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  2. El Despertar de los Heroes
  3. Capítulo 71
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tratan de ese modo a sus Guardianes. En cien años, ninguna Aes Sedai ha transferido el vínculo de su Guardián a otra, pero tú pretendes hacerlo con el mío, no una, sino dos veces.

—Ya está hecho y no voy a volverme atrás.

—¡Que la Luz me ciegue! Si van a pasarme de mano en mano, ¿tienes al menos idea de a manos de quién voy a parar?

—Lo que hago es por tu propio bien, y tal vez por el de otra persona asimismo. Cabe la posibilidad de que Myrelle encuentre un proyecto de muchacha recién ascendida a hermana de derecho, ¿no es eso lo que has dicho?, que necesite un Guardián curtido en las batallas y conocedor del mundo, un proyecto de muchacha que quizá necesite a alguien que la arroje a una charca. Tienes mucho que ofrecer, Lan, y verte desaprovechado en una tumba anónima o devorado por los cuervos, cuando podrías servir a una mujer que te necesita, sería peor que el pecado del que parlotean los Capas Blancas. Sí, creo que ella va a necesitarte.

Lan abrió ligeramente los ojos, lo cual era para él igual que otro hombre que se quedara boquiabierto considerando sorprendentes conjeturas. Raras veces lo había visto tan desconcertado. Abrió la boca dos veces antes de decidirse a hablar.

—¿Y en quién estáis pensando para ese…?

—¿Estás seguro de que tu vínculo no te irrita, Lan Gaidin? ¿Sólo ahora te das cuenta por primera vez de la fuerza de ese lazo, de su profundidad? Podrías acabar con alguna Blanca en ciernes, toda lógica y desapasionamiento, o con una joven Marrón que no te viera más que como un par de manos para transportar sus libros y bosquejos. Yo puedo entregarte a quien quiera, como un paquete, o un perrillo faldero, y tú no tienes más alternativa que aceptarlo. ¿Estás seguro de que no te irrita?

—¿Es para eso que lo has hecho? —rechinó. Sus ojos relumbraron como un fuego azul y su boca se torció. Furia; por primera vez veía cómo la furia afloraba a su rostro—. ¿Toda esta charla ha sido una prueba, ¡una prueba! para ver si podías desgastar mi vínculo? ¿Después de todo este tiempo? Desde el día en que me sometí a ti, he cabalgado adonde me has dicho que fuera, aun cuando lo considerara una imprudencia, incluso cuando tenía motivos para cabalgar en dirección opuesta. Nunca has necesitado de mi vínculo para obligarme. Cumpliendo tus instrucciones he contemplado cómo ibas al encuentro del peligro y he mantenido las manos quietas cuando bullía de deseos de desenvainar la espada y franquearte un camino seguro. ¿Después de esto, me sometes a una prueba?

—No es una prueba, Lan. He hablado claramente, sin tergiversar nada, y he obrado según te he comunicado. Pero en Fal Dara comencé a preguntarme si todavía estabas plenamente de mi lado. —Los ojos del Guardián mostraron recelo. «Lan, perdóname. No habría agrietado los muros que mantienes con tanto ahínco, pero debo saberlo»—. ¿Por qué actuaste como lo hiciste con Rand? —El hombre pestañeó; era obvio que no era aquello lo que esperaba. Ella sabía qué era lo que él había previsto y no iba a perder dicha ocasión ahora que estaba en posición desventajosa—. Lo llevaste a la Amyrlin hablando y comportándose como un señor y un soldado nacido en las Tierras Fronterizas. Ello se ajustaba, en cierto modo, a lo que yo había planeado para él, pero tú y yo nunca habíamos hablado de enseñarle algo de eso. ¿Por qué, Lan?

—Me pareció… lo correcto. Un joven perro lobo ha de enfrentarse a su primer lobo algún día, pero si el lobo lo ve como un cachorro, si se comporta como un perrillo, el lobo le dará muerte sin duda. El perro lobo ha de ser un perro lobo a los ojos del lobo, aún más que en su propio fuero interno, si debe sobrevivir.

