vale que le caiga bien.
—Ay, no… Me refiero al gato. Boo te adora.
—Pues no es mutuo.
iAm tenía toda la intención de despachar a la hembra cuando llegaran a la puerta de la habitación, pero Maldito Gato seguía prendido a él.
Lo cual fue la razón de que la Elegida Selena terminara entrando al cuarto de Trez.
Exactamente lo que no debía pasar.
Gracias, gato.
Cuando la puerta se abrió, penetró un rayo de luz que iluminó a Trez justo cuando se incorporaba en la cama.
Alguien había sentido el olor de la hembra.
Estupendo, de puta madre.
Además, iAm se preguntaba por qué su hermano no tenía peor aspecto. Debería haberlo encontrado fatal después de lo que había pasado durante el día.
—¿Dónde pongo esto? —les preguntó la Elegida.
—Sobre el escritorio —murmuró iAm, porque era el punto más alejado de la cama.
—Déjanos solos —se oyó que decía el paciente.
Muy bien, gracias a Dios, Trez estaba teniendo, por fin, un momento de lucidez. La Elegida podría seguir con sus asuntos, mientras que él y su hermano podrían tratar de recuperarse…
Pero iAm se dio cuenta de que nadie se movía. A pesar de que Trez todavía estaba sentado en la cama y la Elegida parecía paralizada. Y los dos lo estaban mirando.
—¿Qué? —preguntó entonces.
Cuando entendió lo que sucedía, iAm entrecerró los ojos y miró a Trez.
—¿Estás hablando en serio?
—Déjanos solos —fue lo único que volvió a decir el desgraciado.
Maldito Gato dejó de ronronear en sus brazos, como si el animal percibiera la energía negativa que se estaba regando por la habitación.
Pero el problema es que no hay quien trate con un idiota y, la verdad, iAm estaba a punto de dejar de intentarlo.
Así que se volvió hacia la Elegida y le dijo en voz baja:
—¡Cuidado!
Y con esas palabras, agarró al gato y salió de la habitación.
Sin duda era lo mejor que podía hacer, porque en ese momento tenía ganas de estrangular a su hermano, tal como le había visto hacerlo a Wrath esa mañana, y de ello no podía salir nada bueno.
iAm volvió sobre sus pasos y se dirigió a las escaleras. En algún momento acarició de nuevo al animal y sus dedos empezaron a trazar un círculo debajo de la barbilla del gato.
Al regresar a la cocina, que ahora estaba llena de doggens, llegó la hora de separarse de su sombra.
—Fritz.
El mayordomo se acercó.
—¿Sí, señor? ¿Qué puedo hacer por usted?
—Toma esto. —iAm se quitó el gato de encima, arrancando las garras delanteras del animal de las fibras de su forro polar—. Y haz lo que tengas que hacer con él.
Cuando dio media vuelta, sintió la necesidad de darse la vuelta para asegurarse de que el gato estuviera bien. Pero ¿por qué diablos iba a hacerlo?
Tenía que ir a Sal’s a supervisar a sus empleados. Por lo general iba al restaurante al principio de la tarde, pero hoy con el asunto de la migraña las cosas no habían sido como siempre. Cada vez que su hermano tenía una, a los dos les dolía la cabeza. Ahora bien, con Trez en proceso de recuperación —iAm estaba seguro de que no tardaría mucho en ponerse a follar con la Elegida— era hora de regresar a sus propios asuntos.
Aunque solo fuera para no volverse loco.
Por Dios, ahora Trez se iba a acostar con esa hembra. Y solo Dios sabía a dónde los llevaría eso.
Justo cuando llegó a la salida, iAm llamó al mayordomo por encima del hombro.
A través del ruido de la preparación de la Primera Comida, el doggen le respondió:
—¿Sí, señor?
—Nunca encuentro pescado o marisco aquí. ¿A qué se debe?
—Al rey no le gusta.
—Pero ¿permitiría que lo trajera yo?
—Ah, claro, señor. Es solo que no quiere verlos en su mesa y, ciertamente, nunca en su plato.
iAm se quedó mirando los paneles de la puerta y luego dijo:
—Quiero que consigas salmón fresco y lo cocines. Esta noche.
