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  2. El ojo del mundo
  3. Capítulo 136
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de su cuerpo.

—¿Qué historia?

La mirada que les dirigió era inexpresiva y, sin embargo, hizo inspirar profundamente a Perrin, a pesar de que su voz sonó tan firme como siempre.

—Algunos gitanos que cruzaban el Yermo (dijeron que podían hacerlo desarmados) encontraron a unas Aiel moribundas tras un enfrentamiento con los trollocs. Antes de perecer, la última Aiel con vida dijo a los gitanos lo mismo que ha contado Loial. El Oscuro, que ellas llamaban Cegador de la Vista, tiene intención de cegar el Ojo del Mundo. Esto sucedió hace únicamente tres años. ¿Significa algo?

—Tal vez la totalidad de las cosas —respondió Moraine.

Su rostro era apacible, pero Rand tenía la impresión de que su mente no cesaba de cavilar bajo aquellos ojos oscuros.

—Ba’alzemon —dijo de súbito Perrin. Aquel nombre hizo enmudecer el más leve sonido en la estancia. Perrin miró a Rand y luego a Mat, con los ojos extrañamente calmados y más amarillentos que nunca—. Entonces ya me pareció haber escuchado aquel nombre antes…, el Ojo del Mundo. Ahora lo recuerdo. ¿Vosotros no?

—No quiero acordarme de nada —replicó rígido Mat.

—Debemos contárselo —prosiguió Perrin—. Ahora es importante. No podemos continuar guardando el secreto. ¿Lo comprendes, verdad, Rand?

—¿Contarme qué? —La voz de Moraine era áspera y parecía respirar con dificultad. Su mirada taladraba a Rand.

El no quería responder. No quería recordar, al igual que Mat, pero lo recordaba… y sabía que Perrin estaba en lo cierto.

—Tuve… —Miró a sus amigos. Mat asintió, reacio, y Perrin con decisión. No tenía por qué enfrentarse a ella a solas—. Tuvimos… sueños. —Se frotó el punto del dedo donde se le había clavado una espina, trayéndole el recuerdo de la sangre que vio al despertar. Después también le vino a la memoria el sofocante calor que le quemaba el rostro—. Pero en realidad no eran sueños, en el sentido exacto de la palabra. Ba’alzemon aparecía en ellos. —Era consciente del motivo por el que Perrin había utilizado aquella denominación; era más sencillo que revelar que el Oscuro había habitado sus sueños, el interior de su mente—. Dijo…, dijo toda clase de cosas, pero en una ocasión afirmó que el Ojo del Mundo no me serviría nunca. —Por un minuto sintió la boca tan seca como el polvo.

—A mí también —confesó Perrin.

Mat suspiró pesadamente y luego realizó un gesto afirmativo. Rand volvió a recobrar la salivación.

—¿No estáis enfadada con nosotros? —inquirió Perrin, con tono sorprendido.

Rand advirtió entonces que Moraine no parecía enojada. Estaba escrutándolos, pero sus ojos permanecían claros y tranquilos, a pesar de su atención.

—Más conmigo misma que con vosotros. Aunque os pregunté si habíais experimentado sueños extraños, al principio. —Pese a que su tono continuó apacible, un destello de furia cruzó sus ojos, para desaparecer tras un instante—. Si hubiera estado al corriente después de la primera vez que lo padecisteis, habría podido… No ha habido un receptor de tales sueños en Tar Valon desde hace casi mil años, pero habría podido intentarlo. Ahora es demasiado tarde. Cada vez que el Oscuro establece contacto con vosotros, facilita los próximos encuentros. Tal vez mi presencia os proteja en cierta medida, pero aun así… ¿Recordáis las historias en que los Renegados establecían vínculos con los hombres? Hombres fuertes, hombres que habían combatido al Oscuro desde el principio. Dichas historias son ciertas, y ninguno de los Renegados poseía ni la décima parte del poder de su amo, ni Aginor de Lanfear, ni Balthamel, ni Demandred; ni siquiera Ishamael, el propio Traidor de la Esperanza.

Rand advirtió que Nynaeve y Egwene lo miraban, como también a Mat y a Perrin. Los rostros de las mujeres eran una pálida mezcolanza de temor y horror. «¿Temen por nosotros o tienen miedo de nosotros?»

