¿Qué?
—Pregúntale cómo se siente contigo.
Wrath le lanzó un golpe al aire.
—Largo de aquí. Antes de que me des otra razón para volver a estrangularte.
—¿Por qué ella no quiere que sepas adónde va mientras tú trabajas?
—¿Perdón?
—Las hembras no tienen secretos con los compañeros que las respetan. Pero eso es todo lo que voy a decir. Ciego o no, necesitas verte con más claridad.
Wrath empezó a caminar sobre el suelo húmedo.
—Payne. ¡Payne! Regresa aquí ahora mismo.
Pero se había quedado solo.
La hembra se había ido y estaba solo.
—¡Mieeeeeeeerdaaaaa! —gritó a todo pulmón.
‡ ‡ ‡
Mieeeeeerrrrrdaaaa, pensó Trez cuando volvió a tomar aire.
Recuperarse de una migraña implicaba ir aterrizando suavemente hasta recuperar toda la conciencia. Por lo general lo que necesitaba era comida y descanso; porque Dios sabía que, aunque estuvieras en una habitación a oscuras con nada más que Howard 100 sonando en tu iPhone, el malestar era espantoso.
En este momento, sin embargo, estaba reconsiderando seriamente su estrategia hasta ahora. Cuando la puerta se cerró al salir su hermano y Trez se quedó a solas con la Elegida Selena, cada célula de su cuerpo se puso alerta.
Joder, tenía que encender una luz, aunque todavía fuera un poco temprano para que sus retinas recibieran un poco de luz…
Hola, diosa.
Selena era alta y aunque usaba la túnica blanca tradicional de las hembras de su posición, era evidente que su cuerpo tenía exactamente las proporciones que debía tener un cuerpo femenino. Nada ocultaba sus curvas, ni siquiera toda esa tela. Y su rostro era espectacular. Con los labios sonrosados y esos ojos azul pálido, sus rasgos eran perfectamente simétricos y estaban diseñados para captar la mirada masculina y retenerla para siempre. Luego estaba el pelo. Largo, grueso y del color de la medianoche, lo llevaba siempre como solían hacerlo las Elegidas, recogido en la parte superior de la cabeza.
De modo que solo podías pensar en soltárselo y meter los dedos dentro de él.
Ella era perfecta en todos los sentidos.
Y no tenía ningún interés en él.
Lo que hacía que su aparición