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  2. El Despertar de los Heroes
  3. Capítulo 26
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había elegido para la tarea—. Es una pena que no tengamos la daga para completar la curación. A pesar de todo lo que hemos hecho esta noche, no vivirá mucho tiempo. Meses, tal vez, como mucho. —Las tres Aes Sedai se encontraban solas en las habitaciones de la Amyrlin. Más allá de las aspilleras, el alba perlaba el cielo.

—Pero ahora dispondrá de esos meses —replicó secamente Moraine—. Y, si puede recuperarse, aún hay posibilidades de deshacer el vínculo. «Si puede recuperarse. Sí, claro está.»

—Aún puede deshacerse —convino Verin. Era una mujer regordeta, de rostro cuadrado, e, incluso con el don de la edad indefinida de que disfrutaban las Aes Sedai, tenía hebras grises en su pelo castaño. Aquél era el único indicio de su edad, pero, tratándose de una Aes Sedai ello representaba que era muy vieja. Su voz se mantenía firme, sin embargo, acorde con sus lisas mejillas—. Pero ha estado vinculado a esa daga durante mucho tiempo, según puede calcularse en un caso así. Y permanecerá ligado a ella aún más, tanto si la encuentra como si no. Quizá por entonces ya haya llegado a una fase irrecuperable del todo, aun cuando no contamine a los demás. Una cosa tan pequeña, esa daga —musitó—, pero corromperá a quienquiera que la lleve el tiempo suficiente. Y el que la lleva echará a perder a los que tengan contacto con él, los cuales envenenarán a su vez a otros, y el odio y las sospechas que destruyeron Shadar Logoth, las manos de todos los hombres y mujeres esgrimidas contra su prójimo, volverán a recorrer libremente el mundo. Me pregunto a cuántas personas puede infectar, por ejemplo, en un año. Sería posible hacer una estimación con un razonable margen de error.

Moraine asestó una dura mirada a la hermana Marrón. «Debemos afrontar un nuevo peligro y ella habla como lo haría de un rompecabezas encontrado en un libro. Luz, las Marrones no son en absoluto conscientes de lo que ocurre en el mundo.»

—En ese caso debemos hallar la daga, hermana. Agelmar va a enviar soldados para perseguir a quienes se han llevado el Cuerno y asesinado a sus vasallos, los mismos que han robado la daga. Si encuentran el cuerno, también encontrarán la daga.

Verin asintió, pero arrugó el entrecejo a un tiempo.

—No obstante, si la recobran, ¿quien podrá devolverla sin mancillarse? Quienquiera que la toque corre el riesgo de contaminarse si la traslada durante cierto tiempo. Tal vez en un baúl, bien envuelta y acolchada, pero, con todo, sería una amenaza para quienes se hallen cerca durante algún tiempo. Sin disponer del arma para estudiarla, no podemos tener la certeza de cómo se han de escudar contra ella. Pero tú la viste más de una vez, Moraine. Tú la trataste lo bastante como para que ese joven sobreviviera llevándola y no infectara a los otros. Debes de conocer su capacidad de influencia.

—Hay alguien —anunció Moraine— que puede recuperar la daga sin que le resulte dañino. Alguien a quien hemos acorazado contra su infección hasta el grado máximo de que puede ser receptor alguien: Mat Cauthon.

—Sí, por supuesto —acordó la Amyrlin—. Puede hacerlo. Si vive bastante tiempo. Sólo la Luz sabe hasta dónde la transportarán antes de que la encuentren los hombres de Agelmar. Suponiendo que la encuentren. Y si el chico muere antes… Bien, si la daga permanece fuera de control durante ese tiempo, tendremos otra fuente de preocupación. —Se frotó los ojos con cansancio—. Creo que también hemos de localizar a ese Padan Fain. ¿Por qué es tan importante ese Amigo Siniestro como para que se arriesguen de ese modo con el fin de rescatarlo? Hubiera sido mucho más sencillo robar el Cuerno simplemente. Tan peligroso como una tempestad invernal, penetrar en la fortaleza de esa manera, pero corrieron ese riesgo para liberar a ese Amigo Siniestro. Si los Acechantes lo consideran tan importante… —Se detuvo y Moraine adivinó que estaba preguntándose si únicamente eran los Myrddraal los que impartían las órdenes—… Entonces debe serlo.

