Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El ojo del mundo
  3. Capítulo 152
Prev
Next

Ha mencionado haber gritado cuando se abrió la puerta del Atajo en Caemlyn. En su cerebro se hallaba la clave para hacerlo; ignora cómo llegó allí; sus manos, que consumían los fuegos de Ba’alzemon cuando trataba de detener su impulso, se movieron por cuenta propia. Fain asesinó al propietario de la tienda, que acudió a investigar la causa del ruido. No lo hizo acuciado por la necesidad sino por la envidia que le producía el que el hombre pudiera salir tranquilamente de la bodega mientras que sus pies lo arrastraban inexorablemente al interior de los Atajos.

—Entonces Fain fue lo que vos detectasteis que nos seguía —dedujo Egwene. Lan asintió—. ¿Cómo escapó de…, del Viento Negro? —Con la voz entrecortada, se detuvo para tragar saliva—. Soplaba justo detrás de nosotros en la puerta.

—Por una parte escapó de él y por otra no —explicó Moraine—. El Viento Negro lo atrapó y, según ha afirmado, él comprendió sus voces. Algunas lo saludaban como a un igual; otras lo temían. Tan pronto como hubo envuelto a Fain, el viento huyó.

—Que la Luz nos proteja. —El susurro de Loial fue tan estentóreo como el aleteo de un abejorro gigante.

—Roguemos por que así sea —convino Moraine—. Hay muchos detalles que Fain no me ha revelado, muchas cosas que preciso conocer. El mal ha echado en él tan poderosas raíces como nunca las había visto iguales. Es posible que el Oscuro, al efectuar la transformación de Fain, le imprimiera alguna parte de sí, tal vez incluso de modo inconsciente, algo que participara de sus designios. Cuando he mencionado el Ojo del Mundo, Fain ha apretado bruscamente las mandíbulas, pero he notado que escondía algo bajo su silencio. Si al menos tuviera tiempo para sonsacarle ahora… Sin embargo, no podemos esperar.

—Si este hombre sabe algo —dijo Agelmar—, yo soy capaz de hacerlo confesar. —Su semblante y su voz no prometían piedad para los Amigos Siniestros—. La posibilidad de averiguar algún indicio de lo que habréis de afrontar en la Llaga bien merece una jornada de demora. Muchas batallas se han perdido por desconocer las intenciones del enemigo.

Moraine suspiró y sacudió la cabeza vivamente.

—Mi señor, si no precisáramos de una noche de reposo antes de adentrarnos en la Llaga, partiría ahora mismo, aun a riesgo de topar con un pelotón de trollocs en la oscuridad. Reflexionad acerca de la información que he obtenido de Fain. Hace tres años el Oscuro hubo de hacer que le llevaran a Fain a Shayol Ghul para establecer contacto con él, a pesar de que Fain era ya un Amigo Siniestro consagrado hasta la médula. Un año después, el Oscuro pudo manipular a Fain, el Amigo Siniestro, a través de sus sueños.

»Este año, Ba’alzemon se persona en los sueños de seres que siguen la senda de la Luz y, de hecho, aparece, si bien con dificultad, en Shadar Logoth. No con su propio cuerpo, claro está, pero incluso una proyección de la mente del Oscuro, aun cuando ésta sea una proyección vacilante, es más mortalmente peligrosa para el mundo que todas las hordas trolloc juntas. Las puertas de Shayol Ghul están debilitándose de modo inexorable, lord Agelmar. No hay tiempo que perder.

Agelmar inclinó la cabeza a modo de asentimiento, pero cuando volvió a levantarla su boca todavía expresaba una tenaz resistencia.

—Aes Sedai, puedo aceptar que, cuando conduzca a mis lanceros al desfiladero de Tarwin, de ello no resultará más que una distracción, una escaramuza secundaria, no una verdadera batalla. El deber guía a los hombres con tanta firmeza como el Entramado y no suele prometer que nuestros actos sean grandiosas proezas. Sin embargo nuestra escaramuza será inútil, aun cuando salgamos ganadores, si vos perdéis la batalla. Si opináis que vuestra comitiva ha de ser reducida, de acuerdo, pero os ruego que realicéis todos los esfuerzos que puedan propiciar vuestra victoria. Dejad a estos jóvenes aquí, Aes Sedai. Os juro que en su lugar os proporcionaré expertos guerreros sin ansias de gloria, buenos espadachines que casi serán tan efectivos en la Llaga como Lan. Permitid que cabalgue hacia el desfiladero con la conciencia de haber hecho cuanto está en mis manos por contribuir a vuestra victoria.

