Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El Despertar de los Heroes
  3. Capítulo 96
Prev
Next

un hatillo del animal de carga que contenía ropa limpia. Se secó, abrió el bulto… y suspiró. Había olvidado que todas las otras chaquetas eran tan lujosas como la que había arrojado en el respaldo de una silla para que la lavaran. Pasado un momento, se decidió por la chaqueta negra, que se avenía a su humor actual. En su alto cuello había garzas bordadas con hebras de plata y en las mangas unas cascadas que se precipitaban sobre unas piedras de afiladas aristas.

Al transferir los objetos a la nueva prenda, halló los pergaminos. Con aire ausente, introdujo las invitaciones en el bolsillo y examinó las dos cartas de Selene. Se preguntó cómo podía haber sido tan estúpido. Ella era la hermosa y joven hija de un aristócrata y él un pastor del que trataban de servirse las Aes Sedai, un hombre condenado a perder el juicio en el supuesto de que no muriera antes. No obstante, no podía dejar de sentirse atraído por ella y, sólo con mirar su escritura, casi percibía su perfume.

—Soy un pastor —confesó a las cartas— y no un gran hombre, y, si pudiera casarme con alguien, lo haría con Egwene, pero ella quiere ser una Aes Sedai y, ¿cómo voy a casarme con alguien, amar a una mujer, cuando voy a volverme loco y a darle muerte tal vez?

Pero las palabras eran incapaces de borrar el recuerdo de la hermosura de Selene o del modo como le bullía la sangre solamente al contemplarla. Casi le parecía que ella se encontraba en la habitación con él; creyó percibir su perfume con tal intensidad que miró en torno a sí y soltó una carcajada al comprobar que estaba solo.

—Imagino cosas como si ya estuviera pudriéndome —murmuró.

En un impulso, levantó la camisa exterior de la lámpara de la mesita, la encendió y acercó las cartas a la llama. Fuera de la posada, el viento aulló con fuerza y, filtrándose entre los postigos, avivó las llamas que devoraban el pergamino. Arrojó apresuradamente sus restos ardientes en el hogar apagado justo antes de que el fuego le alcanzara los dedos. Aguardó a que se hubiera apagado el último rizo ennegrecido antes de ponerse la espada al cinto y abandonó el dormitorio.

Verin había reservado un comedor privado; los estantes que cubrían las oscuras paredes lucían aún más objetos de plata que en la sala principal. Mat estaba haciendo juegos malabares con tres huevos cocidos, intentando dar una imagen despreocupada, mientras Ingtar contemplaba ceñudo la chimenea sin encender. Loial, que todavía conservaba algunos libros de Fal Dara en los bolsillos, leía uno junto a una lámpara.

Perrin estaba encorvado sobre la mesa, observándose las manos entrecruzadas encima del mantel. Su olfato percibía la cera de abeja utilizada para dar brillo a los paneles. «Era él —pensó—. Rand es el Exterminador de la Sombra. Luz, ¿qué nos está ocurriendo a todos?» Apretó los puños. «Estas manos estaban destinadas a empuñar un martillo de herrero, no un hacha.»

Levantó la mirada al entrar Rand, y creyó advertir una determinación en él, una disposición a emprender algún curso de acción. La Aes Sedai señaló a Rand un sillón de alto respaldo situado frente a ella.

—¿Cómo está Hurin? —le preguntó Rand, moviendo la espada para poder tomar asiento—. ¿Descansando?

—Ha insistido en salir —respondió Ingtar—. Le he indicado que sólo siguiera el rastro hasta que notara el olor de los trollocs. Así podremos partir desde ese punto mañana. ¿O quieres iniciar la persecución esta noche?

—Ingtar —explicó con embarazo Rand—, de veras no intentaba tomar el mando. Ha sido una reacción irreflexiva.

«No está tan nervioso como lo hubiera estado antaño —caviló Perrin—. Exterminador de la Sombra. Todos estamos cambiando.»

Ingtar continuó mirando la chimenea, sin responder.

—Hay algunos detalles que me interesan sobremanera, Rand —dijo con calma Verin—. Uno es cómo desaparecisteis del campamento de Ingtar sin dejar rastro. Otro es cómo llegasteis a Cairhien una semana antes que nosotros. Ese funcionario lo ha precisado claramente. Tendríais que haber venido volando.

