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  2. El rey
  3. Capítulo 13
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de cintura para abajo. Y si había mucha prisa, podía saltarse lo de la habitación, siempre y cuando terminaran en algún sitio que ofreciera un poco de privacidad.

Así que, sí, mientras subía al segundo piso, John Matthew estaba más que conectado con el presente y la presencia de Xhex, quien, si todo iba según lo planeado, debía de haber salido del Iron Mask unos quince minutos antes y debía de estar ahora ocupándose de la parte de la «desnudez» y la «habitación».

Sin embargo, el destino le brindó un giro.

Al llegar al segundo piso, las puertas dobles del estudio de Wrath estaban abiertas y, a través de ellas, John Matthew vio una escena que le resultaba conocida: el rey estaba sentado detrás de su adornado escritorio; la reina se encontraba en su regazo; George, el golden retriever, a sus pies; Saxton, el examante de Blay y actual abogado de Wrath, sentado a un lado, en un sofá. Como siempre, el escritorio gigantesco estaba lleno de documentos y el estado de ánimo de Wrath era una mierda.

De hecho, esa expresión adusta ya era parte del paisaje de la habitación, tanto como los muebles franceses antiguos que se esforzaban por soportar el peso de los Hermanos durante las reuniones, y aquellas paredes color azul pálido que parecían más apropiadas para el tocador de una tía llamada Lisette o Louisa.

Pero, la verdad, él no sabía nada de decoración.

Cuando John Matthew se detuvo para saludar, tenía la intención de seguir hacia su cuarto, encontrarse con su compañera y follársela en una variedad de posiciones, para bajar luego a cenar recién bañado.

Pero en lugar de eso…, justo antes de girar…, su mirada se cruzó con la de su media hermana Beth.

Y tan pronto se hizo la conexión, una combinación de neuronas estallaron en su cerebro y la carga eléctrica resultó excesiva para su placa madre. Sin previo aviso, John Matthew se derrumbó y su cuerpo se fue de espaldas mientras convulsionaba primero y luego se quedaba totalmente rígido.

Antes de llegar al suelo se desmayó…

‡ ‡ ‡

… Y cuando recuperó la conciencia, lo primero que sintió fue un dolor horrible en la cabeza y el culo.

Mientras parpadeaba lentamente, descubrió que al menos podía ver bien, pues el techo apareció sobre él con nitidez, antes de ver una fila de caras de preocupación. Xhex estaba a su lado, con la daga entre las palmas de las manos y el ceño fruncido, como si quisiera entrar en la oscuridad de su desmayo para traerlo de vuelta.

Siendo medio symphath, tal vez podía hacerlo. ¿Sería esa la razón por la que él había regresado tan pronto? ¿O acaso llevaba horas inconsciente?

La doctora Jane estaba junto a ella y al otro lado estaban Qhuinn y Blay. Wrath se encontraba a sus pies con Beth…

Tan pronto registró la presencia de su hermana, la actividad eléctrica volvió a comenzar y mientras sentía la amenaza de un nuevo ataque de espasmos, en lo único en lo que John Matthew pudo pensar fue en que hacía mucho que esto no le sucedía.

Había creído que esa mierda ya había quedado atrás.

Nunca había tenido ataques hasta que conoció a Beth, y después de eso había habido otros episodios, siempre inesperados y sin ningún patrón que él pudiera reconocer. Lo único bueno era que nunca le había ocurrido mientras estaba combatiendo y nunca habían puesto en riesgo su vida…

De manera espontánea su cuerpo se irguió y su torso se levantó de la alfombra como si tuviese una cuerda atada a las costillas y alguien estuviera tirando de él hacia arriba.

—¿John? —dijo Xhex—. John, túmbate.

John sintió que algo inundaba su pecho, una especie de emoción que estaba fuera de su alcance y era, al mismo tiempo, totalmente visceral. Entonces estiró la mano hacia Beth para que ella se la agarrara y, cuando ella se acurrucó y lo tomó de la mano, la boca de John empezó a moverse y sus labios y su lengua comenzaron a articular una y otra vez palabras desconocidas…, aunque ningún sonido quebraba su mutismo.

