más.
—¿Qué te parece si llamamos a la doctora?
—Llamarla…, espera, ¿hablas de llamarla ahora?
—Bueno, sí.
Wrath sintió que Beth se echaba hacia atrás.
—Pero ¿por qué?
Sí, como sí él le pudiera contar que su adorada madre se lo había dicho.
—No lo sé. Solo pienso que tal vez te podría examinar, o algo así.
—Wrath, eso no está bien. En especial considerando que no tengo ninguna molestia. —Wrath notó que ella jugueteaba con su pelo—. ¿Esto tiene que ver con ese civil? ¿El que perdió a la esposa y el hijo?
—No fue durante el alumbramiento.
—Ah, pensé que…
—Tal vez podríamos llamarla.
—No hay razón para llamarla.
—¿Cuál es el número? —Wrath estiró la mano para agarrar su móvil—. La voy a llamar.
—Wrath, ¿acaso te has vuelto loco?
Mierda, tendría que llamar a Información.
Beth seguía hablándole, mientras él esperaba que le contestara una operadora.
—Sí, hola, llamo de Caldwell, Nueva York. Quisiera el número de la doctora Sam… ¿cuál es su apellido?
—Estás loco.
—Voy a pagar la visita… No, no usted, operadora. —Cuando recordó el apellido, Wrath se lo dijo a la mujer y tuvo que deletrearlo dos veces—. Sí, conécteme con el consultorio, por favor, gracias.
—Wrath, esto es…
Cuando la llamada entró, Beth se quedó callada.
—¿Beth? —llamó Wrath.
—Lo siento —dijo—. He sentido una punzada en la espalda. ¿Sabes qué? La próxima vez que vaya a caminar tanto, usaré zapatillas. Ahora cuelga y…
—Sí, hola, esto es una emergencia médica. Necesito que la doctora Sam venga a nuestra casa, mi esposa es paciente de ella…, treinta y seis semanas… ¿Síntomas? Mi esposa está embarazada, ¿cuánto tiempo tiene?
—¿Wrath? —dijo Beth con voz débil.
—¿Qué quiere decir con que no puede…?
—Wrath.
Y ahí fue cuando él se calló… y supo que su madre tenía razón. Al girar la cabeza hacia su esposa, dijo con terror.
—¿Qué?
—Estoy sangrando.
‡ ‡ ‡
La definición de terror cambia cuando las cosas no solo tienen que ver contigo. Y nada es menos personal que cuando tienes treinta y seis semanas de embarazo, sientes una humedad entre las piernas… y no estás rompiendo aguas.
Al principio, Beth pensó que había perdido el control de su vejiga, pero cuando quitó las mantas y cambió de posición, vio algo en las sábanas.
Nunca había visto una sangre tan brillante.
Y, mierda, la parte baja de la espalda la estaba matando.
—¿Qué sucede? —preguntó Wrath.
—Estoy sangrando —repitió ella.
Las cosas ocurrieron muy rápido a partir de ese momento. Fue casi como estar en la parte trasera de un coche de carreras, donde ves pasar las cosas demasiado rápido para captarlas bien. Wrath gritando por teléfono, luego otra llamada, la doctora Jane y V entrando a toda velocidad. Y luego todo se volvió más rápido: mucho movimiento, todos alrededor de ella, mientras ella se sentía extrañamente quieta y lejana.
Cuando la pasaron a la camilla, miró hacia donde estaba acostada en la cama y se estremeció al ver la mancha de sangre. Era inmensa, como si alguien hubiera desparramado cinco litros de pintura debajo de ella.
—¿El bebé estará bien? —masculló Beth, mientras sentía una especie de shock que se apoderaba de ella—. ¿Él…, Wrath estará bien?
La gente le ofrecía consuelo, pero nadie le daba una respuesta.
Pero Wrath, el padre, estaba a su lado, sosteniéndole la mano, orientándose con la ayuda de la camilla.
John apareció cuando llegaron al rellano del segundo piso. Solo llevaba bóxers y tenía el pelo enredado, pero los ojos alerta. Y le agarró la otra mano.
Después, Beth no recordaría casi la premura con que entraron al túnel, excepto porque el dolor se volvió más intenso. Ay, y las luces del techo pasaban a toda velocidad, mientras ella yacía bocarriba y se sentía como si estuviera dentro de La guerra de las galaxias, a punto de despegar en una nave espacial.