—¿Ésa es la opinión que te merecen las Aes Sedai? ¿La Amyrlin? ¿Yo? ¿Lobos que pretenden abatir a tu joven perro lobo? —Lan sacudió la cabeza—. Sabes lo que es, Lan. Sabes en lo que debe convertirse. Debe. El objetivo por el que he trabajado desde el día en que nos conocimos y anteriormente a ello. ¿Dudas ahora de lo que hago?

—No. No, pero… —Estaba reponiéndose, levantando de nuevo sus muros, pero éstos aún no estaban reconstruidos—. ¿Cuántas veces has dicho que los ta’veren arrastran a los que se encuentran a su alrededor como un remolino las ramitas? Tal vez yo fui arrastrado también. Sólo sé que me pareció lo correcto. Esos chicos campesinos necesitaban a alguien a su lado. Rand al menos lo necesitaba. Moraine, creo en lo que haces, incluso ahora, cuando desconozco la mitad de lo que implica, créeme. No te he pedido que me libres de mi vínculo ni pienso hacerlo. Sean cuales sean tus planes para morir y verme… entregado… a buen recaudo, será un placer para mí proteger tu vida y ver que dichos planes, al menos, no conducen a nada.

—Ta’veren —suspiró Moraine—. Quizá fue eso. En lugar de guiar un barco flotando en una corriente, estoy intentando manejar un tronco entre rápidos. Cada vez que lo empujo, me devuelve el empellón, y el tronco aumenta de tamaño cuanto más nos alejamos. No obstante debo hacer que llegue a puerto. —Soltó una breve carcajada—. No me disgustará, mi viejo amigo, si consigues hacer fracasar esos planes. Ahora déjame, por favor. Necesito estar sola para reflexionar. —Lan vaciló sólo un momento antes de volverse hacia la puerta. En el último instante, empero, no pudo dejarlo marchar sin formular otra pregunta—. ¿Alguna vez sueñas con algo diferente, Lan?

—Todos los hombres sueñan. Pero sé en qué quedan los sueños. Esto… —tocó el puño de su espada— es la realidad. —Los muros habían regresado, altos e infranqueables como siempre.

Después de que hubo salido, Moraine se arrellanó en la silla y así permaneció contemplando el fuego. Pensó en Nynaeve y en grietas en una pared. Sin proponérselo, sin tener conciencia de lo que hacía, aquella joven había resquebrajado las paredes de Lan y había puesto en las fisuras simientes de enredadera. Lan se creía seguro, apresado en su fortaleza por el destino y su propio deseo, pero, lenta y pacientemente, las enredaderas estaban derribando los muros para dejar al desnudo el hombre que albergaban. Ya estaba compartiendo algunas de las lealtades de Nynaeve; en el comienzo se había mostrado indiferente a los chicos del Campo de Emond, considerándolos sólo gente en la que Moraine estaba interesada. Nynaeve había modificado aquel aspecto al igual que había transformado a Lan.

Para su sorpresa, Moraine sintió un acceso de celos. Jamás lo había experimentado antes, ciertamente no por ninguna de las mujeres que habían puesto su corazón a los pies del Guardián o por aquellas que habían compartido su lecho. Lo cierto era que nunca lo había tenido por un objeto que pudiera suscitar sus celos ni había creído que pudiera lograrlo ningún hombre. Ella estaba casada con su lucha, al igual que él estaba ligado a la suya. Pero habían sido compañeros en esas batallas durante mucho tiempo. Él había reventado su caballo para después correr hasta la extenuación con ella en brazos para llevarla a Anaiya para que la curara. Ella había cuidado de sus heridas en más de una ocasión, salvando con sus artes una vida que él había estado dispuesto a ceder para preservar la suya. Él siempre había dicho que estaba desposado con la muerte. Ahora una nueva novia había capturado sus ojos, aun cuando él permaneciera ciego ante ello. Pensaba que aún estaba a salvo tras sus parapetos, pero Nynaeve había enlazado flores de boda en sus cabellos. ¿Estaría todavía presto a cortejar la muerte con tanto arrojo? Moraine se preguntaba cuándo le pediría que lo librase de su vínculo. Y qué haría cuando llegara ese momento.