—Desde luego. Pero no lo voy a tener listo antes de la Primera Comida…
—No es para mí. Yo odio el pescado. Es para el gato. Quiero que le den pescado regularmente. —iAm empujó la puerta para abrirla—. Y consíguele verdura fresca. ¿Qué clase de comida le dan?
—Solo lo mejor. Hill’s Science Diet.
—Averigua qué contiene esa comida. Quiero que desde ahora tome cosas cocinadas. Que no le vuelvan a dar comida de bolsa.
Una expresión de aprobación iluminó la voz del doggen.
—Estoy seguro de que el amo Boo agradecerá su interés especial.
—No estoy interesado en esa bola de pelo.
Absolutamente molesto consigo mismo y con todos los demás habitantes del planeta, iAm salió entonces de la cocina y de la mansión. En el momento perfecto. El sol acababa de ponerse y la luz desaparecía del cielo.
A iAm le encantaba la noche y se tomó un momento para respirar profundamente. El aire frío del invierno hizo que se le alegraran las mucosas.
Si fuera dueño de su propia vida y no estuviera atado a su hermano y a la prisión que le habían impuesto sus padres a Trez, habría elegido una existencia muy distinta. Seguramente estaría en algún lugar del oeste, viviendo en el campo y lejos de todo el mundo.
No solo era un solitario por naturaleza. La verdad era que iAm no veía sentido a lo que hacían tantas otras personas. En su mente, el mundo sencillamente no necesitaba otro iPhone, o un servicio de internet más rápido, u otra franquicia de Real Housewives. Joder, ¿a quién coño le importaba que el vecino tuviera un coche / casa / yate / tráiler / segadora más grande? ¿Por qué nos molestaba que alguien tuviera un mejor reloj / teléfono / televisor / billete de lotería? Y no hablemos de las zapatillas. Nada que tuviera que ver con la moda. Los anuncios de maquillaje, los dramas de las estrellas de cine, los compradores compulsivos y los drones humanos sin conciencia que creían en lo que la publicidad les metía por los ojos.
Y no, los humanos no eran los únicos que compraban todas esas mierdas.
Los vampiros eran iguales. Se sentían superiores a las ratas sin cola, pero eran idénticos.
Había tantos que renunciaban a lo que eran realmente para acogerse a los dictados de lo que les decían que desearan, necesitaran o buscaran.
Pero, claro, él no había sido capaz de liberarse de los dramas de su hermano, así que ¿quién era él para…?
Cuando le sonó el teléfono en el bolsillo de la chaqueta, iAm metió la mano y lo agarró. Antes de mirar la pantalla ya sabía de quién se trataba, así que aceptó la llamada y se llevó el móvil a la oreja.
La pequeña parte de él que había vuelto a la vida volvió a morirse en el centro de su pecho.
—Excelencia —saludó al gran sacerdote—. ¿A qué debo este honor?
‡ ‡ ‡
Mientras paseaba por su cocina, Assail miró el reloj. Luego dio media vuelta frente al fregadero y volvió a caminar hasta la encimera. Y miró el reloj de nuevo.
Ehric se había marchado hacía veintiún, no, veintidós minutos, y el viaje al que lo había mandado no debería llevarle más de veinticinco.
Assail sentía los latidos del corazón. Tenía un plan para la noche, y esta primera parte era tan crítica como la conclusión.
Sacó su móvil y marcó…
El pitido doble que sonó indicaba que había un vehículo entrando al garaje.
Assail corrió al patio interno, abrió la puerta reforzada y trató de ver a través de las ventanillas polarizadas de su Range Rover blindado. Si sus primos habían logrado…
El protocolo era esperar a que todo se volviera a cerrar antes de salir del vehículo, pero la impaciencia y el miedo que lo atormentaban eran más fuertes que la regla. Assail se lanzó hacia el todoterreno, mientras Ehric apagaba el motor y se bajaba en compañía de su hermano.