—Debemos encontrarlo —corroboró Moraine, con la esperanza de encubrir la ansiedad que sentía—, pero lo más probable es que se halle donde está el Cuerno.

—Como tú digas, hija. —La Amyrlin se llevó la mano a la boca para contener un bostezo—. Y ahora, Verin, si nos dispensas, voy a mantener una pequeña conversación con Moraine y luego dormiré un poco. Supongo que Agelmar insistirá en festejar esta noche lo que quedó malogrado la anterior. Tu ayuda ha sido incalculable, hija. Por favor, recuerda que no debes comunicar a nadie la naturaleza de la dolencia del muchacho. Algunas de nuestras hermanas verían la Sombra en él en lugar de un objeto que han creado los hombres.

No era preciso mencionar al Ajah Rojo. Y tal vez, reflexionó Moraine, las Rojas ya no eran las únicas con quienes había que obrar con cautela.

—No diré nada, desde luego, madre. —Verin realizó una reverencia, pero no hizo ademán de dirigirse a la puerta—. He pensado que quizá querríais ver esto, madre. —Extrajo un pequeño cuaderno, forrado con suave piel marrón, de su cinturón—. Es lo que había escrito en las paredes de la mazmorra. Hemos tenido algunos problemas para traducirlo. En su mayor parte era lo habitual: blasfemias y fanfarronadas; al parecer, los trollocs conocen poca cosa más. Pero había una parte trazada con pulso más firme. Un Amigo Siniestro instruido o tal vez un Myrddraal. Podría tratarse tan sólo de una provocación, pero tiene la forma de una poesía o canción y el sonido propio de las profecías. Disponemos de escasos conocimientos sobre las profecías de la Sombra, madre.

La Amyrlin titubeó un poco antes de asentir. Las profecías de la Sombra, augurios siniestros, solían, por desgracia, cumplirse, al igual que las de la Luz.

—Léemelo.

Verin hojeó las páginas y luego se aclaró la garganta y comenzó a recitar con voz calmada y monótona:

Hija de la Noche, vuelve a caminar.

La antigua batalla continúa librando.

A su nuevo amante busca,

a aquel que la servirá y morirá

y aun así le servirá.

¿Quién se opondrá a su retorno?

Las Murallas Resplandecientes se postrarán.

La sangre alimenta a la sangre.

La sangre llama a la sangre.

La sangre es, fue y será

por los siglos de los siglos.

El hombre que encauza se halla solo.

Entrega a sus amigos al sacrificio.

Dos caminos se abren ante él:

uno va a la muerte sin agonía,

otro a la vida eterna.

¿Cuál elegirá? ¿Cuál elegirá?

¿Qué mano da cobijo? ¿Qué mano da muerte?

La sangre alimenta a la sangre.

La sangre llama a la sangre.

La sangre es, fue y será

por los siglos de los siglos.

Luc fue a las Montañas Funestas.

Isam aguardó en los altos puertos.

La cacería ya se ha iniciado.

Los sabuesos de la Sombra

ahora corren, y matan.

Uno vivió y otro falleció, pero ambos existen.

La Hora del Cambio ha llegado.

La sangre alimenta a la sangre.

La sangre llama a la sangre.

La sangre es, fue y será

por los siglos de los siglos.

Los Vigilantes esperan en la Puerta de Toman.

La simiente del Martillo quema el antiguo árbol.

La muerte sembrará y el verano arderá,

antes del advenimiento del Gran Señor.

La muerte segará y los cuerpos se abatirán,

antes del advenimiento del Gran Señor.

De nuevo la simiente mata lavando

antiguos agravios,

antes del advenimiento del Gran Señor.

Ahora llega el Gran Señor.

Ahora llega el Gran Señor.

La sangre alimenta a la sangre.

La sangre llama a la sangre.

La sangre es, fue y será

por los siglos de los siglos.

Ahora llega el Gran Señor.

Se abrió un largo silencio cuando hubo concluido la lectura.

—¿Quién más ha visto esto, hija? —inquirió al fin la Amyrlin—. ¿Quién conoce su existencia?

—Solamente Serafelle, madre. He hecho que lo borraran los criados después de haberlo copiado. Ellos no han preguntado nada; estaban ansiosos por hacer desaparecer las huellas.