—¿Qué está tratando de decir? —preguntó Beth—. ¿Xhex? ¿Blay?

Xhex adoptó una expresión impasible.

—Nada. No es nada.

John frunció el ceño y pensó: «Y una mierda». Y sin embargo él sabía tanto como Beth, pero ciertamente no parecía poder detenerse.

—John, sea lo que sea, está bien. —Su hermana le apretó la mano—. Estás bien.

De pie detrás de su shellan, la cara de Wrath se convirtió en una máscara implacable, como si hubiese sentido una cierta energía que no le gustaba.

De repente John sintió que su boca se movía de otra manera y comenzaba a articular otras cosas; aunque tampoco tenía ni idea de lo que decía. Entretanto, Beth fruncía el ceño…, al igual que Wrath…

Y eso fue todo.

Cuando su cerebro comenzó a hacer cortocircuito de nuevo, su visión se concentró en Beth hasta que lo único que vio fue su rostro.

Sin razón aparente, John sintió que llevaba uno o dos años sin verla. Y el significado de sus rasgos, esos ojos azules enormes, las pestañas negras, el pelo negro y largo… resonó en su pecho.

Pero no de manera romántica, no.

Esta vez era algo totalmente distinto, pero igual de poderoso.

Lástima que no pudiera mantenerse consciente durante más tiempo para entender lo que ocurría.

‡ ‡ ‡

—Estamos listos.

Cuando Assail terminó su segunda raya de cocaína, se enderezó junto a la encimera de granito y miró a sus primos: al otro lado de la cocina de su casa de cristal sobre el río Hudson, los dos primos estaban vestidos de negro de la cabeza a los pies. Ni siquiera sus pistolas y cuchillos reflejaban la luz.

Perfecto para lo que tenía planeado.

Assail apretó la tapa de su frasquito y se guardó su reserva de droga en la chaqueta de cuero negra.

—Entonces, vamos.

Mientras salía delante de ellos por la puerta trasera, junto al garaje, Assail recordó por qué los había traído del Viejo Continente: siempre estaban preparados y nunca hacían preguntas.

En ese sentido, eran exactamente como las pistolas automáticas que llevaban encima día y noche.

—Vamos hacia el sur —ordenó Assail—. Seguid mi señal.

Los gemelos asintieron, mostrando una expresión seria y lúgubre en sus rostros perfectamente idénticos, mientras que sus poderosos cuerpos estaban preparados para hacer lo que fuera necesario en cualquier situación. En realidad, eran las únicas personas en las que confiaba; pero ni siquiera ese compromiso, basado en el hecho de que compartían la misma sangre, era absoluto.

Cuando Assail se puso una máscara negra sobre la cara, ellos hicieron lo mismo; y luego se desmaterializaron. Al cerrar los ojos para concentrarse, Assail se arrepintió de haber esnifado. En realidad, no necesitaba la droga; considerando el sitio al que se dirigían, estaba suficientemente embalado. Últimamente, sin embargo, drogarse era como ponerse la chaqueta o agarrar la cuarenta milímetros que llevaba siempre en el sobaco.

Era automático.

Concentración…, concentración…, concentración…

Intención y voluntad se fusionaron un instante después y su forma física se fragmentó en una vaga asociación de moléculas. Después de centrar toda su atención en su destino, voló hacia él, mientras sentía cómo sus primos viajaban a su lado a través del cielo nocturno.

En el fondo, Assail reconocía que esta excursión era muy atípica para él. Como el hombre de negocios que era, para él la vida se calculaba sobre la base del retorno de la inversión: todo lo que hacía buscaba una ganancia sobre la inversión. Lo cual explicaba que se hubiera involucrado en el tráfico de drogas. Pues nada producía mejores márgenes de ganancia que venderles a los humanos químicos a través del mercado negro.