—Debo llevarlos a ellos, lord Agelmar —respondió suavemente Moraine—. Ellos son quienes librarán la batalla en el Ojo del Mundo.

Agelmar observó a Rand, Mat y Perrin con la mandíbula desencajada. De improviso, el señor de Fal Dara dio un paso atrás, en una búsqueda inconsciente de la espada que nunca llevaba en el interior de la fortaleza.

—No son… Vos no sois del Ajah Rojo, Moraine Sedai, pero ni siquiera vos podríais… —Un repentino sudor perló su cabeza rapada.

—Son ta’veren —aclaró Moraine—. El Entramado se teje en torno a ellos. El Oscuro ya ha intentado dar muerte a cada uno de ellos en más de una ocasión. Tres ta’veren reunidos en un mismo lugar bastan para transformar la vida a su alrededor al igual que un torbellino modifica la distribución de la paja. Cuando ese lugar es el Ojo del Mundo, el Entramado podría incluso rodear con su urdimbre al Señor de las Mentiras y neutralizar su poder.

Agelmar dejó de tantear en busca de su espada, pero continuó con su mirada dubitativa dirigida a Rand y a sus amigos.

—Moraine Sedai, si vos decís que lo son, debe de ser cierto, pero yo soy incapaz de verlo. Muchachos campesinos. ¿Estáis segura, Aes Sedai?

—La sangre ancestral —dijo Moraine—se bifurca como un río cuyos ramales van dividiéndose en centenares de arroyos, pero a veces los arroyuelos se unen para formar de nuevo un río. La vieja sangre de Manetheren corre con fuerza y pureza por las venas de casi todos estos jóvenes. ¿Ponéis en duda el arrojo de la sangre de Manetheren, lord Agelmar?

Rand miró de soslayo a la Aes Sedai. «Casi todos.» Se aventuró a lanzar una ojeada a Nynaeve; ésta se había girado para observar además de escuchar, pese a que todavía rehuyera la mirada de Lan. Sus ojos toparon con los de la Zahorí, la cual negó con la cabeza; ella no le había dicho a la Aes Sedai que él no había nacido en Dos Ríos. «¿Qué sabrá Moraine al respecto?»

—Manetheren —repitió lentamente Agelmar—. No pondría en duda el coraje de su estirpe. Luego, con mayor rapidez, agregó—: La Rueda da extraños giros. Unos chicos campesinos van a la Llaga en representación del honor de Manetheren, y, sin embargo, si hay alguna raza capaz de derribar al Oscuro, ésa sería la que lleva la sangre de Manetheren. Se hará como deseáis, Aes Sedai.

—Retirémonos a nuestros aposentos —dijo Moraine—. Debemos partir a la salida del sol, pues el tiempo va mermando. Los muchachos deben dormir cerca de mí. Nos queda un tiempo muy escaso antes de entrar en combate para permitir que el Oscuro vuelva a entrometerse en sus mentes. Demasiado escaso.

Rand sintió cómo sus ojos los escrutaban, a él y a sus compañeros, ponderando su fuerza, y se estremeció. Demasiado escaso.

CAPÍTULO 48: La Llaga

El viento agitaba la capa de Lan, tornándolo en ocasiones invisible incluso con la luz del sol, e Ingtar y el centenar de lanceros que lord Agelmar había enviado para escoltarlos hasta la frontera, en previsión de posibles ataques de trollocs, componían un magnífico emblema de bravura, cabalgando en dos columnas con sus armaduras, pendones rojos y caballos con arneses de acero, capitaneados por el estandarte con la Lechuza Gris de Ingtar. Su fasto no desmerecía en nada al de los guardias de la reina, pero eran las torres que se encontraban más adelante lo que retenía la atención de Rand. Tendría toda la mañana para contemplar a los lanceros de Shienar.