¿Por qué no oír nada?
Al mirar a la gente que la rodeaba, veía que sus bocas se movían y la observaban con angustia.
—¿El pequeño Wrath estará bien? —Beth no oía ni su propia voz. Todo parecía atenuado al máximo. Entonces trató de hablar más fuerte—. ¿Mi bebé estará bien?
Y luego siguieron más allá de la entrada normal hacia el centro de entrenamiento, para usar la puerta de emergencia que habían creado solo para ella, para esta situación.
Solo que nada de esto estaba en sus planes. Se suponía que tendría a su bebé en el mundo humano, donde había gente que podría cuidarla a ella y al pequeño Wrath, que podría ocuparse de cualquier problema que él pudiera tener, y estar a disposición de ella y iAm si era de día, o de ella, Wrath padre y John, si era de noche.
El pequeño Wrath, pensó Beth.
Parecía que ya le había puesto nombre a su hijo.
Al llegar a la clínica, Beth seguía pensando que no debería estar allí. En especial cuando vio, gracias a la enorme lámpara, que se encontraba en el quirófano.
Por alguna razón, pensó en todas las ocasiones en que había estado ahí abajo, apoyando a un Hermano herido en el campo de batalla, o acompañando a Layla a hacerse un examen, o…
La doctora Jane le acercó la cara. Sus labios se movían lentamente.
—… eth? ¿Puedes oírme, Beth?
Ay, qué bien, alguien le había subido el volumen al mundo.
Pero Beth no oyó su respuesta. No podía oír su propia voz.
—Muy bien. —La doctora Jane articulaba todo con gran claridad—. Quiero hacer una ecografía para descartar que sea una placenta previa. Eso es una complicación en la cual la placenta termina en la parte baja del útero. Pero me preocupa que tengas un desprendimiento prematuro de la placenta.
—¿Qué… eso? —masculló Beth.
—¿Tienes dolor?
—Parte baja de la espalda.
La doctora Jane asintió y puso las manos sobre la barriga de Beth.
—Si hago presión…
Beth gimió.
—Solo asegúrate de que Wrath está bien.
Entonces acercaron el ecógrafo y le cortaron el camisón. Cuando le aplicaron gel sobre el estómago y bajaron las luces, Beth no quiso mirar el monitor. Se quedó observando la cara de su marido.
Aquella cara apuesta y masculina estaba totalmente aterrorizada.
Wrath no llevaba sus gafas de sol. Y los ojos color verde pálido daban vueltas por toda la habitación como si estuvieran desesperados por ver algo.
—¿Cómo lo has sabido? —le susurró ella—. Que yo tenía problemas…
Wrath miró en su dirección.
—Mi madre me lo dijo. En un sueño.
Por alguna razón, eso la hizo llorar, mientras la imagen de su marido se volvía borrosa y la naturaleza incontrolable de la vida los golpeaba de la manera más horrible posible. A Beth no le importaba más que el bebé, pero no había nada que pudiera hacer para influir en el resultado. Su cuerpo y su bebé eran los que tiraban los dados.
Mientras su mente, su voluntad y su alma, todos su sueños y deseos y esperanzas…
… ni siquiera se hallaban en el tablero de juego.
La cara de la doctora Jane volvió a aparecer frente a sus ojos.
—… eth? ¿Beth? ¿Estás conmigo?
Cuando levantó la mano para quitarse el pelo de la cara, se dio cuenta de que le habían puesto el brazalete para tomarle la tensión y ahora tenía un catéter conectado a la vena. Y que no era pelo lo que tenía sobre la cara, sino sus lágrimas.
—Beth, la ecografía no nos está mostrando lo que necesitamos ver. Pero el ritmo cardiaco del bebé está disminuyendo y tú sigues sangrando copiosamente. Necesitamos sacarlo, ¿de acuerdo? Estoy segura de que tienes un desprendimiento de placenta y que tanto tú como el bebé estáis en peligro. ¿De acuerdo?
Lo único que Beth pudo hacer fue mirar a Wrath.
—¿Qué hacemos?
Con una voz tan quebrada que apenas se podía entender, Wrath dijo:
—Deja que te operen, ¿vale?
—Está bien.
La doctora Jane volvió a aparecer en su cara.
—Vamos a tener que dormirte. No quiero ponerte la epidural porque no tenemos tiempo.
—Está bien.
