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  2. El rey
  3. Capítulo 16
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había recordado la forma en que solían ser las cosas. Pero solo había sido un descanso, una pausa de la naturaleza real de su vida.

Beth se puso las manos sobre el vientre abultado y deseó tener que aflojarse la ropa por la misma razón que lo hacía Layla.

Tal vez ese era otro de los motivos para querer tener un hijo. Quizás estaba buscando volver a tener esa conexión visceral que tenía antes con Wrath…

—¿Beth?

Beth se dio cuenta de que se había perdido en sus pensamientos y regresó y miró a Layla.

—Perdón, ¿qué?

—¿Qué te gustaría ver en la tele? —preguntó Layla.

Vaya, Blay y Qhuinn ya no estaban.

—Ahhhh… Te propongo que elija la última persona que vomitó.

—Eso no es tan difícil.

—Eres una verdadera guerrera, ¿lo sabías?

—En realidad, no. Pero me gustaría decir que deseo que tú tengas la misma oportunidad de… ¿cómo se dice: hacer de tripas…?

—Hacer de tripas corazón.

—Eso. —La Elegida tomó el mando y puso en la pantalla la guía de Time Warner—. Estoy decidida a aprender bien el argot moderno. Veamos… ¿Millionaire Matchmaker?

—Me encanta Patti.

—A mí también. ¿Sabes? Creo que el helado realmente me ayudó.

—¿Quieres más? Puedo bajar y…

—No, veamos si soy capaz de mantenerlo dentro. —La Elegida se puso la mano sobre el vientre—. ¿Sabes? De verdad deseo que tú y el rey podáis también pasar por esto.

Beth se quedó mirando su cuerpo, pensando en que ojalá se decidiera a darle gusto.

—¿Puedo ser sincera contigo?

—Por favor.

—¿Y si yo fuera estéril? —Al decir la palabra, Beth sintió que el pecho le ardía con tanto terror que estaba segura de que iba a dejarle una cicatriz.

Layla le acercó una mano.

—No digas eso. Por supuesto que no eres estéril.

—Pero soy mestiza. Nunca tuve periodos normales cuando era…, ya sabes, antes de pasar por el cambio. Pasaron años sin tener ninguno y luego los periodos eran bastante irregulares. —No había razón para entrar en detalles con la Elegida, pero sus periodos eran casi insulsos, nada que ver con lo que describían otras chicas—. Y después de la transición, todo eso se detuvo de repente.

—Bueno, no estoy muy familiarizada con cómo son los periodos aquí abajo, pero entiendo que el primer periodo de fertilidad se presenta más o menos cinco años después de la transición. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde el cambio?

—Dos años y medio. —Y ahora sí que sentía que se había vuelto loca. ¿Por qué preocuparse por algo que solo debía suceder dentro de tres años?—. Antes de que lo digas, ya sé, ya sé…, sería muy extraño que yo lograra acelerarlo. Un milagro. Pero como no hay reglas para los mestizos, tenía la esperanza de que… —Beth se restregó los ojos—. Lo siento. Ya no voy a hablar más. Cuanto más hablo sobre el tema, más cuenta me doy de que es una locura.

—Al contrario, te entiendo perfectamente. No te disculpes por desear tener un hijo ni por hacer lo que puedas para tener uno. Es normal…

Beth no tenía la intención de abrazar a la Elegida, y se echó hacia atrás, contra las almohadas, pero un minuto después estaba abrazando a Layla.

—Gracias —dijo con la respiración entrecortada.

—Querida Virgen del Ocaso —dijo Layla al tiempo que también la abrazaba—, ¿por qué has hecho eso?

—Necesito saber que alguien me entiende. A veces me siento tan sola.

Layla tomó aire.

—Sé cómo es.

Beth se echó hacia atrás.

—Pero Blay y Qhuinn están contigo plenamente en esto.

La Elegida sacudió la cabeza y una extraña expresión cubrió sus rasgos.

—No tiene nada que ver con ellos.

Beth esperó a que la otra hembra se explicara un poco más. Pero al ver que no lo hacía, decidió no inmiscuirse. Aunque quizás…, tal vez las cosas no eran tan sencillas como parecían desde fuera. Era bien sabido que Layla había estado enamorada de Qhuinn en cierto momento, pero daba la impresión de que ella hubiese aceptado el hecho de que él estaba destinado a otra persona.