Cada una de las torres se erguía, alta e imponente, Sobre una colina, a medio kilómetro de distancia de la contigua. Por el este y el oeste se alzaban otras y también por detrás. Una ancha rampa protegida por muros ascendía en espiral en torno a las pétreas saetas, girando hasta desembocar en las macizas puertas ubicadas a medio camino de las almenas. Una salida de la guarnición quedaría resguardada por el muro hasta llegar al suelo, pero los enemigos que procuraran llegar a la puerta, subirían bajo una lluvia de flechas, piedras y aceite ardiente, derramado desde las grandes ollas dispuestas en las murallas que ensanchaban su perímetro hacia afuera. Un enorme espejo de acero, cuidadosamente girado, que no reflejaba el sol ahora, relucía en la cima de cada torre debajo del elevado cuenco de hierro destinado a encender fuego para expandir señales cuando el sol no alumbrase. La señal se transmitiría a los torreones más alejados de la frontera y de éstos a los siguientes, reproducida hasta alcanzar las fortalezas de tierra adentro, desde donde saldrían los lanceros a contener las hordas. En tiempos normales, así habría sucedido.

Algunos hombres miraban cómo se acercaban, asomados cautelosamente entre las almenas de las torres más próximas. En épocas mejores aquellas edificaciones únicamente estaban guarnecidas con fines defensivos, y la supervivencia de sus moradores dependía más de los muros de piedra que de la fortaleza de sus brazos, pero entonces casi todos los hombres habían sido llamados a cabalgar hacia el desfiladero de Tarwin. La caída de las atalayas carecería de importancia si los lanceros salían derrotados del desfiladero.

Rand sintió escalofríos al pasar entre los torreones. Era como si hubiera atravesado una corriente de aire frío. Aquello era la frontera. La tierra que se extendía más allá no parecía distinta de la de Shienar, pero en esa dirección, en algún punto oculto por los esqueletos de los árboles, se encontraba la Llaga.

Ingtar alzó un puño acorazado de acero para detener a los lanceros junto a un poste de piedra que se avistaba desde las torres. Era una marca fronteriza, que delimitaba Shienar y lo que en otro tiempo fuera Malkier.

—Excusad, Moraine Aes Sedai. Excusad, Dai Shan. Excusad, constructor. Lord Agelmar me ha ordenado que no entrara más allá. —Aquello parecía contrariar sus deseos.

—Así lo habíamos determinado lord Agelmar y yo —confirmó Moraine. Ingtar gruñó agriamente.

—Perdonadme, Aes Sedai —se disculpó, sin poner su corazón en ello—. Al haberos escoltado hasta aquí, hemos perdido la ocasión de llegar al desfiladero antes de que se libre el combate. Me veo privado de la posibilidad de pelear con el resto y al mismo tiempo se me ordena que no cabalgue ni un paso más allá de la frontera, como si nunca hubiera penetrado en la Llaga. Y mi señor Agelmar no se ha dignado explicarme por qué razón. —Tras las barras de su visera, sus ojos formularon una pregunta a la Aes Sedai. Se negó a desviar la mirada hacia Rand y los demás; se había enterado de que acompañarían a Lan hasta la Llaga.

—Por mí puede quedarse en mi lugar —murmuró Mat a Rand.

Lan les asestó una dura mirada que hizo volver hacia el suelo el súbitamente sonrojado rostro de Mat.

—Cada uno de nosotros tiene una misión que cumplir en el Entramado, Ingtar —afirmó, tajante, Moraine—. A partir de aquí hemos de trenzar nuestros hilos a solas.

—Como deseéis, Aes Sedai. —La reverencia de Ingtar tuvo una rigidez que no sólo se debía a su armadura—. Debo dejaros ahora y galopar velozmente para llegar al desfiladero de Tarwin. Al menos allí se me… permitirá enfrentarme a los trollocs.

—¿De veras estáis tan ansioso? —inquirió Nynaeve—. ¿Por pelear con los trollocs?

Ingtar le dirigió una perpleja mirada y luego lanzó una ojeada a Lan, como si éste, pudiera explicarle el significado de aquella pregunta.

—Ese es

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

El Dragón Renacido
El Dragón Renacido
August 3, 2020
Conan el invencible
Conan el invencible
August 3, 2020
Conan el invicto
Conan el invicto
August 3, 2020
Conan el defensor
Conan el defensor
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.