—Te quiero —le dijo Beth a Wrath—. Ay, Dios…, el bebé…
74
Lo único que tenía Wrath para saber qué estaba pasando eran los olores que circulaban por la sala. Antiséptico en el aire. Sangre, lo cual lo aterrorizaba. Miedo, por parte de Beth y de todos los que lo rodeaban. Tranquilidad y frío raciocinio por parte de la doctora Jane, Manny y Ehlena.
Con suerte, esto último sería lo que salvaría la situación.
De repente, Wrath sintió una nueva fragancia en la mezcla. Un olor astringente.
Luego oyó un chirrido junto a él, como si alguien hubiese acercado una silla. Después una mano grande lo empujó hacia abajo para que se sentara y le estrechó la mano con tanta fuerza que casi le rompe los huesos.
John Matthew.
—Qué tal, amigo —dijo Wrath, consciente de que el tiempo parecía haberse detenido—. Hola.
Al final, lo único que Wrath pudo hacer fue estrechar la mano de John y después los dos se quedaron uno junto al otro, paralizados, mientras seguían el intercambio de términos médicos y se oían sonidos metálicos y siseos y ruidos como de succión.
La voz de la doctora Jane era perfectamente neutra. Al igual que las respuestas de Manny.
Como si ellos funcionaran a la inversa de la situación: cuanto más aterradoras eran las cosas, más concentrados y con las cosas controladas estaban ellos.
—Perfecto, ya lo tengo…
—Un momento, ¿ya está sucediendo? —preguntó Wrath.
El silbido ascendente que oyó junto a él fue la única respuesta que obtuvo.
Y luego…, el sonido de un llanto infantil.
—¿Está vivo? —preguntó Wrath de manera estúpida.
Otro silbido.
Y luego se olvidó por completo de su hijo.
—¿Y Beth? ¿Qué pasa con Beth?
Nadie respondió.
—¿Y Beth? —vociferó—. John, ¿qué coño sucede?
El olor de la sangre se volvió más denso. Muy denso.
Wrath no podía respirar. Ni pensar. Ni siquiera se sentía vivo.
—Beth… —susurró en medio de su ceguera.
Pasó una eternidad antes de que la doctora Jane se le acercara. Y a juzgar por lo cerca que la oía y la dirección de su voz, supo que ella se había arrodillado frente a él.
—Wrath, tenemos un problema. El bebé está bien, Ehlena lo está examinando. Pero Beth sigue sangrando incluso después de que cerráramos el útero después de la cesárea. Tiene una hemorragia muy fuerte y no hay señales de que vaya a parar. Lo más seguro es hacer una histerectomía. ¿Sabes qué es eso?
Le estaba hablando como si fuera un estúpido… ¡Afortunadamente!
—No. —Aunque había oído la palabra. Demonios, a estas alturas, tendrían que explicarle hasta las palabras más comunes.
—Necesito sacar su útero. Si no lo hago, se va a morir, Wrath. Eso significa que no podrá tener más hijos…
—No me importa nada más que ella. Haz lo que tengas que hacer. Hazlo… Ya.
—Muy bien, adelante, Manny.
—¿Dónde está mi hijo? —gritó de repente—. ¡Traedme a mi hijo!
Un segundo después le pusieron en los brazos un pequeño paquete. Muy ligero. Tan ligero que no parecía vivo… y sin embargo, su hijo estaba calentito y respiraba. Estaba lleno de vida.
Wrath quería abrazarlo porque su shellan estaba en ese niño. En cada molécula de su cuerpo, ella estaba con él… y eso significaba que, mientras tuviera al niño contra su corazón… estaría abrazando a su Beth.
—¿Qué está sucediendo? —susurró, aunque no esperaba una respuesta.
Wrath dejó que sus lágrimas rodaran libremente. Probablemente sobre la cara de su hijo.
A quién le importaba.
75
Beth salió del marasmo como un corcho que sale a la superficie. Meciéndose hacia arriba y hacia abajo, mientras las cosas parecían borrosas.
Pero tan pronto como su cerebro entró en funcionamiento de nuevo, gritó:
—¡Wrath!
—Estoy aquí, estamos aquí.
Beth se giró en la cama de hospital y enseguida sintió un dolor horrible en el vientre.
Pero luego nada importó. Sentado junto a su cama, en una silla que no era lo bastante grande para él, su marido y su hijo parecían dos gotas de agua.
Beth comenzó a llorar sin parar, y sentía que el llanto brotaba