Claramente Layla sabía esconder sus sentimientos mejor de lo que los demás creían.

—¿Sabes por qué lo deseaba con tanta desesperación? —dijo Layla, mientras las dos volvían a recostarse contra las almohadas.

—Cuéntamelo. Por favor.

—Necesitaba tener algo mío. Al igual que Qhuinn. —Layla miró a Beth—. Y esa es la razón por la cual te envidio. Estás haciendo esto porque estás buscando tener una especie de comunión con tu compañero. Y eso es… extraordinario.

Dios, ¿qué podía contestar Beth? «¿Qhuinn te quiere de una forma especial?». Eso sería como intentar curar una fractura con una aspirina.

Cuando los ojos verde pálido de la Elegida volvieron a fijarse en la televisión, Beth pensó que parecía mucho mayor.

Eso era un buen recordatorio, pensó Beth. Las cosas no eran perfectas para nadie y a pesar de lo mucho que ella estaba sufriendo, al menos no debía llevar en su vientre al hijo del hombre al que amaba… mientras él estaba felizmente emparejado con alguien más.

—No me puedo imaginar lo difícil que es para ti —se oyó decir—. Amar a alguien con quien no puedes estar.

Layla se giró para mirarla y Beth vio en sus ojos un eco de algo que no pudo descifrar.

—Qhuinn es un buen macho —dijo Beth—. Entiendo por qué lo quieres.

Qué momento tan incómodo. Y luego la Elegida se aclaró la garganta.

—Sí. Así es. Entonces…, Patti parece molesta con ese caballero.

Genial, pensó Beth. Primero había hecho que su hermano se desmayara, luego se había enfadado con su marido… y ahora estaba molestando a Layla.

—No se lo diré a nadie —dijo ella, con la esperanza de mejorar las cosas.

—Gracias —contestó la Elegida después de un momento—. Siempre te estaré agradecida.

Beth se obligó a concentrarse y vio que, sí, Patti Stanger se estaba comiendo vivo a un pobre donjuán de pelo grasiento.

Probablemente había violado alguna de sus reglas. Eso, o había hecho algo muy malo.

Beth trató de concentrarse en el programa de televisión, pero había algo extraño en la atmósfera, como si hubiese alguien más en la habitación, un espectro o un fantasma, y no como la doctora Jane.

No, el aire se notaba cargado.

Cuando concluyó el episodio, Beth miró su reloj aunque la televisión indicara la hora.

—Creo que iré a ver cómo está Wrath. Tal vez sea hora de su descanso.

—Ah, sí, yo estoy cansada. Tal vez duerma un poco.

Beth se levantó de la cama, recogió la copa y la tarrina de helado vacías, y las puso sobre la bandeja. Al llegar a la puerta, miró hacia atrás.

Layla estaba recostada contra las almohadas, con los ojos fijos en la televisión, como si estuviera hipnotizada. Pero Beth sabía que no era así. A la Elegida le encantaba conversar mientras veía la televisión, le encantaba discutir sobre todo, desde la ropa que llevaban puesta los actores y presentadores hasta la forma en que se expresaban o cualquier cosa que le pareciera impactante.

En este momento, sin embargo, estaba como Wrath: de cuerpo presente, pero ausente.

—Que duermas bien —dijo Beth.

Pero Layla no dijo nada y Beth sabía que tampoco iba a dormir.

Beth salió al pasillo de las estatuas… y se quedó quieta.

De hecho, no iba a ir a buscar a Wrath. No confiaba mucho en sí misma en este momento. Estaba demasiado alterada a nivel emocional y no estaba segura de ser capaz de no hablar del asunto del bebé tan pronto estuviera con Wrath.

No, antes de verlo necesitaba recuperar un poco el equilibrio.

Era lo más conveniente.

Para ella y para todo el mundo.

7

Assail mató al cuarto humano un momento después de haber acabado con el tercero.

Y, que la Virgen Escribana le ayudara, estaba que se moría por acabar con el último del trío que había llegado con tanta prisa. Quería descargar una bala en las tripas del hombre y verlo retorcerse y sufrir en el suelo. Quería pararse sobre el moribundo y respirar el olor de la sangre fresca y el dolor. Y luego, cuando todo terminara, quería patear el cadáver. Y tal vez prenderle fuego.