Uno de los huevos que manejaba Mat cayó al suelo y se rompió. Él, no obstante, no lo miró siquiera pues estaba observando a Rand, al igual que Ingtar, que también se había vuelto hacia él. Loial aparentaba seguir leyendo, pero tenía una expresión preocupada y las orejas enhiestas. Perrin advirtió que él también estaba expectante.

—Bueno, no vino volando —opinó—. No veo que tenga alas. Quizá tenga cosas más importantes que contarnos.

Verin trasladó la atención hacia él por un fugaz momento. El joven consiguió sostenerle la mirada, pero fue él quien desvió los ojos primero. «Aes Sedai… Luz, ¿por qué seríamos tan necios de partir en pos de una Aes Sedai?» Rand le dirigió una mirada de agradecimiento y Perrin le sonrió. No era el Rand de siempre —daba la impresión de que se había adaptado a aquella lujosa chaqueta, que ahora parecía la prenda adecuada para él—, pero todavía era el muchacho con el que había crecido Perrin. «Exterminador de la Sombra. Un hombre que inspira temor a los lobos. Un hombre capaz de encauzar el Poder.»

—No tengo inconveniente en explicarlo —repuso Rand, antes de exponer con sencillez lo sucedido.

Perrin lo escuchaba boquiabierto. Portales de Piedra… Otros mundos, donde la tierra parecía moverse… Hurin siguiendo el rastro por los lugares donde deberían estar los Amigos Siniestros. Y una hermosa mujer en apuros, igual que en un cuento de juglar.

Mat exhaló un quedo silbido admirativo.

—¿Y ella os trajo de vuelta? ¿Por uno de esos…, esos Portales?

—Eso debió de ser —respondió Rand tras un instante de vacilación—. Ya veis de qué manera llegamos con tantos días de antelación. Cuando llegó Fain, Loial y yo conseguimos arrebatarle el Cuerno de Valere durante la noche y cabalgamos hasta Cairhien porque no creí que pudiéramos enfrentarnos a ellos una vez que estuvieran sobre aviso, y sabía que Ingtar continuaría en dirección sur tras ellos y que al fin vendría aquí.

«Exterminador de la Sombra.» Rand lo miró, con los ojos entornados, y Perrin cayó en la cuenta de que había pronunciado el nombre en voz alta, aunque no lo bastante alta para que los demás lo hubieran oído, al parecer, pues nadie más centraba la mirada en él. De improviso deseó explicarle a Rand lo de los lobos. «Yo sé lo tuyo. Es justo que tú conozcas también mi secreto.» Pero Verin estaba allí y no podía contárselo en presencia de ella.

—Interesante —dijo la Aes Sedai, con aire reflexivo—. Me encantaría conocer a esa chica. Si puede utilizar el Portal de Piedra… Son pocos incluso los que conocen ese nombre. —Guardó silencio por un momento—. Bien, habrá que dejar eso para otra ocasión. No debería ser difícil localizar una muchacha alta entre los linajes nobles de Cairhien. Ah, aquí está la comida.

Perrin notó el olor del cordero incluso antes de que la señora Tiedra entrara encabezando una procesión de camareras con bandejas de alimentos. Se le hacía la boca agua, más a causa de la carne que de los guisantes, calabaza, zanahorias y col que lo acompañaban o las calientes y crujientes roscas. Todavía apreciaba el sabor de las verduras, pero últimamente anhelaba en ocasiones comer carne roja; cuanto más cruda, mejor. Le resultó desconcertante advertir que consideraba demasiado cocidas las hermosas y rosadas chuletas de cordero que cortaba la posadera. Tomó resueltamente una ración de cada cosa, y dos de cordero.

Fue una comida silenciosa, en la que cada cual permaneció absorto en sus propios pensamientos. Perrin se sintió acongojado al ver comer a Mat. Éste tenía tan buen apetito como de costumbre, a pesar del enfebrecido rubor de su cara, pero la manera como se llevaba la comida a la boca le confería el aspecto de alguien que disfrutara de su último banquete antes de morir. Perrin clavó la mirada en el plato y la mantuvo así; deseaba no haber salido nunca del Campo de Emond.

Después de que las doncellas hubieron recogido la mesa y se hubieron marchado nuevamente, Verin insistió en que permanecieran juntos hasta el regreso de Hurin.