Antes de que Assail pudiera interpretar qué había ocurrido gracias a la expresión de sus primos, o comenzara a hacer preguntas y a pedir explicaciones, la puerta trasera se abrió lentamente.
Ehric y su hermano quedaron paralizados. Como si no tuvieran mucho control sobre la carga que llevaban y supieran que ahora podía pasar cualquier cosa.
La anciana humana que se bajó del todoterreno medía un metro cincuenta y era tan robusta como una cómoda. Tenía el pelo grueso y blanco echado hacia atrás, la cara llena de arrugas y sus ojos oscuros observaban con inteligencia y sagacidad detrás de unos párpados pesados. Debajo de un andrajoso abrigo de lana negro llevaba un vestido sencillo, amplio, de flores azules, pero sus zapatos sin tacón y el bolso que les hacía juego eran de cuero auténtico, como si quisiera llevar puesto lo mejor que tenía y eso fuera todo lo que había en su armario.
Assail le hizo una venia.
—Señora, bienvenida.
La abuela de Sola sostenía el bolso debajo del pecho.
—Mis cosas. Las traje.
Su acento portugués era bastante pesado y Assail tuvo que repasar las palabras para traducirlas.
—Bien. —Les hizo una seña a los primos y ellos sacaron de inmediato del todoterreno tres modestas maletas que no hacían juego—. Su habitación está lista.
Ella asintió secamente.
—Adelante.
Cuando Ehric cogió el equipaje levantó una ceja, y tenía derecho a estar impresionado. A Assail no le gustaba que le dieran órdenes.
Sin embargo, en este caso se harían muchas excepciones.
—Claro. —Assail dio un paso atrás y volvió a inclinarse, mientras le señalaba la puerta por la que él había salido.
Con la majestuosidad de una reina, la anciana caminó hacia los tres escalones que llevaban a la casa.
Assail se apresuró a despejar el camino.
—Este es un patio para guardar cosas. Más allá está la cocina.
Caminando detrás de ella, parecía muy impaciente. Sin embargo, no había prisa alguna. Tenía que asegurarse de que la fachada legítima del imperio de Benloise se vaciara de comerciantes de arte y empleados antes de poder ir a hacerle una visita. Y eso llevaría al menos una hora.
Assail siguió su recorrido.
—Detrás está el comedor y más allá la zona social. —Mientras caminaba hacia ese enorme espacio abierto desde el que se veía el Hudson, Assail observó sus escasos muebles con ojo crítico—. Aunque no tenemos mucha actividad.
En la casa no había nada personal. Solo las cosas que habían puesto allí para vender la propiedad, floreros y alfombras anónimas y sofás y sillones neutrales. Lo mismo podía decirse de las habitaciones, cuatro en la primera planta y una en la segunda.
—Mi oficina está por aquí…
Assail se detuvo. Frunció el ceño y miró hacia atrás.
Tuvo que regresar a la cocina para encontrar a los demás.
La abuela de Sola tenía la cabeza dentro de la nevera Sub-Zero, como si fuera un gnomo buscando un lugar fresco durante el verano.
—¿Señora? —preguntó Assail.
Ella cerró la puerta y se acercó a los armarios, que iban desde el techo hasta el suelo.
—Aquí no hay nada. Nada. ¿Qué es lo que comen ustedes?
—Ah… —Assail se sorprendió mirando a sus primos en busca de ayuda—. Por lo general comemos fuera.
El sonido de mofa que se oyó enseguida parecía el equivalente de «A la mierda con eso».
—Necesito lo básico.
La mujer giró sobre sus pequeños zapatos y se puso las manos en las caderas.
—Quién me va a llevar al supermercado.
No era una pregunta.
Y mientras los miraba fijamente a los tres, parecía como si Ehric y su gemelo estuvieran tan desconcertados como Assail.
Tenían planeada la noche al minuto y nadie había contemplado un viaje al mercado local.
—Ustedes dos están muy delgados —declaró la mujer, señalando a los gemelos—. Tienen que comer.
Assail se aclaró la garganta.
—Señora, la hemos traído aquí por su seguridad. —No iba a permitir que Benloise subiera la apuesta, así que tenía que reducir los