Así que no, él no era un héroe; de hecho, era lo contrario del buen samaritano. Y en lo que tenía que ver con la venganza, solo se ocupaba de sus propios asuntos, nunca de los de los demás.

Sin embargo, en este caso habría que hacer una excepción.

Su destino era una propiedad en West Point, Nueva York, una venerable casa de piedra antigua que se levantaba en el centro de un jardín inmenso. Assail ya había estado una vez en la propiedad: cuando estaba siguiendo a cierta ladrona… y la había visto no solo entrar a través de un sistema de seguridad bastante bueno, sino deambular por toda la mansión sin llevarse absolutamente nada.

Sin embargo, ella había girado unos pocos centímetros una de las esculturas de Degas.

Y las consecuencias habían sido terribles.

En cualquier caso, había que cambiar las cosas.

De manera violenta.

Después de retomar su forma en la esquina más lejana del enorme jardín, Assail se escondió entre la fila de árboles que bordeaban los límites de la propiedad. Cuando los primos se materializaron junto a él, recordó su primer viaje a ese lugar y vio a Sola entre la nieve, con su parka blanca mimetizándose con la nieve mientras esquiaba hacia su objetivo.

Sencillamente extraordinario. Esa era la única manera en que Assail podía describir todo lo que tenía que ver con aquella mujer…

Un gruñido posesivo brotó del fondo de su garganta, otra cosa que resultaba completamente atípica en él. Assail rara vez se preocupaba por algo que no fuera el dinero…, ciertamente no le preocupaban las hembras y nunca jamás se había interesado por una humana.

Pero Sola había sido distinta desde el momento en que él sintió su olor cuando ella invadió su propia casa… Y la idea de que Benloise la hubiese secuestrado, que la hubiese sacado de su casa, donde dormía su abuela, le resultaba inaceptable.

Benloise no iba a sobrevivir a esa decisión.

Assail empezó a caminar hacia el frente, escrutando el paisaje con sus agudos ojos. Gracias a la brillante luna invernal, parecía que fuera mediodía y no las dos de la mañana, pues todo, desde los aleros de la casa hasta los contornos de las terrazas y el cobertizo del fondo, era claramente visible para él.

Nada se movía. Ni en el exterior ni en el interior, el cual se podía ver a través de las ventanas.

Al acercarse, Assail siguió hacia el fondo, mientras repasaba la distribución de las terrazas y los pisos. Todo tan anticuado y tradicional, pensó. Tan aristocrático. Tan opuesto a lo que le gustaría a un traficante de drogas.

Tal vez Benloise no se sentía tan orgulloso de la manera como se ganaba la vida.

—Entraremos por aquí —dijo Assail en voz baja e hizo una seña hacia las ventanas de un porche.

Se desmaterializaron a través de ellas y, cuando volvieron a tomar forma en el interior, Assail se quedó inmóvil, mientras esperaba oír pasos, un grito, carreras o una puerta que se cerrara.

Una lucecita roja en una esquina le confirmó que el sistema de seguridad estaba encendido y funcionando, y que los detectores de movimiento todavía no se habían activado con su repentina aparición. Pero tan pronto como se moviera, todo se volvería un caos.

Y ese era el plan.

Primero desactivó las cámaras de seguridad. Luego disparó la alarma al sacar de su bolsillo un puro cubano. De inmediato, la lucecita empezó a parpadear. Y mientras la sirena sonaba, Assail se tomó su tiempo para encender el puro, esperando que aparecieran un montón de matones de cuello grueso.

Al ver que no ocurría nada, exhaló por encima del hombro y caminó hacia el frente. Atravesó el primer piso con sus primos detrás de él y, mientras avanzaba, iba tirando la ceniza sobre las alfombras orientales y los mármoles italianos.

Una pequeña señal de su visita en el extraño caso de que no se encontraran con nadie: considerando la represalia que Benloise encontraba apropiada por girar ligeramente una estatua, la ceniza del cigarro iba a

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