—Bien. Hay demasiadas personas en las Tierras Fronterizas capaces de interpretar la escritura trolloc. No es necesario aportarles otro motivo de preocupación. Ya tienen suficientes.

—¿Qué crees tú? —preguntó Moraine a Verin con tono cauteloso—. ¿Crees que son profecías?

Verin ladeó la cabeza, lanzando una mirada a sus notas con ademán reflexivo.

—Posiblemente. Tiene la misma estructura que algunas de las profecías siniestras que conocemos. Y algunas de sus partes son bastante explícitas. No obstante, podría ser sólo una provocación. —Apoyó un dedo en una de las líneas—. «Hija de la Noche, vuelve a caminar.» Eso únicamente puede significar que Lanfear está libre de nuevo. O que alguien quiere hacernos pensar que lo está.

—Eso sería inquietante, hija —señaló la Amyrlin—, de ser cierto. Pero los Renegados aún están prisioneros. —Lanzó una ojeada a Moraine, delatando un desasosiego en sus facciones que instantáneamente logró controlar—. Aun cuando los sellos estén debilitándose, los Renegados siguen confinados.

Lanfear: en la Antigua Lengua, Hija de la Noche. Su verdadero nombre no estaba registrado en ningún sitio, pero aquél era el apelativo que ella había escogido para sí, a diferencia de la mayoría de los Renegados, que habían adoptado el nombre que les habían conferido aquellos que habían padecido su traición. A decir de algunos, ella había sido la más poderosa entre los Renegados, junto a Ishamael, el Traidor de la Esperanza, pero había mantenido ocultas sus capacidades. Quedaban escasos documentos sobre aquel tiempo para que los estudiosos pudieran afirmarlo.

—Con tantos falsos Dragones que aparecen, no me sorprende que alguien trate de involucrar a Lanfear en ello.

La voz de Moraine permanecía tan impasible como su cara, pero su interior un hervidero de emociones. Sólo se conocía un detalle respecto a Lanfear aparte de su nombre: antes de desertar a las filas de la Sombra, antes de que Lews Therin Telamon conociera a Ilyena, Lanfear había sido su amante. «Sólo nos faltaba esta complicación.»

La Sede Amyrlin frunció el entrecejo como si la hubieran invadido idénticos pensamientos, pero Verin asintió como si todo se redujera a palabras.

—Otros nombres también son identificables, madre. Lord Luc, por supuesto, era el hermano de Tigraine, por aquel entonces heredera del trono de Andor, y desapareció en la Llaga. Sin embargo, no sé quién es Isam ni qué relación guarda con Luc.

—Averiguaremos lo que precisemos conocer a su debido tiempo —dijo Moraine con tono tranquilizador—. No hay pruebas todavía de que sean profecías. —Ella reconocía el nombre: Isam había sido el hijo de Breyan, esposa de Lain Mandragoran, cuyo intento de arrebatar el trono de Malkier para su marido había atraído la arremetida de las hordas trolloc. E Isam había tenido lazos familiares de sangre con Lan. «¿O tiene lazos de sangre? Debo ocultárselo, hasta que sepa cómo va a reaccionar. Hasta que nos hallemos lejos de la Llaga. Si creyera que Isam está vivo…»

—«Los Vigilantes esperan en la Punta de Toman» —prosiguió Verin—. Existen algunas personas que todavía se aferran a la vieja creencia de que los ejércitos que Artur Hawkwing envió al otro lado del Océano Aricio regresarán un día, aunque después de tanto tiempo… —Bufó con desdén—. Los Do Miere A’vron, los Vigilantes sobre las Olas, todavía mantienen una… comunidad, es la palabra más adecuada, supongo, en la Punta de Toman, en Falme. Y uno de los nombres con que se conoció a Artur Hawkwing fue el de Martillo de la Luz.

—¿Estás insinuando, hija —dijo la Sede Amyrlin—, que los ejércitos de Artur Hawkwing, o más bien sus descendientes, podrían realmente regresar después de mil años?

—Circulan rumores de que hay guerra en el llano de Almoth y en la Punta de Toman —apuntó lentamente Moraine—. Y Artur Hawkwing envió a dos de sus hijos con sus huestes. Si sobrevivieron en las tierras que encontraron, es posible que haya muchos descendientes de Hawkwing. O ninguno.

La Amyrlin dirigió una mirada disimulada a Moraine, con

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