Pero Ehric tenía razón. ¿A quién interrogaría entonces?

—Sujetadlo —ordenó y señaló al humano que quedaba en pie.

El hermano de Ehric se apresuró a obedecer, dio un paso adelante y rodeó el cuello del hombre con su brazo. Luego tiró de él hacia atrás con brusquedad.

Assail se acercó a su presa, le dio una calada a su cigarro y soltó el humo en la cara del pobre desgraciado.

—Me gustaría entrar a ese garaje —dijo y señaló el cobertizo, pensando que tal vez la tuvieran ahí—. Y tú vas a hacerlo posible. Ya sea porque me vas a entregar la llave o porque mi socio usará tu cabeza como ariete.

—¡No sé! ¡Qué cojones! ¡Mierda! —respondió el hombre. O algo de ese estilo, pues no se entendía bien lo que decía.

Qué lenguaje tan soez. Pero, claro, teniendo en cuenta la cara de cromañón del pobre desgraciado, uno no podía esperar un razonamiento muy sofisticado.

Fue fácil hacer caso omiso de todo ese balbuceo.

—Ahora, dime, ¿usaremos una llave o un mando a distancia…, o quizás una parte de tu anatomía?

—¡No sé nada!

Bueno, ya tengo la respuesta que esperaba, pensó Assail.

Entonces le dio la vuelta a su puro y se quedó mirando la punta encendida durante un rato. Luego se acercó un poco más y puso aquella punta ardiente a un par de centímetros de la mejilla del hombre.

Assail sonrió.

—Menos mal que mi socio te está sujetando con tanta fuerza. Porque si te movieras mucho…

Cuando apoyó las brasas del puro contra la piel del hombre, se oyó un grito que rasgó la noche y quedó resonando en los oídos de Assail hasta que le dolieron.

Assail retiró el puro.

—¿Quieres intentar responder otra vez? ¿Tienes una llave? ¿U otra cosa?

La respuesta fue ininteligible, mientras el olor a carne chamuscada se extendía por el aire.

—Más oxígeno —le dijo Assail a su primo—. Para que podamos comunicarnos, por favor.

Cuando el hermano de Ehric aflojó un poco la llave, la respuesta del hombre brotó de su boca como una explosión.

—Mando a distancia. Parasol del coche. Asiento del pasajero.

—Ayúdalo a encontrarlo, ¿quieres?

Con la suavidad de un martillo, el hermano de Ehric arrastró al hombre alrededor del coche, sin fijarse muy bien en dónde estaban los contornos de la carrocería. De hecho, parecía como si estuviera usando el cuerpo del pobre desgraciado para probar la integridad estructural del capó y la parte del motor.

Pero finalmente encontraron el mando y el hombre se lo entregó a Assail con mano temblorosa. Sin embargo, Assail sabía que no debía intentar usarlo. Las trampas escondidas era algo que conocía muy bien y por eso prefería que alguien más activara el mecanismo.

—¿Querrías hacerlo por mí?

El gemelo de Ehric empujó al hombre hacia el garaje, mientras seguía apuntándole a unos pocos centímetros de la cabeza. El pobre desgraciado se tropezó varias veces, pero, a pesar de eso, finalmente logró llegar a la puerta.

Temblaba tanto que necesitó varios intentos para presionar el botón correcto, pero después de unos segundos, dos de las cuatro puertas empezaron a elevarse. Y así los faros del coche pudieron iluminar el interior.

Nada. Solo un Bentley Flying Spur a un lado, y un Rolls-Royce Ghost al otro.

Assail soltó un taco y caminó hacia el interior del cobertizo. Indudablemente debían de haber activado una alarma silenciosa, pero eso no le preocupaba. La primera ronda de caballería ya había llegado y pasaría un rato antes de que apareciera un segundo escuadrón.

La construcción tenía dos pisos y, dadas sus ventanas térmicas y las proporciones históricamente inadecuadas, se podía deducir que había sido edificada en este siglo. Al entrar a mano izquierda, Assail no se sorprendió al ver que todo estaba inmaculado:

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