—¿Qué podemos hacer? —preguntó—. Debe de haber algún modo de contrarrestarlo.

—Permanecer cerca de mí —repuso Moraine—contribuirá, en cierta medida, a mantener a raya al Oscuro. Recordad que la protección del contacto con la Fuente Verdadera se hace extensible, en dosis menores, a quienes me rodean. Podéis defenderos vosotros mismos, si disponéis de la fortaleza necesaria, pero tenéis que hallar la fuerza y la voluntad en vuestro interior. No está en mis manos transmitíroslas.

—Creo que yo ya he encontrado mi salvaguarda —anunció Perrin, con voz más resignada que dichosa.

—Sí —admitió Moraine—, supongo que sí. —Lo observó hasta que él bajó la mirada, e incluso entonces continuó reflexionando, sin moverse. Por último se volvió hacia los demás—. Existe una limitación, en el poder que el Oscuro puede ganar en vuestro espíritu. Si os rendís aunque sólo sea durante un instante, os prenderá una atadura al corazón, una atadura que jamás os será dado cortar. Si cedéis, os convertiréis en una de sus pertenencias. Renegad de él, y su voluntad de dominio resultará fallida. No es sencillo cuando él se persona en los sueños, pero es factible. Tiene la capacidad de enviar a Semihombres, trollocs, Draghkar y otros entes en pos de vosotros, pero no de apoderarse de vosotros a menos que se lo permitáis.

—Los Fados ya son un mal bastante considerable —arguyó Perrin.

—No quiero volver a verlo dentro de mi cabeza —gruñó Mat—. ¿No existe ningún modo de mantenerlo alejado?

Moraine hizo un gesto de negación.

—Loial no tiene nada que temer, ni Egwene, ni Nynaeve. De entre la masa de la humanidad, el Oscuro puede establecer contacto con un individuo únicamente por azar, a menos que esa persona lo busque. No obstante, por ahora, al menos, vosotros sois unos elementos en torno a los cuales se centra el Entramado. Está tejiéndose la Trama del Destino y todos los hilos apuntan a vosotros. ¿Qué más os dijo el Oscuro?

—No lo recuerdo del todo bien —respondió Perrin—. Había algo relativo a que uno de nosotros era el elegido, o algo así. Recuerdo cómo se reía —concluyó sombrío—diciendo quién nos había elegido. Aseguró que yo… no tenía más alternativa que servirlo o morir, y que, una vez muerto, lo serviría a él.

—Dijo que la Sede Amyrlin intentaría utilizarnos —añadió Mat, pero apagó la voz al caer en la cuenta de a quién hacía aquella revelación. Tragó saliva antes de continuar—: Igual que Tar Valon había utilizado a… mencionó algunos nombres. Davian, creo. Tampoco lo recuerdo muy bien.

—Raolin Perdición del Oscuro —agregó Perrin.

—Sí —corroboró Rand, arrugando el entrecejo. Había tratado de olvidar todo lo relacionado con aquellos sueños y no le resultaba agradable traerlo a la memoria—. Yurian Arco Pétreo era otro, y Guaire Amalasan. —Se detuvo súbitamente, confiando en que Moraine no hubiera advertido cuán de improviso—. No reconozco a ninguno de ellos.

Sin embargo, había reconocido a uno, ahora que los recuperaba del fondo de la memoria. El nombre que apenas se había contenido en pronunciar: Logain. El falso Dragón. «¡Luz! Thom dijo que eran nombres peligrosos. ¿Era eso lo que quería dar a entender Ba’alzemon? ¿Moraine quiere utilizarnos a uno de nosotros como un falso Dragón? Las Aes Sedai acorralan a los falsos Dragones, no se sirven de ellos. ¿No es cierto? Luz, asísteme, ¿no es así?»

Moraine lo observaba, pero él era incapaz de escrutar su expresión.

—¿Los conocéis? —le preguntó Rand—. ¿Tienen algún sentido?

—El Padre de las Mentiras es un nombre adecuado para el Oscuro —contestó Moraine—. Siempre es ésta su manera de sembrar la semilla de la duda cuando le es posible. Consume las mentes de los hombres como una gangrena. Cuando uno da crédito a las palabras del Padre de las Mentiras, da el primer paso hacia la rendición. Recordadlo: si os rendís al Oscuro, os convertiréis en posesión suya.