—Tal vez las noticias que traiga nos obliguen a ponernos de inmediato en camino.

Mat volvió a enfrascarse en los malabarismos, y Loial, en la lectura. Rand preguntó a la posadera si había libros y ésta le trajo Los viajes de Jain el Galopador. A Perrin también le gustaba esa novela, con sus aventuras entre los Marinos y viajes por tierras situadas más allá del Yermo de Aiel, de donde provenía la seda. Sin embargo, no tenía humor para leer, por lo cual se puso a jugar a las damas con Ingtar. El shienariano jugaba con osadía. Perrin siempre lo había hecho de manera obstinada, cediendo reacio el terreno, pero en aquella ocasión movía las piezas con tanta temeridad como Ingtar. La mayoría de las partidas terminaron en empate, pero logró ganar tantas como Ingtar. Pasado un rato, cuando llegó Hurin, el shienariano estaba mirándolo con nuevas muestras de respeto.

La sonrisa de Hurin era a un tiempo triunfal y llena de perplejidad.

—Los he encontrado, lord Ingtar, lord Rand. Los he seguido hasta su guarida.

—¿Guarida? —inquirió vivamente Ingtar—. ¿Quieres decir que están escondidos en algún sitio cercano?

—Sí, lord Ingtar. He seguido directamente a los que se han llevado el Cuerno y había olor a trolloc por los alrededores, aunque éste serpenteaba, como si no osaran dejarse ver, ni siquiera allí. Y no me extraña. —El husmeador aspiró profundamente—. Están en la gran casa solariega que acaba de construir lord Barthanes.

—¡Lord Barthanes! —exclamó Ingtar—. Pero él…, él es…

—Hay Amigos Siniestros tanto entre los aristócratas como entre los plebeyos —apuntó con suavidad Verin—. Los poderosos entregan sus almas a la Sombra con tanta frecuencia como los desvalidos. —Ingtar frunció el entrecejo como si no deseara escucharla.

—Hay guardias —prosiguió Hurin—. No lograremos entrar con sólo veinte hombres, si es que queremos salir con vida. Un centenar podría conseguirlo, pero lo ideal serían doscientos. Eso es lo que a mí me parece, mi señor.

—¿Y qué hay del rey? —preguntó Mat—. Si Barthanes es un Amigo Siniestro, el rey nos ayudará.

—Estoy convencida —manifestó secamente Verin— de que a Galldrain Riatin le bastaría el rumor de que Barthanes Damodred es un Amigo Siniestro para precipitarse sobre él, contento por disponer de una excusa. También estoy bastante segura de que Galldrain jamás dejaría que le quitaran de las manos el Cuerno de Valere una vez que lo tuviera. Lo sacaría en los días festivos para enseñarlo al pueblo y demostrarles la grandeza y poder de Cairhien, y no habría manera de que hiciera otra cosa con él.

Perrin pestañeó consternado.

—Pero el Cuerno de Valere ha de estar disponible cuando se libre la Última Batalla. No podría quedárselo simplemente.

—Conozco poco a los cairhieninos —comentó Ingtar—, pero he oído suficiente en lo que respecta a Galldrain. Nos homenajearía y nos daría las gracias por la gloria que habíamos aportado a Cairhien. Nos llenaría los bolsillos de oro y colmaría de honores nuestras cabezas. Y, si intentáramos partir con el Cuerno, cortaría nuestras honradas cabezas sin mediar el tiempo para respirar.

Perrin se mesó el cabello. Cuantos más datos averiguaba sobre los reyes, menos simpatías le inspiraban.

—¿Y qué me decís de la daga? —inquirió Mat con timidez—. No la querrá para nada, ¿verdad? —Ingtar lo miró con expresión airada, y él se revolvió inquieto—. Sé que el Cuerno es importante, pero yo no voy a participar en la Última Batalla. Esa daga…

—Galldrain tampoco se quedará con ella —lo apaciguó Verin—. Lo que necesitamos es un medio de entrar en la

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

Conan el invencible
Conan el invencible
August 3, 2020
Encrucijada en el crepúsculo
Encrucijada en el crepúsculo
August 3, 2020
Conan el defensor
Conan el defensor
August 3, 2020
Conan el invicto
Conan el invicto
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.