Se levantó con una mueca de desagrado. Había otros asuntos más importantes mucho más importantes. Sus ojos se posaron en los libros abiertos y papeles que abarrotaban la estancia. Tantos indicios…, pero ninguna respuesta…

Vandene entró con una tetera y tazas en una bandeja. Era esbelta y airosa, con una espalda erguida, y el pelo cuidadosamente recogido en la nuca era casi blanco. La edad imprecisa que representaba su suave rostro correspondía a largos, largos años.

—Le habría hecho traer esto a Jaem en lugar de importunarte yo, pero está en el establo practicando con la espada. —Chasqueó la lengua mientras apartaba un raído manuscrito para depositar la bandeja sobre la mesa—. El hecho de que Lan esté aquí le ha recordado que es algo más que un jardinero mañoso. Los Gaidin son tan arrogantes… Pensaba que Lan todavía estaba aquí; por eso he traído una taza de más. ¿Has encontrado lo que buscabas?

—Ni siquiera estoy persuadida de lo que busco. —Moraine frunció el entrecejo, observando a la otra mujer. Vandene era del Ajah Verde, no del Marrón como su hermana, pero las dos habían estudiado tanto tiempo juntas que sabía tanto de historia como Adeleas.

—Sea lo que sea, no parece que sepas dónde mirar. —Vandene movió algunos de los volúmenes y pliegos esparcidos sobre la mesa, sacudiendo la cabeza—. Demasiados temas: la Guerra de los Trollocs, los Vigilantes sobre las Olas, la leyenda del Retorno, dos tratados sobre el Cuerno de Valere, tres sobre profecías de la Sombra y… Luz, aquí está el libro de Santhra sobre los Renegados. Es desagradable, ése, tanto como éste acerca de Shadar Logoth. Y las Profecías del Dragón, en tres traducciones y el original. Moraine, ¿qué estás buscando? Las profecías, puedo entenderlo; hemos escuchado algunas noticias aquí, en un lugar remoto como éste. También hemos oído algo de lo que ocurre en Illian. Incluso circulan rumores en el pueblo de que alguien ha encontrado ya el Cuerno. —Gesticuló con un manuscrito basado en el Cuerno y tosió a causa del polvo que levantó—. Eso han de ser rumores, por descontado. Pero ¿qué…? No. Dijiste que querías mantenerlo en privado, y así será.

—Un momento —indicó Moraine, deteniendo a la otra Aes Sedai, de camino a la puerta—. Tal vez tú puedas responderme a algunas preguntas.

—Lo intentaré. —Vandene sonrió de pronto—. Adeleas opina que debí haber escogido el Marrón. Pregunta. —Sirvió té en dos tazas y tendió una a Moraine; después se sentó junto al fuego.

El vapor se ondulaba sobre las tazas mientras Moraine seleccionaba con cuidado sus preguntas. «Para hallar las respuestas sin revelar demasiado.»

—El Cuerno de Valere no aparece mencionado en las profecías, pero ¿está vinculado con el Dragón en algún sitio?

—No. Exceptuando el hecho de que el Cuerno debe ser hallado antes del Tarmon Gai’don y de que se supone que es el Dragón Renacido quien debe librar la Última Batalla, no hay ningún vínculo entre ambos. —La mujer de pelo cano sorbió su té, en espera de una nueva consulta.

—¿Hay algo que relacione al Dragón con la Punta de Toman?

Vandene titubeó.

—Sí y no. Ésta es una discusión que sostenemos Adeleas y yo. —Su voz adoptó un tono didáctico y momentáneamente habló como una de las Marrones—. Hay un verso en el original que, traducido literalmente, dice: «Cinco cabalgan hacia adelante y cuatro regresan. Sobre los vigilantes se proclamará, con estandarte cruzará el cielo en llamas…». Bien, continúa. La cuestión oscura es la palabra ma’vron. Yo sostengo que no debería traducirse simplemente como «vigilantes», que es a’vron. Ma’vron tiene más implicaciones. En mi opinión significa los Vigilantes sobre las Olas, aun cuando ellos

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