«Una Aes Sedai no miente nunca, pero la verdad que ella expresa no es siempre la que uno cree.» Aquello era lo que le había dicho Tam, y ella no le había dado realmente respuesta a su pregunta. Mantuvo el rostro inexpresivo y apretó las manos sobre las rodillas, tratando de no enjugarse el sudor en los pantalones.

Egwene lloraba quedamente. Nynaeve la rodeaba con sus brazos, pero parecía como si ella también sintiera deseos de prorrumpir en llanto. Rand casi anheló poder hacerlo.

—Todos son ta’veren —sentenció de pronto Loial, al parecer, encantado con la perspectiva de observar de cerca cómo el Entramado se tejía a su alrededor.

Rand lo miró con incredulidad y el Ogier se encogió de hombros, avergonzado, si bien aquello no bastó para amortiguar su vehemencia.

—En efecto —asintió Moraine—. Tres de ellos, cuando yo únicamente esperaba uno. Han acaecido muchas cosas que yo no preveía. Esta noticia relativa al Ojo del Mundo modifica de modo sensible la situación. —Abrió una pausa y adoptó una expresión preocupada—. Por un tiempo el Entramado parece moverse en torno a vosotros, tal como ha apuntado Loial, y su presión irá en aumento hasta que comience a menguar. En ocasiones ser ta’veren significa que el Entramado se ve obligado a doblegarse ante uno, y en otras que es el Entramado el que lo fuerza a uno a seguir la senda necesaria. La Trama todavía puede entretejerse de distintas maneras y algunos de los trazados serían desastrosos, tanto para vosotros como para el mundo.

»No podemos quedarnos en Caemlyn, pero, tomemos el camino que tomemos, los Myrddraal y los trollocs se echarán sobre nosotros antes de que hayamos recorrido diez kilómetros. Y precisamente en esta coyuntura escuchamos noticias de una amenaza al Ojo del Mundo, expresadas no por una sola voz, sino por tres, cada una de las cuales procede con toda probabilidad de una fuente distinta. El Entramado está estrechando el cerco de nuestros pasos, pero ¿qué mano controla ahora la urdimbre y cuál el timón de su curso? ¿Se habrán debilitado tanto las ligaduras que aprisionan al Oscuro como para que éste sea capaz de ejercer tamaño poder?

—¡No hay necesidad de hablar de ese modo! —espetó con rudeza Nynaeve—. Sólo conseguiréis asustarlos.

—¿Y a vos no? —preguntó Moraine—. A mí también me atemoriza. Bien, tal vez tengáis razón. No hemos de permitir que el miedo determine nuestras acciones. Tanto si se trata de una trampa como de un aviso anticipado, debemos hacer lo que nos corresponde, es decir, llegar lo más deprisa posible al Ojo del Mundo. El Hombre Verde debe de estar al corriente de esta asechanza.

«¿El Hombre Verde?», inquirió para sí, turbado, Rand. Los demás también estaban consternados, todos a excepción de Loial, cuya amplia faz mostraba un asomo de preocupación.

—Ni siquiera puedo correr el riesgo de detenerme en Tar Valon para solicitar ayuda continuó Moraine—. El tiempo nos cerca. Aun cuando fuera posible salir sin ser advertidos de la ciudad, tardaríamos muchas semanas en arribar a la Llaga, y me temo que ya no disponemos de ese margen de tiempo.

—¡La Llaga! —Rand escuchó el eco de su exclamación, repetida a coro. Moraine, sin embargo, hizo caso omiso de tal reacción.

—El Entramado presenta una crisis, y al mismo tiempo una vía para superarla. Si no supiera que ello es imposible, casi estaría por creer que es el Creador quien interviene personalmente. Existe una vía. —Sonrió como si recordara un chiste que no hubiese compartido con los demás y se volvió hacia Loial—. Había una arboleda plantada por los Ogier aquí en Caemlyn, y una puerta de entrada a los Atajos. El casco antiguo se extiende ahora sobre el lugar que ocupó la arboleda, con lo cual la puerta debe de hallarse en el interior de las murallas. Sé que son pocos los Ogier que actualmente conocen los Atajos, pero uno que posee talento y aprende las viejas canciones de crecimiento ha de ser encaminado de seguro hacia ese tipo de conocimiento, aun si él cree que jamás

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